Shinjuku Propiedad Dunn [Casa]

Tema en 'Ciudad' iniciado por Zireael, 11 Agosto 2021.

Cargando...
  1.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

    Leo
    Miembro desde:
    27 Agosto 2011
    Mensajes:
    10,580
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    Se trata de una casa esquinera de dos plantas, sencilla y sin los detalles estrafalarios de algunas propiedad de Chiyoda algo más modernas. Cuenta con un jardín trasero cercado que tiene algunos árboles enanos y un pequeño jardín delantero con arbustos, hay un par de plantas de hierba gatera así que no es raro ver gatos callejeros o ajenos en la parte delantera de la casa.
    La propiedad está a nombre del padre de Cayden Dunn, a pesar de que este no reside allí.

    Barrio de Tokio: Shinjuku


    Cay h.png
     
    • Fangirl Fangirl x 3
  2. Threadmarks: I. Martes 21 de abril [tarde]
     
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

    Leo
    Miembro desde:
    27 Agosto 2011
    Mensajes:
    10,580
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    Cayden 3.png
    El resto del día se había negado a permitir que el cielo se despejase el todo, lo que era un poco una cagada, no es que lo hubiese dicho nunca abiertamente ni nada más allá de afirmarle a Emily que recibir sol estaba bien cuando almorzamos, pero era un bicho de verano.

    Me gustaba recibir sol, además el atardecer siempre se me colaba por la ventana de la habitación y a veces hasta los gatos se tiraban en la cama conmigo a absorberse el calor como si fuésemos, qué sé yo, una familia de lagartos. Los días nublados o lluviosos me ponían medio catatónico, la mañana de ese día había sido una excepción por todo lo de invitar a Ko a casa, pero el resto del día me lo eché medio dormido y de hecho ni salí de la clase en el receso.

    Aún así cuando acabaron las clases me levanté como un resorte, con el chute de energía encima otra vez, y recogí mis cosas para bajar y encontrarme con Ko como me había dicho. Además, no se me olvidaba que el idiota había aprovechado el bug como un campeón, con la estupidez de que me iba a pedir muchos mimos.

    Es que a este se le metía el diablo en dos segundos, de verdad.

    Ya abajo ubiqué el pelo de nube, agarré impulso y por poco no tacleé al pobre desgraciado, le eché los brazos por encima de los hombros desde atrás, de forma que me lo llevé en banda un par de pasos antes de soltarlo y colgarme de su brazo como había hecho en la mañana.

    —Ko-chan~ —Algo de risa se me revolvió en la voz—. Today is the day!

    Le solté el brazo porque ya en la mañana había andado clingy que te cagas y comencé a caminar sin prisa en realidad, con intenciones de ir a tomar el tren que el viajecito de allí a Shinjuku no era corto que digamos.

    —Skittles, papitas de crema y cebolla y nuggets de pollo —enlisté en un murmuro, contando las cosas con los dedos de la mano con la concentración de un crío de seis años armando un castillo de bloques—. Podemos comprar todo en el 7-Eleven que queda en la otra cuadra cerca de casa. ¿Alguna otra cosa que se te haya antojado durante el día?


    Gigi Blanche tururu uwu

    como siempre, ya sabes que no hay prisa ni nada, yo solo comienzo las cosas <3 de hecho lo iba a dejar iniciado ayer cuando se me pasó la migraña y dejé contestado SS, pero cuando me di cuenta eran las 3 am ASJHAS
     
    • Adorable Adorable x 3
  3.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

    Piscis
    Miembro desde:
    1 Abril 2019
    Mensajes:
    7,707
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    Kohaku 3.png

    El cielo se mantuvo tan gris que la pereza que me entró a plena mañana no era ni cristiana, pero nada que hacerle. Me concentré en no andar bostezando cada cinco minutos, al menos no sin taparme la boca, y a cada rato me andaba secando las lágrimas que me empañaban la vista. En serio, qué sueño. Encima las clases se me hicieron estúpidamente aburridas o algo. Durante el receso seguí con una pereza terrible y me limité a comer lo que había traído de casa mientras tonteaba en el móvil. A Anna aún no le llegaban los mensajes.

    Me distraje de mi entretenimiento los cinco minutos que duró el intercambio de Arata con aquella chica rubia, a la que había ayudado con el idioma la semana pasada. No me interesaba lo que sea que estuvieran tratando ni por qué se pasaban papeles, pero me ayudó a recordar (o darme cuenta, más bien) que llevaba como tres semanas ya compartiendo clase con Shikkun y jamás me molesté en acercarme para, qué sé yo, hablar. Preguntarle qué tal su vida, sus hermanos, si de casualidad habría adoptado un perro para ponerle Toby, mira si se había hecho vegetariano. Lo que fuera, vaya.

    Para la última clase ya había comenzado a recoger mis cosas como diez minutos antes, no estaba particularmente ansioso ni nada, sólo quería ocuparme en algo para no seguir muriendo de sueño y aburrimiento. Así, salí casi de primero en cuanto tocó la campana y me las arreglé para llegar antes que Cay a las puertas de la escuela. No por mucho, igual, que no llegué a sacar el móvil cuando sentí un torbellino de energía cayendo encima mío. Por un breve, brevísimo segundo pensé que me encontraría a Anna tras voltearme, si debía ser la única capaz de taclearte porque sí, pero no. Me salvé de comerme el suelo habiéndome adelantado unos cuantos pasos, y cuando recuperé el equilibrio Cayden se enredó a mi brazo y solté el aire por la nariz, meneando suavemente la cabeza.

    Dios, esta gente iba a matarme.

    —Bueno, como punto a favor, eso sirvió más que bien para despertarme —anoté, acompasándome al ritmo que llevábamos, y volteé a verlo en cuanto noté que me quitaba las manos de encima—. Hmm, la verdad que no. Durante la mañana sólo quise dormir, dormir y... dormir. Dios, tenía un sueño.

    Recordé algo de repente y alcé las cejas, afirmando una mano en la tira de mi mochila.

    —Ah, ¿y para beber? Coca-cola, ¿cierto?
     
    • Adorable Adorable x 3
  4.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

    Leo
    Miembro desde:
    27 Agosto 2011
    Mensajes:
    10,580
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    Cayden 3.png
    A este pobre chico algún día lo íbamos a matar, porque ahora que recordaba era amigo de Hiradaira con su torpedo y luego venía yo a comerme todo el azúcar de Japón con solo respirar. Me descuidabas dos segundos con la gente correcta, me metías un poquito de ilusión y ya no dejaba el culo quieto, es decir, en realidad nunca me detenía y por eso luego andaba como muerto en vida, pero se entendía la diferencia. Igual paré el carro después de írmele encima, porque a ese paso me iba a chupar mi propia energía antes de llegar a casa y pues tampoco era la gracia.

    —No lo parece, pero puedo ser un despertador perfecto —comenté un poco al aire, hundiendo las manos en los bolsillos—. Ugh, ¿tú también? Te juro que no sé cómo no me dormí en clases.

    Cuando volvió a hablar giré el rostro y asentí con la cabeza un par de veces, porque la verdad era que se me había pasado lo de llevar algo de beber. Ya veríamos qué risas cuando lleváramos quince minutos de película y nos estuviéramos atragantando, nos hubiese tocado tomar agua o salir al 7-Eleven como dos idiotas que se olvidan la gaseosa justo cuando quedaron para ver una peli. ¿Lo peor? Que éramos esa clase de estúpidos, así que gracias debía darle a la neurona de Ko por entrar en funcionamiento.

    —Coca-cola estaría bien, sí —afirmé directamente—. Pero no de esa de cereza con vainilla que venden a veces, ¡te empalagas antes de terminarte el vaso! Y mira que yo no tengo problema con meterme azúcar en el cuerpo como si no hubiese un mañana, pero hay límites para todo.

    Como fuese seguimos andando hasta dejar la Academia atrás y el resto del paisaje. A mitad de camino tarareé una canción bajito, moviendo la cabeza al ritmo de la melodía. El cabello acompañó el movimiento.

    Las estaciones de Japón siempre estaban atiborradas, eso no era nuevo para nadie y era precisamente en las estaciones donde más me aprovechaba de la gente despistada para vaciar bolsillos. Habían cosas que no cambiaban, por decir algo, Arata me había arrastrado desde una estación y pues era un chico de hábitos, así que al llegar repasé el espacio y me picaron un poco las manos.

    Si al final no sería cleptómano a secas.

    No hice nada pues porque no tenía mucho sentido, iba con Ko y tampoco quería gastar tiempo en mierdas que podía hacer cualquier otro día, algo de decencia me quedaba. O tiempo de ser un idiota de dieciocho años normal una vez en la vida, qué sabía yo, además no recordaba ya la última vez que había viajado acompañado en realidad.

    ¿Cuándo me había quedado tan solo?

    —Vas a tener que recordarme cómo se supone que es viajar con alguien, que ya hasta me olvidé seguro —dije con algo de diversión en la voz—. No vaya a ser que te me pierdas por ahí~


    qué hago yo roleando a esta criatura con las playlists de villains, pues no sé but here i go (?
     
    • Adorable Adorable x 3
  5.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

    Piscis
    Miembro desde:
    1 Abril 2019
    Mensajes:
    7,707
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    Kohaku 3.png

    Intenté hacer memoria cuando dijo que era el despertador perfecto, un poco porque sentí que este chico no había cambiado nada pero también sí en el tiempo que pasamos separados. Recordaba que a veces Chiasa le daba algo de miedo, no en el mal sentido pero siempre fue una niña muy enérgica y bueno, Cay podía enchufarse todo el azúcar del mundo encima pero no reaccionaba con mucha naturalidad a la energía ajena; tendía a repelerla. Quizá por eso le iba bien con mi eterna calma, esa que inherentemente me daba el talento de aceptar casi a cualquiera en mi espacio, y quizá por eso también podía fungir de despertador a mi lado. Yo no rechazaba su energía ni tenía energía para espantarlo.

    Era un punto de equilibrio y funcionábamos bien así.

    Y quizá por eso, también, nos quemáramos como locos al mínimo indicio de desbalance.

    Dijo que él también casi se dormía, y es que el día no daba para otra cosa, la verdad. A ver si aguantaba la peli despierto, que no era sólo el cielo gris sino la tibieza natural de Cay que me adormecía un huevo. Luego aceptó lo de la Coca y fruncí el ceño, volviendo a verlo, porque la mierda que mencionó no me sonaba de nada pero sonaba sencillamente asquerosa.

    —¿Coca de cereza con vainilla? Qué cojones —solté, regresando la vista al frente, y aflojé una sonrisa—. Ah, ¿recuerdas cuando salió esa Coca endulzada con... stevia era? No lo sé, un edulcorante natural que se había puesto de moda. Tenía etiqueta verde y, Dios, era un puto asco. No duró nada, de hecho, no puedo creer que a secas hayan decidido largarla al mercado. ¿Quién fue el cabrón que la probó y les dijo que sí, que estaba buena?

    De repente había soltado bastante la lengua, pero igual seguía hablando suave, a mi ritmo, y con eso se disimulaba bastante cualquier posible chute de energía. No era de vomitar las palabras como un rifle de asalto, quería decir, así me clavara un speech de la nada.

    Era verdad, por otro lado, lo de que Cay no tenía problema para enchufarse azúcar como descosido. Un poco había olvidado eso de él, pero siempre me había hecho gracia la... pasión con la que era capaz de comer. Desde críos le venía diciendo que debería anotarse en esas competiciones de comida y tal, seguro algún premio se lleva aunque acabe malo del estómago más tarde.

    Recorrimos el camino de árboles con calma, yo no era de los que necesitaban rellenar los silencios, claro está, y Cay se puso a murmurar una canción. No lo interrumpí ni de coña, de hecho seguí en lo mío aunque de tanto en tanto se me escapaba alguna sonrisa por observarlo de reojo. Ya lo había pensado en la mañana pero debía insistir, me daba una alegría estúpida verlo tan relajado. Ni hablar del simple placer de, no sé, salir juntos de la escuela y recorrer ese paisaje, así fuera en silencio. Eran esos pequeños momentos que quedaban bien guardados en el corazón, como la de veces que se había subido a mi bicicleta y conversábamos mientras el sol se escondía tras el horizonte y el viento nos pegaba en la cara.

