PRÍNCIPE DE LLAVERO

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por Thithalia, 28 Agosto 2012.

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    Thithalia

    Thithalia Usuario común

    Aries
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    PRÍNCIPE DE LLAVERO
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    Romance/Amor
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    PRÍNCIPE DE LLAVERO




    No podía dormir, estaba harto ¡Harto! Cuando se enlisto como príncipe azul solo pensó en las bellas mujeres que estarían a su alrededor, las dulces y tiernas, desamparadas princesas. Dragones y bestias sanguinarias a enfrentar. Y como olvidar que aquella a quien salvases seria la princesa rosa, su princesa ¡Pero no! Trecientos sesenta misiones de rescates de princesas y las muy insólitas se iban con otro, con el que tenia poder y dinero.


    ‘Sefirius’ era un programa de rescate, fundado hace setecientos años por Sirius Canterville un príncipe honrado, fiel, valiente y fuerte; quien rescató a una princesa de las fauces de un dragón negro. La princesa se enamoro de él y él de ella. Aunque la princesa Serena Wilos era ruda de personalidad pero delicada figura el príncipe la amó de todo corazón. Juntos crearon la organización ‘Sefirius’ encargada de proteger y rescatar princesas, en un momento siempre fue amor verdadero, pero pronto las princesas se corrompieron y solo buscaban el dinero y poder. Muchas contrataban brujas para que las encarcelaran o hacían tratos con domadores de dragones.


    Cuando un príncipe encuentra su princesa deja la organización como ‘Príncipe’ y se convierte en ‘Caballero’, no hay mucha diferencia, un caballero sigue protegiendo y peleando por otros, no solo por una princesa. Porque un principe se vuelve más fuerte cuando encuentra amor. Actualmente solo existen pocos príncipes reales. Los ‘príncipes’ o rescatistas de princesas son muchos en todo el mundo pero príncipes de dinero y poder pocos para tantas princesas vanidosas. No hay que dejarse engañar.


    La noche fuera de la fortaleza era tranquila, silenciosa, aun asi no se lograba tranquilizar. Dejó de mirar por el gran ventanal y se dirigió al final del pasillo oeste del décimo piso del palacio. Allí se hallaba un espejo de marcos de oro y letras extrañas.


    Se sentó en el suelo con las piernas cruzadas con la posición de indio. Miró fijamente el reflejo y luego a las extrañas letras las que se movieron cambiando su apariencia y lugar. Abrió los ojos más de lo normal y se restregó el puño con los ojos, volvió a ver las letras en otro orden y leyó en voz alta: “Si la historia quieres terminar, una princesa tienes que encontrar”


    De repente volvieron a su forma original, el príncipe se levantó y toco las letras con su mano derecha, sintió como alguien lo empujaba y luego una risa maniática infantil; pensando se golpearía con el espejo pero ese suave nunca llegó, es más atravesó el espejo sin dejar rastros.


    Se sentía asfixiado, aplastado y en movimiento. Trató de ver a su alrededor pero no podía moverse ¡Ninguna parte de su cuerpo lo hacia! Intento pensar ¿Qué había pasado? Oh, si. El espejo, un empujón y esto –aunque no estaba seguro que era exactamente “Esto”. De repente el movimiento paro y escucho griteríos de mujeres, se preocupo, ese maldito carácter principesco al que pensaba renunciar volvió; luego se escucharon risas y se dejo de preocupar, se reprendió por comportarse como príncipe.



    —¡Mamá voy a comer en mi cuarto! ¡Encontré un nuevo libro! —escuchó el príncipe. Una voz sedosa, placida y un tanto aniñada.

    —¡Muy bien querida! ¡No te quedes hasta tarde, papá y yo saldremos a comer! —Otra voz, una mujer de voz Suave pero severa, que le recordaba a su viejo profesor.



