Los personajes que aparecen en esta historia son propiedad de Rumiko Takahashi y los utilizo sin ninguna intención de lucro. Querido diario: Platícale a la luna Capítulo I o-o-o-o Ranma abrió sus párpados muy lentamente, mientras se sujetaba la cabeza con ambas manos. Sentía su cuerpo completamente exhausto y, con lo poco que logró enfocar de las paredes, el techo y algunos muebles, se dio cuenta de que se había quedado dormido en la habitación de su prometida. —¡Diablos! ¡Demonios!—. Masculló. Un terrible sentimiento de alerta se disparó en su estómago. El asustado muchacho, a como pudo, tomó impulso con sus brazos para sentarse en la cama, provocando que la sábana que lo cubría, rodada hasta su cintura. Aún traía puesta su camisa China, aquella de tela color ébano y botonadura dorada: la que usaba en ocasiones especiales… como la fiesta que se había suscitado la tarde del día anterior, con motivo del cumpleaños de su amigo Hiroshi. La parte difícil de digerir vino cuando alzó la sábana y descubrió con horror que estaba desnudo de la cintura para abajo, bueno, casi desnudo; una pierna de su pantalón y sus boxers todavía se encontraban anclados a uno de sus pies. —Ak… Akane, des-despierta—. Balbuceó con voz intangible, siendo consciente de que la chica se hallaba dormida a su lado, sobresaliendo únicamente sus cabellos azules de entre las cobijas. Ranma tuvo el fiero deseo de tomarla de los hombros y sacudirla para que despertase de una buena vez más tuvo que darse por vencido cuando todos sus esfuerzos por hablarle en todos los tonos posibles, fracasaron. Aún así, tenía que asegurarse de lo que había pasado entre ellos, para lo cual, no tuvo que esforzarse mucho. Levantó la sábana que cubría la figura femenina, encontrándose con que ella traía puesta su falda y su blusa, sin embargo, sus sospechas acabaron por confirmarse cuando, bajo uno de los muslos de la joven, distinguió las pantaletas rosadas de discreto encaje. Ya no hubo tiempo para estar pensando en cada acción. El chico de cabello trenzado se estiró para alcanzar los pantalones y el corazón dejó de bombearle sangre a la cabeza cuando esculcó los bolsillos y encontró el sobre intacto del preservativo. —Maldita sea —Refunfuñó y se maldijo de nueva cuenta. Era la primera vez que el deseo primaba sobre el raciocinio de ellos. "¡¿Cómo pudo dejar que esto pasara?!" Se puso de pie y comenzó a vestirse con toda la prisa del mundo—. Akane va a matarme, va a matarme. Fue hasta el escritorio de la muchacha y buscó entre sus cosas hasta que encontró una hoja y algo con qué escribir. Con todo lo que el temblor de sus manos le pudo permitir, redactó un escueto: "Regreso en un par de horas" puso la nota sobre la almohada que había utilizado después de estar con Akane y salió huyendo por la ventana. O-O-O