    Al llegar a la estación honestamente ni se me ocurrió pensar que Cay estaba conteniendo impulsos. De haberlo sabido, puede que no hubiera hecho nada, que lo hubiera picado o lo hubiera alentado, que verlo en acción seguro era divertido. Quería decir, estaba claro desde mis ventas de hierba que límites morales muy rígidos no tenía, y de vez en cuando me pintaba ser más cabrón de lo usual. Pero bueno, nada de eso en tanto permaneciera en la ignorancia.

    El tren que nos dejaba en Shinjuku era el mismo que, si seguía, llegaba a Chiyoda, así que avancé hasta donde lo esperaba todos los días con Morgan. De hecho, repasé el espacio a ver si daba con ella, pero esa chica solía cargar tanta pereza que seguro nos habíamos adelantado. La voz de Cay me llegó desde un costado y giré el rostro en su dirección, alzando las cejas en reflejo para indicarle que lo estaba escuchando. Había un poco de barullo, así que me acerqué un poquito para no tener que alzar tanto la voz, que a veces si hablaba muy fuerte me mareaba.

    Y no era coña.

    —¿De verdad? —repliqué, ligeramente sorprendido, y ensanché la sonrisa—. A ver, hay otras líneas pero ambos perfectamente podemos tomarnos este tren y volver juntos de la escuela más seguido. Aunque tendrías que acostumbrarte a Morgan, claro.

    Era una tontería, pero la idea me echó encima una ilusión estúpida a medida que hablaba y al final, cuando busqué sus ojos, algo de emoción se me coló en la voz.

    —Y así ya no te aburres~ Y sobre perderme, no te preocupes. Sólo tienes que preguntar por el tío de cabello celeste y seguro me encuentras en un santiamén.

    El tren no tardó en llegar y bastante porque sí saqué una mano del bolsillo para cazarle de la muñeca y arrastrarlo dentro. No conseguimos asiento, lamentablemente, con la de gente que había con suerte podíamos movernos, y encima yo andaba con la guitarra a la espalda. Me así de una agarradera y le di un empujoncito con el hombro, sonriéndole.

    —¿Qué tal todo estos días, Cay Cay? ¿El fin de semana?


    whooops

    [​IMG]
     
    • Adorable Adorable x 3
  6.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

    Leo
    Miembro desde:
    27 Agosto 2011
    Mensajes:
    10,580
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    me salió apenas entré a shutub y pues la dejé en loop para el post
    Cayden 3.png
    Nunca me había dado por pensarlo a fondo, pero era y no era el mismo mocoso de trece años al que le respirabas encima y podía saltar hasta el techo, en el fondo quizás seguía siendo el crío de ocho años que le encajaba apodos a todo Dios que le pareciera medianamente decente. Aún así, luego había perdido a Yako como el resto, a un líder, un ejemplo a seguir y las piezas habían continuado cayendo detrás. Uno a uno mis chacales desaparecieron casi en su totalidad y volví a quedarme solo en la cueva, con mis rutinas rígidas, la checklist y las telas de araña que no veía aún, pero que sí sentía.

    Y me asfixiaban.

    Solo vivía con ellas, enredado con la culpa, atascado en mis metas sin avanzar hacia ninguna parte y con mi fuego casi completamente apagado. No lo admitía ni me preocupaba, porque para mi fortuna no tenía un mundo gris, seguía viendo colores y seguía viviendo sin sentir que, por ejemplo, no apreciaba el amor de mi madre y mis tíos, pero tampoco podía negar que a veces me caía una cubeta de pintura azul encima. Mis tonos cálidos entonces se neutralizaban, se volvían lilas o verdes o plateados.

    Feeling blue, kiddo?

    I am not.

    Además mentía como un campeón, nunca decía un carajo y solo apilaba cosas como un imbécil, una sobre la otra, lo mismo pasaba con la ira que no reconocía como propia. Ignoraba mis propias emociones e incluso las ajenas porque me eran un martirio, movían mi motor y aún así llegaba a aborrecerlas, todo porque la vida era mil veces más fácil sin llorar a los muertos o a los amigos lejanos a viva voz. Luego me despedazaba, volvía a armarme y así todo el rato.

    Había divagado bastante de la nada y solo la voz de Ko me regresó sobre las vías, completamente indignado por la abominación de cereza con vainilla de la Coca-Cola y se me soltó una risa cristalina, casi infantil.

    —En mi defensa, la lata era púrpura o como color vino. ¡No se veía mal! —En cualquier caso a Ko se le aflojó bastante la lengua, no que hablara rápido ni nada, solo habló bastante de la Coca con Stevia y tuve como flashbacks de Vietnam—. Todo a lo que le ponen Stevia sabe a mierda de por sí. ¿Quién aprueba esas cosas? Lo quiero demandar. Que de todas maneras, te lo voy a decir, ya la Coca light es bastante mala como para hacerle el reboot Stevia version. That's straight up nasty.

    En el camino, dejando atrás los árboles y demás recordé cuando Ko me llevaba en la bicicleta, esos recuerdos se me amalgamaron con el presente y tarareé la canción incluso con más ánimo. No pensaba en eso con la frecuencia suficiente, quizás lo evitaba adrede desde que este crío se nos desapareció, pero ahora que estaba allí de nuevo los recuerdos solo fluyeron y me hicieron feliz a secas.

    La ligera sorpresa que encontré en la voz de Ko me hizo algo de gracia, como si no conociera mi culo solitario, además en el instituto anterior tampoco había hecho amistades de ninguna clase y en el Sakura, bueno, ¿con quién iba a irme? Arata capaz nos mataba en la moto, a Sonnen apenas lo soportaba y ahí básicamente moría el abanico de opciones.

    —Ah, tu amiga me saludó la semana pasada en el patio norte... Estábamos, ¿qué se supone que hacía? ¡Ya! El proyecto este, estaba con mis compañeras y pues ella iba con otra gente, creo. —A Ko se le fue colando la emoción en la voz, me dio hasta ternura y cuando buscó mis ojos le sonreí con un cariño estúpido—. Así que por mí no hay problema si regresamos a casa los tres juntos de vez en cuando.

    Cuando el tren llegó ni siquiera me di cuenta cuando Ko estiró la mano y me cazó la muñeca, arrastrándome consigo, no puse ninguna clase de resistencia como ya era normal. Imaginé que no encontraríamos asiento con la de gente que había, así que lo imité sujetando una de las agarraderas y regresé la atención a él cuando sentí el empujón que me dio con el hombro.

    —El viernes cuando llegué a casa caí muerto, pero muerto con ganas, debo haber dormido doce horas de tirón o más. Llevaba desde el inicio de semana durmiendo que daba asco, así que normal. —Ni idea, se me soltó un poco la lengua de la nada y ya que mi respuesta en la mañana había sido algo escueta, pues solo seguí hablando—. El sábado quedé para un negocio, salió medio para el culo, pero luego me quedé en el Hibiya bebiendo con Hikkun, Arata y los Ootori, así que el resto de la noche estuvo bastante bien en realidad.

    La verdad era que la compañía de Ko, el movimiento del tren y ya la hora me fueron regresando el sopor al cuerpo, así que me enjuagué los ojos con el dorso de la mano un instante.

    —¿Has estado comiendo bien? ¿Durmiendo? —Pobre diablo, lo ametrallé a preguntas y ya de último hasta solté una medio riéndome—. ¿Te lavas los dientes?


    not my ass pensando justo en esa imagen *rueda por el pinche piso*

    pero qué cojones de dónde saqué este tocho wHOOPS
     
    • Adorable Adorable x 3
  7.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

    Piscis
    Miembro desde:
    1 Abril 2019
    Mensajes:
    7,707
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    Kohaku 3.png

    Era probable que yo también hubiera comenzado a congelarme desde la muerte de Yako, así el golpe de gracia me lo hubiera dado Chiasa. Había seguido fluyendo, apareciendo en diferentes pinturas, en los marcos de cualquier cantidad de personas. Me daba por charlar brevemente con mis clientes, fundirme entre los grupos de pandilleros o marginales a secas y básicamente estar en todas partes y ninguna al mismo tiempo. Me sorprendía un poco, de hecho, que me las hubiera apañado incluso sin pretenderlo del todo para no volver a toparme a los chacales. Claro, no ignoraba el detalle de que había trasladado mucho el negocio a Shinjuku.

    Un poco para que no doliera tanto, otro poco porque había empezado a frecuentar a los amigos de Rei.

    A las serpientes de Tokyo.

    También había dado con Morgan y bueno, era un tipo simple. Tendía a quedarme tranquilo, dentro de mis bordes, con unas pocas personas a la mano que pudiera considerar amigos. No que fuera correcto, en especial considerando la forma en que había cortado lazos con los chicos de Chiyoda, pero bueno. Tampoco había alegado nunca sentirme orgulloso de eso.

    La risa de Cay se me antojó tan cristalina que, como venía siendo lo usual, me arrojó una alegría de lo más pacífica encima. Se defendió de la Coca con vainilla, resguardándose en el color de la latita, y antes de que fuera a seguir hablando yo también solté una risilla y alcé los brazos.

    —Eh, todo bien, Cay Cay. Aquí nadie ha venido a juzgar tus pésimas decisiones gaseosísticas. —Relajé los hombros y pasamos al segundo tópico, a la otra Coca asquerosa. ¿Cuántos fracasos había tenido esa empresa y por qué seguían siendo líderes mundiales?—. Aún recuerdo cuando mamá la compró, que de por sí venía montada en todo este rollo del stevia y qué sé yo. Papá y yo intentamos ser más discretos pero Hinata casi vomita a secas, jamás le vi semejante cara de asco. Pobre mamá, al final tuvo que reconocer que sabía a mierda.

    No era que no conociera del culo solitario de Cayden, pero bueno, por otro lado honestamente había olvidado que Akkun solía andar en motocicleta. Normal que no coordinaran en el tren. De la forma que fuera, acabó por aceptar y la alegría se me plantó en toda la sonrisa. Ahora sólo quedaba sentar a Morgan y prohibirle clavarse alguna movida extraña con Cay, de esas tan suyas que podían espantar al niño en un segundo. Aunque, bueno, siendo plenamente honestos sabía que si se trataba de mí Morgan era capaz de parar cualquier tipo de tren. Lo había saludado, decía Cay, eso significaba que ya lo ubicaba de andar conmigo y no sé, me dio algo de ternura.

    Después de todo, cuando le conté que había vuelto a encontrarlo la alegría que se le dibujó en el rostro fue estúpidamente genuina, casi maternal.

    —Entonces ya queda —afirmé, asintiendo para aseverar mi punto, sin ocultar la ilusión que sentía.

    Eran los mejores amigos que había tenido, al fin y al cabo, si me los ponías juntos seguro estallaba de felicidad o algo.

    Luego nos montamos en el tren y en lo que iniciaba su recorrido le presté atención a lo que me contaba. Me dio gracia imaginarlo noqueado el viernes, pobre criatura. Pensé en preguntarle por qué había estado durmiendo mal, pero entonces mencionó lo del negocio que salió mal y fruncí el ceño, algo preocupado. Hasta le repasé el semblante de pura manía, por si se me había pasado, no sé, un moretón o algo. ¿Se habría metido en problemas? Al fin y al cabo, cuando los negocios salían mal no solía ser bonito.

    —¿Qué onda? ¿Qué pasó? —cuestioné, aunque luego los imaginé a todos en el parque, justo como me los estaba dibujando, y una punzada de nostalgia, culpa y vete a saber qué más se me clavó en el pecho.

    Como si fueran la pintura de la cual me había arrancado a pulso, a la que ya no sabía cómo volver.

    Se enjugó los ojos y regresé la vista al paisaje en movimiento tras recibir su seguidilla de preguntas, soltando una risa suave. El tren hizo una parada de la cual se bajó algo de gente, pero al lado mío había una señora mayor y le cedí el asiento liberado frente a mí antes de volver a enfocarme en Cayden.

    —Sí, mamá —lo molesté, desinflándome los pulmones sin prisa—. Bueno, sigo con el mal hábito de a veces no cepillarme los dientes antes de dormir, pero intento que la pereza no me gane. He estado durmiendo mejor desde el viernes, a decir verdad siempre me cuesta un poco dormir fuera de casa.

