· Resumen: Y él regreso a ella. Y yo, estuve allí para contarlo.· Tipo: Cuento corto· Número de palabras: 737Retorno Sientes cómo se pierde en la inmensidad de la nada. Un sinfín de palabras comienzan a brotar del más insonoro de los silencios. Miras al futuro, lleno de obstáculos por atravesar y tu perseverancia empieza a flaquear. Crees que no conseguirás llegar al destino por el cual tanto has luchado. De pronto te ríes, y es gracioso ya que nunca pensaste de esa manera. Tu mente, cuerpo y alma vuelven a enfocarse de lleno en esos proyectos que habías dejado abandonados. En las penumbras, vestigio de una tormentosa noche, prendes una vela y das inicio a la búsqueda de aquel librito forrado de azul en donde descansan esas ideas que creó tu mente cuando aún no salías de tu mundo rosa. Con tu linterna en mano, exploras en la mochila en donde habías escondido ese preciado tesoro para que nadie pudiera encontrarlo. De hecho, ni siquiera tu misma te habías acordado de que aún existía hasta que, la solemne luz de una vela que prendió tu madre hizo chispa en tu interior. Recordaste, ciertamente, cómo escribías hasta aquel día cuando aquello a que denominas inspiración se esfumó por completo de tu ser. Bien, al fin lo encontraste. Levantas jubilosa el cuaderno, te sientas en el suelo y alumbrando con la débil luz de la linterna ojeas su interior. Estornudas un poco, las hojas huelen a viejo y humedad y a ti por lo visto no te hace bien. Pero poco te importa, sigues absorta leyendo quien sabe qué secretos e historias tuyas. Te arrastras un poco así sentada como estás para llegar a tu escritorio y levantarte. Estiras el brazo y tanteas hasta encontrar un lápiz. Vuelves a tu posición original y, ayudada por la linterna, tus manos apoyan aquel pedazo de madera a las hojas y das inicio a un baile sinuoso. Sigues en lo mismo por unos minutos. Veo como tu boca realiza una mueca y va extendiéndose cada vez más. Sonríes, como hace tanto no te veía hacerlo. Tu expresión de felicidad es lo más preciado que puedes regalarme y por la cual yo vivo. Me acerco lentamente a ti. Al principio, te asustas y el librito se te cae. Lo siento, te pido disculpas con mis ojos porque es la única manera en la que puedo hacerlo. Me acerco a tu brazo para tocarlo suavemente y no haces otra cosa que tomarme en ellos y cargarme. Te pones de pie y me das unas volteretas en la oscuridad. Como si fuera por arte de una magia que desconozco por completo. La luz vuelve y puedo contemplar mejor tu expresión. Me dejas nuevamente en el suelo, no sin antes darme un tierno beso en la cabeza para luego recoger el cuaderno junto con el lápiz. Tomas tu portátil, la enciendes y te encierras en ella. Me resigno y me recuesto en la mullida cama preparada para mí desde que tengo memoria. Cierro mis ojos en un vano intento por dormir hasta el día siguiente pero los tecleos son incesantes y vuelvo a abrirlos. Me miras sonriente y me dices que ya pronto apagarás nuevamente las luces para descansar. Mueves las piernas de una forma graciosa y como te conozco tanto, sé perfectamente que estás muy concentrada en lo tuyo. Cambio de posición pero sigo con mis ojos fijos en ti y en tu nueva tarea. Continúa lloviendo y eso parece darte energía para entregarte a lo que tanto amabas hacer y ya no podías desarrollar. Te levantas de un respingo y lanzas un pequeño gritito de satisfacción. Me levanto contenta para celebrar tu felicidad y dar pequeños saltos a tu alrededor. Al fin, dices, ha regresado a ti el placer de poder estampar en palabras lo que tu mente imaginaba. Eso que hace tanto tiempo habías perdido y buscado, pero que regresó en el momento que menos esperabas. Eso tan tuyo y preciado, esa parte de tus sueños y anhelos. Me dices que no lo haces como ayer, ¿pero qué importa como lo hacías ayer? Si el ahora es lo que cuenta. Tú sólo saca lo que tengas en tu alma y usa ese talento que te fue otorgado. Si yo pudiera, lo haría. Pero como soy un simple animal y en mí no está eso, no puedo ni lo haré nunca. Mientras tanto, disfrutaré de tus espontaneidades, el tecleo fastidioso y tus repentinas ojeadas al cuaderno que ha regresado para ser tu salvación.