Mis piernas se movían a una velocidad que no había alcanzado antes, evitando todo tipo de obstáculos ya sean ramas o rocas que sobresalían de la firme tierra. Los altos árboles se encontraban a punto de quedar desnudos; sus últimas vestimentas caian delicadamente sobre mí, con un susurro eco de mi resentimiento e intentando ser un consuelo para mi alma. Cerré los ojos para limpiar mi vista de las lágrimas que salían sin detenerse, lo que ocasionó mi pérdida de visión y de esta forma ignorando aquélla raíz que sobresalía. Mí rostro hizo contacto con el suelo, pero en vez de levantarme y apreciar la herida, permanecí ahi tirado, el dolor de mi rostro era un reflejo de lo que sentía. Todo era mi culpa, si hubiera decidido venir con ella, nada de esto estaría pasando. Si tan solo no hubiera decidido ir al museo, si tan solo... Mis gritos de agonía se escuchaban por el bosque y mis lágrimas no dejaban de salir, me había contenido bastante, sin embargo, seguía siendo un niño, que había perdido a su primer amor por su culpa, por no cuidarla y dejarla ir sola a su refugio aunque este era peligroso. Todo había sucedido tan rápido, un día normal como cualquier otro y con un descenlace trágico, al inicio no quería creerlo pero con él paso del tiempo, las evidencias me forzaban a esta realidad. Este suceso me hizo enfrentar la realidad de mis propios sentimientos y peor aún, comprender que ella jamás escucharía mis palabras y sabría que mis latidos eran para ella.