    Me encogí de hombros porque sabía que no sonaba como si fuera la gran cosa, así a ciencia cierta se tratara de una mierda que me pesaba con cierta insistencia. Acabé por sonreírle, encontrando algunos destellos del sol en sus ojos.

    —Así que me hizo bien volver a casa. Además extrañaba las comidas de mamá y oba-san.

    hOLA THE SOFTNESS AND GAYNESS IS BACK
     
    • Adorable Adorable x 3
  8.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

    Leo
    Miembro desde:
    27 Agosto 2011
    Mensajes:
    10,580
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    Cayden 3.png
    La diferencia radicaba en que ahora a todos nos perseguían no sé cuántos diablos diferentes, algunos quizás se arrastraran desde problemas infantiles, otros tantos surgían al ir creciendo y tantos otros quizás nunca debieron sumarse a la persecución, pero allí estaban y a veces nos pisaban los talones con tal insistencia que sentíamos que el mundo se nos caía encima. Eran problemas de críos, al menos una parte de ellos, o de eso quería convencerme, quería pensar que no me perseguirían hasta pasados los veinticinco, pero nunca se sabía.

    Aún así no era imbécil, habían cosas que no dejarían de doler nunca, la muerte era una de ellas y solo quedaba hacerse a la idea, encontrar a las personas que ya no estaban en alguna parte y seguir con la vida, un poco más solos que antes. Así funcionaba, la gente moría, morían nuestros padres, los hermanos, los tíos, los amigos y a veces antes de lo anticipado, moríamos nosotros, pero era siempre la muerte ajena la que preocupaba y horrorizaba.

    Además cada persona recogía sus pedazos como podía, muchos de nosotros solo los levantábamos y nos zambullíamos en la cueva a pegarlos en soledad, despacio, a oscuras. No era lo mejor, pero solo así sabíamos trabajar los que nos negábamos a dejar ver nada que recordara a la vulnerabilidad emocional por temor a recibir más emociones ajenas en espejo, era una mierda sin sentido, pero es que la cosa ya casi rozaba la fobia en vez del miedo normal.

    Como fuese uno podía olvidarse de Dios, el diablo y los fantasmas que lo perseguían con ciertas personas, aunque de alguna manera esa misma gente hubiese sido parte de los fantasmas en algún momento, y Ko era uno de ellos. Se había esfumado, había vuelto y allí estábamos, hablando de las Cocas asquerosas como si nada. Su vuelta me había recordado la culpa y pocos días después la había desaparecido, en el segundo en que supe que debía chasquear los dedos para prenderle fuego a todo.

    Porque este crío me necesitaba.

    Necesitaba el fuego que me había dado miedo usar tantos años.

    —Peores cosas se habrán visto que elegir mal la gaseosa, pero me alegra que este sea un safe space —respondí a la estupidez de la Coca de vainilla y aflojé la risa al escuchar que al final hasta su madre había tenido que aceptar la desgracia de la Coca con Stevia—. Espero que tu mamá aprendiera que la Stevia puede desgraciar algunas cosas, oye.

    Ko asintió a lo de que me fuese con él y su amiga sin molestarse en ocultar la ilusión que le hacía y me di cuenta que por este chico le daría la vuelta al mundo en compañía del mismísimo Satanás si hacía falta, así sin pensarlo un segundo. Porque ya de por sí decir que me iba con una chica que me había saludado a la pasada solo una vez debía sonar a locura salido de mi boca, pero había que verme, lo había sugerido él y me había tirado de cabeza.

    Cuando le solté lo del negocio que había ido para el culo lo noté repasarme el semblante buscando vete saber qué y todo lo que hice fue sonreírle con suavidad, como diciéndole que podía estarse tranquilo, que no me había pasado nada. Ya de por sí yo evitaba el conflicto hasta donde podía y aunque había visto un montón de palizas (que me hacían sentir más pequeño que una hormiga), nunca me había llevado ninguna, mis problemas se reducían, bueno, a lo ya visto con el demonio del sábado.

    Gente metiéndose en mi espacio sin que lo quisiera.

    —Nada grave —contesté entonces—. Digamos que me echaron los perros, nada que me interesara, y luego por poco tuve que explicar con dibujos que no quería que me tocaran. En fin, que solo quedé con el tipo para el negocio, luego fuimos por unos tragos y el campeón creyó que, no sé, iba a ceder si andaba como mosca sobre pedazo de carne. Hombre, el cabrón no paró quieto un segundo, encima ni era mi tipo, si quisiera andar con tatuados con pintas de haber nacido en el Infierno ya para eso tengo a Arata y a Hikkun. ¿Qué cojones voy a querer yo con el diablo encarnado? Igual se largó, que de por sí si no se iba él, pues me iba yo.

    Con todo cuando me respondió la serie de preguntas se me soltó una risilla de nada, que me molestara solo me recordó a Yuzu diciendo que a ese paso deberían comenzar a llamarme Aniki y algo de razón llevaba, porque aunque no preguntara mucho ni metiera demasiado las narices, siempre estaba allí. Era hijo único, pero el complejo de hermano mayor se me comenzaba a notar con algo más de fuerza y es que solo quería que todos estuvieran seguros, como si fuese mi deber o algo.

    —Pues hoy te lavas los dientes así sea con un cepillo para el cabello, ¿oyes? —dije por la pura gracia y lo seguí escuchando.

    Liberé el aire despacio, sonreí sin siquiera darme cuenta al escuchar que volver a casa le había hecho bien y el resto no lo pensé mucho, no cuando el idiota encontró mis ojos y vi algunos destellos dorados, cálidos, sobre su resina fría que estaba más cerca del verde que del naranja. Amplié un poco más la sonrisa, ahora sí a conciencia, y regresé la vista al frente posándola en el reflejo de la ventana, en nuestras siluetas.

    —Me alegra, cloudy baby. Además seguro tu familia está contenta de tenerte con ellos otra vez —dije casi en voz baja y estiré la mano libre para alcanzar la suya, le di un apretón suave, y aunque podría haberlo soltado acabé por quedarme allí. ¿Que si me estaba montando el numerito en el tren? Bueno, un poco, pero no me importaba mucho—. Si no puedes dormir más tarde me sueltas un codazo y miro el techo contigo.


    mi segundo nombre es softness aND GAYNESS. Behold, Gayden, once again

    no pude detenerlo btw, he's just so gay (?
     
    • Adorable Adorable x 3
  9.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

    Piscis
    Miembro desde:
    1 Abril 2019
    Mensajes:
    7,707
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    Kohaku 3.png

    La naturalidad con la cual habíamos sido capaces de volver a acompasarnos me arrojaba de regreso a mi idea tonta de las cajitas para cada persona, y pensé que probablemente con la gente correcta, la que estaba destinada a ser o vete a saber qué, a pesar del tiempo y los cambios, de la mierda y los vaivenes, siempre seríamos los mismos que fuimos al conocerlos. Siempre seríamos capaces de volcarnos a nuestro núcleo o a la funda precisa, no tenía mucha importancia en tanto la armonía se mantuviera. Ahí estábamos, regresando sobre nuestros pasos, sobre los caminos que habíamos trazado de críos, y se sentía correcto. Estaba bien.

    Podría haber insistido en que efectivamente ese era un safe space, pero dudaba que hiciera falta y mira, no era el rey de hablar por hablar. Me limité a sonreírle con la suavidad estúpida de siempre y luego de repasarle el rostro, luego de que él me regresara ese preciso gesto, sentí que intentaba transmitirme tranquilidad. Que todo iba bien, digamos, y genuinamente le creí. Aún así atendí a su relato de punta a punta y fruncí un poquito el ceño, pues si debía ser sincero no me gustaba nada imaginar a Cay Cay en una situación del estilo. En especial sabiendo lo fácil que podía llegar a agobiarse.

    —Qué cabrón —fue todo lo que me di el gusto de soltar.

    Vete a saber quién era, sabía que tampoco iba a decírmelo porque sí, y si al final el tipo se marchó suponía que no había sido tan malo o, bueno, nada de lo que preocuparme demasiado. En definitiva lo único importante era que Cay estuviera bien y así se lo veía, de modo que me desinflé los pulmones y un poco me forcé a dejarlo correr. Era un negocio complejo, en definitiva, y a veces había que lidiar con algún que otro imbécil.

    Pensé que podría molestarlo con eso de que le hubieran tirado los perros, pero seguía sin hacerme mucha gracia el asunto general así que lo archivé y ya, que lo último que pretendía era revolver lo innecesario o echarle encima mala hostia. Luego me dijo que me lavaría los dientes con un cepillo para el cabello si hacía falta y aflojé el cuerpo en una risa liviana.

    —Bueno, entonces hazme el favor de agregar "cepillo de dientes" a la lista de compras, que preferiría no llenarme la boca de pelos.

    Me iba a quedar un cepillo extra, pero qué más daba. Lo dejaba en su casa y ya. Sus ojos dieron con los míos, entonces, su dorado chispeó con tibieza y me imprimí encima la sonrisa que se le plantó en la cara. Otra vez, era genuina a cagar y no sé, era un poquito débil. Se alegró por todo el asunto, cosa esperable que aún así valoraba, y asentí. Apenas su mano encontró la mía le correspondí con la naturalidad absurda, la de las cajitas y nuestros núcleos. Me dio un apretón, yo hice lo mismo y porque me dio la gana me quedé allí, acariciando su piel con el dorso del pulgar.

    Su último comentario me arrancó otra risa breve y el tren volvió a detenerse. Iba a subir gente, pero con lo que se había vaciado me sirvió para localizar dos asientos cercanos y aproveché que ya lo tenía agarradito de la mano para arrastrarlo conmigo. Acomodé la guitarra en el suelo, entre mis piernas, y giré el rostro hacia él. Le sonreí divertido.

    —Anotado, te cago a patadas hasta que te despiertes. —Que jamás lo haría y probablemente ambos lo sabíamos, pero bueno—. Igual no te preocupes~

    Había bajado el tono hacia el final casi sin darme cuenta, en lo que me inclinaba para acomodar la cabeza en su hombro. Me froté un poco como un puto gato o algo y luego estiré el cuello para que me escuchara sin problema. Por la posición acabé paseando la vista por la línea de su mandíbula y eso.

    —Contigo casi siempre me da algo de sueño, así que no creo que haya problema. —Ensanché la sonrisa, divertido, y volví a acomodar la mejilla en su hombro—. En tanto cumplas con lo que te pedí, claro~

    they so gay y yo no planeo detenerlos
     
    • Adorable Adorable x 3
  10.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

    Leo
    Miembro desde:
    27 Agosto 2011
    Mensajes:
    10,580
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    Cayden 3.png
    La ligereza con la que me desenvolvía con este chico solo reforzaba la idea de que, en el fondo, era el mismo idiota de hace años. El mocoso de los apodos, el que se la echaba jugando a la consola con Ko o lo usaba de chófer porque me le trepaba a la bici apenas veía oportunidad y también el mismo idiota que, cuando veía a otros cómodos, se quedaba en la periferia dejándolos ser y solo observando.

    Ya me olía que me podía estar llevando Satanás mismo, que si aparecía Ko reseteaba todo el sistema de golpe o solo buscaba esconderme en él, como había hecho en la fiesta pre-ida de olla. Él en sí mismo era el safe space, ni idea de si lo sabía, pero de por sí es que se notaba un huevo y medio desde que nos encontramos de nuevo en esa escuela. Me permitía un montón de cosas a su alrededor que sencillamente no me permitía con mucha más gente y era que había regresado para ocupar el lugar que le pertenecía desde hace tiempo, tan sencillo como eso.

    Cuando le solté la información, bastante cortada a decir verdad porque me daba pereza entrar en detalles, lo vi fruncir un poco el ceño y solté el aire por la nariz con cierta diversión casi imperceptible. No me gustaba preocupar a la gente ni nada de eso, de hecho lo odiaba, pero un poquito de atención siempre le caía bien a mi maldito culo de attention whore y en semejantes circunstancias era como descubrir el agua tibia, pero no me interesaba mucho. Lo que quería decir o lo que percibí más allá de la preocupación que sintiera este chico por mi integridad, era que le importaba y ya. Había algo reconfortante en reafirmar que uno era importante para alguien, al menos para idiotas de mi clase.

    Con el miedo de no significar nada para nadie.

    —Un cabrón de los grandes, no te voy a mentir, pero tampoco podía esperar un campo de rosas teniendo en cuenta lo que ando haciendo —dije sin mayor complicación, me desinflé los pulmones y parpadeé con cierta pesadez.

    Poco me hubiese importado que me molestara, que este chico seguro podía picarme con un palo todo el día y yo lo dejaría hacer, pero quizás fue mejor que solo lo dejara correr, porque nunca se sabía e igual me regresaba la mala hostia. Tampoco pretendía ocultar que por un genuino segundo pensé en prenderle fuego a todo y reducirlo a las cenizas cuando todo pasó, pero ahora no valía la pena joder mi tranquilidad por un idiota que ni al caso.

    De por sí daba lo mismo, apenas se rió de mi tontería de cepillarse los dientes se me soltó la risa también y asentí a lo de anotar el cepillo en la lista de la compra que en esencia eran chucherías y ahora un cepillo de dientes. Todo muy sano, sabes.

    —Anotado, sir~

    Recibió mi mano con la naturalidad de siempre y el muy idiota también se quedó allí, hasta me acarició la piel, así que de plano ya me tenía agitando la cola como perro de nuevo. Es decir, suponiendo que hubiese dejado de abanicarla en algún jodido segundo, pero se entendendía el punto. Cuando me arrastró consigo al ubicar un par de lugares libres lo seguí con la misma docilidad.

    Se acomodó, giró el rostro hacia mí y me sonrió con algo de diversión impresa en los gestos, pero estaba en automático así que no conecté lengua con cerebro por un par de segundos.

    —Está bie- ¡No, espera! ¡Dije un codazo, no que me agarraras de balón de fútbol! —Me quejé de repente, antes de procesar que me había dicho también que no me preocupara—. Ten piedad, Ko-chan.

    Acabé por regresar la atención a lo importante y solté una risa ligera cuando lo sentí acomodar la cabeza en mi hombro. Se frotó y todo como si fuese un gato, y bueno estaba visto lo débil que era a Kohaku. Ya de por sí me gustaban los gatos, ahora imagínate Ko en modo kitten, ¿qué más le iba a pedir yo a la vida? No demasiado, pero el otro siguió soltando información, estirando el cuello para alcanzar a hablarme.

    Lo miré con el rabillo del ojo, estaba tranquilo hasta que el idiota me recordó la petición y me puse a pensar en que la voz de este cabrón era demasiado suave para la de estupideces que soltaba con semejante frescura. Ni idea de por qué, pero me relamí los labios a la vez que solté el aire despacio por la nariz, acomodándome mejor en el asiento y echándole algo de peso a su cuerpo en el proceso.

    —¿Los mimos? —pregunté en voz baja, haciéndome un poco el tonto, y recosté la cabeza en la suya, revolviendo el celeste y el rojo—. Ni hemos llegado y ya estás pegadito a mí, no creo que deba esforzarme demasiado para cumplir la petición toda la noche.

    Alcé la mano para alcanzar su rostro, le acaricié la mejilla despacio y delineé su mandíbula antes de regresar a mi espacio como si nada. El tren seguía avanzando, la gente subía o bajaba y yo seguía allí, en las paredes de la cueva que había levantado sin siquiera darme cuenta. El fuego seguía bañando las paredes y las serpientes mostrando el camino, como llevaban haciendo varios días.

    —Ya casi llegamos, cloudy baby —murmuré y me tragué un poco la gracia—. No te vayas a dormir antes de tiempo.


    me preguntas qué pasó y yo solo diré

    violet city live
     
    • Adorable Adorable x 3
  11.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

    Piscis
    Miembro desde:
    1 Abril 2019
    Mensajes:
    7,707
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    Kohaku 3.png

    Si alguien viniera a decirme que podía ser el safe space de una persona probablemente me costara creerlo, pero tampoco me quejaría. Era parte de la liviandad con la cual tomaba y asumía muchas cosas, las aceptaba y punto. Quizá fuera difícil de describir, quizá podía considerarse vacío o tibio, pero eso tampoco me interesaba. Podía volar, volar y volar como podía aferrarme a la espalda de este niño y decirle, de frente y sin tapujos, que necesitaba su fuego. Y ya, todo estaba bien. Estaba bien y si me convertía en el espacio seguro de alguien por el mismo tipo de razones incomprensibles, esas que venían aparejadas en el paso del tiempo y los hilos interconectados, también iba a estarlo. Tampoco era ningún monstruo apático, me agradaba saber que las personas que quería sentían la confianza de resguardarse en mí. Me dejaban el espacio para seguir intentándolo.

    Quizás el aire no podía hacer mucho por los demás elementos, pero al menos era capaz de realzar o apaciguar sus características, las ajenas.

    Al final acordó conmigo sobre las complicaciones del campo donde trabajábamos y bueno, nada que agregar al respecto. Si no sabría yo de cabrones cobrándose lo que les saliera del culo, la verdad, así que me alegraba que no hubiera pasado a mayores. A veces era cuestión de una palabra errónea, una mirada, un mero paso en la dirección equivocada para cagarla como los grandes.

    Una risa animada se solapó encima de sus quejas luego de que casi aceptara en automático la cagada a patadas. No solía reírme así, la verdad, pero como prácticamente todo lo que hacía me nació y ya. Si acaso lo noté, ni de cerca me lo cuestioné. Me fui calmando en cuanto pidió piedad y asentí, murmurando un sonido afirmativo.

    —Muy bien, seré un Dios piadoso —bromeé, regresando a la calma usual—. Aunque, sabes, siempre puedo despertarte de formas más interesantes.

    Ah, seguía con lo cabronazo activado, ¿verdad?

    Ni siquiera planeaba ir a ningún lado con esa clase de comentarios, honestamente, sólo me divertía tener la confianza y soltura para picarlo un poco de vez en cuando. Solía hacerlo, al fin y al cabo. Con Anna, Emily, Altan, Haru. Cay Cay obviamente no se escaparía de la ecuación.

    Total que me acomodé en su hombro, repasé su mandíbula y pude ver que se relamía los labios y todo el rollo, pero no le concedí ninguna relevancia. Me echó algo de peso encima que recibí sin problema y esperé a que siguiera hablando, que sabía estaba desviando los tiros y si no abría la boca, pues no le quedaría más que continuar. Su cabeza se recostó en la mía y sonreí por reflejo, pestañeando con cierta pesadez. Lo tranquilo que estaba siquiera tenía nombre, la verdad.

    —¿Toda la noche? —repliqué, con una mezcla de inocencia y sorpresa bastante teatral, y solté el aire por la nariz casi en una risa suave—. No recordaba esa cláusula especificada en el contrato, Cay Cay, pero si tú quieres la agregamos sin problema~

    Éramos un par de auténticos imbéciles, prometiéndonos mimos y cuddles desde las cinco de la tarde, pero que alguien se fijara si me importaba. Su mano alcanzó mi rostro, al principio fue una caricia tan superficial que me provocó algo de cosquillas y acabé por desinflar los pulmones, cerrando los ojos. La disfruté sin más, desdibujando el mundo alrededor, las conversaciones ajenas y el traqueteo del tren, para concentrarme en la tibieza de su cuerpo junto al mío y las yemas de sus dedos perfilando mi mandíbula. El detalle me hizo un poquito, sólo un poquitito de gracia y sonreí con cierta chispa burlona. No dije nada, sin embargo.

    Por mí que tocara donde quisiera, ni idea.

    El viaje discurrió con una calma absurda, podría jurar que la luz del sol se colaba por el ventanal y me calentaba la espalda. Sentía su peso junto a mí, su mera existencia junto a mí, y cuando quise acordar volví a recibir su voz. Entreabrí los ojos, pestañeando, y me di cuenta que había perdido un poco la noción del tiempo. Erguí el cuello, lo miré primero y luego al vagón, acomodándome un poco mejor en mi lugar. No estaba en los planes, pero acabé desperezándome como un gato y para cuando iba acabando el tren se detuvo, anunciando la parada en Shinjuku. Le sonreí a Cayden, incorporándome, y me eché la guitarra a la espalda en lo que salíamos a la estación.

    Miré alrededor de pura manía y luego me giré para recibir al chico, con las manos enterradas en los bolsillos.

    —Bueno, la muy necesaria parada en el 7-Eleven y a casa, ¿verdad?

    A casa, decía, como si fuera la mía o algo.
     
    • Adorable Adorable x 3
  12.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

    Leo
    Miembro desde:
    27 Agosto 2011
    Mensajes:
    10,580
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    Cayden 3.png
    En el fondo pensé que no era algo a lo que uno le diera demasiada cabeza, ser o no el espacio seguro de alguien más, era algo que solo ocurría antes de que uno se diera cuenta. Venía con los lazos de sangre, con las amistades que se elegían y el tiempo que se compartía, así de forma inconsciente uno quería volver a los brazos de personas específicas apenas el mundo se desmoronaba. Los lazos buenos, esas telas de araña que nos atravesaban el pecho, estaban conectadas a las personas que más habíamos amado en nuestras vidas y a su vez servían para guiarnos a casa cuando no veíamos nada y solo nos quedaba escuchar.

    El vibrar de cuerdas en la oscuridad.

    Lo único que se me ocurrió de repente es cuántas veces, sin saberlo, quise correr de regreso a Ko y no pude hacerlo porque todos nos habíamos ido al traste o peor aún, la de veces que quise correr hacia las personas que sí tenía al alcance, hacia mi propia madre, y me había frenado a mí mismo. Era terrible, ciertamente, pero tampoco podía hacer mucho por ello ya. Solo me quedaba pensar que podía hacer las cosas diferente esta vez, como me había dicho Hikkun, confiar en que mi culo desligado podría saber buscar a las personas antes de que se fuesen o antes de que yo estallara como bomba nuclear.

    Igual la conversación siguió corriendo y al final Ko soltó la risa encima de mis quejas al ver que literal estuve por aceptar que me cagara a golpes, se rió con ganas y ya hasta a mí me hizo gracia, mantuve la compostura no sé ni cómo. Por demás, debía repetirlo, a este crío se le metía el diablo cuando le daba la gana y así bien pancho, en el puto tren, me soltó que podía despertarme de otras formas. Hombre, que bien podía referirse a cualquier mierda, pero el bebito de las nubes no era estúpido y sabía que se me iban a conectar los cables.

    —¿Hmh? ¿De verdad? —pregunté por la pura gracia, aprovechando que de milagro no había hecho combustión—. Qué bueno que tengas un abanico de opciones~ a lo mejor me hago el dormido, ya de plano.

    Uy, ¿y eso? Bueno, nada que hacerle, a veces se me volaba la pinza.

    Como fuese, nos quedamos allí apiñados como un par de gatos y seguimos con la tontería. Que señalara mi desliz con semejante pizca teatral en la reacción me hizo reír, fue una risa baja, me salió directo del pecho y luego tomé aire despacio. A ver, tampoco iba a pretender tapar el sol con un dedo, ya desde que el tonto me había pedido los mimos se me había ocurrido aprovechar el bug como un hijo de puta.

    Ups~ I just exposed myself —murmuré en respuesta, bastante tranquilo a pesar de todo—. Perdona, siempre estuvo allí, pero es que no te leí la letra chiquita.

    El viaje transcurrió con calma, el calor de su cuerpo me adormeció de tal manera que tuve que hacer un esfuerzo consciente para no caer redondo, de vez en cuando me enjuagaba los ojos, a ver si acaso me despertaba un poco, pero ni caso. Aún así logré la misión de no caer frito, de ahí que al menos lograra decirle a Kohaku que ya íbamos llegando y que pudiera desperezarse.

    Lo imité, me cubrí un bostezo con el dorso de la mano y lo seguí luego de reflejar la sonrisa que me dedicó. La estación, abarrotada como siempre, quedaba a un par de calles de nuestro primer destino, así que no había drama.

    Que el otro dijera que luego de la parada en el 7-Eleven nos íbamos a casa como si fuese la suya, me tiró encima una ilusión casi infantil que no pude contener, asentí con la cabeza un par de veces y eché a andar dejando la estación atrás, también el gentío y salir a las calles de Shinjuku por fin. Estiré los brazos para desperezarme ya estando afuera y me acomodé mejor la mochila en la espalda. Tarareé un rato en lo que caminábamos pues porque estaba de humor.

    —A ver, entonces era: Coca-cola sin cereza y/o vainilla, papitas de crema y cebolla, Skittles, nuggets de pollo, cepillo de dientes para el pobre desgraciado que me secuestré... —Enlisté con los dedos de la mano ya cuando íbamos entrando a la tienda—. Y gomitas porque se me acaban de antojar.

    Me paseé por los escaparates, tomé las papitas, un par de paquetes de los grandes pues porque luego dejaba a este niño sin nada, las gomitas que para la gracia tenían forma de pingüinos o algo así y me di la vuelta hasta los enfriadores para encajarme una botella de Coca-cola bajo el brazo, además de pescar el paquete de nuggets. El cepillo de dientes y cualquier otra cosa que se le antojara a Ko lo tendría que tomar él, que ya se me habían acabado las manos disponibles. Regresé sobre mis pasos al mostrador, dejé todo y me saqué la billetera para pagar una vez Ko tuviese lo demás que necesitara. Gracias debía dar que los Skittles estaban allí, así que agarré un par de paquetes para sumarlos a los demás.

    El chico que atendía ni preguntó, que ya de por sí era normal verme comprar porquerías cualquier día de la semana y a cualquier hora. En lo que pasaba las cosas por la registradora, las guardaba en las bolsas y tal, busqué a Ko con la vista, le sonreí y se me ocurrió la estupidez de turno.

    —Ahora tú vas a tocar la puerta en casa, solo por el factor sorpresa, así que prepárate.
     
    • Adorable Adorable x 3
  13.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

    Piscis
    Miembro desde:
    1 Abril 2019
    Mensajes:
    7,707
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    Kohaku 3.png

    Probablemente jamás me definiría a mí mismo como una persona dependiente, la verdad, con lo desapegado y volátil que tendía a ser en líneas generales. Eso no me convertía en un robot autosuficiente, claro, a mí ni a nadie. Quizá no me atara a las personas y genuinamente fuera capaz de disfrutar de la soledad, pero eso no significaba que ignorara el paquete de encantos que venía con mantenerse cerca de ciertas personas. Las que se hubieran colado entre las defensas, las que nos sostuvieran el espejo y lo mantuvieran limpio. Esas contra las cuales los sentimientos rebotaban, regresaban a nosotros y viceversa. Los colores chispeaban, el aire se tornaba ligero y la vida lucía, sonaba, olía un poquito más bonito.

    Lo pensé mientras estaba allí, acurrucado encima suyo como un jodido gato. Pensé que el paquete de encantos era demasiado bueno para volver a rechazarlo o que hacerlo me convertiría de plano en un genuino imbécil. Tenía que darme igual todo lo demás, concentrarme en eso. En que la vida lucía, sonaba y olía no un poco, sino mucho más bonita a su lado. Con su energía chispeante pero los episodios gloomy también, con su ligereza y cuán rápido se agobiaba del mundo. Con las canciones que murmuraba aquí y allá, el cabello de auténtico fuego y la mirada tibia. Cuando no me necesitara y cuando sí lo hiciera, cuando me buscara y cuando estuviera lejos, haciendo sus cosas. A todo momento, sin importar la distancia o las circunstancias.

    Quererlo.

    Quererlo siempre.

    Y que él lo supiera.

    Lo había molestado un poco, porque si no me ponía medio cabrón no le veía lo divertido, y en definitiva lo dejé correr pues ya me había valido bastante de su compostura. No pretendía seguir empujándolo hasta que se pusiera como tomate o algo, aunque debía admitir que iba mejorando en esto de redoblar las apuestas~ Solté una risa breve a modo de respuesta, a lo de la letra chica en el contrato también, y ya estaba un poco sleepy así que me quedé allí, aprovechándome de su calor y el traqueteo del tren para seguir relajándome al punto de lo ridículo. Hasta me dio una pereza horrible tener que moverme, bajar a la estación y todo eso, pero tampoco tenía demasiado sentido que se nos pasara la parada. Con esa estupidez pensé que, de haber esperado un rato más, podríamos habernos bajado en Chiyoda y Cay podría haber vuelto a pisar el templo. Seguro a mamá también le pondría contenta volver a verlo, la verdad. Siempre le había preocupado mucho que no tuviera amigos o me molestaran demasiado en la escuela, y la existencia de Cay, en su momento, de cierta forma la había tranquilizado un montón.

    La forma en que solté lo de ir a su casa me salió del alma, la verdad, no fue premeditado ni parecido, pero la ilusión que le echó encima me hizo pensar que no me arrepentiría ni borracho de haberlo dicho así. Me acoplé a su ritmo y salimos a Shinjuku, recorriendo las callejuelas hasta dar con el 7-Eleven. Cay volvió a tararear y, otra vez, lo dejé hacer en perfecto silencio. Podría insistir hasta el hartazgo, pero la calma que me brindaba verlo así de contento y relajado era inmensa.

    Eso de ser el desgraciado al que había secuestrado me arrancó una sonrisa, pero me limité a asentir e ingresar al local. Cay se lo conocía al dedillo, o al menos esa fue la sensación que me dio con lo rápido que se zambulló entre las góndolas. Yo eché un vistazo alrededor, saludando al empleado con un asentimiento, y me fui a la sección de higiene para conseguir un cepillo de dientes sencillito. No se me ocurría nada más de interés ahí, de modo que fui paseándome entre los estantes, golpeteando el mango del cepillo contra mi otra mano. Cay pasó por allá, abarrotado de cosas, y volví a sonreír. Ahora que lo pensaba, difícilmente me dejara pagar el porfiado este, así que mejor contribuía a su economía y me iba a la caja.

    Me reuní con él y dejé el cepillo entre el resto de cosas. Mientras el empleado pasaba las cosas, Cay me comentó su plan maestro y alcé las cejas, volviendo el rostro en su dirección. Lo estaba ayudando a guardar los paquetes y se me aflojó una risa breve, aunque la sonrisa se quedó allí. Bien pegada.

    —Puedo ofrecerle una biblia —sugerí, sumándome a la tontería sin dudar, y estiré el brazo para alcanzarle una caja de galletas al empleado y hundirlas en la bolsa—. O mejor, me uní a los boy scouts.

    Había dicho que no le vaciaría la billetera, pero bueno.

    En lo que Cay pagaba, me hice con dos de las bolsas y salí del local. A la pasada le eché un vistazo al escaparate de revistas por pura manía y luego le sonreí, esperándolo para empezar a caminar. Era de lo más loco cómo comenzaba a recordar con una claridad absurda. Dios, si me habría paseado por ese vecindario hacía dos años. No tenía nada de particular o especial, era una zona completamente estándar de Tokyo, pero cargaba los colores y emociones, el peso de los recuerdos. Como volver a transitar los lugares donde uno había sido feliz.

    La alegría, el anhelo, la nostalgia o vete a saber qué mierda que se me pegó en la sonrisa al divisar la casa de Cay debió ser de revista. La repasé una y otra vez a medida que nos acercábamos, casi como si no me lo creyera del todo, y en cuanto alcanzamos la reja volví a tierra para poner a trabajar el plan maestro. Tapé a Cay de bolsas, risueño, y lo atajé por los hombros para ocultarlo tras la columna y algunos arbustos. Le sonreí, guiñándole un ojo, y me hice con la caja de galletas. Dios, ahora de repente me haría actor y todo.

    Caminé hasta la puerta con calma, presioné el timbre una sola vez y aguardé, con la sonrisa cordial de toda la vida. Apenas alguien me recibió, incluso antes de chequear por completo que fuera la mamá de Cay, alcé la caja de galletas junto a mi rostro y me aventé el speech.

    —Buen día, soy del grupo de boy scouts de Tokyo y quería saber si estaría interesada en comprar unas galletas caseras. ¡Son de avena con chips de chocolate!

    holiwis, perdón la tardanza again but now im back on my soft and pure bullshit *rueda*
     
    • Adorable Adorable x 3
  14.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

    Leo
    Miembro desde:
    27 Agosto 2011
    Mensajes:
    10,580
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora

    So you memorized
    those unscripted lines,
    desperate for some kind of clue:
    when the scale tipped,
    when you inherited
    a fight that you were born to lose.
    .
    No, it’s not your fault,
    I put this heavy heart in you.
    .

    You are so much more than your father’s son.
    Cayden 3.png
    Al final del día incluso los desgraciados que rechazábamos la cercanía abiertamente teníamos momentos en que éramos gente normal por decir algo, instantes en los que aceptábamos gustosos la compañía, el contacto y todo lo que venía en el paquete. Quizás siguiéramos apreciando la soledad porque era cuando nos sentíamos más como nosotros mismos, pero no dejábamos de ser bichos de hábitos y, sobre todo, criaturas capaces de amar con todas las letras.

    Era lo que alimentaba el fuego, después de todo.

    El afecto empapaba recuerdos, los teñía de colores cargados de un montón de cosas que ni soñando podríamos ignorar. Le daba más intensidad a los rojos, suavizaba los azules, iluminaba más los verdes y amarillos, hasta que las imágenes almacenadas parecían genuinas pinturas. En el fondo quizás lo eran pinturas en vez de fotografías, nosotros las hacíamos con nuestros colores y los pinceles de otros.

    A veces ignorábamos los cuadros colgados en las paredes de nuestra mente a posta, todo para no mirar lo que habíamos perdido, porque dolía en diferentes niveles, pero había en la nostalgia, como en toda emoción, cierta belleza. Si uno sanaba lo suficiente podía mirar la galería, enfocarse en ciertas pinturas y apreciar su belleza incluso si todavía nos podían hacer llorar como críos. Algunos cuadros con los chacales y con Ko casi tenían ese poder, era por ello que no los miraba con frecuencia.

    En cualquier caso, ahora estaba ocupado pintando otro cuadro para la galería de mi mente y no había caso en ponerse a repasar otros, el que importaba era ese. De Ko volviendo a casa conmigo, echado a mi lado como un gato y transmitiéndome toda la maldita paz del mundo, una a la que podía acceder poquísimas veces. El cuadro estaba bañado de colores cálidos, con chispazos del amarillo algo más frío de la resina de los ojos de Ko y el celeste de algodón de azúcar de su cabello.

    Ya en el 7-Eleven me alegró que al menos el enano este tuviera bien entendido que para que lo dejara pagar posiblemente tuviese que matarme, así que solo lo vi acercarse a la caja con su cepillo de dientes y se subió al tren de mi estupidez con la facilidad de siempre. No iba a negar que tenía su gracia imaginar a Ko aparecerse en plan "Señora, ¿tiene usted un minuto para hablar de nuestro señor y salvador Jehová?", es que seguro me descojonaba al segundo al verle la cara a mi madre. Igual tuvo otra idea casi encima de esa y aflojé una risa al verlo agarrar las galletas.

    —Te falta uniforme de boy scout, pero yo digo que cuela —afirmé en lo que el dependiente me regresaba el cambio.

    Me zambullí la billetera de regreso en el bolsillo, tomé las bolsas que quedaban y seguí a Ko luego de reflejar su sonrisa. La cuadra de la tienda a casa la recorrimos con la misma calma y con todo conforme nos acercábamos sentí un chispazo de ansiedad repentino. Eran como esos nervios que se te metían cuando eras crío la noche antes de un viaje a la playa, que no te dejaban ni dormir de la emoción.

    Cuando quise darme cuenta Ko me había sepultado en bolsas al llegar a casa y me hizo ocultarme para montarse su numerito. A este paso al cabrón lo iba a sugerir para el club de teatro, es que había que verlo nada más, se subía a las idioteces en dos segundos y si te decía algo con esa cara de bebé te lo creías y todo. Como si te decía que la luna era de queso se lo comprabas.

    El sonido del timbre se perdió en el aire y en lo que alguien en casa reaccionaba un gato callejero salió de entre las plantas de hierba gatera, se acercó a donde estaba escondido y empezó a pasearse a mi alrededor. Le dediqué un par de caricias distraídas, porque para cuando escuchó una voz venir desde adentro echó a correr calle abajo.

    —¿Cayden? ¿Te dejaste las llaves en casa? —La voz venía del segundo piso, era de uno de mis tíos, había hablado en japonés.

    —Finn, te juro que lo vi tomarlas esta mañana. Además, ¿no oyes? Galletas —contestó mi madre en el piso de abajo, debía estar en la cocina o algo. Pronto sus pasos se escucharon.

