Ficha Autor: Cut My Neck Género: Thriller, policiaca, drama, paranormal... Sinopsis: En la tranquila Ciudad Central se están cometiendo una serie de asesinatos cada vez más sádicos, el agente Glenn y sus compañeros tienen que pararle los pies antes de que haga daño a más personas. Empieza una lucha desesperada por descubrir la verdad y el tiempo juega en contra de los agentes. ¿Quien ganará la partida? Copyright Esta obra está bajo una licencia Reconocimiento-Sin obras derivadas 3.0 España de Creative Commons. Para ver una copia de esta licencia, clikea en el link de abajo: http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/3.0/es/ Dicen que cada persona tiene su vida, sea buena o mala. La mía es la peor de todas, mi nombre es Glenn Kintobor O'Hara y soy policía en la comisaría central de Ciudad Central. Cuando tengo tiempo y mi trabajo me lo permite me relajo sentado en mi butaca favorita y escuchando a los Dropkick Murphys mientras la ciudad se muere lentamente. En este relato contaré el que es y ha sido el caso más reconocido de toda mi carrera. La historia de cómo ayudé a capturar a uno de los asesinos en serie más sádicos que ha habido en la ciudad. Empecemos. Era una fría mañana de invierno, en el cielo no había ni un pájaro ya que habían huido hacía un año. Eso tendría que haber hecho yo, huir bien lejos de esa maldita ciudad de tres millones de habitantes. Por la mañana recibí una llamada que alertaba de una pelea en un callejón. Había sucedido en el setecientos veinte de King Street, una calle regentada por prostitutas y drogadictos. Los periodistas se aglomeraban a la entrada del callejón, esos malditos insensibles que siempre están sedientos de noticias malas para subir audiencia. Entre varias bolsas de basura yacía el cuerpo de un chico joven, estaba bocabajo y con la cara volteada mirando hacia la pared. Sus ojos estaban abiertos y su expresión era de terror absoluto. El pobre parecía que había visto al mismísimo diablo y efectivamente era verdad. — ¿En qué piensas? —Le dije a mi compañero. Era Getxa Etxeberria Izara, un joven vasco de veintiséis años, tenía los ojos azules y el pelo rubio casi albino. —Solo estaba pensando en lo que ha tenido que sufrir este chico antes de morir a manos de “ese”. Toda su vida truncada de la noche a la mañana. —Sí, es una pena que muera gente tan joven. Hace cuatro meses nuestro asesino empezó a matar cada fin de semana hasta que le cogió gusto y empezó a matar cada día, a veces dos en un mismo día. Ese salvaje se había cobrado hasta aquel día más de una treintena de vidas y en vez de ir a menos, iba a más. Había visto cadáveres despellejados, degollados, estrangulados e incluso clavados con grandes puntas imitando a Jesús. Parecía algo sacado de una película de terror tipo “Viernes 13” o “Halloween”. Pero nuestro Jason particular era humano, tan humano como nosotros.
Cuando estábamos examinando el cadáver un agente de pelo castaño corrió hacia nosotros. —Señor, una mujer ha encontrado a otro chico muerto en otro callejón. —Dijo agotado y sudando de correr a toda prisa. — ¿Dónde? —A trescientos metros de aquí. Corrimos a toda prisa hasta llegar a una calle muy transitada a esas horas de la mañana, una señora mayor yacía en el suelo desmayada mientras que todos los agentes miraban con cara de asombro. —Ella lo encontró. —No dejéis que los tocapelotas esos de los periodistas pasen o habrá más víctimas. —Dije acalorado. Miré hacia la pared dónde estaba el chico colgado de dos grandes puntas, otra imitación de la muerte de Jesús. Sus ojos estaban abiertos y vacíos de vida como los demás. Se le veía mucha sangre en el pecho pero ya estaba seca. Pronto apareció el tipo más raro de toda la comisaría. Patrick Halland McDonelli conocido por todos como “el sangres”, veintitrés años, pelirrojo natural y delgado como un papel. Como su apodo indica es uno de los expertos en sangre. —Le han cortado el cuello. —Dijo mirando la mancha. — ¿No me jodas? —Le contestó Getxa mirándole de reojo. —Se lo han hecho mientras estaba colgado o sea que estaba vivo cuando lo clavaron a la pared. Como siempre cogió su cámara de muchos mega píxeles e hizo docenas de fotos de las manchas de sangre y del cadáver. Su apodo también hace referencia a su pasión por las películas de serie B y gore. —Ese corte en forma de sonrisa significa que se está cachondeando de nosotros. —Expresó moviéndose de delante atrás. —El psicópata ese nos lleva mucha ventaja. No sé como coño vamos a pillarle, no hay ninguna prueba ni de pelo, ni sangre del cabrón ese ni nada. — ¿Y si es una tía? —Eso es improbable, para matar de esa manera a hombres seguramente más altos que ella tendría que medir más de dos metros y medio. —Le conté mi opinión. Se quedó callado unos momentos. —Quitad de ahí. Estáis pisando un charco de sangre. No nos habíamos dado cuenta que estábamos posados sobre un charco de sangre oscura. Nos quitamos e hizo más fotos. — ¿Seguro que te gusta tu trabajo? —Le pregunté. —Sí. Hacía dos meses que había llegado a la ciudad y entró a en nuestro equipo hacía dos semanas, desde que lo conocía siempre tenía la misma mala leche cada mañana, cada tarde y seguramente cada noche. No lo entendía. —Si te pasa algo puedes contármelo. —No. No es nada. —Giró los ojos hacia otro lado. —Seguro que es el agobio. —Es el agobio, es esta ciudad, es todo. Joder, esto es una mierda. Temía que tirara la cámara al suelo. —El trabajo este es así. —No es el puto trabajo, adoro el trabajo, la culpable es la ciudad. Me agobio como nunca lo he hecho, puede que pida el traslado. Se sentó en el suelo contra la pared y empezó a hiperventilar. —Pon la cabeza entre las piernas, es un ataque de ansiedad. Poco sabía de él pero comprendía que decirle adiós a tu tierra es terrible y más si dejas allí a lo que más quieres. —Te acostumbraras a esto, te lo puedo asegurar. Esta ciudad no está mal lo único es que es muy grande. —Será eso. Ya estoy mejor. El que mejor se había adaptado a la ciudad era Getxa, parecía que se sentía en casa. Después de descolgar el cadáver pudimos ver como tenía varios golpes en el pecho y en la cara. La brecha del cuello parecía haberla hecho con un cuchillo de caza con sierra. Los forenses se los llevaron al depósito de la comisaría. —Te veo luego. Tenía que hacer la peregrinación de todos los días. Cogí el coche y fui hasta el cementerio dónde descansa el amor de mi vida, murió en un incendió mientras dormía. Mi hijo Derek estaba de campamento cuando pasó y se salvó. Los árboles crujían y se movían culpa del viento, me dejé caer hasta tocar el frío mármol. Había derramado muchas lágrimas en aquella fría losa pero hoy solo quería relatarle todo lo que me había pasado esa mañana. Creo que no he contado lo más raro, desde que de pequeño me cayera de un columpio puedo ver las almas de los muertos que se quedaron entre la vida y la muerte. Ella estaba sentada a mi lado viendo su tumba.