Long-fic Pokénronpa 3: Una Nueva Esperanza

Tema en 'Mesa de Fanfics' iniciado por MrJake, 2 Octubre 2025 a las 11:48 AM.

  1.  
    MrJake

    MrJake Game Master

    Capricornio
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    Escritor
    Título:
    Pokénronpa 3: Una Nueva Esperanza
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Misterio/Suspenso
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    3832
    Idealmente me gustaría solo... droppear esto sin más y largarme (?), pero tengo que hacer mis disclaimers y avisos:

    - Esta es la tercera entrega de mi saga Pokénronpa, ¡al fin! Y no solo es la tercera, sino también la última. Lo creáis o no, con esto cerraré definitivamente la saga enterita y todo el lore del AU para siempre siempre siempre.
    - Evidentemente, tiene obvios spoilers de PR1 y PR2, pero si de repente quieres leer este porque, idk, tu personaje sale aquí y no en otro o algo (?), puedes hacerlo. Te enterarás de detalles de trama relevantes, y aunque sabrás muchos, muchos spoilers de los otros dos, no necesitas leerlos para entender este y no te spoilearás de quién fue el asesino de quién, al menos. O al menos no de forma suuuuper directa.
    - Hago un disclaimer y digo: los personajes que no son de creación mía y aparecen en este fic son versiones de un AU que usualmente reciben un talento asignado que no tiene por qué ser algo que el personaje original ya sepa hacer/le "pegue" 100%. Es por ello que la forma que tengo de desarrollar la personalidad de cada personaje no es un 1 to 1 del original y podéis notar que me tomo libertades, adaptándolo en base al talento que tenga y a su rol en la trama. Por ejemplo, varios personajes de PR1 eran de moral bastante dudusa (si no directamente villanos) y eso no se corresponde con su personaje original. Ruego que me permitáis el OoC, se hace con cariño (?)
    - Quiero también añadir el disclaimer de que pretendo que los capítulos vayan saliendo a su ritmo y sean bastante más cortos que en los dos primeros, aun pese a que ello suponga más capítulos. La idea es hacerlo así para que yo pueda ir publicando más desahogadamente. Veremos ya cómo evoluciona a la larga (?)

    Y nada más, no quiero dar más detalles ni nada sobre nada, solo quiero roll with it y ya. ¡Espero que os guste!


    Prólogo, Parte 1: Un lugar de silencio y soledad.


    Es una sensación extraña: no saber quién eres. No saber cuál eres. Y era más extraño aún tener, pese a todo, la familiaridad de haber experimentado, siquiera desde una cierta distancia, la sensación de haber olvidado.

    ¿Cómo puedes recordar que una vez olvidaste? ¿Es eso algo siquiera posible? ¿O es eso algo que solo a mí, o a nosotros, nos puede pasar?

    —Ugh…

    Mi gruñido salió casi por inercia, involuntariamente. Me dolían los huesos, y la cabeza zumbaba. De nuevo, esa era una sensación extrañamente familiar. Horriblemente familiar. Quizá eran mis propios instintos, los instintos motivados por mi talento, los que se activaron cuando notaron demasiados patrones familiares. No era la primera vez que pasaba por eso, desde luego. Y, a la vez, quizá sí lo era.

    Ser yo era complicado de explicar.

    —¿Hola? —Me levanté con esfuerzo. Estaba en una especie de… ¿contenedor de basura? —. ¿Hay alguien ahí?

    Cuando fui consciente de lo que había a mi alrededor me di cuenta de que estaba en una callejuela oscura, entre bolsas negruzcas y un olor hediondo. Salí del lugar como pude, y sacudí mis ropas. Al hacerlo, me di cuenta de que llevaba una especie de uniforme escolar. ¿Desde cuándo…?

    —¡Ayuda!

    Esa no fue mi voz. Fue la de una chica. Resonó entre las paredes del callejón como un rayo, y como ese mismo rayo me dirigí corriendo hacia el origen del grito.

    Lo que vi entonces fue… horrendo. Pese a que no era la primera vez que veía algo así, no dejaba de removerme el estómago. No dejaba de generarme escalofríos.

    Una chica estaba apoyada contra una farola, horrorizada, con un cuerpo sin vida delante de ella. Un cuerpo totalmente desfigurado, casi como si hubiese sido calcinado: estaba bocarriba, y se entreveían trozos de tela similares al uniforme que yo mismo llevaba, pero nada más podía identificarse: casi costaba saber si era chico o chica.

    —¿Estás bien? —le dije inmediatamente a la chica.

    Era menuda, muy pequeña y delgada, y tenía el pelo castaño oscuro con algunas mechas rosadas. Su cara, pese a todo, reflejaba una cierta “madurez”, de algún modo. Y sus ojos morados brillaban con fuerza.

    “Me recuerda un poco a ella”, me dije. “Tiene unos ojos muy parecidos, curiosamente”.

    —Sí… solo me asusté. Estaba tan tranquila, y de repente, ¡pam! Eso cayó del cielo delante de mí.

    Inmediatamente, miré hacia arriba. ¿Del cielo? ¿Caería desde el techo de aquel edificio? Cuando mi mirada bajó, vi de nuevo a la chica, que ahora se cruzaba de brazos y sacudía sus ropas, fingiendo serenidad. O quizá sin fingirla, quizá genuinamente serena. Me di cuenta entonces: llevábamos el mismo uniforme.

    —¿Alguna idea de dónde estamos, ojos verdes?

    “¿O-Ojos verdes? ¿Qué clase de mote es ese?”. Su pregunta era legítima, sí. Yo me cuestionaba lo mismo. Los edificios altos, el cielo oscuro, el aire frío, las calles vacías… solo podía ser un lugar, claro, pero aun así había algo raro en él.

    —Parece Galeia. La última ciudad.

    —Lo parece, sí —murmuró la chica. Señaló con la barbilla al cadáver detrás de mí—. Y me cuadra que en Galeia actuemos con tanta serenidad cuando un jodido cadáver calcinado cae del cielo. Es un martes más por estos lares.

    Miró a su alrededor, curiosa… y otra voz se hizo notar.

    —Y, con todo, hay algo raro, ¿no?

    Quien apareció entonces era un chico pelirrojo de pelos alborotados, mucho más alto que la joven, corpulento y de gran espalda, pero con un rostro jovial y alegre. También llevaba un uniforme igual que el nuestro (¿otro más?), pero algo oculto bajo una remera con patrón de camuflaje.

    —Anda, otro ojos verdes —comentó la chica, alzando una ceja y media sonrisa—. Sí, iba a decir eso. Hay algo… raro.

    Asentí, y me agaché de inmediato junto al cuerpo, observado por los otros dos, que me miraron con curiosidad. Intentaba… averiguar si aquel pobre tipo (o tipa) tenía alguna especie de pista que nos explicase qué había pasado, cómo habíamos despertado allí, en aquellas calles de Galeia, algo. Tenía la corazonada de que el cuerpo revelaría alguna suerte de verdad, alguna conexión con nuestra situación.

    No todos los días es “martes” en Galeia, por muy horrible que estuviesen las cosas.

    —¿Despertaste aquí también? Veo que llevamos el mismo uniforme —quiso saber el pelirrojo. Escuchaba la conversación entre los dos mientras examinaba el cuerpo.

    —Mm-hm. Sentadita en ese banco, con el frío que hace, además. Entiendo que vosotros también. Y el uniforme es horroso, por cierto, pero bueno, harapos peores he visto.

    El chico se rio de forma estruendosa.

    —Soy Ethan Encina, por cierto. El Super Soldado.

    Cuando oí eso de “Super” alcé las cejas en seguida, y mi atención se separó por un momento del cuerpo. ¿Ultimates? ¿Eran… Ultimates?

    —Ethan, ¿eh? Yo me llamo Anna Hiradaira.

    “¿Ella no dice su talento? ¿Acaso no tiene?”.

    —¿Qué hay de ti, amigo? ¿Cuál es tu nombre?

    Me levanté, sacudí mis pantalones, y suspiré. Cada vez… sentía un presentimiento peor. Que la tal Anna no se hubiese inmutado al oír que Ethan era un ultimate me preocupaba. Solo otra ultimate no reaccionaría a eso… por mucho que no hubiese mencionado su talento.

    —Dante Miles —me presenté—. El Super Guardián.

    —Hostia, ¿eres Dante? —exclamó Ethan, sorprendido, boca abierta, gesto teatral—. Ya decía que me sonaba un poco tu cara. ¿Es cierto que eres la mano derecha de la Super Esperanza?

    “Em…”.

    Zarandeé la cabeza.

    —Eso no importa ahora mismo, chicos. Lo realmente importante es averiguar qué hacemos aquí y qué está pasando.

    Costaba verbalizarlo, pero la experiencia me lo estaba gritando. Esto tenía toda la pinta de… otro más. Aunque fuese algo distinto esta vez. Otro “juego” más.

    —Que haya ultimates aquí reunidos y hayamos despertado todos sin saber bien qué hacemos aquí, y que encontremos un cadáver con restos de un uniforme similar al que, mágicamente, todos llevamos suena a… uno de los juegos de los Seguidores de la Desesperación.

    —¿En mitad de la calle de Galeia, sin más? —se preguntó Ethan—. Sé que están zumbados y controlan todo, pero, ¿tanto como para eso?

    Fue Anna la que se movió entonces, avanzando calle abajo.

    —No me voy a quedar aquí para averiguarlo, desde luego. Voy a investigar, ¿venís?

    Tampoco dejó mucha opción a debatirlo, desde luego. Miré a Ethan con una ceja alzada y este se encogió de hombros, siguiéndola. Antes de hacer lo mismo, no pude evitar echar la vista atrás, fijándome en el cuerpo sin vida y calcinado a nuestros pies, ese al que los otros dos apenas prestaron atención.

    “Al menos no sonó ningún anuncio”, pensé, la voz de aquel oso de felpa grabada en mi cabeza. “¡Pim, pom, pam, pom! ¡Se ha descubierto un cadáver!”. Lo había oído demasiadas veces, desde unos oídos o desde otros.

    Descendimos las calles desiertas, quizá demasiado incluso para Galeia: la ciudad rodeada por aquella cúpula, antaño un refugio, estaba ahora muy vacía salvo en partes clave, la gente habiendo muerto o habiéndose refugiado de la implacable mano del Gobierno… pero ¿no ver ni a un solo soldado patrullando las calles? ¿Ni a un solo aplacador? ¿Ni un solo dron de vigilancia? Era demasiado raro.

    Al descender la avenida, Anna se detuvo de pronto, en seco, y giró la cabeza hacia su izquierda, por otro callejón vacío.

    —Hay bullicio por allí.

    —¿Bullicio? No oigo nada.

    —Quizá deberías examinarte los oídos, entonces. Se oye perfectamente.

    Ethan soltó una risilla nasal. Yo… tampoco oía nada, la verdad, pero le hicimos caso, siguiéndola. Y descubrimos que tenía razón.

    Al final del callejón alcanzamos una plaza, una de las plazas centrales de Galeia… y en ella había cinco personas reunidas, hablando de forma bastante acalorada.

    “Qué… buen oído tiene”.

    —¡Por dios, dejadme en paz! —exclamaba un chico delgado, alto y con pelos blancuzcos, que llevaba el uniforme bajo una especie de mantón que le cubría los hombros.

    —¡Si es divertidísimo! —el chico que le hablaba tendría, como el otro, veinte años escasos, y sus ojos dorados brillaban con emoción cuando hablaba, persiguiendo con la mirada a su interlocutor—. Es que no lo has entendido bien, te lo repito: ¿qué dice un Caterpie cuando tiene frío?

    —¡Ya lo he pillado, no tienes que…!

    —¡Mejor Metapod! ¡Es buenísimo!

    —… repetirlo.

    Al lado del que contó aquel, uhm, “chiste” se encontraba otro muchacho sorprendentemente alto (más alto que Ethan), algo mayor que los otros dos, y que reía con la mirada atenta en todas partes, pero, a la vez, un evidente gesto distraído. Me di cuenta de que llevaba atado al cinturón un montón de bolsitas, cajetines y carteras, que también llevaba en una banda de cuero que portaba cruzada sobre el pecho.

    —¡Es muy bueno, Aleck! —piropeó este.

    —¡Gracias, gracias! ¡Tengo muchos más!

    —¡¡No lo animes, encima!! —gritó la “víctima” de aquel aparente bombardeo de chistes.

    E-En fin, no eran los únicos allí: otras dos personas permanecían algo más al margen, cuchicheando entre ellas. Uno de ellos era un hombre de mediana edad con perilla y pelo azulado… que aun así, llevaba el mismo uniforme escolar. El otro era un chico alto, muy delgado, de pelos verdes y mirada seria, que portaba un lápiz en su oreja. Fueron esos dos los primeros en fijarse en nosotros, los otros tres demasiado ocupados con… lo que quiera que estaban haciendo.

    —Ah, más “alumnos” —murmuró el de pelo verde—. ¿Debo asumir que también sois Ultimates?

    —Mm-hm —respondió Anna, recolocándose el pelo y mirando a su alrededor. Así que era una ultimate… ¿por qué no decía su talento?—. ¿Asumo que vosotros también? ¿Últimamente dan el título de super solo a hombres, o qué? Soy la única chica…

    —Ajá —respondió el peliverde, ignorando la parte del comentario de Anna que no le interesó—. Parece ser que eso lo tenemos en común. ¿Nombres y talentos?

    “¿Es esto una entrevista de trabajo, o qué?”

    —¡Ethan Encina, Super Soldado! —respondió Ethan, alegre.

    —Dante Miles —dije—, Super Guardián.

    Ninguna reacción de sorpresa por parte de estos dos al oír mi nombre o mi talento.

    —Tú primero —dijo Anna, sonriendo e inclinando la cabeza, cuando fue su turno de hablar.

    —Heh. Kyllian Faure. Super Ingeniero. Él es Albert Pine, el Super Biólogo.

    Contuve el aire, sin poder ocultar mi sorpresa. ¿Había dicho que era…?

