The Hunger Games Septuagésimo Séptimos Juegos del Hambre

~ Capítulo Único ~​

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Camino entre este distrito en ruinas que es la arena de los Juegos, una recreación espantosa del bombardeo del Doce hace varios años. La lucha de los rebeldes no sirvió de nada; los Juegos del Hambre volvieron a Panem en cuanto la nieta del expresidente Snow se hizo con el mando del país. Volvieron, más fuertes que nunca.

Los Juegos ya no son solo para demostrar que el Capitolio fue más fuerte que los rebeldes; ahora nos demuestran que aunque creamos tener el poder, el Capitolio siempre será más fuerte que nosotros, los Distritos. Y para mí, el venir del recientemente reformado Distrito 12 no es bueno, para nada.

Al ser parte del Distrito más pobre, para los demás soy un blanco fácil. O eso es lo que quiero que crea, porque hice una alianza con mi compañero de distrito; es un chico inteligente que sabe cazar y decorar pasteles; y es mi hermano, lo cual me hace imposible querer traicionarlo. Soy tres años mayor que él, que tiene trece años.

Nuestra madre se preocupó de enseñarnos a cazar cuando dejó de ser prohibido. Nuestro padre nos enseñó a decorar pasteles; y a camuflarnos en caso de ser necesario; cosas que ahora nos sirven de mucho.

Corro al escuchar una explosión y me escondo en el primer callejón que veo. Me salvó de una oleada de vidrios que salen volando. Suspiro y pienso en mi hermano, debería estar bien, escondido en alguna parte, que es lo que mejor sabe hacer.

Recuerdo cuando nos llamaron al palco…

–Las damas primero– exclamó la señora Effie Trinket, una buena amiga de mi madre. Pasó su mano por sobre los papeles de la urna y sacó uno. En cuanto iba a abrirlo, un agente de la paz le tapó la boca y ambos entraron al Edificio de Justicia.

La misma presidenta apareció en un abrir y cerrar de ojos, acompañada de agentes de la paz.

–Los Tributos de este Distrito fueron elegidos con anterioridad desde que decidí que los Juegos volverían. Primrose y Jake Mellark– dijo, y se fue tan rápido como llegó

Miré a Jake y me desmoroné mentalmente. Pensé en agacharme y darme cabezazos en el suelo hasta morir, o en quitarle el arma a algún Agente de la Paz, dispararle a Jake y luego suicidarme; pero no podía hacerlo. No podía hacerlo por mi hermano, no podía hacerlo por mi padre, no podía hacerlo por mi madre. Simplemente, debía enfrentar esto tal y cómo lo hicieron mis padres cuando fueron a los Juegos. Y me juré que Jake y yo volveríamos a casa, los dos.

Nos entraron al Edificio de Justicia, donde nos llevaron a ambos a una sala para despedirnos de nuestros padres. Lo primero que hice al estar allí, fue abrazar a Jake y decirle que todo estaría bien, que volveríamos, que no corríamos peligro si estábamos juntos.

Mi madre y mi padre entraron por la puerta. Papá parecía estarse conteniendo, pero mamá estaba desesperada, intentaba rasguñarse la cara, como si quisiera despertar de una de sus muchas pesadillas.

Con sincronía, Jake y yo nos separamos y la abrazamos; e inmediatamente se tranquilizó y correspondió.

–Esto es porque fui el Sinsajo– dijo ella, acariciando mi cabello negro –Esto es mi culpa, si tan sólo no me hubiera…– la abracé más fuerte

–No es tu culpa– dijimos Jake y yo, mamá abrió sus ojos, impresionada

–Volveremos, te lo juro– le dije, y mi madre me miró incrédula

–Será imposible… ninguno de los dos volverá– espetó ella, rompiendo en llanto una vez más

–Si tú y papá pudieron, nosotros también– regañé sonriente

–Cuídense– dijo papá, al parecer sus recuerdos volvieron a distorsionarse

Esa había sido su manera de despedirse. Mamá intentó ser fuerte, y seguramente lo está siendo ahora de nuevo.

Escucho el cañonazo que indica la muerte de un participante; me escondo en un subterráneo que estaba en una de las casas en las afueras de la ciudad; y allí encuentro a Jake, escondido entre unas cajas. Al verme, se lanza a mis brazos, y lo recibo con cariño.

