Raíces Me quedé sentado en la ventana, era la una de la tarde, vaya que había dormido demasiado; el café negro no me sabía demasiado bien, pero había decidido tomar un par de tazas para sobrellevar el día. Aún tenía sueño, o, mejor dicho, aún quería soñar, ver su bello rostro en mis memorias y tratar de aprisionarlo mientras aún pudiera. No lo sé, quizá así, ella, algún día regresaría. — Oh, diablos… —suspiré— esto sabe asqueroso —puse la taza en una pequeña mesa que tenía a lado del caballete; me acerqué al teléfono, un pequeño foco brillaba y apreté el botón de llamadas perdidas. — Marco, soy yo Janette, anoche fue inc… —cambié el mensaje— Señor Brown, soy la señorita del museo de San… —volví a cambiar el mensaje, ese lo escucharía después— ¡Marco! Soy Paul, sobre tu exi… —y puse pausa al teléfono. — Necesito aire fresco —suspiré, me acerqué a la enorme ventana y me dispuse a abrirla, a sentir el aire entrar en mis pulmones. Era igual que cualquier día, desde hace quince años, — ¿Por qué no podemos vivir juntos? —los recuerdos me atraviesan. — ¿¡Vivir juntos!? ¿¡Con qué dinero!? —éramos tan jóvenes, llenos de sueños tan lejanos— yo apenas tengo para comer una bocaza de pan, y… — ¡No me importa! —ella gritaba, ella lloraba— nunca me ha importado. — A mí sí me importa —bajé la mirada— no es la vida que quiero darte. — ¿¡Y cuándo te exigido que me des algo!? Sólo te quiero a ti, en mi vida —ella me miraba, suplicante. — Aún hay mucho que debo pensar… —dije dudoso. — ¡Pensar, calcular, analizar, gestionar! Dios, sólo te la pasas hablan de eso —ella toca mi pecho— ¿No se supone que los pintores siguen a su corazón? — No es tan fácil… —musité. — Para ti nunca es fácil… —y se fue. A veces me causaba gracia ese recuerdo, después de tantos años torturándome con ello. Ella era preciosa, ella lo era todo para mí, o por lo menos lo debió haber sido; yo realmente había sido un cobarde, encerrado en mis propios “deseos”, en mis propias ideas de un futuro feliz con ella. Desde que se había ido, no había hecho más que pintarla: su rostro, sus ojos, su hermoso pelo negro, su esbelta figura; al inicio la pintaba una vez al mes, mientras hacía mis demás cuadros, luego empecé a hacerlo una vez cada tres meses, una cada seis meses, una vez al año, no porque no quisiera pintarla, pero cada vez se me hacía más difícil recordarla. A veces olvidaba dónde iban sus lunares, a veces olvidaba la caída natural de su pelo, el hermoso brillo de sus ojos, o el color rojizo que sus labios tenían, y sin darme cuenta, las pinturas dejaban de tener sentido para mí, se alejaban cada vez más de la mujer de mis recuerdos, la que sólo podía ver en mis sueños. Eso me volvía loco, me desmotivaba, me hacía sentir que nada valía la pena; ninguna de mis pinturas me gustaba, todas eran basura, ninguna llenaba ya a mi corazón, sólo a mi mente que hacía conjeturas de lo que podría ser agradable para la gente. “¿No se supone que los pintores siguen a su corazón?”. Y así, sus palabras regresaban a mi mente, nublando mi vista. Me quedaba ahí, tirado en el piso, cubierto de pintura y añorando verla más que nunca. Irónicamente, de toda la porquería que pude pintar, de alguna forma me volví famoso, importante, y empecé a cumplir mi sueño de aquella alejada juventud. Sólo un cuadro, un cuadro que jamás mostré, fue el único que me pudo hacer feliz. Fue el primer cuadro que pinté cuando ella se fue, ella estaba parada a la luz de un atardecer, cubierta de los más bellos colores que éste pudiera ofrecer. Era un cuadro sencillo, sobrio, pero me recordaba tanto las penas de las promesas que jamás fueron cumplidas. ¿Mente sobre corazón? ¿O corazón sobre mente? Aún no lo sé; si la hubiera tomado en mis brazos en ese momento, si le hubiera dicho que se quedara conmigo, me pregunto si se hubiera quedado. Era tan complicado, yo era tan pobre y ella estaba acostumbrada a tantos lujos. Siempre pensé que seguía a mi corazón con lógica, bien decían, no dejes que las emociones te dominen, pero ahora pienso que ser muy racional tampoco me ayudó a evitar aquello. Tal vez, si me hubiera quedado con ella no hubiera logrado todo lo que había logrado sin ella, pero por lo menos sería feliz, por lo menos sería completo y no tendría cientos de cuadros de ella sin terminar. Me siento a lado de la ventana, me pongo los audífonos y pongo música en el celular, no sé qué está sonando en él, pero el ruido me ayuda a concentrarme, a sentirme mejor. Uso el lápiz, el papel, dibujando las líneas de las raíces que aprisionaron mi corazón, que lo volvieron una nada en lo que debía ser el alma de un artista. Le extraño, la anhelo, desearía tanto poder recordar su rostro y llenar mis pinturas con su belleza; dibujo, trazo, rasgo, tiro y vuelvo a empezar, la idea que tengo de un alma, un corazón, prisionero en las ideas que tenía sobre un futuro mejor, un futuro lejano del que ahora quiero escapar. No sé supone que debía ser así, un artista es de un corazón libre, pero yo lo enjaule en ideales que ahora no me sirven. El corazón fue la semilla, y los ideales las raíces, pero la mente… fue la escudera de los sueños que hoy se congelan. Aviento la libreta, lejos, con el boceto a medio dibujar; no me siento de ánimos, no me siento vivo, siento que aún no estoy listo. El teléfono suena, decido no contestar; sigue sonando, taladrando mi cabeza, volviéndome loco, y empiezo a rogar que se desvíe la llamada a la contestadora. Pasan unos minutos y suena el tono. — Marco… soy yo —mi cuerpo se estremece, mis pupilas se dilatan mientas escucho el mensaje que está sonando en la contestadora— …Zara. Ha pasado tanto tiempo, pero suena al ayer, suena al agua que necesita un árbol para empezar a crecer. Como si el tiempo no hubiera transcurrido, me siento nuevamente ese joven perdido, queriendo pintar su rostro como si el tiempo no me hubiera herido. Corro, contesto, y lo demás lo veré luego. “¿No se supone que los pintores siguen a su corazón?”. Y así es, hoy le toca al cerebro descansar y al corazón empezar a bombear.
Me ha gustado mucho este relato. La verdad a veces es complicado saber qué camino escoger, si seguir a tu corazón, que te dice que hagas algo que realmente escapa a toda lógica o si sigues a tu mente, que realmente piensa como si tuviese los pies en la tierra. Quizás, este relato es un poco idílico, porque después de todo, aunque él eligiese la lógica, ella termina volviendo, aunque no siempre va a ser así. Quizás, yo soy de las que piensa que es mejor arriesgar por lo que se siente que quedarte toda la vida pensando en lo que será. Me agradó mucho en el relato, cuando has ido describiendo como se iba olvidando poco a poco de su rostro, que iban faltándole detalles, esa parte me gustó mucho. El relato está pulcramente escrito y muy bien llevado hacia un buen final. No tengo ninguna queja al respecto. Me ha dejado con un buen sabor de boca. Espero poder leer en el futuro más relatos tuyos. Muchas gracias por participar en la actividad. Ha sido un verdadero placer. ¡Saludos! :omg<3: