Título: Portador de Malas Noticias. Tipo: One-Shot. Cantidad de caracteres: 6.149 sin contar el título. Advertencias: ---. Género: Fantasía. ¿Quizá, un poco de drama o tragedia? Nota (s): Anamelech fue, originalmente, la diosa lunar en la mitología fenicia. Cómo otros dioses paganos, fue convertida junto con Adramelech (dios solar), en demonio en la tradición judeo-cristiana. En ella, era un demonio oscuro, portador de malas noticias, y que cuándo se hacía visible, adoptaba forma de perdiz. ~Portador de Malas Noticias. Jimmy siguió dirigiéndole disimuladas miradas a la mujer a su lado hasta que no pudo más y quedó totalmente atrapado en la oscura atmosfera que rodeaba a aquella mujer. Cabello intensamente negro, cómo la tinta. Era largo y ondulado, y aunque no hacía frío, parecía soplar un viento particular para ella que hacía que sus mechones se movieran dramáticamente, dándole a la señora un aire muy taciturno. Su flequillo recto y largo cubría su pálida frente, y sus dos inescrutables ojos, a los lados del puente de una afilada nariz, almacenaban niebla en movimiento; esa fue la única manera que encontró para describirlos el crío. La cubría un largo y poco usual vestido intensamente negro que parecía de fiesta. Ese poco cambio de color, hacía que esa mujer pareciera un espejismo en aquel soleado día. Ella lo miró, sin emoción alguna en ningún lado, y el pequeño de seis años lo vio cómo una invitación a hablar. — ¿Por qué va vestida toda de negro, señora? —preguntó inocentemente, observando la niebla desplazarse. — ¿Ha ido a un funeral? No vio precisamente la última opción cómo la más probable, pero sin darse cuenta ya estaba preparado para darle el pésame. La tenebrosa mujer parpadeó una vez, y Jimmy advirtió que una arruga se había formado debajo de sus extraños ojos. Los entrecerraba, cómo sí la luz del sol la molestara mucho, de una manera, pensó Jimmy, exagerada. —Porqué me gusta este color. —respondió simplemente, y no apartó la mirada de la del chico. Los labios de Jimmy se entreabrieron formando una pequeña ‘o’. Se preguntó por qué, al ser una chica, a esa señora no le gustaba más el rosa. Pero entonces recordó que a Amelia, una amiga suya, le gustaba mucho el verde, y que siempre llevaba lazos de ese color en el cabello. Le quedaban muy bien. Supuso también, que cómo esa señora ya era mayor –no pasaría de los 19. –, el negro debería gustarle muchísimo, cómo a su madre y a su abuela. —A mí me gusta mucho el azul. —dijo lamiendo su helado de cucurucho, cómo si la mujer le hubiera preguntado. La niebla siguió ondeando, impasible, en medio de la incomoda pausa. — ¿Qué le gusta del color negro? A mí me gusta el azul porqué ese color nos gusta a todos los chicos. Ella parpadeó, y lo hizo con tanta delicadeza y fue tan rápido, que Jimmy enseguida comparó ese parpadeo con el aleteo de una mariposa. —Me siento tranquila en ese color. —dijo con el mismo tono inalterable de antes. A Jimmy eso le intrigó, ya que le hablaba con tranquilidad pero no con ese extraño tono que utilizaban los adultos con él. Creyó recordar que lo llamaban “condescendencia”. — ¿Y no te da miedo? —preguntó, y esta vez fue él quién parpadeó, sus ojos verdes llenos de curiosidad. Acercó el cucurucho a sus labios y lo lamió. — ¿No te da miedo la oscuridad? A mí mucho. Hay monstruos acechando en ella. —y arrugó la nariz con desagrado. —Yo me siento muy tranquila en ella. Es relajante, es cómo vivir en una balsa llena de aceite. Todo es lento y pausado. En cambio, la luz es ajetreada y apresurada. —el niño parpadeó de nuevo, esperando al menos un timbre molesto hablando de algo que le desagradaba. Notó cómo la niebla se centraba en él y lo envolvía. — Y te equivocas. Sólo hay un monstruo. El rostro de Jimmy se llenó de asombro. Se inclinó hacia delante, y la mujer pareció temer por un momento –cuándo desvió la mirada hacia el. – por el helado. — ¿Sólo uno? —preguntó. La mujer asintió, solemne. No hubo ningún cambio en su rostro, tampoco. —En realidad, sólo es alguien. —explicó ante los atentos ojos del niño. — Alguien con un amplio conocimiento de las cosas malas que han pasado y pasarán. —Jimmy se sintió cómo en una película de fantasía. — Lo que lo convierte en monstruo es no avisar de esos acontecimientos, aún siendo el único que los sabe todos. El rostro de Jimmy formuló una mueca confundida. Su ceja izquierda se elevó ligeramente, escéptica. Nunca había oído nada de eso, de nada parecido, en realidad, y siempre, siempre, siempre, le habían hablado de monstruos, en plural. — ¿Y por qué no avisa a las otras personas? —preguntó, intentando entender más la historia. — ¿Nos odia? —No es nada personal. —hizo una pausa. — Cree que es mejor así. Jimmy frunció el ceño. Ahora había otra cosa que no entendía. — ¿Cómo puede ser mejor? La mujer parpadeó. —Así se mantiene el equilibrio. —explicó. — La suerte no puede existir sin las