    Me pareció ver la secuencia, debía haber tomado las llaves del mueble junto a la puerta y luego escarbar por la de la puerta principal, que siempre se le confundía con las demás de la casa. La cerradura giró, luego lo hizo también el pomo y mi madre abrió sin fijarse todavía en quién era por girar el rostro para ver que no se le fuesen a salir los gatos.

    —¿De qué dijiste qué eran las galletas? —preguntó y sólo después miró al frente, no tuve que verla para saber que se había quedado en blanco. Lo siguiente que dijo ya no lo filtró, le salió como un murmuro ahogado—. He brought you back.

    He brought you back.

    Cabello castaño o celeste, con dos años más encima o no, a mi madre no se le iba a perder esa cara ni aunque lo intentara. Esta mujer debía tener un archivo en la memoria solo para las personas que habían sido cercanas a mí, así las hubiera visto de refilón un par de veces nada más, y Ko que pasaba aquí metido... Bueno, debía tenerlo grabado con hierro caliente en la mente.

    Lo repasó con la vista como si fuese un genuino fantasma, una y otra y otra vez sus ojos azules le sacaron radiografía. De haberla visto habría jurado que le contó cada pelo sobre la cabeza, en las cejas y las pestañas, antes de detenerse en la resina de sus ojos y ponerse en la cara la sonrisa más dulce y nostálgica que le habría visto nadie en la vida.

    —Bienvenido a casa, cariño —dijo por fin, cuando logró conectar neuronas, y la suavidad en su voz me destrozó el corazón en el pecho—. Te estábamos esperando.

    Salí de donde estaba despacio y me planté unos pasos detrás de Ko. Mamá conectó su mirada conmigo, siguió despedazándome el corazón y tuve que hacer un esfuerzo titánico para no montarme el drama de turno y soltar a llorar. Tomé aire con cierta fuerza, de forma que encontré la manera para sonreírle desde mi posición y los ojos debieron chispearme de emoción contenida, al menos eso me dijo su mirada antes de regresar a Kohaku.

    —¿Le compras las galletas entonces? Pobrecillo, tiene que cubrir el mínimo hoy.

    La tontería la puso en marcha, vete a saber por qué, pero estiró la mano, tomó la caja para dejarla en la mesilla a la orilla de la puerta dentro de la casa y segundos después se le fue encima a Ko. Lo envolvió en un abrazo, lo apachurró y le acarició la espalda con un mimo ridículo, como si fuese su hijo también, antes de inhalar profundamente todavía sin soltarlo. El flequillo castaño de mamá se revolvió un poco en lo que ajustó el abrazo para no ir a ahogarlo ni nada y ya un rato después lo dejó ir, para prácticamente arrastrarlo dentro.

    —Pasa, pasa. No te nos vayas a poner tímido que nos ofendemos —dijo en lo que yo entraba también, cerrando la puerta tras de mí—. Cay, mi vida, deja eso en la cocina.

    —¿Y las galletas, Neve? —preguntó mi tío asomando la cabeza desde las escaleras. Era una copia de mamá prácticamente, cabello y ojos del mismo color, si acaso se notaba que era bastante más joven—. ¿Estoy alucinando o le pusieron la cara de Haku a otro crío? Tiene pelo de nube. That's kinda cute.

    Haku.

    Me había olvidado que a mis tíos les había dado por llamarlo así.

    —¡No le pondría la cara de Ko a nadie más! ¡¿Qué dices?! —espeté desde la cocina ya que me había adelantado para dejar las cosas sobre la mesa luego de haberme sacado los zapatos a la carrera—. He is cute indeed, but shut up.

    —Oye, pues no sé. ¿Lo secuestraste? Haku, parpadea una vez si estás aquí contra tu voluntad y te sacaré de las garras del monstruillo de fuego.

    —Finn, dale un respiro al pobre, luego ya ves cómo se pone —soltó mamá, que me había alcanzado en la cocina—. Kohaku, cielo, ¿quieres refresco? Tenemos... jugo de uva, que le gusta a Cay. ¿Prefieres algo de agua? ¿Café tal vez?

    —¿Cómo me pongo? —reclamé y solté un suspiro pesado—. Es increíble cómo me faltan el respeto en mi propia casa. En fin, Ko, ya recuerdas a mamá y al diablo de las escaleras que es uno de mis tíos, Finnian.


    es ilegal la clase de TOCHO que acabo de soltar y eso que le corté un montón de cosas sobre la marcha, pero sabía que me iba a salir así cuando tuviera que arrastar a Ko-chan inside (? sorry bc hasta para mí es mucho *c pega pero rueda en softness*

    Also no te preocupes por la demora uwu <3 diría mi mamá, hay más tiempo que vida (?
     
    • Adorable Adorable x 3
  15.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

    Piscis
    Miembro desde:
    1 Abril 2019
    Mensajes:
    7,707
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    Kohaku 3.png

    A veces me preguntaba si las pinturas que decoraban nuestros pasillos no serían similares a los trazos que mamá conseguía extraer de sus libros. Esa clase de fantasía, casi ilusoria, en la que acababan convertidos ciertos recuerdos condenados al tiempo. Maceraban, se asentaban, tornándose añejos. Mejorando o empeorando. Pero ningún recuerdo permanecía indemne, todos y cada uno eventualmente pasaban por el filtro del corazón. Con algunos era inmediato, un golpe de realidad y la pintura estallaba en todas direcciones, como esas obras contemporáneas donde lanzaban botes enteros encima del lienzo o rellenaban bombuchas para convertirlo en una suerte de juego. Era divertido, vibrante y azaroso. Cargaba consigo la espontaneidad de ese ataque de risa, ese atardecer o ese abrazo inesperado. Otros requerían de paciencia y esfuerzo, eran una especie de collage donde día a día, semana a semana, agregabas una pincelada nueva. Era cerrar los ojos y oír claramente el sonido de una risa, o sentir encima de la piel, encima de todo el cuerpo, esa sensación indescriptible que venía enlazada a lugares, momentos convertidos en rutina. Hábitos, personas y emociones que dábamos por sentado.

    Recordar, del latín re-cordis.

    Volver a pasar por el corazón.


    En las pinturas que guardaba había varias donde aparecía Cay, otras tantas de plano le pertenecían. Y había una belleza particular en la nostagia, en detenerse a admirar escenas distantes, esas que ya juntaban un poquito de polvo en los marcos, pero probablemente no se comparara nunca con el preciso momento de creación. Cuando armas el caballete, cuelgas el lienzo y eliges los colores. Cuando estás junto a esa persona, o frente a ese paisaje, o con ese libro entre manos, y está sonando esa canción y el pincel se mueve con vida propia. Al ritmo de aguas diferentes, de otras voces, pero que a cada pizca de pintura encuentras la forma de volverlos parte tuya.

    De pasarlos por tu corazón.

    Esa casa la había pintado ya decenas de veces, sus colores a diferentes horas del día y las voces que de ella podían emanar. El propio Cay, su mamá, los famosos tíos, los gatos. Quizá no hubiéramos sido amigos media vida, quizá no hubiera tantos collages, pero la cantidad de hojas, lienzos y paredes que había llenado de pintura me habían valido para acalambrarme las manos.

    Alcé la mirada por reflejo al oír la voz del segundo piso, así la puerta permaneciera cerrada. Luego vino otra de más cerca y me sonreí, con diversión contenida. No lo hacía muy seguido, casi nunca, de hecho, pero había algo especial en preparar sorpresas. Como cuando el cumpleañero está llegando, oyes sus pasos y tú estás ahí, a oscuras, escondido y apiñatado con todos los demás. Era una suerte de explosión, de emoción, de colores, y fue lo que sentí apenas Neve depositó su mirada sobre mí. Fue como si topara con un fantasma, la verdad, y me hizo la suficiente gracia para ampliarme la sonrisa. Me quedé allí, mientras me escaneaba de pies a cabeza, y pensé que no había cambiado nada en estos dos años.

    Seguía habiendo tanta gentileza en sus ojos.

    No era ningún experto en inglés, pero creí entender lo que le salió directo del pecho y asentí con calma. Su sonrisa me desarmó un poquito, lo suficiente para llegar a reflejarla, y volví a asentir junto a un murmullo afirmativo.

    —Es bueno estar de vuelta.

    Oí que Cay salía de su escondite, giré el rostro para repasar su rostro y luego regresé a Neve. Me dio por pensar, así de repente, que esa pintura acababa de pasar directo por mi corazón con una claridad aterradora. Permanecería allí, al centro de la exposición, todo el tiempo que le hiciera falta.

    Cay se las apañó para regresar a la tontería y miré a la mujer, poniendo cara de cachorro mojado. No hizo falta, ya habíamos regresado a las vías y luego de quitarme la caja de galletas se me vino encima. Me pilló un poquito desprevenido, pero no vi por dónde rechazarla y honestamente tampoco tuve la intención. Me apretujó con un cariño estúpido, envolví su espalda casi con movimientos tímidos y cerré los ojos. Sí, ese era el perfume de la mamá de Cay. Creía haberlo olvidado pero regresó a mí con la fuerza suficiente para estallar cientos de colores a los bordes de mi retina.

    Me dejé hacer sin quejas, con lo del abrazo y luego al arrastrarme dentro de la casa. La recorrí con la vista, simplemente recordando, y me distraje al dar con otra cara conocida. Uno de los tíos de Cay se había asomado por el hueco de las escaleras y su comentario me arrancó una risa directo del pecho. ¿Haku? Dios, también había olvidado eso. Encima eran los únicos que alguna vez me habían dicho así. No vi por dónde intervenir en la contienda, Cay respondió desde la cocina casi a los gritos y seguí con la sonrisa divertida pegada al rostro. Regresé mi atención a Neve y solté el aire por la nariz, encogiéndome de hombros.

    Bueno, si andaban discutiendo sobre cuán cute era, tampoco había sentido en intervenir, ¿verdad?

    Luego me pidieron que parpadeara una vez si estaba secuestrado y volví a reírme, abriendo la boca por primera vez.

    —¿Una vez? Pero eso no es justo, tío Finn~ Podría pestañear por error ¿y cómo sabrías entonces si tu sobrino me trajo aquí a la fuerza o no?

    Me estaban hablando de todas partes y, contrario a agobiarme, me di cuenta que había comenzado a sentir una alegría bastante similar a la que Cay había demostrado casi todo el día. Era pura, cristalina, casi infantil, y venía directamente asociada a todas las pinturas, todos los colores que estaban palpitando, brillando, reviviendo.

    —No, estoy bien, gracias —rechacé su oferta de beber algo y, pues, no sabía muy bien qué hacer, de modo que me quedé quietecito y aguardé a que Cay me los volviera a presentar, así no los hubiera olvidado ni de coña. Le sonreí a ambos, inclinando la cabeza—. Gracias por volver a recibirme en su casa.

    Luego recordé la amenaza sobre ponerme tímido, así que me quité los zapatos y avancé un par de pasos hasta encontrarme con Cay y Neve en la cocina.

    —Te ayudo a acomodar las cosas —ofrecí junto a una sonrisa tranquila, empezando a quitar la comida de las bolsas. Busqué los ojos de la mujer para sonreírle—. ¿Cómo has estado, Neve?


    nada que disculpar, estuvo precioso and i loved it <3 además estoy chillando por conocer a la familia de cay cay, pls

    también toy shorando cuz hace un tiempo vi Chihiro y me eché la peli entera pensando que Haku me daba muchas Kohaku vibes, y al final resultó que su verdadero nombre, el que Yubaba le había quitado, era kOHAKU y Finn le dijo HAKU y nada, qué hermoso todo
     
    • Adorable Adorable x 3
  16.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

    Leo
    Miembro desde:
    27 Agosto 2011
    Mensajes:
    10,580
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    Cayden 3.png
    El cuadro de esa tarde se quedaría en el caballete un buen rato, lo sabía, porque habría que crear capa sobre capa de pintura para lograr imprimirle siquiera la mitad de las emociones que me estaba transmitiendo y al final seguro acababa creando mejor una secuencia de cuadros, algo así como la película aquella de Van Gogh, con la pintura animada. No de semejante nivel, ni que fuera yo ningún genio de las artes plásticas. Me refería a algo de la misma naturaleza, capaz de erizarte la piel al recordarlo y que transmitía con su movimiento, como de arenas movedizas, las emociones contenidas en los colores y las siluetas.