    —¡¿E-Es usted el profesor Pine?! —exclamé. “Dante, contén tu admiración, no quieres parecer infantil…”—. A-Admiro muchísimo su trabajo. La recopilación de información sobre los Pokémon que ha hecho durante su carrera y los avances que se han logrado en los proyectos de recuperación de la fauna tras la Pérdida son inspi-

    Me callé en cuanto Pine alzó la mano, recolocando sus gafas, en un gesto que invitaba a detener mi verborrea. Suspiró con pesadez.

    —… omitamos los halagos, jovencito. Tenemos asuntos más importantes de los que preocuparnos. Don Faure y yo estábamos tratando de dilucidar qué hacemos aquí.

    —La hipótesis más probable es que esto es obra del Gobierno —aseveró Kyllian—. Solo ellos podrían disponer de un segmento de la ciudad tan grande y aislarlo solo para nosotros… y solo ellos podrían localizar a varios ultimates y secuestrarnos a todos, dejándonos inconscientes para repartirnos por la zona.

    Me di cuenta entonces de que solo yo estaba prestando atención de verdad a Pine y Kyllian: Anna estaba distraída mirando sus alrededores mientras jugueteaba con su pelo, e Ethan parecía estar más interesado en el “conflicto” de los otros tres chicos.

    “Y así Anna se libra de decir su talento de nuevo”, me dije, viéndola de reojo. En fin.

    —No quiero alarmar a nadie —dije—, pero he participado en dos de estos, y esto suena a-

    —Un juego de asesinato, sí —asintió Pine, interrumpiéndome—. Lo sabemos. Es evidente que lo es. O, al menos, algo parecido.

    —Especialmente por esto.

    Kyllian, entonces, alzó su pierna izquierda, mostrando su tobillo. Llevaba amordazado a él una especie de pulsera electrónica. Fue entonces la primera vez en la que fui consciente: yo también tenía una.

    Anna, Ethan, Pine, los otros tres… todos la llevábamos.

    —Parece un localizador. No podemos retirarlo, está clavado a la piel, y por lo que intuyo, alberga un sistema de ignición en su interior.

    —¿Sistema de ignición?

    Kyllian me miró como quien mira a un niño idiota que no entiende el más simple de los conceptos. Alzó una ceja, cruzado de brazos, y arrugó la nariz.

    —Que puede explotar, Guardián. “Pum”. Y muerto. O sin pierna, al menos.

    Tragué saliva ante la idea. “Algo… algo típico de Liza White. Como cuando los demás y yo (o un yo, al menos) tuvimos que llevar esos brazaletes con las misiones, los que podían inyectar veneno… ¿Será posible que de verdad se esté repitiendo? ¿Por tercera vez?”.

    En ese preciso instante, una luz se encendió, una especie de foco que apuntaba directamente al edificio principal de aquella plaza, que antaño sirvió como ayuntamiento para la ciudad de Galeia. Era imposible discernir de dónde exactamente surgía la luz: parecía emanar del mismo cielo. La cuestión era que apuntaba al edificio con potencia… y lo repentino de aquello hizo que todos callásemos, incluso los cuatro que estaban enzarzados en sus chistes y protestas. Las miradas se centraron en el lugar.

    Y algunas figuras se dibujaron, sombrías, tras la luz.

    —… parece una invitación —murmuré—. ¿Deberíamos acercarnos?

    —Detrás de mí —dijo Ethan, remangándose—. Si son enemigos, tendrán que pasar primero por encima de mí.

    Miré de nuevo al ayuntamiento, entrecerrando los ojos. Inexplicablemente, el corazón me latió con fuerza.

    —No —sentencié, iniciando la marcha—. No son enemigos.

    —¡Hey, Dante, espera!

    Casi no me di cuenta de que estaba acelerando el ritmo, avanzando a un paso más ligero cuanto más me acercaba. El presentimiento se hacía más y más fuerte por segundos, esa sensación imposible de explicar. Parte de mi talento, quería suponer.

    Pero algo en mí sabía qué, o a quién, encontraría al llegar allí. Y no fue hasta que llegué y la vi con mis propios ojos cuando lo pensé.

    Verla allí no era tan buena noticia como pensé en un inicio.

    —¡¡Emily!!

    Estaba allí, en la puerta del ayuntamiento, su cabello largo y sus ojos rosas tan vibrantes como siempre. En cuanto me vio, su sonrisa brilló como el mismo sol, ya apagado y empañado tras la cúpula, y me rodeó con sus brazos.

    —¡Dante! ¡Estás aquí! Oh, Dante…

    —¿Por qué estás tú aquí? —murmuré, mientras el olor de su pelo me embriagaba. Empecé a llorar. Muy dentro de mí, sabía qué significaba que los dos estuviésemos allí. Sabía qué significaba que Emily tuviese el mismo uniforme que todos, la misma pulsera al tobillo.

    Ella, de nuevo, también estaba en riesgo.

    —No lo sé. Desperté dentro del ayuntamiento, y luego vinieron ellos tres. —Los miró con una sonrisa cálida—. Os presento. Él es Dante, el Super Guardián. Os he… hablado un poco de él. Ella es Destiny, y ellos son Cayden y Givan. ¡También son Ultimates!

    “Más ultimates… mala señal. Joder, muy mala señal”.

    —Así que este es el famoso Dante Miles, ¿eh? —dijo, con aire socarrón, la tal Destiny. Era rubia, de exuberante pelo rizado y con un rostro decorado de algunas pecas que le daban un aire “travieso”, pícaro, de algún modo—. Te esperaba más… no sé. Más.

    “¿D-Debería ofenderme?”-

    —En fin, como tu parienta ha dicho, soy Des. La Super Piloto.

    Ese talento tenía mucho sentido: explicaba la chaqueta de cuero roja que yacía holgada sobre los hombros y las extrañas gafas redondeadas que le colgaban al cuello.

    El chico pelirrojo (¿otro pelirrojo entre tan poca gente? Eso era estadísticamente improbable), a quien Emily presentó como Cayden, se encontraba con manos en los bolsillos y algo alejado de los demás. No había… nada destacable en su aspecto, al margen de su pelo. Alzó una mano por todo saludo, y yo fruncí el ceño.

    Pero en seguida el chico de rostro alargado y ojos azules, Givan, habló, extendiendo su mano frente a mí, serio y formal.

    —Y yo soy el Super Arqueólogo. Un placer, Miles.

    —Puedes llamarme Dante.

    —Miles.

    —Uhm… ¿vale?

    El resto no tardó en acercarse, y se hicieron las debidas presentaciones. El tal Aleck se presentó como el Super Humorista (quizá era un talento un poco optimista, si me preguntaban). Pero el chico alto distraído y el que estaba siendo “víctima” de los chistes permanecieron al margen, adentrándose detrás de Pine y Kyllian al interior del ayuntamiento sin decir siquiera sus nombres o talentos.

    Una piloto, un arqueólogo, un soldado, un humorista… y Emily y yo metidos en todo aquello. El patrón se parecía al de las otras veces: varios Ultimates, recuerdos difusos de las últimas horas, talentos dispares, una situación anómala… aunque la última vez fuimos dieciséis, y la primera también. Y, de momento, éramos once.

    Faltaban cinco. De momento.

