Mis lágrimas corrían a brotes por las mejillas, pero bajaban difícilmente hasta mi barbilla, debido a que la sangre seca me cubría el rostro e impedía su libre paso. No podía estar seguro si aquella sangre era mía o de alguien más, pero tenía el presentimiento de que era de ellos. Yo no estaba herido; o bueno, no físicamente. Por dentro, en cuestión a mis sentimientos, había sido destrozado por completo. Los sollozos eran acompañado por suspiros de cansancio; mis piernas ya no resistían el correr, pero debía hacerlo. No tenía adónde más acudir, y no tenía ningún lugar seguro ya. Corrí hacia un camino de tierra que se desviaba de la autopista, cubierta de plantas de maíz. Aparté varias hojas de maíz, sin parar de correr. Tal vez él me esté persiguiendo; por eso debo correr lo más fugaz posible. Las lágrimas salían sin cesar, mientras la tristeza superaba al cansancio y los sollozos se hacían más notorios que antes. Me llevé ambas manos al rostro, aunque estaban cubiertas de la sangre de ellos. Ahora entendía por qué tenía restos de sangre seca en mi cara. Pero por increíble que fuese, no paré de correr. El camino comenzaba a hacerse más estrecho y las plantas más verdes. La luna irradiaba un brillo cegador, frente al horizonte del sendero. Quería correr hacia ella; si la alcanzaba, tal vez todo esto desaparecería de un momento a otro. Quería ir hacia ella, para olvidarme de todo y de todos. Quería tocarla, sentir ese brillo y la frialdad de la luz blanquecina. Quería desaparecer en ese momento. Y ahí estaba: la silueta repentina de una casa se hizo presente al horizonte, cubriendo la inmensa luna que me susurraba que debía ir hacia ella. Tropecé, pero me volví a levantar y llegué al porche de la entrada, mientras volvía estúpidamente a tropezar y caer en medio del suelo de madera. El temblor ni siquiera me podía dejar caminar con libertad. Tan sólo me dediqué a mirarme las manos con horror: la sangre seca que había pertenecido momentos atrás a esas personas. No me di cuenta cuando alguien entró estrepitosamente por la puerta con un cuchillo en la mano. No me dí cuenta de nada, sólo de la punta del arma blanca sobre mi cuello. Ahora hay llanto en mis ojos, sangre en mis manos y una guerra pidiendo paz.
Ah… bueno, la verdad es que no sé qué decir. Me sorprendió mucho. La verdad es que también me gustó mucho. Y no tengo más nada que decir, debido a esto paso a despedirme. Suerte, y sigue como lo haces, que lo haces bien. Bye, bye. Atte. FanDeFic.