Prólogo 1984, los años ochenta fueron considerados el boom de la moda y las pelis de ciencia ficción, en esta época, la corrupción era el tema más común para hablar después de los episodios de Miami Vice, Los Ángeles era considerado el paraíso de la costa oeste de Estados Unidos antes de la Guerra de Pandillas de los 90, conocido como la Gran Naranja, es una ciudad bastante amplia como la diversidad cultural impresionante que perdura hasta nuestros días, gente de todos los rincones del mundo hacen vida aquí. En esta ciudad viven tres amigos cercanos, Alexei, un ex-agente de la KGB, que vendría siendo una suerte de FBI ruso, Nicolás, un mexicano inmigrante y agente del Servicio Secreto y por último a Vicente, venezolano de nacimiento y miembro de las SWAT de la poli de Los Ángeles, este trío de pendejos gastan su tiempo libre en actividades puramente masculinas, beber, apostar, beber, apostar más y beber más, cazadores de aventuras y otras tonterías, esta vez, sus aventuras involucran un peligro a escalas internacionales. —Joder, espero que no sea cierto eso de una bomba electromagnética —exclamó Vicente asustado— —Una bomba electromagnética sería desastrosa, cortaría las telecomunicaciones y la electricidad, si estalla, somos vulnerables, no a la radiación, si no que pueden invadir sin que nos demos cuenta —explicó Alexei acrecentando el miedo de Vicente— —Tenemos que detener el desastre, desde el principio —propuso Nicolás con enojo— —¿¡Estás loco!?, ¡Esa maldita bomba se está probando en Siberia! —suspiró Alexei, él sabía del problema— —Bien par de maricas, tenemos que preparanos, si queremos patearle el culo a esos rusos —bufó Vicente indignando a Alex— —¡Hey! —exclamó el soviético ofendido— —¿Cual es tu plan? —preguntó el mexicano— —Esos británicos, el MI6, podrían ayudarnos, sólo tenemos que presentarnos como espías nuevos, y ¡bam!, Alex, tu solías ser de la KBG, así que sabes como es todo —Vicente respondió— —No aseguro nada, el MI6 tiene tácticas y entrenamientos muy diferentes a los de la KGB —aclaró Alex— Por este último comentario del ruso, los ánimos de Vicente y Nico se apagaron tan rápido como se habían encendido...