    No lo iba a decir nunca posiblemente, que me moría de vergüenza de seguro, pero cuando mamá arrastró a Kohaku consigo y entré a la casa detrás de ellos pude jurar que adentro las luces brillaron con algo más de intensidad, que este chico solo con haber puesto un pie allí de nuevo había iluminado todo el espacio. La realización me pateó con tal fuerza que tuve que pasar de ella, que ya me estaba poniendo demasiado sentimental, y seguí a lo mío, respondiendo cosas aquí y allá.

    Se me ocurrió que podíamos llegar a abrumarlo entre todos, pero bastó haberlo visto corresponder el abrazo de mamá para saber que, bueno, Ko solo recibía el amor que había para él en esa casa sin demasiado problema. Porque sí, no era solo yo, mamá lo amaba como si fuese hijo suyo, mis tíos se portaban igual de confianzudos con él que conmigo y ya de plano hasta los gatos lo querían.

    Habíamos construido un hogar para él. ¿Cómo iba a ser diferente?

    En lo que estaba en la cocina escuché que Ko le respondía a mi tío, que soltó una risa que estuvo a nada de convertirse en una carcajada y luego solo se encogió de hombros, como si no le importase que su código para comunicar un secuestro fuese completamente inútil. Se lo pensó un rato, todavía sin bajar del piso de arriba y ya después encontró la estupidez de turno en su repertorio.

    —Fácil, lo tomaré como un secuestro. Pasa que el monstruillo me sobornó con... ¡Cay! ¡¿Era mentira lo de las galletas?! —soltó de repente porque gordo se nacía, suponía—. Dios, no juguen así con el estómago de las personas.

    —¿Te tenían amarrado o cómo está el asunto? Están en el mueble cerca de la puerta —respondí sin más.

    La neurona que tenía tío Finn en la cabeza se enfocó en bajar para alcanzar la caja de galletas y mamá, ya en la cocina, apoyó las caderas en la encimera cuando Ko nos alcanzó allí. Volvió a sonreírle con todo el cariño del mundo, negó suavemente con la cabeza, como diciéndole que no tenía nada que agradecerle, y me miró con el rabillo del ojo antes de volver la atención a él.

    —Me alegra mucho verte, pero al menos me hubiesen avisado para preparar algo rico de cenar o qué sé yo, poner a Finn a picar verduras en su día libre. Tocaba recalentado del almuerzo.

    —Ah, gracias —dije cuando Ko se acercó para ayudarme con las cosas. Aproveché para sacar los nuggets y alzarlos a la altura de mi rostro—. Ko-chan me pidió nuggets, estamos bien. ¿Había papas congeladas todavía?

    Behold! The biscuits! —Se escuchó desde el pasillo.

    Ni un crío de tres se emocionaba así por unas galletas, pero bueno.

    Mi madre asintió con la cabeza a mi pregunta de las papas todavía con la sonrisa pegada en la cara y en lo que metía la caja al congelador, además de la botella de Coca-cola en la nevera, escuché pasos en la cocina y el ruido de la caja de galletas al abrirse y toda la cuestión. Mamá estiró la mano en dirección a Finn para que le alcanzara una, cosa que el otro hizo y le dio un mordisco antes de responder la pregunta de Ko.

    —He estado bien, cariño, trabajando para mantener a este par de glotones como es usual. —Mentira no era, comíamos como descosidos, era un poco un desastre que Finn viniese a pasar el día en casa por eso mismo—. ¿Y tú? ¿Ya estás bien? Cay me dijo que estuviste algo enfermo unos días.

    La casa solo tenía ese nivel de vida cuando habían visitas, para qué íbamos a mentirle a nadie, era como si al final del día mi círculo familiar inmediato estuviera alimentado o fuese movido por esa necesidad de acoger, de amar a secas o quién sabe qué. Mamá adoraba saber que había personas que llegaban a pasar el rato conmigo, ni se molestaba en atiborrarlos de comida y atenciones; mis tíos se lo pasaban bomba teniendo más gente con la que conversar y hacer el imbécil. Y yo, bueno, era el más simple de todos, me quedaba feliz de la vida al saber que me elegían.

    Finn dejó las galletas en la mesa después de haberse zampado dos en cinco segundos y se acercó a Ko para revolverle el pelo como si fuese un mocoso de trece todavía. Este no tenía la pinta, pero era todo lo paternal que no era mi propio padre, así que le encajó la mano a un costado de la cabeza, lo empujó un poquito en su dirección y le dejó un beso en la coronilla, regresándole su espacio de inmediato.

    —Nos hacías falta, Haku, sobre todo al enano.

    —¿Era necesario exponerme de esa manera? —Me quejé y sentí que algo de sangre me subió al rostro—. Bueno, ahora que revelamos mis secretos más profundos y eso, veremos una peli y Ko se quedará a dormir, just for the record.

    Entre toda la tontería no me di cuenta que uno de los gatos se había aparecido de quien sabe dónde hasta que lo sentí restregarse en mis piernas, de forma que bajé la vista, solo para topar con la bola de pelos negra. Me echó encima un maullido digno de gatito de seis meses, con el ronroneo colado, así que la levanté del suelo y la apretujé. Noté que se le quedó mirando a Kohaku y me hizo algo de gracia.

    Si el pobre diablo tenía público y todo.


    toda esta gente es tan soft que estoy shorando en el piso

    ALSO cuando se me ocurrió lo de Haku (tan de repente como lo de Cloudy baby ups, im the nickname mASTER), no sé por qué me fui a buscar al Haku de Chihiro en la wiki y LEÍ ESA WEA QUE NO ME ACORDABA QUE SU NOMBRE ERA KOHAKU and i screamed. Lo aventé con más ganas todavía luego de eso, im a simple man
     
    • Adorable Adorable x 3
  17.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

    Piscis
    Miembro desde:
    1 Abril 2019
    Mensajes:
    7,707
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    Kohaku 3.png

    Igual y era un desagradecido, un malcriado a secas, que se andaba hundiendo en sus miserias cuando aún tenía una familia amorosa esperándolo en casa todos los días, cuando se había dado el lujo de darle la espalda a otra. Un refugio surgido de la mismísima nada, de los hilos entrecruzados de la telaraña, los estallidos de colores y el calor de un incendio. Una casa tipo, hundida en los suburbios de Shinjuku, llena de gatos y extranjeros confianzudos. Me habían caído del cielo, me habían aceptado como si toda la vida hubiera existido allí y luego me aparté, así como me aparté de mi verdadera familia, por la misma razón.

    Siempre se me atravesaba el dolor en medio.

    La dinámica de los Dunn sólo siguió fluyendo en mi presencia y no era como si no estuviera allí, lo sabía. Lo sentía. Quizá no me prestaran toda la atención del mundo pero, más que indiferencia, se correspondía a la naturalidad que significa aceptar a alguien en tu espacio y ya. Como si no estuviera allí, porque de hecho siempre lo había estado. Escuché los intercambios cruzados, la respuesta de Neve y solté una risa en voz baja ante la aparición espontánea de Finn. La mujer le robó una galleta y le brindé mi atención en lo que respondía a mi pregunta. Asentí.

    —Sí, por suerte —murmuré, apenas apoyando la yema de los dedos en la encimera; de a poco fui relajando la mano—. Me pillé algo que me tuvo medio muerto casi una semana, pero ya ando bien.

    Todo lo demás era innecesario, realmente, y de plano iba a obviarlo. De soslayo noté que Finn dejaba las galletas en la mesa y se acercaba a nuestra posición, aunque su agarre me pilló un poco desprevenido. Me dejé hacer, sin embargo, soltando otra risa floja y cerrando los ojos. Me arrastró, me dejó un beso en la cabeza y todo el teatro, y cuando me soltó me sentí ligeramente fuera de eje. No me molestaba, de cualquier forma, pasaba que no estaba muy acostumbrado. Mi familia era cariñosa pero acorde a los estándares japoneses, además de que papá era el único hombre de la casa y, bueno, precisamente él era bastante serio y formal.

    De la forma que fuera me costaba un poco seguirles el ritmo, de modo que seguí haciendo de espectador y apenas soltó la tontería de que les había hecho falta parpadeé. Reaccioné con delay, digamos, la calidez tardó un par de segundos en llenarme el pecho y alcanzarme la sonrisa. A ver, tampoco podían pedirle milagros a mi culo japonés. Sus palabras quedaron rebotando en mi mente y me giré despacio hacia Cay en cuanto lo oí hablar. Era una tontería, pero incluso antes de verlo me di cuenta que se había sonrojado. Repasé sus facciones, sin burla o malicia impresa en el rostro, y le dediqué una sonrisa a ojos cerrados.

    —Espero que no les moleste —agregué a su información del organigrama, ya con un poquito más de confianza, y les mostré lo que había conseguido del 7-Eleven—. Me compré un cepillo y todo, voy muy en serio con esto.

    De reojo noté que Cayden se agachaba y volví el rostro en su dirección, topando con uno de los gatos. Bajé el brazo donde tenía el glorioso cepillo y me agaché hasta quedar a la altura del animal, ladeando la cabeza al sonreírle.

    —Hola, Nyx —murmuré, rascándole entre las orejitas—. ¿Cuidaste de Cay Cay como te pedí?

    No que lo hubiera hecho, pero por molestarlo un poco colaba. Tampoco iría a decirlo a viva voz, pero ¿a que se veía bonito y todo sonrojado?
     
    • Adorable Adorable x 3
  18.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

    Leo
    Miembro desde:
    27 Agosto 2011
    Mensajes:
    10,580
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    Cayden 3.png
    No había demasiado que analizar, el afecto que mi familia le tenía a Kohaku era inmenso y era de la misma naturaleza que el que yo le guardaba. Estábamos allí para quererlo, ofrecerle un hogar al que pudiese volver cuando le diese la gana, el día y a la hora que fuese. Había comida caliente, cobijo y le hacíamos espacio en mi habitación para que viviera a sus anchas incluso.

    Semejante capacidad no venía de la sangre Dunn que tenía en las venas ni en joda, sino de los Keane, de mi madre y sus hermanos. Eran ellos los que me habían enseñado cómo se supone que uno quería a la gente y a cuidar, en la medida de lo posible, de cada persona que se hiciera un hueco en nuestros corazones. Por eso en estas circunstancias todos sólo seguíamos fluyendo, porque ya Ko era parte de nuestro paisaje, de nuestra dinámica y así sería siempre. La cosa era muy sencilla, quisiera o no, era una pieza de la casa, de mi hogar y precisamente por eso, como había dicho Finn, lo había extrañado un huevo y medio. Nunca lo dije, pero se me debió notar en la cara y en todo el cuerpo en su momento, porque podía ser excesivamente transparente.

    Cuando Kohaku le respondió a mi madre, esta relajó los gestos aún más y quizás algo de tensión del cuerpo. Era claro que el niño ya estaba bien de salud, pero la confirmación directa de él pareció dejarla bastante más tranquila.

    —Si te enfermas otra vez escríbele a Cay y te lo envío con moño para que te cuide, ¿oyes? —soltó así, bien pancha, y yo no reaccioné demasiado porque pedazo de fatality se estaban clavando estos dos a mi costa.

    Igual a mamá no le había contado el resto del asunto, lo de Chiasa quería decir, porque ya bastante había tenido como mi breakdown como para soltarle lo de Ko así de la nada. Se lo diría después, cuando ya él hubiese regresado a su casa y tal, porque obviamente tenía que saberlo. De todas formas mamá estaba acostumbrada a mí, así que preguntaba de forma superficial y solo si algo parecía demasiado fuera de lugar insistía, cosa que no iba a pasar ahora.

    Noté la reacción como con delay de Ko a lo que había dicho mi tío de que nos había hecho falta, como que le costó conectar unos segundos y cuando lo hizo giró el rostro hacia mí. Su sonrisa estuvo a nada de enviarme más sangre al rostro, cosa que no pasó de puro milagro y liberé el aire contenido despacio, sintiendo como que me habían agarrado con las manos en la masa mientras le robaba comida de la encimera a mi madre cuando tenía ocho años o escondía el jarrón roto de la sala o quién sabe qué.

    Finn soltó una risa por la nariz al ver el cepillo de dientes, bueno fue eso y mi reacción, porque tenía un don para ser un cabrón. Volvió a tomar las galletas y siguió comiendo.