    Una muchacha de cabellos marrones y ojos amarillos como la miel contra un bombillo muy brillante; de piel clara como la nieve y cremosa como un dulce, unas pequitas se esparcían, cual rastro de huellas de un cachorro; su baja estatura la hacia muy tierna a la vista, media 1.50cm, como una niña de primaria, mas esta joven poseía diecisiete años de edad.


    Tiró su maleta del instituto a la cama. Fue a su closet y saco su pijama: Un short blanco con dibujo de ositos montando en una pelota, con un gorrito de cono; una camisa un tanto más grande que ella misma, perteneciente a un viejo amigo del club de basketball, la camisa era de color rojo metálico y brillante, sin mangas y letras blancas perladas, tenía marcado el numero siete y el apellido en la espalda ‘Sottler’. Se metió al baño y se dio una ducha rápida. Camino a su cama de una sola plaza, de madera blanca y sabanas azules con flores amapola amarillas; la cama estaba pegada a la pared frente a la puerta y diagonal a la ventana, una ventana pequeña pero le daba una vista preciosa de la ciudad, estaba cubierta de una cortina fucsia; al lado de la cama un escritorio de metal con un montón de materiales esparcidos: Lápices, crayones, pinceles, hojas, flores, etc.


    Se sentó en su cama con las piernas abiertas rodeando la bolsa mientras tarareaba una melodía inventada. Fue sacando poco a poco lo que estaba en la bolsa: un helado de mantecado y chispas de chocolate tamaño maxi-gigante, con una mini cucharilla de plástico blanca que venia sujeta en la tapa del helado; otra bolsa de papel con el símbolo de una cadena de restaurantes de comida rápida ‘McDonald’ y por ultimo envuelto en una tela gris, el libro. Quitó la tela gris de algún animal, tal vez un oso; el libro de tapas oscuras de cuero de algún posible reptil, al tacto era suave pero a la vista rasposo –eso fue lo que le llamo la atención mientras arreglaba el estante más viejo de la librería –, poseía unas letras extrañas, al parecer de ella era Griego <<Καθρέφτης της δράκους>> Toco con las yemas de su mano derecha las portada y la abrió con expectación.


    Amaba leer, le encantaba leer como el príncipe salvaba a la princesa y el amor verdadero. Cuando leía su mente viajaba y se adentraba en el cuento, su entorno se transformaba en el relato, ya sea el bosque oscuro, la torre custodiada por el malvado dragón, etc. Aunque no siempre leía historias de príncipes y princesas, leía toda clase de cosas pero lo que más le gustaba era el romance y la fantasía. Ojala en el mundo real existiera un príncipe azul que la rescatara y la amara por siempre.


    A pesar de ser soñadora ella sabia que eso no seria posible. Pero nada costaba soñar ¿O si?


    La primera hoja estaba vacía y la segunda poseía una dedicatoria, que leyó en voz alta:

    “Somos reyes, una vez principescos fuimos.
    En la torre una princesa espera, custodiada por una bestia de filosos dientes.
    Delicada y hermosa es la princesa, pero cuando la rescate me golpeo y escapó.
    Caballeros intentaron y fracasaron, desde que mi memoria empezó a funcionar recuerdo los ojos negro ónix del dragón.
    Un día llegó él con su caballo negro y no blanco, de cabellos azules y piel clara.
    De armadura de plata y una espada, contra el dragón arremetió mas no lo mató.
    Lo domó. Al final no era un príncipe azul, pero mi príncipe si era.”


    —Singular —sonrió. La sola idea de una princesa golpeando a un príncipe ¿Por rescatarla… o por domar al dragón? —Me confundí —mostró su cara de total confusión con una papa frita en la boca a medio camino.



    Comenzó a leer y cada vez se adentraba más en el relato. Atrás quedo su interés por la comida que se hallaba en el suelo. Se había recostado en la pared de la ventana y leía con avidez. Cuando escucho un quejido y miro a todos los lados.



    —Será mi imaginación —murmuró. Pero volvió a escucharlo, dejo el libro abierto a un lado y se arrodillo y miro por la ventana, nada.


