Quotidie morimur.

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por Marimo, 22 Febrero 2014.

Estado del tema:
No se permiten más respuestas.
  1.  
    Marimo

    Marimo Llora.

    Capricornio
    Miembro desde:
    16 Febrero 2014
    Mensajes:
    4
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Quotidie morimur.
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    140
    Introducción


    En estos últimos meses me convertí en el centro de atención. Todos me miraban, todos me deseaban.

    Me sentía realmente emocionada y a la vez sorprendida. Muy sorprendida. Se podía decir que desde primaria no importé mucho a la gente que me rodeaba. Una chica normal, que no destacaba entre otras.


    Pero quería cambiar.


    Quería cambiar completamente. Toda. De arriba a abajo: la ropa, el pelo, la forma de hablar, andar, reír...

    Desde hace tiempo quería hacerlo, pero no sabía cómo.

    Si lo hubiera echo en el instituto habría sido un cambio radical demasiado grande. Así que al entrar en el bachiller de Bellas Artes, decidí hacerlo. Cambio de instituto, de personas. ¿Por qué no de imagen? Nadie me conocía, no podían juzgarme por lo que era antes, verían una nueva yo.


    Sí, exactamente eso, una nueva yo.
     
  2.  
    Marimo

    Marimo Llora.

    Capricornio
    Miembro desde:
    16 Febrero 2014
    Mensajes:
    4
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Quotidie morimur.
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    966
    UNO


    Caminaba por el pasillo principal, no era muy grande aunque lo suficiente para que pudieran pasar tres filas de personas apresuradas sin tener que tropezar unas con otras.


    Llevaba un bonito vestido de “lolita ghotic” negro. Una cinta en el pelo y las uñas pintadas de un negro azulado.

    Todo el trimestre pasado y el verano me había echado capas y capas de esmalte transparente para reforzar las uñas ya que las tenía muy blandas.

    El pelo por fin me llegaba casi a la cintura, y lo lucía brillante echado hacia atrás, castaño y planchado.


    Moví la cabeza hacia un lado, haciendo que el flequillo, un poco a lo “scene”, se echara más hacia un lado, dejando ver mis ojos grandes marrones caramelo pintados.



    La gente me miraba, no me importaba. Era lo que quería. Que me observasen, que miraran a la nueva yo en todo su esplendor. Susurraban al verme, hablaban entre ellos mirándome de reojo.


    Los zapatos negros, delicados y con un poco de plataforma resonaban por el suelo de mármol. Como era bajita y tan poco es que tuviera un cuerpo de modelo, un poco de tacón o plataforma me quedaba bastante bien.


    De repente sentí un escalofrío. Alguien se rió no muy cerca de mí, estaba a unos cuantos metros, apoyado con un brazo a la pared, casi encima de una chica. Me miró, se volvió a reír, luego dijo con una sonrisa de medio lado:


    —¡El circo queda al otro lado, pequeñaja!


    Y un coro de risas le acompañaron en su estúpida broma. Quería salir de allí cuanto antes, parecía que mi nueva yo no había causado lo que yo quería que causase en la gente. No, no saldría corriendo, no iría a ninguna parte, la nueva yo no haría eso.


    Caminé más segura hacia delante sujetando con fuerza un archivador que llevaba contra el pecho. Al pasar por su lado le escupí. No sé si le di en la cara o en el brazo, el que estaba más cerca de la chica, que pegó un pequeño grito. Todo quedó en silencio, solo se escuchaban mis pisadas. Seguí caminando, y cuando éste me gritó, no me paré:


    —¿Quién te crees que eres, emo de mierda? ¡¡Vete a cortarte a otra parte!!

    —Tal vez te corte a ti.


    Luego sonó un ruido seco, supongo que pegó un puñetazo a alguna parte. No me importaba, seguí andando hasta que entré a mi nueva clase. Así es como quería las cosas ahora. Quería que me respetaran, y eso iba a conseguir. Empezando con ese niñato delgado con el pelo alborotado castaño, creo que tenía pecas.

    En la siguiente clase lo dibujé al final del cuaderno.



    En la hora del recreo me senté en un banco para comer. Al instante de haberme sentado, un par de gatos se reunieron al rededor. Sonreí cogiendo un trozo de corteza y tirándoselo. Al instante aparecieron unos cuantos más.


    —Parece que tu suerte está echada, ahora te seguirán a donde quiera que vayas.


    Levanté la vista y vi a un chico de pelo claro y liso, no muy corto. Le sonreí, había sido la única persona agradable hasta ahora... o la única que se había dignado a hablarme. Se sentó a mi lado acariciando a un gato blanco y negro.


    —Soy Pablo, ¿y tú? —me sonrió también.

    —Eva.

    —Bonito nombre. —señaló mi flequillo que estaba teñido de un color verde pastel.— Ese color es muy bonito, te favorece.

    —... gracias.


    Sonreí tímidamente. Después estuvimos hablando un rato hasta que se despidió:

    —Bueno... Eva, me tengo que ir ya. Ayudo en la biblioteca y seguramente me están echando en falta. Un gusto conocerte. —Me sonrió y dejó el gato al lado mía que se entretuvo golpeando una tela de mi vestido.

    —Igualmente. —Nos sonreímos y lo vi marchar.


    Me quedé un rato más en el banco con los gatos hasta que tocó la campana. Al levantarme e ir hacia la puerta, todos los pequeños felinos me seguían. Al parecer Pablo llevaba razón: me iban a seguir donde quiera que vaya.


    Cuando llegué a la puerta ya no había nadie, la mayoría se habían ido a sus casas y la otra parte estaban en el intercambio de recreo-clase. Sentí un golpe no muy fuerte en el hombro y me giré. Me encontré con una cara llena de pecas y ojos grandes color verdoso.


    —¿Qué haces aquí, pequeña? ¿Te perdiste? —achinó un poco los ojos y sonrió lentamente. Estaba solo delante mía.— ¿Hay que llamar a tu mamá?


    Me giré para irme, no quería buscarme más problemas el primer día de clase. Pero su mano delgada me cogió de la muñeca fuertemente.


    —¿Por qué te quieres ir? Solo te intento ayudar. —su voz sonaba burlona, nada amistosa.— Hay que enseñarte modales, no es de buena educación escupir a las personas ¿sabes? —dijo cogiéndome de la barbilla con la otra mano que le sobraba. Le intenté dar una bofetada, que esquivó rápido.

    —Suéltame, estúpido. —rió.— Te debo gustar demasiado para que no me dejes ir nada más conocerme. —su gesto de burla se convirtió de repente en una mueca de asco. Me agarró con más fuerza, me hacia daño.


    Comenzó una frase, no me enteré bien porque fue cortado por un movimiento rápido. El chico de las pecas calló al suelo de culo y se puso rápidamente de pie, como si no quisiera ser humillado, preparado para una pelea. Miré hacia arriba, allí había un chico alto, de pelo negro liso, casi por los hombros. Lo miraba con cara de odio, dio un paso hacia delante y el de las pecas retrocedió, alerta de lo que podría hacer. Ni por un momento me miraron. Luego habló el nuevo chico, con voz masculina:


    —¿Qué mierda estás haciendo, Carlos? —fue lo único que dijo.
     
Estado del tema:
No se permiten más respuestas.

Comparte esta página

  1. This site uses cookies to help personalise content, tailor your experience and to keep you logged in if you register.
    By continuing to use this site, you are consenting to our use of cookies.
    Descartar aviso