    —¿Recuerdas algo, Em? —le pregunté a Emily mientras nos dispersábamos para explorar el ayuntamiento vacío, hablando en voz baja para separarnos de los demás.

    Ella negó con la cabeza, gesto preocupado.

    —Lo cierto es que no mucho. Lo último que recuerdo es la Asamblea, la votación, y… nada más. Las últimas horas están borrosos. No sabría decirte si, quizá, pasaron incluso días.

    Asentí. Me pasaba lo mismo. Eso era, también, lo último que yo recordaba.

    —¿Crees que es posible que estemos en otro juego…?

    Emily tragó saliva y se abrazó a sí misma, acongojada.

    —Lo parece, ¿no? Pero esta vez estamos en plena ciudad. Es algo a una escala… más grande que nunca.

    —¿Tú crees que realmente estamos en Galeia? —inquirí. Me lo llevaba cuestionando desde el principio—. Quiero decir… ya vimos lo que pasó la segunda vez. No estábamos en un entorno precisamente real. ¿Quién nos dice que esto es realmente Galeia?

    Emily me miró con curiosidad. Diría que, incluso, algo de admiración. Y eso me hizo sonrojarme un poco.

    —Muy bien visto, sí… es una posibilidad. Y de hecho, tiene más sentido, ¿no? Si nos han metido en alguna parte, eso explicaría que la ciudad esté… incluso más desierta de lo normal. Quizá sea una simulación, un sueño, un… algo.

    Zarandeé la cabeza.

    —Realmente importa poco… lo que importa es que…

    “No nos hagan matarnos entre nosotros otra vez. Que no pase una tercera vez”.

    En ese momento, en la planta superior se oyó un fuerte ruido. La puerta principal se abrió de golpe, y alguien gritó desde allí.

    —¡Lo logré, se ha abierto!

    La voz se me hizo muy familiar. A mí y a Emily. Los dos nos miramos, y corrimos escaleras arriba. Lo que vimos al llegar allí… fue… sorprendente, cuanto menos. Un chico había logrado abrir la puerta desde dentro utilizando una especie de palanca improvisada, modificada de alguna forma inexplicable usando todo tipo de materiales que debió encontrar por allí. El brazo y la pierna robóticos eran inconfundibles.

    —¡Lucas! ¡Eres tú!

    —¡E-Emily, Dante! ¿Qué hacéis aquí? ¿Qué hacemos aquí?

    —No lo sé, no lo sé —dijo Em, sacudiendo la cabeza, manos sobre los hombros del Super Inventor—. Dante y yo hemos aparecido junto a más gente, más ultimates. Todos desconocidos, al menos. Salvo nosotros.

    Pude ver, casi a cámara lenta, cómo Lucas tragaba saliva y negaba con la cabeza.

    —No. Todos desconocidos no.

    Se apartó, y pudimos ver al resto de personas que había allí dentro. Conocía personalmente a todos ellos. Tres de ellos participaron en el segundo juego. Uno participó en el primero.

    Y no todos deberían poder estar allí.

    —No puede ser…

    Los ojos anaranjados, analíticos, nos observaron a Emily y a mí mientras entrábamos. Los rojizos, por su parte, observaban a su lado. Desde abajo, sentado en la silla, la mirada oscura nos vio pasar con indiferencia.

    Pero tanto Em como yo fuimos directamente hacia la cuarta persona, la que sumaba dieciséis. La que estaba al fondo, con manos en los bolsillos, gesto distraído, y algo avergonzado, de alguna forma.

    —Y-Yo tampoco lo entiendo del todo —comentó Lucas, poniendo una mano en mi hombro—. Pero me he pellizcado como veinte veces, y son reales. Todos. Él también.

    Las lágrimas se acumularon en mis ojos. Emily estaba también aguantando el llanto. Y él… se sacudió la nuca, apartando la mirada.

    —Vaya, esto es raro, uhm… ¿hola?

    —¿Eres… tú de verdad? —murmuró Emily, dando un par de pasos hacia él. Le pellizcó los mofletes, y él sonrió ligeramente ante el gesto, sonrojándose.

    —Te he dicho que ya he probado, duh —susurró Lucas.

    El otro, sin embargo, empezó a reír.

    —¡M-Me haces cosquillas, Em!

    —¿Cómo… puede ser?

    —Ni yo me lo explico, pero… ¿soy real? O eso creo. Vaya, no tengo muy buenos argumentos para ser el Super Policía, ¿eh?

    Era él. No había duda.

    De alguna manera, Drake Orestes, el Super Policía, estaba justo frente a nosotros. Vivo, pese a todo. Imposiblemente vivo.

    Y, ¿lo peor? Él no era el único de esa sala que debería estar muerto.
     
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    Prólogo, Parte 2 - El Programa Especial de Convivencia.


    Había convivido en los últimos años con dos grupos de personas distintas en la misma situación horrible: un juego de asesinato mutuo. Primero fue con mis compañeros, los Gamma, a quienes se nos borró la memoria para olvidar todo; luego, con los Neo-Gamma, herederos de los primeros, que cayeron en una trampa similar.

    Conocía bien a todos aquellos. Viví a su lado por muchas semanas. Los vi morir, matar. Quizá… quizá no fui yo, exactamente, el que los vio, pero a la vez sí. Fuese otra versión de mí o no, lo recordaba, los recordaba. Daba igual si ni siquiera estaba seguro de qué versión era ahora mismo: había aprendido a aceptar que era Dante Miles, el Super Guardián, independientemente de la forma que adoptase.

    En cierto modo, yo también debería estar muerto; y aquí estaba, después de todo.

    En todo caso, yo fui, probablemente, uno de los más sorprendidos en aquel despacho donde nos encontrábamos, donde nos reunimos con el resto de Ultimates. Porque yo conviví en persona con todos ellos. Vi morir a uno. Y… sabía de la muerte de otro.

    Y estaban vivos. Uno de ellos, Drake Orestes, del primer juego. El único que no era un Gamma, el Super Policía.

    —Es imposible —afirmó Emily, aún incrédula, aún llorando—. Drake, ¿cómo?

    Drake, con ese gesto de despiste continuo grabado en su rostro (un gesto poco propio de quien se hace llamar el mejor policía de todos), se encogió de hombros.

    —Lo que puedo decir es que me desperté aquí con los demás, y… poco más. No recuerdo nada. Nada a partir de… bueno, a partir del momento en el que se supone que morí. ¿Ha pasado mucho tiempo?

    Emily lo había visto morir. Lucas… también. Yo no, no en persona, pero supe después de su muerte. Y de eso hacía tres años. Tres años desde que el primer juego terminó, y… un año desde que terminó el segundo.

    —Tres años, Drake —comentó Lucas—. Bastante tiempo. Si no recuerdas nada, uh… creo que tendremos mucho que explicarte.

    Vi el gesto preocupado en Lucas, y entendí qué le pasaba. “Ah, claro. Drake no sabría que Lucas fue quien…”. Zarandeé la cabeza, con intención de desviar la conversación; pero mis ojos se toparon con aquellos orbes oscuros que miraban desde abajo. En cuanto le miré, sentado en su silla de ruedas, la incredulidad volvió a mí. Y me acerqué a él.

    —Ryu. Tú también estás aquí. ¿Cómo?