    El ‘príncipe’ se retorcía quejándose. Sentía algo sobre el así que con esfuerzo empujo y se dio cuenta que era hojas de pergamino, muchas hojas de pergaminos sobre el. Con una patada logro alzar lo suficiente como para sacar la mitad de su cuerpo de allí; tan centrado estaba que no noto su alrededor y un par de ojos amarillos lo veían. Cuando se Safo de “La tortura” escucho un grito.



    —¡Ah! ¿Pero qué? —Grito apartándose y cayéndose de la cama, las dos piernas aun en la cama los codos en el piso y ella recostada en estos mirando “Eso” en su cama.



    El ‘Príncipe’ miro dos piernas gigantes con sus enormes pies. Tomó su diminuta espada y con cautela se acerco a los pies y los pico con su mondadientes, digo, espada. Al piquete las extremidades se movieron.



    —¿Pero que te pasa? —grito una criatura gigante, una mujer.

    —Gigante ¿Por qué me has mantenido en esa prisión de pergamino? —la mujer lo veía como bicho raro.

    —Umm… —se arrodillo en el borde de su cama y acerco la cara a la cosita esa que se movía. Lo tomo del cuello de su chaqueta blanca y lo alzo, le quito la espada y lo alzo.

    —¡Bestia! ¡Suéltame deforme monstruo!

    —Que curioso —murmuró la de ojos amarillos. —¿Qué eres?

    —Soy un príncipe, por supuesto —dijo, pero se recriminó ¡Había decidido no ser más un príncipe! —¡Ex - príncipe! —grito moviéndose de un lado a otro.


    La mujer abrió mucho sus ojos —¿Como? Digo ¿Cómo se deja de ser príncipe?

    —¿Sois idiota? —ella arrugo su nariz y sus cejas, en señal de molestia. —Se renuncia, pues claro. Si después de muchas misiones no encuentras a tu princesa puedes renunciar.



    La joven se desmayo y callo al piso junto al ‘mini príncipe’. Despertó en su cama desorientada, fue solo un sueño. Vio el libro lo ojeo y no vio nada que no había visto ya. Excepto que en la portada, donde estuvo el titulo en otro idioma estaba <<Espejo de Dragones>>. Cerró los ojos y los volvió a abrir y el titulo original estaba de nuevo, movió su cabeza a ambos lados, vio su reloj ¡Iba tarde al instituto! se levanto de un salto, corrió al baño, se duchó; tomo su uniforme una falda gris plomo tableada, a mitad de muslo, una camisa blanca con una chaqueta azul marino y el borde de las soplas blanco perla, en el lado de su corazón el símbolo de su colegio, unas media blancas con un lazo azul en la liga, un par de zapatos de doncella; desenredó su cabello y lo ato en una coleta alta y se puso un pasador de un corazón sosteniendo algunos cabellos rebeldes. Corrió fuera de su habitación mientras su madre la retaba por dormirse en el suelo.

    El ‘príncipe’ oyó los gritos y despertó sobresaltado, miró a su alrededor. Pensando. Caminó lo que pareció una eternidad hasta la puerta que no pudo abrir así que se arrastro cual alimaña por debajo. Bajo las escaleras de saltos en saltos, se sentía desnudo sin espada, desvalido, pero no sabia donde estaba su espada, por esa bruja gigante. Cuando llegó al piso de abajo lo recorrió buscando información, hasta que sintió algo calido respirarle a sus espaldas, se dio la vuelta lentamente ¡Una bestia peluda! Corrió, no saber a que te enfrentas no es bueno, la bestia lo estaba cazando pudo notar. Llegó un momento en que estuvo entre la espada y la bestia, se paralizó. Antes de que se lo comiera aparecieron un par de pies más y regañaron a la bestia que empezó a ronronear entre las piernas de la mujer.



    —Gato malo —dijo la mujer.