desgracias, y la suerte no podría existir sin ellas. La suerte no sería “suerte” sin las desgracias, sería rutina. Jimmy la miró, sin entender del todo esa… ¿Filosofía? No lo sabía. Su escaso vocabulario no le permitía saberlo. Y se quedaron callados. El silencio parecía favorecer a la dama, y Jimmy, incomodo por este, no se atrevió siquiera a mirarla de soslayo. Hasta que recordó algo muy importante, algo que debía preguntarse siempre cuándo conocías a alguien. Se giró de nuevo hacia ella, y ella ladeó la cabeza y fijó su mirada en él. Los movimientos de las granjas de niebla –grises, grises más claras y blancas. – lo hipnotizaron por un momento, y el silencio se prolongó un par de minutos más. —Me llamo Jimmy. —sonrío alegremente y le tendió la mano, ya manchada de helado. — ¿Y usted, señora? La mujer bajo la vista y la dirigió a la mano. Después la dirigió, otra vez, al rostro sonriente del pequeño Jimmy. No importándole lo sucia que estaba, cogió su pequeña mano entre sus finos y blancos dedos. —Anamelech. Me llamo Anamelech. —zarandeó casi imperceptiblemente la diminuta mano un par de veces más y luego la soltó. Lamió los rastros de helado de vainilla que ahora manchaban su antes inmaculada mano. Jimmy ladeó la cabeza, confuso. ¿Anamelech? ¿Sería una derivación extraña de Ana? No le dio tiempo a preguntar. Su madre se materializó sin previo aviso justo delante del banco, y lo llamó. Ya era hora de irse. Jimmy no pareció notar el semblante intimidado que tomaron los ojos de su progenitora al encontrarse con los de Anamelech. La treintañera desvió rápidamente la mirada y la dirigió a su hijo, cogiéndole la mano e instándole a irse, sonriéndole con una pizca de nerviosismo que su hijo no notó. —Adiós, señorita Anamelech. —exclamó el niño sonriente. Y casi arrastró a su madre después de que esta le hubiera explicado que su padre los esperaba al otro lado de la acera. Anamelech se levantó cuándo Jimmy ya le daba la espalda a varios metros. El chico y su madre se habían perdido entre la espesa y abundante multitud, y ese particular viento seguía agitando los cabellos de la mujer, dándole aire melancólico a esta. Lejos, dónde se situaba el paso de zebra, se oyó un estallido. Unos llantos desconsolados gritaban el nombre del niño que, pocos minutos antes, había estado hablando con ella y no había entendido la historia del monstruo. Pero ni se giró. ¿Se había acobardado acaso cuándo el niño de sus visiones, el mismo niño que ahora estaba muerto, se había sentado a su lado en el banco? El monstruo no era totalmente despiadado, cómo el mismo niño había pensado sin saber que se trataba de su misma interlocutora. Y tampoco vestía de negro porqué la relajara. Vestía de negro cómo advertencia. Sí no podía decirlo, quería mandar al menos mensajes codificados expresando tristeza, oscuridad. Qué algo malo iba a suceder. Por eso el monstruo era el Portador de las Malas Noticias. Era las sombras del callejón que le daban a este mismo aquel aspecto espeluznante que tanto eriza tus cabellos, y que impedía que siguieras por ese camino. Pero no siempre funcionaba.
omg ._. Acabas de traumarme y fascinarme. Si hasta me dieron ganas de saber más sobre Anamelech. Desde que comencé a leer tuve un mal presentimiento respecto al niño, y no me equivoqué. Pobrecito inocente e ingenuo Jimmy. Es una historia un poco aterradora, más que nada porque a pesar de que se trata de un personaje mitológico se siente muy real. Me encantó, me encantó y me fascinó. Ademáaaas, narras muy, muy, muy bien Munnin y la ortografía es excelente, más allá de algún que otro acento en fuga. Nunca había leído algo tuya pero créeme, ahora estaré atenta a tus publicaciones. Saludos :)
Bueno, hace días que quería comentar aquí y hoy por fin tuve tiempo. Me gustó mucho este fic, que resulta a ratos divertido, a ratos tenebroso, a ratos triste pero en todo momento cautivador. La inocencia de un niño y la perversidad de un demonio condensadas en unas pocas líneas. Creo que hiciste un fantástico ejercicio narrativo para mantener a ambos personajes en equilibrio de manera que el niño resulte ingenuo sin ser por ello tonto, mucha gente tiende a hacer esto con los niños, y suavizaste lo suficiente al demonio, Anamelch, sin que por ello deje de ser oscuro y tenebroso. Eso es difícil, digo, enfrentar dos personajes tan dispares y salir airosa, lo normal sería que la historia perdiera coherencia en algunos párrafos, sin embargo no es así y el resultado es una conversación de lo más fluida y natural. La ortografía es buena, yo no encontré ningún error pero me voy a permitir recomendarte la lectura de este post: https://fanficslandia.com/index.php?threads/guión-largo.10662/ acerca del uso de los guiones de diálogo, que creo puede ayudarte a que todo quede perfecto. Muchas felicidades por tu escrito, ya sabes que siempre es un placer encontrar uno de tus fics en este foro.