Digimon San Valentín [oneshot]

Sin tanto protocolo, acá mi regalo para Hibari.

Titulo: San Valentín.
Colectivo: Digimon Evolution
Personajes: Ellie&Bastian
Para: Hibari
Palabras: 727
Notas: Me inspiré en un capítulo de Zoey 101 y en la canción Jueves, de la ODV, va MUY bien con ésos dos. Espero que te guste, Hibari, va dedicado especialmente para vos, como regalo del día de la amistad. Pero espero que a Selene también le agrade.

Ellie observó la cartelera, nerviosa por saber quién le había tocado: Bastian Reed, tercer año, leyó recordando ése nombre. Era el chico, que según las malas lenguas, causaba temor dentro de la institución, por su gran tamaño y mal genio. Tembló un poco y se alejó de hacia su casillero.
¿Por qué había realizado el test de San Valentín? Porque estaba soltera, obviamente, y era una actividad del colegio para que se conociesen más entre todos. Sólo se preguntó qué tendría en común con ese chico.

San Valentín había llegado y ambos debían pasar el día junto. Ellie llevaba un vestido lindo que le hacía lucir más tierna de lo norma. El chico, por su parte, cargaba unos pantalones anchos, negros y una camisa azul manga corta, con los dos primeros botones abiertos, dejando a la vista su pecho varonil. El pelo estaba igual de rebelde como solía llevarlo al colegio; con tal, era un día normal, a diferencia de que odiaba ver a las parejas tan… empalagosas.

—E-Ellie K-Knowledge —pronunció su nombre tartamudeando. ¡Dios! Qué tonta debió parecerle al chico.

—Lo sé —dijo Bastian, metiendo la mano en su bolsillo y viendo de reojo a la chica que temblaba. No quería asustarla—. ¿A dónde querés ir?

Ellie se llevo la mano al pecho, su corazón latía velozmente; los nervios la estaban comiendo.

—Al parque —musitó, casi tan suave que el joven tuvo que acercarse y preguntar nuevamente—. Al parque.

Caminó, seguido de ella que iba un paso detrás de él; por suerte, el parque de diversiones estaba cerca. Cuando llegaron a la entrada, notaron que había mucha gente y, lo peor, estaban en parejas: agarrados de las manos, abrazados, besándose. Bastian tomó la mano de la chica y se abrió paso entre la multitud. Ellie se sonrojó, viendo como su mano estaba entrelazada junto a la de él. Él la soltó rápidamente cuando llegaron a la fila de la casilla en donde vendían boletos. Ellie se miró la mano, con la palma hacia arriba.

—Dos boletos —mencionó Bastian, la chica le extendió dos fichas y recibió el dinero—. Gracias.

Con aquello se podían montar en donde quisiesen, aunque para Bastian, le era desagradable cualquier juego y más si debían hacer otra fila para montarse en alguno, que por lo visto, todos estaban llenos y algunos esperando sus turnos.

—En donde querés montarte. Elegí —dijo, casi irritado por el ruido que había.

Ellie señaló con su dedo la ruleta del amor, que giraba en círculo, muy lento. Bastian arrugó la frente y se cruzó de brazos para después dirigirse a la fila que debían formar para entrar. Su pie hacia un ruido con el suelo como si fuese un tambor, por la impaciencia que tenía.

—Al fin —comentó, mostrándole el ticket al encargado, que les dio paso para que se montasen en uno de los aparatos con forma de corazón.

Había dos puestos, solamente. Ellie se subió, seguido de Bastian, que se sentó de frente. Él no se imaginaba que ella llevaba su vestido más bonito. Le conocía a escondidas y siempre le llamó la atención, se le hacía un chico lindo y al pensar en eso se sonrojaba como tonta; agachó su rostro mientras arrugaba el vestido, los nervios volvían a ella rápidamente. La ruleta se empezó a mover, lentamente, y ellos fueron subiendo en sus asientos. Bastian miraba por la ventana, mientras Ellie veía su monedero que reposaba en sus piernas. Ninguno de los dos se miraba, estando frente a frente. De pronto, él la miró y ella subió su rostro. Se quedaron así por unos instantes, ella cerró los ojos y él suspiró, desviando la vista. Se sintió tan chiquita que su cuerpo empezó a temblar.

Durante la primera vuelta el silencio iba y venía entre ellos. Bastian se sintió tranquilo por aquello, pero Ellie se incomodo más de lo que estaba. Al comienzo de la segunda, él la miró nuevamente.

—No soy un chico de muchas palabras —dijo él, mientras ella subía el rostro alterada para verle—. Y la actividad es para conocernos mejor, pero te advierto que no suelo decir cosas de mí. Lo siento.

—No te preocupes. Entiendo. Yo tampoco hablo mucho —. Tal vez aquello lo tenían en común.

Él sonrió de medio lado, ella se sonrojó y él al tras ver eso, se sonrojó también.