–Jake, escúchame– digo, mi hermano asiente –Quedamos cuatro. Debo acabar con los otros dos antes de que ellos acaben con nosotros– agrego, Jake se asusta –No te obligaré a matar gente, pero necesito que te escondas en otro lado– sigo, mi hermano menor asiente –Pronto encontrarán este lugar, hay muchas explosiones. Huye lo más rápido que puedas–

–Prim, toma– me dice, entregándome un AK–47, hecho con tecnología moderna. Transforma las ondas de calor en balas, por lo que tengo municiones ilimitadas.

Lo examino bien y descubro rápidamente como funciona. Beso la frente de mi hermano y le doy las gracias, para luego salir del sótano e iniciar mi búsqueda.

No es necesario buscar mucho cuando los encuentro, los profesionales del Distrito Uno. Se encuentran en una casa bastante grande, que según recuerdo, es la recreación de la amiga de mi madre, Madge.

Notan mi presencia cuando choco con un contenedor de basura. La chica se acerca a mí con rapidez y me lanza un cuchillo. No tardo en esquivarlo, pero ella también es veloz y se lanza sobre mí. Agarra mi cabello trenzado y tira de él, entonces yo hago lo mismo, y parece dolerle bastante, porque comete el error de aflojar un poco su agarre.

Mi mente se nubla. La tomo por el cuello y la posiciono debajo de mí. Comienzo a golpearle la cara con mi arma hasta que queda convertida en una completa masa irreconocible de carne y huesos. Sueña el cañón. Acabo de matar a mi tercera víctima. Las dos primeras fueron en la Cornucopia, cuando tomé una mochila negra llena de provisiones.

El chico al parecer no es un profesional, es muy escuálido para serlo, pero no por eso debo subestimarlo, así que preparo mi arma y le apunto, sin temblar. Él levanta sus brazos como para rendirse, y por un instante dudo sobre matarlo. Pero me retracto de inmediato al saber que saca un hacha, e intenta lanzármela a la cara, pero yo me lanzo al suelo y desde allí le apunto y le disparo en el estómago.

Se desangra en frente de mí, y el cañonazo vuelve a sonar. Corro a buscar a mi hermano, alerta en caso de que cualquier muto aparezca. No pasa nada. Lo encuentro y lo abrazo.

Ahora viene lo malo; el capitolio solo quiere un ganador.

Busco una cámara con la mirada. Apenas la veo, me acerco a ella.

-Saben que no lo mataré, y que él tampoco me matará. Terminen con esto- ordeno con autoridad, y suenas las fanfarrias.

El rostro de la presidenta aparece en el cielo. Sonríe socarronamente, y yo imito su gesto desafiantemente.

-Tú ganas esta vez, Mellark- dice, yo solo la miro con autosuficiencia -¡Gente de Panem! ¡Les presento a los ganadores de los septuagésimo séptimos Juegos del Hambre!-

Caigo dormida apenas dice eso. Para cuando despierto, estoy en una habitación completamente blanca, mis padres y mi hermano están conmigo.

Mi madre me abraza mientras llora, y es entonces cuando entiendo que firmé mi pena de muerte.

Acababa de desafiar al Capitolio, lo cual es sinónimo de morir torturada.​

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Luego de un mes, la presidenta viene a visitarme a mi casa en la Aldea de los Vencedores, la cual está vacía porque aún vivo con mis padres, asi que ella llega allí. Se sienta humildemente en la mesa de la cocina, donde mi madre le sirve té y galletas.

-Iré directa al grano, ¿qué quieres?- me pregunta, yo solo me siento derecha y le hablo con la mayor serenidad que puedo tener

-Que las muertes en los Juegos del Hambre desaparezcan- digo, ella asiente

-Entendido- dice, para terminar de beber su té e irse

Ese mismo día, por la noche, un comunicado de la presidenta fue presentado en la televisión por todo Panem.

Los Juegos del Hambre sufren una modificación a petición del parlamento. Ya no es un duelo a muerte, es un torneo pacífico, en el que no es necesario matar.

Sonrío y miro a mi madre, y ella sonríe también.

~ Capítulo Único ~​

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~ Fin ~​

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Hola! Vengo con un pequeño aporte para la actividad: Crónicas de Plumas y Fuego :) Espero que les haya gustado :)

Yo me marcho porque me tengo que levantar temprano mañana xD ¡Beban mucha leche con chocolate hasta la próxima!

Bye Bye

Pulgaah-Chan Fuera~! ¡Peace and Love!