La cara de Mimi tenía todas sus características habituales: el ceño fruncido, las mejillas coloradas, esa mirada de odio constante. Pero esta vez, no era a una persona a quien le dedicaba tan delicados rasgos, sino a su propio reflejo en el espejo. Este le devolvía la expresión con la misma saña, lo que por alguna razón molestaba todavía más a la rubia. — ¡Mph!— exclamó, mirando para otro lado, ignorando la imagen que a su vez la ignoraba. La muchacha se encontraba vistiendo un curioso kigurumi que representaba a un Luxray, con los ojos del pokémon haciendo juego con su mirada actual. Raiden, su luxray de carne y hueso, la miraba curioso, viendo como su entrenadora se peleaba con el traje, diciendo que le picaba, que le quedaba grande, que le quedaba chico, que el color no le hacía juego, que le hacía calor, pero a la vez frío, y demás. Raiden simplemente se acostó en el suelo, con la cabeza sobre las patas. No era la primera vez que Mimi se quejaba con el aire, y tampoco iba a ser la última. La joven podía escuchar las risas y conversaciones del resto de los holders a través de la puerta cerrada de la habitación en dónde había ido a cambiarse. No podía salir vestida así. ¿La gran Mimiko Honda llevando simplemente el disfraz de un pokémon? ¿Ella, que siempre iba vestida con la ropa más cara y exclusiva que podía, ahora disfrazada de Luxray? ¡Impensable! Mimi se asomó tímidamente por una rendija de la puerta abierta, tomando valor. Todos allí se encontraban vestidos de forma similar a ella, solo que con distintos diseños. La muchacha volvió a cerrar la puerta, con el ceño fruncido. Una pijamada utilizando kigurumis de pokémon. ¿A quién se le había ocurrido tan estúpida idea? Al idiota de Nikolah, obviamente. Y todos los otros holders eran idiotas por estar de acuerdo con él. ¿Quién se pensaba que era ese rubiecito flacucho, pobre como el que más, novato, inmaduro? Si no hubiera sido por Emily, que estuvo allí para calmarle los nervios en el momento en el cual se propuso la idea, se hubiera levantado indignada y se hubiera ido, mascullando algo sobre la baja casta del ojiazul mientras se iba. Y fue también la muchacha de ojos violetas la que la había convencido al final de ir. Emily le iba a deber después de hacerla pasar tremenda verguenza. Al final, y con una última mirada de circunstancias a Raiden, que hizo que este mirara para otro lado, tomó aire y salió por la puerta. La recibió la algarabía del lugar, música sonando lo suficientemente fuerte como para ser escuchada, pero lo suficientemente tranquila como para no interferir en las numerosas conversaciones que estaban teniendo lugar. Había mesas con bebidas y bocadillos, y varios colchones y puffs alrededor, para que la gente se recostara o directamente durmiera. Otra idea estúpida más de Nikolah. ¿Durmiendo todos juntos? ¿Chicos y chicos? ¿Sin distinción? Tan solo pensar en eso hacía que sus mejillas ardieran, pero no sabía si era por enojo o por vergüenza. Enojo, seguramente era enojo. Buscó al rubio, para fulminarlo con la mirada, todo lo que podía hacer en esos momentos. Lo encontró conversando con Liza, enfundada esta en un traje de Oshawott, mientras que lo que usaba el muchacho parecía un monstruo de Frankenstein. Según había escuchado, no podía decidirse por ningún pokémon en particular, así que agarró varios que le gustaban y los cortó y cosió todos juntos, haciendo una amalgama de colores y figuras caótica. Mimi buscó a Emily con los ojos, pero no la encontró. Tal vez estaba en el baño, o en otro lado. Así que resignada, soltó otro de sus característicos “Mph”, y se dirigió a uno de los puffs, alejada del resto, y sola. Se sentó con los brazos cruzados, sin mirar a nadie y sin dirigirle la palabra a nadie. Alpha, en un momento, hizo ademán de acercarse, pero la mirada que le dedicó la rubia le hizo el mismo efecto que una Onda Trueno, y apenas pudo moverse desvió su trayectoria para ir a charlar con su hermano de sánguches. Mimi suspiró, molesta. Apenas apareciera Emily, la tomaría de la mano y se irían las dos de allí. Ya había tenido suficiente. Sin embargo, la persona que se sentó a su lado no fue su amiga de cabello negro, sino una que llevaba un kigurumi de Pancham. Mimi miró a la recién llegada con una mezcla de molestia y curiosidad. Era pequeña, y trazos de cabello rubio se dejaban ver por debajo de la capucha del disfraz. Pudo reconocerla como la niña que parecía pegada al rubio idiota, siempre encima de sus hombros o su espalda. ¿Qué hacía ella allí, y no con su “hermano”? Si había venido hablarle, se podía ir yendo. Estaba a punto de abrir la boca para decirle justamente eso, cuando la voz de la niña la tomó por sorpresa. — También estás sola, ¿no?