Recuerdos de vida y de muerte

One Shot – Recuerdos de vida y muerte.
Me acerqué a la ventana ni bien sentí las gotitas de lluvia cuando entré a casa. Hacía mucho tiempo que no me sentaba a relajarme y pensar, disfrutando de la paz que me brindaba el sonido del agua al caer.
No me quejaba, eso sí. Mi vida era maravillosa. Pero últimamente muy ocupada de responsabilidades que rara vez me permitían un buen descanso. Y ese momento que tenía para hacerlo, era perfecto. Sentado allí en medio de la oscura habitación, recosté la cabeza en el vidrio y cerré los ojos, dejando que mi mente comience a divagar.


El silencio fue invadido por un triste lamento infantil.
Karen lloraba desgarradoramente, sostenida por María. Gritaba de dolor, las lágrimas corrían una a una sin cesar sobre su rostro, ante la mirada lamentable de todos los presentes. Nadie sabía cómo actuar, nadie lograba reaccionar ante tal situación.
Era realmente traumatizante observarla desde mi lugar como mejor amigo. Allí, en medio de la lluvia, en aquel lúgubre cementerio, tomado de la mano de mi mamá, lloré por primera vez desde que me había enterado de la noticia.
La madre de mi mejor amiga, de mi hermana, de mi primer amor, había fallecido tras un accidente automovilístico. Karen había sobrevivido milagrosamente, tras estar en coma durante casi una semana. Semana en la que nadie consiguió moverme de su lado en el hospital. Como todos decían, con 8 años, era muy persistente. Cuando despertó y me avisaron que iba a darle la noticia, me alejaron de ella. No quisieron que esté presente. Mis padres, claro.
No la había visto hasta ese entonces. Por eso, cuando vi su llanto, me quebré al igual que ella. No podía, no resistiría verla de ese modo. ¡Era muy injusto! ¿Por qué? ¿Por qué Dios se había llevado a su mamá? Tenía mucha ira dentro de mí, me sentía enfadado, defraudado. Inútil, al verla llorando a escasos metros de mí, abrazando el cajón en el que yacía cuerpo inerte de su madre y no queriendo soltarlo.
Todos allí lloraban. Era inevitable. La situación lo ameritaba.
La lluvia atacó con más fiereza, el viento comenzó a soplar de tal forma que decidieron que lo mejor era apurarse. Con un gesto cariñoso, su padre abrazó a mi amiga y con mucha paciencia, logró alejarla. Segundos después, se dispusieron a bajar el cajón.
Pero ella no lo resistió.
Soltó un alarido que pude reconocer como el grito de “mamá” y luego salió corriendo. Instintivamente me solté y corrí detrás de ella. La alcancé cuando cayó en un charco de lodo y se quedó allí, sin hacer nada, gimiendo y llorando.
Me acerqué y caí de rodillas a su lado. Tendí mi mano hacia ella y sin decir nada se levantó. Por primera vez en mucho tiempo, volví a ver sus hermosos ojos verdes, tristes y desolados, observándome con dolor.
-Mi mamá…mi mamá Pablo…era mi mamá. Y por mi culpa se fue…-tembló.
Las palabras no me salían.
-Si tan solo me hubiera muerto yo…
Fue lo que me hizo reaccionar.
La abracé fuerte, rodeé sus hombros con mis minúsculos brazos y hundí su cabeza en mi hombro, en señal de protección. Y es que eso era lo que quería: brindarle mi protección. Que sepa que la amaba y que estaría allí junto a ella y jamás la dejaría.
-Si tu hubieras muerto yo me habría ido contigo-fue lo único que pude responder.
Luego de lo dicho la sentí temblar, comenzando su llanto de nuevo, ahora rodeándome con sus brazos y repitiendo “mamá” una y otra vez. Sentí las voces de los adultos a lo lejos, pero eso hizo que me aferré muchísimo más a ella y ella a mí. Sentí su corazón junto al mío, su respiración al compás de mi respiración y juntos allí, debajo de una triste y tormentosa lluvia, sentí desvanecerse su alma junto a la mía….

Abrí los ojos sobresaltado cuando mi pequeña Lucila tiró de mi camisa. Llovía a cántaros y cuando me enderecé, fue cuando recordé en donde estaba. Me había quedado meditando medio dormido mirando la lluvia caer por la ventana de mi habitación.
Sacudí la cabeza tratando de volver al mundo real, enterrando de nuevo ese recuerdo tan doloroso pero a la vez feliz de mi infancia, y respondiendo al llamado de mi hija.
-¿Qué sucede, cariño?
La pequeña hermosura de ojos verdes que tenía frente a mi sonrió ampliamente.
-Mi hermanito está viniendo. Eso dijo mamá.
Durante unos minutos no entendí lo que había dicho. Aún estaba atontado. Fueron milésimas de segundos que me tomaron cuando sentí el grito de mi mujer en el comedor.
-¡Karen!-fue lo último que murmuré antes de salir corriendo mientras buscaba las llaves del auto en mi bolsillo.
Iba a ser padre por segunda vez, de la mujer que más amaba en mi vida, el mismo día en que años atrás, le habían arrebatado su madre y hoy, la vida le regalaba un nuevo bebé, nos regalaba una nueva alegría. Iba a ver el rostro del ángel que me habían enviado del cielo, el mismo día en el que, hacia tiempo, por primera y última vez sentí el dolor más grande de mi vida, y al mismo tiempo la dicha del amor cuando confesé mis sentimientos hacia la razón de mí existir.
Con esa misma lluvia torrencial, aprendí de nuevo que aunque todo puede ser malo, siempre iba a haber un sol detrás de todo, para alegrar el alma y llevarme a la felicidad.