Retomando

Retomando

Un one shot en primera persona. Surgió del aburrimiento en los días y noches sin internet. No está revisado.

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Retomando.

Mi último día ha llegado. Lo presiento, lo huelo. He estado esperando por él desde hace más de 20 años, mientras permanezco aquí, postrado y sumergido en la rutina del “vivir”. No es que sea muy viejo, pero sin duda me quedan pocas oportunidades para conseguir aquella meta juvenil, que tan increíblemente me motivaba a seguir activo. A eso me refiero con el último día. Hoy es la última vez que puedo ponerme en marcha para ver cumplido mi antiguo sueño. Miro por la ventana y vislumbro un horizonte, siempre lejano y cada vez más oscuro.

Lo he decidido, hoy debo hacerlo. Con alguna pesadez me levanto y escudriño en lugares recónditos de mi habitación. El polvo me ciega y me hace estornudar, este lugar necesita más movimiento y una limpieza. Tal vez otro día lo haga, hoy debo cumplir mi sueño. Pero tengo que encontrar eso que ando buscando, de otro modo me conviene más quedarme en casa.

Cuando ya estoy dándome por vencido, logro darme cuenta de dónde está el objeto que busco tan afanosamente. Claro, lo había dejado “a la vista” para cualquier día que me decidiera a salir. Qué mala idea, eso fue hace tanto tiempo que ya no recordaba que estaba al lado de mi cama. Ah, sí, mi vieja mochila, que tanto me acompañó, y que hace tanto tiempo dejé. Mis recuerdos empiezan a fluir sin cesar, alegrándome y atormentándome. Mejor dejarlos fuera de mi mente, por ahora. Selecciono algunos conocimientos básicos y el resto los guardo para otra ocasión. Hago el mismo procedimiento con algunas cosas –esta vez físicas- de mi habitación. Estos frasquitos tan útiles, un poco de comida, agua, ¡las llaves! Pero dejo algunas cosas fuera, ¿de qué me pueden servir los objetos mundanos en el camino?

Casi lo olvido, ay de mi memoria. No saco nada con salir sin mis más preciados objetos. Bueno, no son objetos, aunque algunos dicen que sí. No estoy muy seguro, tal vez los uso como cosas, pero algún sentimiento me albergan. Mi pulso se torna ligeramente tembloroso cuando estoy a punto de tocar la primera esfera. Afirmo mi espíritu, con fuerzas que parecen no provenir de mí mismo. Finalmente logro ejercer el supremo esfuerzo y tomo la esfera en mi mano. No está demasiado polvorienta, al fin y al cabo más de una vez les saqué brillo. Son tres en total.

¿Debería abrir las esferas? Es cierto que dentro de ellas hay un tesoro demasiado maravilloso, cuya luz es capaz de cegarme, pero no soy capaz de iniciar mi camino sin ver su contenido.
Tomo una y la muevo como si fuera a lanzarla, pero solamente oprimo un botón que ella posee. Ay, como esperaba, la luz me ciega por unos momentos. Tanto tiempo que no la veía, y aún así me parece tan luminosa como la primera vez. Y, ¡ay de mi conciencia!, allí está el tesoro, observándome, culpándome por dejarlo abandonado en un rincón de una mochila de mi polvorienta habitación.

-No me mires así –le digo-. Mis razones son y han sido sumamente poderosas.

El tesoro me sigue mirando, como si fuera a hablar. De hecho, abre su boca, pero de ella no salen palabras, sino que una descarga que humedece toda mi ropa y me hace caer. Sí, hace tiempo que debí sentirla, me hubiese servido para reaccionar.

-Supongo –digo nuevamente, mientras me repongo de la descarga-, que este es tu castigo y tu perdón.
El tesoro me da una mirada más cálida, pero siempre silenciosa. Le doy la espalda y me pongo a pensar. Solo faltan dos esferas, y ya estoy temiendo las consecuencias que puede haber sobre mí, si las abro sin más.
Pero ya abrí una, y no fue nada grave. Otra más no será problema, y para la tercera ya estaré acostumbrado. Así que tomo la segunda, con más resolución que la vez anterior, y –ay, nuevamente la luz- sale de ella otro tesoro, mucho más brillante. No parece estar tan molesto como el anterior, así que le hago un gesto, que me devuelve bastante agradablemente. Respiro aliviado.

Y ahí viene la tercera. La tomo, pero esta vez abro la puerta como precaución. Es un tesoro bastante más pesado que los dos anteriores, más valioso y a la vez más peligroso. Puede haber consecuencias bastante negativas hacia mi persona. Claro, estar cerca de la esfera tampoco es una gran idea, así que ahora hago un ademán y la lanzo.
La luz me afecta menos, ya es la tercera, y, con un leve remezón del piso, el tercer tesoro aparece ante mis ojos. Moviliza su enorme contextura hasta ponerse a mi lado. No tuve tiempo ni espacio para moverme. Aún así, solamente se pone al lado mío, escrutándome. Y me hace un gesto que asumo como aceptación, así que lo acaricio. Está bastante helado, pero tan fuerte como lo recordaba.

Los tres tesoros están fuera, y la hora de partir ha llegado. Agarro mi mochila y me la pongo en la espalda. Y dirijo la palabra a mis tesoros, que tan abandonados tuve.

-Wartortle, Bronzong, Golem, es hora de irnos –digo, muy resuelto.

Y así me marcho hacia la liga Pokemon, con 20 años más, luego de un retiro de muchísimo tiempo. He vencido a la rutina, y el camino me espera. Tal vez sea largo, tal vez sea sinuoso, pero tengo tesoros que me avalan.

 

Re: Retomando

Muchas gracias por tu comentario, sí, la verdad una de las gracias del fic es justamente su detallismo, la idea era que se sintiera y pareciera como si el personaje fuera yo y estuviera pensando todo lo que hacía.

 

Re: Retomando

Iba a escribir otro, pero prefiero dejar imaginación para el concurso de drabbles.

Cambiaré la imagen cuando la U clasifique a una copa internacional :).