    —Soy patético, huyendo de un gato —pensó con depresión.

    —¡Pero mira que tenemos aquí! Debe de ser uno de los muñecos de papá —lo tomo como si fuera exactamente eso, un muñeco. No se movió, talvez se podría escapar. Subió de nuevo las escaleras y entro en un estudio lleno de muñecos —Cariño, creo que esto es tuyo —se lo enseñó.

    —No cariño, no es mío. Mas sin duda es un excelente trabajo —lo tomó y examino. Estos no eras gigantes eran humanos, el que se había encogido era él.



    ¿Qué clase de magia era esta? ¿Dónde estaba? ¿Pero qué mier…? El hombre lo estaba pellizcando y quitando su chaqueta. Miró al gato haciéndole una mueca que ocasionó que el gato saltara a la mesa de trabajo del hombre dando la oportunidad al príncipe de escapar. Corrió todo el camino de nuevo al cuarto, dejando atrás la chaqueta se arrastro de nuevo por debajo de la puerta pero el gato atrapó su pierna entre sus patas y lo arrastraba de nuevo afuera. Pateaba y lo que hacia era que el gato jugara con él.



    —Estoy arto —murmuró y se dejó arrastrar, cuando tuvo al gato al frente lo miró con seriedad. El gato parecía reírse de su presa. —No encuentro amor, las princesas se volvieron brujas sin magia; traspasé un espejo; me encogí; me intentaron violar; y tú ¡Me quieres comer!



    El gato parecía mofarse de él los ojos del gato eran de color ámbar y brillaban macabramente, de pelaje largo y blanco. Alzó su pata izquierda y le mando un zarpazo, el príncipe se encogió; así siguió por unos diez minutos escapando de la gran bestia. Se escondió en una ratonera por apariencia vacía.




    Diez horas después…



    Pobre, pobre príncipe, atrapado en quien sabe que mundo, encogido, casi violado, cazado por un gato, con hambre, sin mondadie-espada, y su más reciente acompañante una rata que lo miraba con hambre, pero no lo comía porque cada vez que se acercaba lo pateaba en el externo, después de todo por lo menos era de su tamaño, aunque… Era dos veces su tamaño.



    —¡Ya llegue! —escuchó la voz de esa mujer.

    —Al fin —murmuró. Pero no podía salir ya que el gato vigilaba la ratonera.

    —¡En la cocina! —gritó la madre. —Y el otro en su cueva —dijo con reproche, refiriéndose al papá. Una dulce risa se escuchó y lleno la casa.



    Hoy se había planteado varias veces si lo sucedido anoche era real, así que se la pasó el día distraída. Caminó a su habitación y buscó señales del mini príncipe, pero nada.


    —Fue un sueño —dijo. Se sentó en el suelo pero sintió un pinchazo en el muslo. Alzó la pierna, allí una espada de plata con una empuñadura de oro y un escudo pequeño azul, con espadas cruzadas y una corona en medio. Se puso blanca, casi transparente —No fue... Un… Sueño.



    Se movio por toda la habitancion murmurando: “Chibi, chibi principe ¿Dónde estas?” pero nadie le respondía, bajo con la espadita entre los dedos indice y pulgar de la mano derecha.

    —Mamá, mamá ¡Mamá!

    —¡Marie! ¿Qué te he dicho de bajar las escaleras corriendo?

    —Lo siento. —se disculpó —Pero no has visto un principe por aquí. Más o menos de este tamaño —mostró con sus dedos un tamaño aproximado. Esperaba que no se moviera, a saber si su madre habia llamado a un exorcista.

    —¡Oh, si! Se lo di a tu padre. —dijo mientras seguia cocinando.

    —¿Qué? —grito y movia la cabeza negando.

    —Pero el gato lo atrapó…

    ¡PLAFF!

    La joven se había desmayado. Y es que inconscientemente fue complice de asesinato.

    —¡Marie!


    Continuará.
     
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