    “A él sí le vi morir. En directo. Delante de mis propios ojos. O de unos de mis ojos, al menos”.

    Él se rio, de una forma sarcástica, siempre con ese aire de superioridad. Tenía esa facilidad para mirarte como si estuvieses bajo él incluso aunque físicamente estuvieses más alto. Como si se supiese, o se creyese, superior a ti en todos los sentidos.

    Ryu Guardane. El Super Entrenador.

    —… yo también me alegro de verte, Guardián. ¿Cómo es que estoy vivo? No sé. Recuerdo lo mismo que el Policía: recuerdo que morí en aquella ciudad de mala muerte, y aparentemente renací en esta otra ciudad de mala muerte. No logro escapar ese escenario ni después de morir, ¿huh?

    Hizo un gesto con la cabeza, y señaló en otra dirección. Donde estaban las otras dos personas a las que aún no saludaba, demasiado ensimismado con los dos que parecían haber salido de sus tumbas.

    —¿Por qué no le preguntas a los dos de allí? ¿No que el de los ojos amarillos lo sabe todo siempre?

    Allí estaban, en una esquina. Tragué saliva nada más pensar en acercarme. Otros dos participantes del segundo juego, el de Despair City, el de los Neo Gamma. Dos supervivientes del mismo. Bezzy Hoffe y Pyro Redflame.

    Si era cierto que Ryu no recordaba nada después de su muerte, él no debía saber la verdad detrás de esos dos. Solo ellos, Emily, Lucas y yo sabíamos qué escondían. Solo los Gamma.

    Y era mejor que nadie lo supiese.

    —Pyro, Bezzy —les saludé. Por instinto… permanecí algo alejado de Bezzy. Ella hizo lo mismo, dando un pequeño paso atrás: parecía tolerar estar cerca físicamente únicamente de Pyro—. Me… alegro de veros.

    Los ojos de Pyro Redflame, el Super Motivador, me escanearon de arriba abajo. Sabía bien qué estaba haciendo: usando su segundo talento, su talento oculto. El que perteneció una vez a la persona que dormía en su interior, Lion. El talento del Super Analista.

    Un talento terrorífico: la capacidad de analizar todo posible escenario en un abrir y cerrar de ojos era casi como… casi como ser capaz de adivinar el futuro. O, al menos, de ver todos los futuros posibles. Pyro fue una incorporación valiosísima a los Gamma.

    —Yo también, Dante —me saludó, siempre amable y optimista. “Su faceta de Super Motivador parece ser la dominante, ¿eh?” —. Pero… no sé si alegrarse es lo más sensato ahora. Estoy bastante seguro de lo que va a pasar pronto. Otro juego de asesinato.

    Miré de reojo a Bezzy, quien agachó la cabeza y la mirada. Pyro intercedió de inmediato.

    —No es culpa suya. Podemos descartar esa opción. Liza, esta vez, no está involucrada. No directamente, al menos.

    Liza. Liza White. Era… difícil aceptarlo. Aceptar que seguía viva, de alguna forma, dentro de la Super Violinista. Una chica tan dulce como Bezzy Hoffe era la portadora de la raíz de toda desesperación, de alguna forma. Y no sabíamos nada de ella desde que decidió mantenerse alejada del resto de Gamma por nuestro bien y seguridad.

    No desconfiaba de Bezzy, no. Desconfiaba de Liza. Y temía el momento en el que pudiese retomar el control. En ese sentido, Pyro y Bezzy eran exactamente iguales: ambos pasaron por el mismo proceso: asimilar en su interior la conciencia de otro Ultimate, ¿huh?

    —¿Estás seguro de eso? ¿De que esto no tiene nada que ver con Liza?

    “Qué pregunta más estúpida”, me dije. “Claro que está seguro. Es el Super Analista, recuérdalo. No se equivoca, no mientras disponga de un solo ápice de información”.

    Pyro negó fuertemente con la cabeza.

    —Esto no lleva el sello de Liza White. Pero sí de los Seguidores de la Desesperación, claro. De sus lacayos —miró a Ryu desde lejos, luego a Drake, y sonrió—. ¿Sabes? Me siento incluso bien al ver a Ryu y a Drake Orestes aquí, entre nosotros. Es una sensación agradable.

    —¿Por?

    —… porque se siente bien, por una vez en mucho tiempo, no estar seguro de algo. De por qué están vivos. … aunque tenga algunas teorías.

    Reí. Pyro seguía siendo Pyro, eso seguro. Pero podía ver en él lo mucho que había cambiado, independientemente de la influencia de Lion en su interior. Había madurado como persona: era lógico. Vivir uno de esos juegos de asesinato mutuo como lo hizo él, desde el principio al final… te cambia.

    Y lo sabía por experiencia.

    Caminé junto a Pyro hacia el exterior del despacho, dejando a Bezzy allí, mientras Ryu, Drake, Lucas y Emily parecían estar hablando. Antes de salir, dediqué una mirada preocupada a Emily, y la vi mirar de reojo a Bezzy. La Super Esperanza, sin embargo, le dedicó una sonrisa ala Violinista, y ni siquiera me hizo falta ver su expresión para adivinar un cierto alivio en su expresión.

    Debe ser duro, saber lo que simbolizas… no poder cambiar tu naturaleza. Aunque, ¿quién puede, después de todo?

    —Me pregunto cuándo empezará —murmuré, ceño fruncido, mirando a mi alrededor con cierta desconfianza. Desde arriba veía a todos los demás Ultimates, ya reunidos en el vestíbulo del ayuntamiento—. Si algo he aprendido tras participar en dos de estos, es que siempre esperan a reunirnos a todos para dar el gran anuncio. Y siempre aparece… ese puto oso. Ahora que los dieciséis estamos-

    —¿Dieciséis? —Pyro alzó una ceja, a mi lado—. No somos dieciséis, hombre. Pero vaya, que tampoco es una observación muy profunda, eh. ¡No hace falta ser el Super Analista para contar!

    ¿Huh? ¿Cómo? Estaba… estaba asumiendo que éramos dieciséis. Siempre habíamos sido dieciséis, en los dos juegos: tanto el de Liza como el que hicieron sus Seguidores recrearon la idea original. Y asumía que este también lo haría.

    Me detuve a contar con detenimiento.

    Estábamos Emily, Drake, Ryu, Lucas, Pyro y yo. Y Bezzy, claro. Eso sumaban siete.

    Y ahí abajo… empecé a mirarlos uno a uno.

    Anna, con sus mechas rosadas, estaba mirando a su alrededor mientras jugueteaba con su pelo y se apoyaba con la otra mano en el hombro del chico pelirrojo alto, Ethan, el Super Soldado. Nueve.

    El chico de pelo blanco, el rubio tan alto y el humorista, Aleck, aún (¿¡aún!?) seguían haciendo un pequeño corrillo en una esquina, probablemente escuchando, de forma voluntaria o involuntaria, la verborrea de chistes del último. Doce.

    Destiny, la Super Piloto, hablaba con Ethan y con Anna, y a poca distancia estaban Kyllian y el profesor Pine, quienes parecían estar poniendo la oreja de la conversación. Con ellos, sumaba ya quince.