— le preguntó, sin mirarla, mientras movía los pies nerviosa. — ¿Eh, sola? No sé a qué te refieres, niña. Yo no quiero estar aquí, mezclada con toda esta...esta gentuza.— ¿También? ¿Acaso ella se sentía sola? — Yo...yo tampoco quiero estar aquí. Hay mucha gente y...y…— dijo la niña, temblando nerviosa. — ¿Y por qué no vas con tu supuesto hermano y me dejas en paz? Siempre andas con él, no sé porque ahora sería distinto.— dijo despectiva la Honda. — Pues, no lo quiero molestar, él parece feliz con toda esa gente, y yo solo haré que me preste atención a mí, y no quiero eso.— respondió, sin levantar la vista. — No es mi problema niña. Si tu hermano es un verdadero hermano mayor, se debería quedar contigo, sin importar qué.— replicó Mimi, apretando el puño de forma disimulada. Esa frase no le traía buenos recuerdos. — ¿Puedo...puedo quedarme aquí? ¿Contigo?- preguntó de improviso Talía. Mimi se giró para decirle que ni lo pensara, que solo la estaba estorbando, pero su mirada se cruzó con la de la niña, con esos enormes ojos azules, que la miraban suplicante. Mimi tragó saliva, y pudo sentir como sus mejillas se sonrosaban levemente. Ahora que la veía de cerca, la niña era bastante adorable. Más con el puchero que estaba haciendo en esos momentos. — Yo, eh, ah…— los cachetes de la Honda estaban rojos ya, en especial cuando Talía se arrimó más a ella. Mimi volteó la cara rápidamente.— Ok, pero esto no significa nada, ¿sí? Todavía no me agradas ni tú ni este lugar, ¿entendido? Por toda respuesta, Talía exclamó feliz y se abrazó al brazo de Mimi, lo que hizo que esta soltara un “¿¡Ehhhh!?” que hizo que varias caras se voltearan hacia ellas. Mimi miró para otro lado, con la cara roja, mientras la niña se acurrucaba contra ella. Tuvo el impulso de empujarla lejos, ¡eso no era parte del trato! Pero cuando la volvió a mirar, para mandarle a que salga de encima suyo, sus ojos se cruzaron con el rostro de la niña. Al parecer, estaba tan cómoda allí que se había adormecido, con una sonrisa dibujada en su cara. Mimi miró para todos lados, nerviosa, y lentamente, dejó que Talía cayera sobre su falda, para que estuviera más cómoda. Tenía todo el rostro como un tomate, resaltando con el negro de su kigurumi, y se había bajado la capucha, para que nadie pudiera verla. Aunque antes había esperado con ansias a que Emily viniera a buscarla, ahora no le importaba si se demoraba unos minutitos más. A lo lejos, había dos sonrisas viéndolas. Dos sonrisas lejanas, pero cuyos dueños se habían mirado con anterioridad, con complicidad, para no intervenir en ningún momento. Una sonrisa era de ojos azules, mientras la otra era de ojos violetas.
¡Hey! No creías que aparecería pero aquí estoy, vengo a comentarte. Decidí empezar desde arriba hacia abajo y este es el fic que me pilló más cerca <3 AAAAA Reu esto ha sido tan adorable <3 La trama, el nudo, el desenlace y la forma tan perfecta en la que has usado unos personajes que no son tuyos es simplemente perfecta. ¡Los kigurumis! Talía y Mimi son una dinámica curiosa... más que nada porque Mimi tiene debilidad por las cosas adorables y Talía se baña en adorabilidad cada mañana. Un poco de azúcar, moe y cosas bonitas y... volià tenemos una Talía al uso. Debo resistir... el impulso de... shippearlas. El broche final también ha sido sublime. Esas miraditas significativas que se han lanzado Nikolah y Emi. "Miralas, nuestras tímidas y asociales niñas socializando" Estoy segura de que Emily se perdió por la fiesta a propósito solo para que Mimi socializara con alguien más. Y Nikolah debe sentirse orgulloso al ver a su hermanita hacer una amiga. Aunque esa amiga sea una tsundere gruñona como Mimi <3 Muy buen escrito, demasiado dulce. Ahora si me disculpas voy a ir a ponerme insulina porque mi cuerpo sufrió una sobredosis de azúcar. Ja ne!