Microrrelato Recordando la tristeza

Agarro el lápiz sin ánimo de escribir en el ruidoso espacio en el que me encuentro, veo la hoja repetidas veces, el instinto me dice que empiece a escribir, pero mi mente me hace esperar mientras trae del foso oscuro de mis vivencias ese recuerdo que es como una película vieja que no conservó el tiempo, mi mente divaga de lo coherente a lo incoherente llevándome a las escenas de mi falso pasado.

No existe dolor al ver de nuevo el hecho porque no soy yo quien lo está viviendo, aunque alguna vez lo fui, ahora sólo soy un observador, un ente que no debería estar es ese plano.
Los ruidos de la realidad me llevan a la inconsciencia del mundo y la plena conciencia de la fantasía de mi recuerdo. Todo me parece más material.

Camino por un cuarto que no existe en ningún sitio del mundo colectivo, a cada pasó que doy me da la sensación que el que se mueve es el sueño y yo me quedó en el mismo lugar.

Me encuentro, después de mucho mover el sueño, con extraños sujetos, extraños no porque no los conozca sino porque son ajenos a mí en estos momentos, me muevo entre ellos. No me notan, son estatuas de adorno con movimiento. Me aburro de verlas, me siento en el frío piso lleno de polvo.

Sigo mirándolas esperando que se conviertan en otra cosa, mi atención se centra en la más pequeña de todas las figuras, no sé si es mi necesidad de ver algo distinto, pero entre más la miro más me parce que soy la estatua mirando al intruso en su mundo. Sus sentimientos se convierten en los míos, me siento incomodo por la soledad que hasta antes de mirarlo no sentía, por la impotencia, por la falta…

Alguien me golpea en el brazo suavemente, estoy de nuevo en la ruidosa aula, miro la hoja de papel en blanco, aún tengo que escribir mi recuerdo.