    Luego estaba el que se presentó como Givan, el Super Arqueólogo, que parecía estudiar cada columna, cada rincón, de aquel vestíbulo, solitario y aislado. Él sumaba dieciséis, y faltaba…

    Tuve que hacer un esfuerzo para encontrarlo, pero lo hice. El otro pelirrojo, ¿Cayden, dijo Em que se llamaba? Estaba mascando un chicle, creando pompas con él, y observando a todo el mundo en silencio, apoyado contra una columna. Manos en el bolsillo.

    Diecisiete. Éramos diecisiete. Mierda, éramos diecisiete. ¿Qué significaba eso?

    —Hay uno más.

    —“¿Uno más?” —murmuró Pyro, mano en el mentón, los iris amarillos moviéndose hacia arriba—. Imagino que asumías que éramos dieciséis porque esos fueron los participantes del primer y segundo juego. Y es una buena lógica. Pero, precisamente por eso… creo que este juego es diferente.

    —Diferente…

    —Ajá. Ya sabes cómo piensan los Seguidores, ¿no? Si esto fuese otro homenaje al juego de Liza, ¡habrían usado a dieciséis, claro! Que “sobre” uno sería un ultraje a su diosa, de alguna forma. Así que…

    —Hay otro motivo más profundo que explica este juego.

    Pyro rio, y me dio una palmada en la espalda.

    —Siempre fuiste muy ágil, Dante. ¡Hasta a Lion le caías bien, y eso era complicado!

    Suspiré, esbozando una sonrisilla. Pero, en seguida, esta se enturbió.

    —Lo que me disgusta es… estar asumiendo ya que esto es un juego de asesinato mutuo. Lo estamos dando por sentado.

    —Bueno, no quiero ser portador de malas noticias, pero… lo es. Lo sé. Todo apunta a ello.

    —Ya. Tampoco me hacía falta ser Analista para deducirlo —le dije, de forma algo socarrona. Luego me dejé caer un poco sobre la barandilla, y miré a los demás otra vez. Señalé en dirección al chico alto y al de pelos blancuzcos—. Hey, dime una cosa. Tú que tienes el talento del super análisis… ¿qué opinas de esos dos? ¿Qué talento crees que tienen? No he tenido ocasión de preguntarles, y no lo han dicho.

    Pyro alzó una ceja.

    —No soy un adivino, ¿eh? Sin información tampoco es como si pudiese leer la mente a la gente.

    —¡Oh, vamos, pero tienes suficiente información! ¿A que sí? Suficiente para el Super Analista, desde luego —comenté, algo juguetón.

    Él se sacudió la nuca. “Eso es un sí”.

    —Pues… —señaló al chaval más alto, el que llevaba bolsas y alijos por todo el cuerpo—. Él es el Super Boticario, el Super Mercader, o algo similar. Es más, me la voy a jugar: es el Super Coleccionista.

    —¿Coleccionista?

    —Mm-hm. Lo más obvio son las bolsas que lleva, claro. El contenido de estas es lo que nos revelaría de forma definitiva cuál es su talento, pero a falta de estas, yo me fijo en otras cosillas. Por ejemplo… el tipo de alijos que lleva colgando.

    —No te sigo. Supongo que no es fácil seguirte, en general —reí. Pyro se sonrojó ligeramente.

    —Si fuese Boticario —argumentó el Super Motivador/Analista—, llevaría bolsas aptas para portar medicinas, hierbas, e incluso alguna cantimplora o algo similar para portar líquidos. Y no es el caso.

    >> Por otro lado, un Mercader podría ir vestido como va él, pero ¿te has fijado en su comportamiento? En lugar de interactuar con todo el mundo para ir obteniendo información, parece ensimismado en escuchar a aquel chico. ¿Es el Super Cuentacuentos, o algo así? ¿Alguien que se dedica a contar historias o anécdotas de algún tipo?

    Negué con la cabeza.

    —Pero te acercaste mucho. Es el Super Humorista. S-Supuestamente.

    —Me sirve —asintió Pyro—. Pues eso, parece ensimismado con el Super Humorista. No quiere lo que querría un Mercader, que es abordar a otros para obtener información: quiere exprimir todos los chistes del Humorista. Como si…

    —… los quisiese “coleccionar”, de alguna forma —solté una risa nasal—. A veces me cuesta seguir tus procesos mentales, pero siempre consigues que tu teoría me cuadre.

    —No esperaba menos, hombre —comentó, socarrón.

    —¿Y el otro? ¿El de pelo gris?

    —Ese es más difícil. Me falta información.

    —Me decepcionas —bromeé.

    —Ya te dije que no soy un adivino. Pero mira, hago mi apuesta. Por lo que puedo ver desde aquí, solo en base a sus manos…. Super Cirujano, Super Artista o Super Cocinero, esa es mi apuesta.

    —¿C-Cómo demonios puedes…?

    —… le veo ligeras cicatrices incluso desde aquí arriba, ¿lo ves? Usa diariamente cuchillos, cinceles, bisturíes o algo parecido, probablemente.

    Alcé las cejas. “Increíble, simplemente increíble”.

    —Me vas a preguntar ahora por más gente, ¿eh? —adivinó Pyro. Diría lo que quisiese, pero para los que no estábamos en su cabeza, lo suyo sí que parecía lectura mental—. Sobre… ese chico de ahí. El pelirrojo. No sabes su talento, tampoco, ¿verdad que no?

    —Cayden, se llamaba —murmuré—. Y no, no lo sé. Ni el de él, ni… el de ella —señalé a Anna.

    Pyro tomó aire.

    —Me imaginaba que había más de uno. Si no nos cuentan su talento —me dijo, poniendo la mano en el hombro—, dame un par de horas mezclándome con ellos, y te daré mi veredicto. De momento, te dejaré con la intriga~.

    —Oh, vamos, reconoce que no lo sabes.

    Fue… un pequeño momento que me resultó increíblemente agradable. Siempre me había llevado bien con Pyro, incluso desde antes de que Lion y él se uniesen definitivamente, desde Despair City. Fue un gran apoyo allí dentro, y continuó siendo un apoyo cuando se unió a los Gamma tras salir del juego.

    Ahora me preguntaba cómo estarían los demás, los que no estaban aquí, y, sobre todo…

    … me preguntaba si el Super Analista había notado algo en mí que le dijese qué Dante era yo ahora mismo. Si seguía siendo el mismo que conoció, o si era… otro diferente. De alguna forma, tenía miedo a preguntarlo. Y seguramente, Pyro lo habría notado.

    Un tiempo después, empezamos a intentar poner un poco más de orden, y conseguimos juntarnos todos en el vestíbulo del ayuntamiento. Cuando estuve allí, posicionado junto a Emily y a Lucas, pude fijarme por primera vez en aquel edificio.

    “Ha visto momentos mejores, desde luego. Momentos… no demasiado lejanos”, pensé. Y es que aquel sitio había estado activo hacía poco más de dos años. No fue hasta la muerte de Liza White, con el golpe que eso supuso para los Seguidores de la Desesperación, cuando empezó a verse cada vez más abandonado. El Gobierno se replegó y el centro de Galeia se fue… dispersando.