    —En esta casa no conocen la palabra molestia para los invitados —respondió después—. Por Neve y Cay como si dejas el cepillo en el baño con los suyos~

    Mamá se hizo la tonta nada más, que de por sí Finnian debía haber sido bocazas toda su vida y se limitó a despegar el cuerpo de la encimera para acercarse a su hermano, dándole un par de empujones.

    —Andando, esa serie que pusiste no se va a mirar sola. ¿La pausaste?

    Shit —masculló el otro antes de desaparecer hacia el piso de arriba con el paquete de galletas—. ¡Estás en tu casa, Haku, ponte cómodo y eso!

    Mi madre soltó el aire por la nariz, negando suavemente con la cabeza, y se dispuso a seguirlo luego de recoger su móvil que había dejado en uno de los muebles cerca de la escalera.

    —Kohaku, cielo, para más tarde hay una pasta de dientes nueva en el botiquín del baño, por si no quisieras usar la que ya está comenzada por nosotros —dijo antes de comenzar a subir—. Hay mantas limpias en el clóset de Cay y bueno, imagino que te prestará ropa. Debes hacer más o menos la misma talla todavía de por sí.

    Y dale con los ojos biónicos.

    Total que ya Ko había volcado la atención en Nyx, la estampa fue de lo más adorable si debía ser honesto y noté que la bola de pelos se ponía a ronronear al segundo en que la acariciaba entre las orejas, cerró los ojitos y todo antes de echarle encima el mismo tipo de maullido que a mí.

    La tontería de Ko con la pregunta a la gata consiguió ahora sí enviarme algo más de sangre al rostro contra cualquier voluntad que tuviese y solté el aire por la nariz con cierta fuerza.

    —Dice que sí —añadí casi en un murmuro, pues porque ya ni podía luchar contra ello o no me interesaba—. Claro, si cuidarme significa dormir veinte horas, comer cinco veces al día y correr por la casa a las tres de la mañana.

    Ya con la gata en brazos la acerqué un poquito más al rostro de Ko, cosa que la aprovechada tomó como permiso para estirar el cuello y frotarse contra su mejilla como si nada. Se me aflojó una risa media tonta y la regresé al suelo después de eso, encontré los ojos de Ko luego, con todo y el bochorno que todavía tenía en la cara.

    —Pues listo el ritual de reincorporación, cloudy baby —comenté con cierta diversión en la voz en lo que deshacía el nudo de la corbata del uniforme—. Podemos ir subiendo si quieres y nos llevábamos algunas cosas de las que compramos. De paso te busco ropa por si te quieres cambiar.
     
    • Adorable Adorable x 3
  19.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

    Piscis
    Miembro desde:
    1 Abril 2019
    Mensajes:
    7,707
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    Kohaku 3.png

    Era absurdo el amor que siempre giraba a mi alrededor. Mi familia, Rei, Anna, Morgan, Cay, su mamá y tíos, incluso personas que recién iba conociendo como Emily y otras un poquito deshonestas, como Haru. Permanecía en constante movimiento, rebotando de un cuerpo a otro, con tanto frenesí e insistencia que inevitablemente, tarde o temprano, me alcanzaba. Creía que todos eran capaces de aportarle un granito de arena en cuanto atravesaba sus cuerpos, como un chispazo de energía extra para que el relámpago jamás se extinguiera. Lo creía, lo veía, pero de mí rara vez lo sentía.

    Si es que lo había hecho alguna vez en absoluto.

    El amor me rodeaba. Giraba, giraba y giraba a mi alrededor, se disfrazaba de sonrisas, abrazos y paquetes de galletas. Era hilos plateados danzando al viento, era echarse sobre el mismo césped, bajo el mismo cielo de otras personas. Sin importar la estación o el momento del día, era un montón de voces y colores que uno se pintaba en el corazón. Era inmenso.

    Y sólo podía agradecer.

    No había hecho literalmente nada especial para que esta gente me tratara como si fuera de la familia, pero lo habían hecho siempre y yo, puro aire, lo acepté sin más. Tuve que reírme al oír a Neve asegurándome que la próxima me enviaba a Cay para cuidarme con moño y todo, porque mira, no le metería la presión encima al pobre niño pero de que me gustaría, me gustaría. No hice la bola de nieve más grande, en especial para no fundirle la neurona al chico, y me limité a asentir.

    Neve y Finn no tardaron en desaparecer, me habían dicho que podía usar una pasta de dientes nueva pero sacudí la cabeza y les agradecí pese a todo. No era para nada necesario, realmente, aunque agradecía la intención. La voz de Finn me siguió alcanzando desde las escaleras y solté otra risa animada, ya relajando el cuerpo al sabernos solos. Dios, la energía que tenían era todo un caso.

    Me aboqué a Nyx, entonces, la gatita empezó a ronronear al segundo cero y me plantó una sonrisa de pura ternura en el rostro. Estaba un poco más gorda de como la recordaba, me daba la sensación, pero los gatos tenían esta bendición celestial de ser aún más lindos con el par de kilos encima, así que ni modo. Solté la tontería con la cara de ángel de toda la vida y no alcé a ver a Cay. Imaginé que se habría sonrojado y, la verdad, con oír su respuesta era más que suficiente. Mantuve mis ojos puestos en Nyx, en su pelaje negro y su mirada tan expresiva, lo a gusto que parecía en brazos de Cay Cay, y al retirar el dedo murmuré un sonido afirmativo, tranquilo.

    Dice que sí.

    Gracias.

    Su otro comentario me aflojó una risa suave, que se prolongó al cerrar los ojos y sentir a la gatita refregándose en mi mejilla. La dejé hacer hasta que Cay la regresó al suelo y por fin me erguí, tomando aire despacio. Topé con su ámbar, aún algo avergonzado, pero con la voluntad suficiente para sostenerme la mirada y le sonreí. No estaba muy charlatán, la verdad, pero eso no significaba nada; lo tranquilo que me sentía allí, en casa de Cay, era prácticamente ridículo.

    Podría quedarme la vida entera.

    —¡Las papitas! —elegí de inmediato, con una chispa de emoción renovada, y en lo que él se aflojaba la corbata me fui de cabeza a buscarlas.

    Me giré hacia él, casi orgulloso de tenerlas en mano, y salí de la cocina para empezar a subir las escaleras. Que me acordaba dónde quedaba su habitación, eso era obvio, y que no necesitaba mucho para recuperar las confianzas, pues también.

    —¿Hiciste renovaciones, Cay Cay? —encuesté ciertamente divertido, y busqué verlo de soslayo al recordar algo—. Ah, sí me gustaría cambiarme, así que quedo en tus manos~
     
    • Adorable Adorable x 3
  20.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

    Leo
    Miembro desde:
    27 Agosto 2011
    Mensajes:
    10,580
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    King and lionheart, that's it, that's the tweet
    Cayden 3.png
    Quizás en ciertos puntos todos invisibilizábamos una parte del amor que teníamos la fortuna de recibir, como bestias ciegas que se arrancaron los ojos ellas mismas, al menos yo sabía que podía hacerlo y no me enorgullecía de ello cuando lo pensaba. La validación que vivía buscando podía tomarse como una manifestación del más puro egoísmo, digna de un completo malagradecido, pero todos teníamos nuestra propia sed y sombras. En mi búsqueda, como en toda mierda que hacía, habían dos lados de una misma cosa, uno podía considerarse más noble y el otro estaba completamente echado a perder.

    De la manera que fuese, al menos cuando estaba en casa estaba más tranquilo que nunca y el ruido se silenciaba porque allí había una cueva para mí. Esa no la había construido yo, la había levantado mi madre posiblemente desde el segundo que me tuvo en brazos siendo una pulga o incluso antes. Sabía que no era toda la gente la que tenía la dicha de volver a una casa y saberse amado, lo tenía muy claro, y por ello lo mínimo que podía hacer era no olvidarlo entre estas paredes.

    Con los hilos que me atravesaban el pecho.

    Entre toda la tontería de mi madre de enviarme con moño con Ko, digamos que el silencio otorgaba, es más este crío me decía que se había enfermado otra vez y me tiraba del balcón de arriba para echar a correr al santuario como un puto loco. Era esa clase de persona y no se me ocurriría nunca en la vida, quizás no hasta verlo, pero la forma en que me entregaba y deseaba cuidar de los otros era muy similar a la de la albina, la que también tenía resina en los ojos y me había mandado a saltarme la escuela cuando andaba muerto en vida.

    En conclusión, que era imbécil, pero en esa entrega estaba la única fuerza con la que contaba.

    Me seguí comiendo la escena de Ko con Nyx en primera fila y pues que ya de plano me tuvieran piedad, que la ternura que me estaban provocando no era ni normal, quería apretujarlos a los dos. Ya cuando la bajé la condenada me dio vueltas alrededor de las piernas varias veces antes de desaparecer en dirección al salón.

    Me distrajo la reacción de Kohaku al elegir las papitas y verle esa emoción me sacó una risa directo del pecho, hasta lo vi irse de cabeza a buscarlas y los gestos se me suavizaron al punto de lo estúpido.

    —Como quieras, enano —solté un poco al aire, todavía sin alzar demasiado la voz—. Uy, no te lo dije, ¿cierto? Serás el rey de la casa hoy~ A cloudy king for sure.

    Antes de seguirlo pesqué uno de los paquetes de Skittles, además de las gomitas que había echado a último momento y entonces sí fui tras él para subir las escaleras.

    —¿Renovaciones? —cuestioné y traté de hacer memoria, negué con la cabeza antes de aflojar la lengua sin pensar mucho—. Tengo una pared de fotos ahora, imaginarás que un setenta por ciento son fotos de gatos. Mi padre me envió una cámara digital a principios de año por mi cumpleaños y tal. Por demás... En esta casa no corre el tiempo, somos bichos de hábitos, nos cambias de lugar un cuadro y nos dieron tres venazos seguidos.

    ¿Que quedaba en mis manos? Qué peligro, oye.

    Le dediqué una sonrisa tranquila y caminé hasta mi habitación, la puerta estaba a medio abrir, así que solo la empujé para que entráramos. En la cama, sobre la almohada, estaba el gato gris durmiendo su jodido quinto sueño posiblemente. Abrió los ojos con cierta pereza al notar nuestra presencia, pero ya después se bajó de la cama y se acercó a restregarse contra las piernas de Ko.

    Por otro lado, bueno, era un poco un obseso del orden de los espacios. La cama bien tendida (ignoremos la almohada aplastada por Cinis), las cosas del escritorio bien acomodadas y nada fuera del clóset. La cama estaba junto a la ventana, porque ya dicho estaba, me gustaba llevar sol y mi habitación siempre se comía todo el atardecer. La pared a la que daba la cabecera era la que se había convertido en la pared de fotos, que sí que había un montón de mis gatos o los que llegaban al jardín, pero también habían algunas otras de los atardeceres o algunos parques del corazón de Tokyo.

    —Ponte cómodo, Ko. ¡Y no te acabes las papitas! —dije en lo que dejaba lo que traía en las manos para ponerme a escarbar en la ropa del clóset.

    A ver, ¿qué le servía a Mr. I'm Cold? Acabé por sacar una camiseta blanca, de estas de toda la vida, unos pantaloncillos y por si la criatura de verdad pasaba frío con todo hasta con el combo de cuddles escarbé por una hoodie, para la gracia era de un tono medio apagado de azul que tiraba más al celeste. Cerré el armario, me giré y me senté al borde de la cama antes de estirar las cosas en su dirección.

    Me lo pensé una eternidad, de hecho abrí la boca y la volví a cerrar una vez, hasta que finalmente puse en orden lo que quería decir. No sé, no quería que se me quedara atorado en el pecho.

    —Gracias por venir, de verdad.
     
    • Adorable Adorable x 3
Cargando...
Cargando...
Similar Threads - Propiedad
  1. Gigi Blanche
    Respuestas:
    64
    Vistas:
    1,758
  2. Gigi Blanche
    Respuestas:
    68
    Vistas:
    2,543
  3. Amane
    Respuestas:
    50
    Vistas:
    1,277

Comparte esta página

  1. This site uses cookies to help personalise content, tailor your experience and to keep you logged in if you register.
    By continuing to use this site, you are consenting to our use of cookies.
    Descartar aviso