Se fue. Esto lo escribí para un concurso hace unos meses, pero hasta ahora decidí subirlo. La ortografía no es fantastica, pero las hay peores en acentuación. Se aceptan criticas, sugerencias y/o comentarios. Se fue. Un día simplemente se marchó y sabes que no volverá, puede leerse en la desesperación de tu rostro. No importan los ruegos, las plegarias, los gritos rotos por el dolor. Ya no está, se ha ido. ¿A dónde? En realidad no te importa, te es completamente indiferente, solo quieres sentir lleno ese hueco que se encuentra a tu lado, su lugar. Miras frenéticamente hacia la silla vacía, esperas de un momento a otro ver su figura, mirar su rostro. Pero no esta, y una parte de ti, una parte muy pequeña, comienza a aceptarlo como algo irremediable. Y el llanto vuelve a acudir, como una forma segura de liberar tus penas, de hacer un poco más ligera esa carga que repentinamente y sin aviso te ha sido colocada. Te ha dejado sola. En el momento en el que tu cerebro procesa estas cuatro palabras el llanto se corta de golpe. Te levantas y comienzas a caminar como león enjaulado a la vista del mundo para su entretenimiento. ¿Cómo pudo hacerte esto? Si estuviste siempre para sostener sus pasos, para velar por sus necesidades ¿Cómo se atreve a marcharse así sin más? ¿Y tú, que harás tú? ¿Ahora que? ¿Volver a comenzar? No, eso jamás, nunca. Alguien intenta calmarte, y ha puesto sus brazos alrededor de ti en una especie de abrazo no devuelto, ya que tú estas muy ocupada temblando para responder. Piensa que estas llorando y te murmura palabras de consuelo que no escuchas, porque estas perdida en tu mundo intentando controlar el estallido de ira muy próximo a explotar en tu pecho. ¿Qué harás ahora que ya no esta? Las palabras incorrectas en el peor momento, pronunciadas por una criatura demasiado inocente para comprender lo que sucede a su alrededor, desata tu furia y sales del lugar tan rápido como tus piernas te lo permiten. El frío cubre tu cuerpo. Pareciera que la naturaleza comparte tu enojo y como muestra ha decidido soltar un manto helado. Intentas aclarar tu mente, y por un momento dejar de pensar, dejar de sentir. Pero solo esta su imagen en tu cabeza. Desearías maldecir a todo el mundo, a ese dios que te ha arrebatado lo que más querías, y a el mismo, que ha tenido la osadía de largarse y dejarte sola. ¡Nunca te mereció! Y te desprecias a ti misma por haberlo seguido ciegamente todo este tiempo. ¡Que tonta fuiste! Porque creías en sus promesas, pensabas que te necesitaba y estabas tan segura de esto que jamás pensaste que se iría sin ti. En el fondo sabes que soñabas con marcharte junto con el, y una carcajada amarga se te escapa porque es obvio que no puedes controlar el destino de nadie, y mucho menos el tuyo. Respiras profundamente una y otra vez en el vano intento de tranquilizarte mientras blasfemas subiendo el volumen de tu voz para terminar en exclamaciones ahogadas dirigidas al cielo. Pateas una maceta cercana y miras indiferente como su contenido se derrama por el suelo. Como desearías que esta fuera su rostro y que lo que saliese de ahí fuera su sangre. ¿Su sangre? ¿Qué ahora tienes instintos homicidas? ¿A eso has llegado? ¡Por su culpa! Bien sabes que es por su causa. ¡Si tú eras una mujer tranquila! Has llegado al extremo de desear la muerte y provocarla de tu propia mano, y solo por el. ¿Dónde quedo la dignidad de la que tanto te envanecías? El no vale la pena, no puede valerla. Tú eres más que eso, tú eras más que eso. Pero hace ya tantos años que decidiste renunciar a todo por el, y hasta hoy te vienes dando cuenta de que no era lo correcto, mas si lo necesario. Todo este tiempo te consolabas pensando que no podría haber sido de otra manera. El no lo hubiera querido. ¿Y que querías tu? Lo único que importaba era el, lo demás podía irse al diablo. Que idiota fuiste al pensar así. Te dedicaste a amarlo, construiste todo alrededor de la adoración que le tuviste. Que tonta, que ilusa. Tan poco aprecio sentías por ti misma que te entregaste a alguien que jamás lo mereció. Te encasillaste tanto en tu papel que lo volviste completamente dependiente de ti. Dependencia… Tal vez tú le fueras necesaria para caminar, para poder alimentarse, pero la dependiente eres tú. No puedes imaginarte como será el mundo ahora. Que harás para existir. ¡Maldita sea! ¡No puedes ser tan poca cosa como para temer tu realidad ahora! Tienes que ser fuerte, no puedes dejar que te venza, que te aplaste otra vez, la última y más fuerte de todas. Y no te sabotearas sola, tienes que seguir, cueste lo que cueste, así tengas que bofetearte a ti misma, lo harás. En el momento en que caes en la cuenta de que no sabes si estas mas furiosa con el o contigo misma es cuando decides volver tus pasos e intentar ir y dormir un poco. Aunque técnicamente es la ultima noche que tendrán juntos no le darás la satisfacción de saber que no cerraste los ojos para estar con el. Y con la ayuda de tranquilizantes, te entregas a un sueño pesado, aunque no del todo reparador. La mañana siguiente te es confusa. No sabes si vas o vienes. Tal es tu aturdimiento que ya no distingues los rostros de los que saludas. Pero sabes que eso no es tan importante, que lo comprenderán aunque después te usen como blanco de chismes por un tiempo. Las horas pasan rápidamente y cuando menos te lo esperas ha llegado el momento de despedirse. Sin pensar mucho el porque, besas sus labios por última vez y te alejas sostenida por una de tus hijas, temerosa de que pierdas la compostura y lo golpees. Mientras vez como el ataúd va bajando lentamente y la tierra lo cubre, tus gritos se oyen por todo el lugar. Lo maldices, maldices el día y la hora en que sus miradas se cruzaron, maldices el momento en el que ese algo toco tu corazón. Porque mientras cubres de vanas amenazas el féretro que contiene su cuerpo sin vida, puedes fingir, y enmascarar con ira todo el tormento desatado en ti. Porque después de mas de cincuenta años de compartir habitación, esta noche, tu dormirás sola.