    Ahora, parecía que aquel lugar era todo nuestro. Con sus cuatro columnas elevadas, su suelo de mármol algo magullado y sus dos grandes escaleras a ambos lados. Y allí, creando un círculo, nos reunimos todos para tratar de sacar algo en claro de toda nuestra situación.

    Todos y cada uno de nosotros llevábamos esa extraña pulsera atada al tobillo… algunos más escondida por sus ropas que otros. Y todos llevábamos alguna variación de ese extraño uniforme escolar. Pese a que la mayoría estábamos entre los veinte y los treinta.

    Y el que habló primero mucho más, de hecho.

    —Entonces todos somos ultimates, entiendo —comentó Pine, analítico, entre Kyllian y el presunto “Super Coleccionista”. Estar entre ellos lo hacía parecer mucho más bajito de lo que ya era—. Todos hemos despertado en puntos diferentes de la ciudad, pero en torno a la plaza del ayuntamiento; todos hemos olvidado cómo hemos llegado aquí; y todos tenemos este extraño uniforme y esta tobillera.

    —Es un buen resumen —asintió Givan, el Super Arqueólogo—. Pero solo eso. Seguimos sin saber qué está pasando exactamente. Es… fascinante.

    —Hey, tú eras Ingeniero, ¿no, pelos verdes? —inquirió, de repente, Anna, señalando a Kyllian—. ¿Sacas alguna conclusión acerca de estos cachivaches que nos han enganchado?

    Cuando Kyllian estuvo a punto de hablar, noté cómo Lucas, a mi vera, no pudo contener el impulso de dar su teoría… y su voz terminó pisando a la del ingeniero.

    —¡Son localizadores muy avanzados! —El Inventor, viendo todas las miradas enfocarse en él, se sacudió la nuca, algo tímido; pero siguió hablando—. He estado analizándolas un poco, y creo que sé cómo funcionan.

    —Hmpf. —Kyllian… no parecía impresionado. Más bien molesto—. A ver. Ilumínanos.

    —B-Bueno, no usan pilas ni batería; parecen utilizar alguna especie de fuente de energía renovable. Están, además, conectada vía microagujas a nuestros tobillos, y disponen de un sistema de seguridad que hará que exploten si las extraemos forzosamente.

    —¿E-Explotar? —susurró, temeroso, el chico de pelos blancos—. ¿Va en serio? Tsk, ¿por qué me tienen que pasar a mí estas cosas? Vaya suerte de mierda tengo.

    —Dímelo a mí, Kris —le respondió, a su lado, ambas manos sobre la cabeza, Cayden. Así que aquel muchacho se llamaba “Kris”…

    Lucas se aclaró la voz para seguir hablando.

    —Además, la pulsera emite una especie de ondas de radio, o algo similar, de manera que nuestra posición, nuestras pulsaciones y otros datos biológicos son enviados a algún sitio. La pulsera no solo nos ubica espacialmente… hace las veces de una suerte de electrocardiograma.

    —Es decir… —comentó, con un nudo en la garganta, Emily, mano en el pecho— que detectan si morimos.

    —Mm-hm. Así es.

    —N-No me gusta como suena eso, la verdad —comentó Destiny, hinchando un poco los mofletes, brazos cruzados—. He oído cosas horribles de los otros dos juegos.

    —Hablando de eso —intervino Kyllian, ladeando la cabeza—, tenemos entre nosotros a la Super Esperanza en persona, junto a parte de su séquito… ¿no es así?

    Muchas miradas se volvieron, sorprendidas, al punto que señaló Kyllian… a Emily. Claro, no todos la reconocían. Aunque los Gamma eran considerados terroristas en Galeia y Emily era su líder, la información no fluía con normalidad en una ciudad como esta. No todos habían visto su cara.

    —¡Wow! —exclamó el chico alto, dándole un codazo a Aleck, el Humorista—. ¿¡Ella es Emily!? ¡Tengo que conseguir su autógrafo!

    —¡Pídele otro para mí, Niko! —le susurró Aleck, algo sonrojado.

    El bullicio, poco a poco, se calmó… y Emily retomó la palabra.

    —Es cierto. Soy Emily. Soy… Gamma. La nueva Gamma, al menos. Y tanto yo como otros de los aquí presentes sobrevivimos a uno de los juegos de asesinato mutuo. Algunos, de hecho, sobrevivieron a dos. —Me miró de soslayo, y yo tomé aire por la nariz, tenso. Pero ella no me señaló ni me mencionó expresamente—. Si los aquí presentes sois todos ultimates, debo asumir que procedéis o bien de los propios Seguidores de la Desesperación, o bien de alguna resistencia. Es difícil encontrar a algún ultimate que se mantenga neutral en el conflicto. ¿Me equivoco?

    Hubo miradas entre ellos, ceños fruncidos, sospechas. Silencio.

    Fue una voz que sonaba sorprendentemente inocente la que rompió el silencio con pura despreocupación: “Niko”, el alto, habló alzando la mano, y verbalizó algo que, seguramente, muchos otros callaban, por desconfianza hacia el resto.

    “Este tal Niko no parece… conocer el concepto de la desconfianza, desde luego”.

    —¡Emily tiene razón! Aleck y yo nos conocíamos ya de antes, de hecho, somos-

    Aleck, rápidamente, le tapó la boca a Niko, obligándolo a callarse, apurado.

    —¡Somos buenos amigos, sí, sí! Exacto.

    Hmpf. El humorista se mostraría despreocupado y vivaracho, sí, pero… conocía sus cartas. Intuía, como lo hacíamos (casi) todos, que aquello iba a ponerse feo pronto, si de verdad estábamos en un juego… y sabía que exponer información de fuera, especialmente si había enemigos entre nosotros, era arriesgado.

    “Pero si esos dos se conocen”, pensé, “y yo conozco a Emily y los demás de fuera… ¿quiénes se conocían previamente entre sí? ¿De dónde… vienen todos? ¿De dónde salen?”. Mi mirada buscó a Pyro entre la gente, que estaba junto a una silenciosa Bezzy. Tenía la mano bajo el labio, escuchando atento, reflexivo, analítico. Probablemente, dejando su talento latente trabajar.

    “Él es nuestra mejor baza. Siempre lo ha sido. Él, y… ella, claro”.

    ¿Era verdad eso que me decían siempre? ¿Q-Que me brillaban los ojos cuando…? D-Da igual.

    —En realidad no importa de dónde venimos, chicos y chicas —aseveró Em, decidida—. Incluso si provenimos de bandos enfrentados, hay una realidad aquí y ahora: y es que estamos unidos en esto. Pase lo que pase, quiero que nos mantengamos unidos y no perdamos la-

    Antes de que Emily pudiese seguir hablando, se oyó un pitido. Uno que me erizó la piel. Uno que conocía muy, muy bien.

    Un jodido anuncio. Seguido de esa… voz estridente. La voz de Monokuma.


    Un foco de luz se iluminó en el techo, apuntando al suelo, en el centro del corro que habíamos formado los diecisiete. Y vimos cómo un pequeño orificio se abría en el suelo. El oso, de pronto, salió de este de un salto.

    —¡Ta-daaaaah! ¡Upupupu! ¡Perdón por la tardanza, alumnos míos! No podéis ni imaginar cuánto tráfico había.

    —¡M-Monokuma! —gruñó Emily.

    —¡Hola, Emily-chan! —la saludó, alegre, el oso. Luego miró a su alrededor—. Pero bueno, bueno, ¡menudo elenco de estudiantes tenemos! ¡Hasta hay un repetidor!

    Pine soltó un audible “tché” ante el comentario.

    —¿Esto es real? —preguntó en alto Anna, incrédula—. ¿No es una coña? ¿El oso este habla?

    —Por desgracia —suspiró Ryu, rodando los ojos, con claro desinterés.

    Tras eso, Monokuma se aclaró la voz, y empezó su discurso.

    Otra vez lo mismo. Otra vez esas reglas. Otra vez… esa explicación. La tercera vez.

    —¡Bienvenidos al centro de Galeia, la Última Ciudad de la humanidad! Upupupu… habéis sido seleccionados para participar de este Programa Especial de Convivencia. Habéis sido seleccionados por vuestros asombroooosos talentos y vuestra historia como representantes de vuestras distintas escuelas para uniros bajo un mismo lugar y decidir, de una vez por todas, cuál de todas es la mejor. ¡Upupupu!

    —“¿Escuelas?” —dijo, confundido, Kris.

    —“¿C-Convivencia? —farfulló Kyllian, contrariado.

    —“¿Historia…?” —inquirió, curioso, Givan.

    —¿¡Burro!? —exclamó, de pronto, Aleck.

    Monokuma, riendo con cierta malicia, alzó las manos.

    —¡Exacto, exacto! Y en este Programa Especial de Conviencia, ¡hay reglas que seguir!

    —“Para salir de aquí, hay que matar a otro sin ser descubierto”. “Cuando sucede un asesinato, iniciará una clase de juicio: si los supervivientes encuentran al culpable, sobrevivirán y el culpable será castigado. Si los supervivientes fallan, el culpable podrá salir y todos los demás serán ejecutados” —empezó a recitar, casi de memoria, Pyro.

    —¡Din, din, din! ¡Premio para Pyro Redflame! Upupupu~…

    —Wow. Es peor de lo que pensaba —murmuró Cayden, suspirando.

    —¿Matarnos unos a otros…? —exclamó Ethan—. ¡Ni en broma! No vamos a hacer eso, ¡nadie aquí va a hacer eso!

    —Exacto —asintió Drake, al otro lado de Emily. Noté en su voz un cierto temblor, pero trató de disimularlo todo lo que pudo. Para los que lo conocíamos, sin embargo, era imposible de ocultar. “No hay duda de que es él, Drake de verdad”, me dije, con cierto alivio. Realmente estaba allí, ¿eh?—. No podéis dejaros engañar por Monokuma. ¡No hagáis caso a nada de lo que diga a continuación! Tratará de hacer que nos matemos entre nosotros por todos los medios, pero-

    —Sigue explicando, por favor —interrumpió Kyllian, de repente, con gesto severo—. Me interesa conocer todos los detalles de esta situación.

    Monokuma se puso con brazos en jarra, enfadado, como un niño al que le han molestado.

    —¡¡Si me dejaseis explicarlo tranquilamente, lo sabríais!! Pft. Ahora, por ir de listos, os aguantáis. Que cada uno lea sus reglas en su Monófono, pfpfpf. Ya que conocéis taaaan bien la mecánica de este juego, ¡os las apañáis!

    —¿Monófono? ¿Qué es eso? —se preguntó Drake en voz alta—. ¿Uno de tus aparatos?

    —¿… no tenéis los monófonos aún? Ups.

    —¡M-Menuda organización más lamentable! —exclamó Destiny.

    —¡Fallos técnicos hay en todas partes! —gruñó Monokuma—. Bueno, ¡encontraréis los Monófonos en vuestras casas! Pero antes, os advierto… ¡incumpliréis una regla si osáis entrar en la casa de otro! ¡Las casas son pri-va-das!

    —¡¿Tenemos una casa propia?! —exclamó Niko—. ¿Dónde?

    Monokuma se rio, misterioso.

    —Salid a la plaza, y lo comprobaréis. Ya está… todo preparado. Upupupup~.

    Y, de un salto, se metió por el agujero por el que había entrado, que se cerró tras de sí. La luz del techo se apagó, y yo crucé la mirada con mis conocidos.

    No hacía falta mucha confirmación para saberlo, pero… escucharlo directamente lo hacía mucho peor. Era, en efecto, otro juego de asesinato.

    Y, al salir, quedé completamente contrariado. Lo que antes era una plaza lúgubre, oscura y silenciosa, ahora estaba llena de colores, de luces, casi parecía viva. Aún era de noche, pero aquello parecía más una plaza festiva que la plaza entristecida que vimos antes.

    —Imposible —farfulló Kyllian al salir y ver aquello—. No ha habido… tiempo físico para hacer semejante cambio.

    —Con Monokuma, todo es posible —explicó Emily. No me había casi percatado, pero estaba… agarrada a mi brazo. Y podía sentir su miedo creciendo en su cuerpo.

    Miré hacia la plaza, siguiendo las luces de colores, que, como un arcoíris con muchas más gamas, se extendían hacia delante. Eran focos que manaban del suelo, dibujando la circunferencia de la plaza, con la fuente en el centro. Los edificios que la rodeaban estaban, ahora, iluminados por esos focos, y… de ellos colgaban enormes mantones con las caras pixeladas de cada uno de nosotros.

    —Increíble —dijo, admirado, Cayden.

    —¿¡Esa es la mía!? ¡Me muero de ganas de ver qué hay dentro! —exclamó, vivaracho, Niko, que en seguida correteó hacia la casa con su rostro sobre ella, ignorando el contexto en el que estábamos.

    —Va a ser… divertido —murmuró Ryu, impulsando las ruedas de su silla, cuando pasó a nuestro lado—. ¿No creéis?

    Todos empezaron… a dirigirse hacia “sus casas”, sin más. Atrás nos quedamos Lucas, Bezzy, Pyro, Drake, Emily y yo. La Super Esperanza me apretó aún más el brazo. Fue como si toda la seriedad y firmeza que había mostrado cuando habló en la “reunión” se hubiese desplomado de pronto, incapaz de soportar más la fachada.


    Ahora, su voz sonaba… asustada.

    —D-Dante, yo… no quiero que esto suceda de nuevo.

    Negué con la cabeza.

    —No te preocupes. Te tenemos a ti: tenemos esperanza.

    —Exacto —asintió Lucas, sonriente—. Esta vez estaremos unidos… y seguro que los demás nos encuentran. ¡Estamos en plena Galeia, después de todo, duh!

    Emily tembló, sin embargo, y sus ojos parpadearon. El rosa tembló por unos instantes. La tomé de la cara, y la miré de cerca.

    —Em… te protegeré, ¿sí? No dejaré que te pase nada.

    >> Soy tu guardián, después de todo. No: soy el Super Guardián.

    …. Y un Guardián hace lo que sea por proteger a las personas que quiere.


    Fin del prólogo.
     
    Última edición: 3 Octubre 2025 a las 11:40 AM
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