Piel dorada La vi acercándose a mí, apoyada en su bastón, tambaleándose levemente y cartera en mano. De mala gana, me levanté del sofá donde hasta hacía un momento estaba plácidamente recostada, mas sin dejar que se notara en mi rostro, puesto que la educación y el respeto son inherentes a mi persona (además de cierta pedantería en ciertas ocasiones, todo sea dicho). Como en una película a cámara lenta, observé cómo su mano arrugada y devastada por el paso del tiempo sacaba de la ya mencionada cartera un billete de diez euros para proceder a dármelo, momento en el que suspiré internamente. Tras ello, me limité a sonreír forzadamente como tantas otras veces, agradecérselo elocuente y reiteradamente y darle un par de besos de esos que debes dar a menos que quieras ser víctima de un codazo o de una mirada represora por parte de tus amados (nótese el… ¿sarcasmo?) padres. Aceptar una cierta cantidad de dinero cada domingo resultaba para mí un trámite diplomático un tanto incómodo. No es que no agradeciera el gesto, sobre todo teniendo en cuenta que siempre he tendido olvidar el recordarle a mi madre que me debe la paga semanal, pero a lo largo de mi vida y del despertar de mi sentido común había ido viendo poco a poco cómo mi abuela había tratado siempre de obtener mi cariño principalmente mediante cosas materiales. Sin embargo, a mí eso era lo que menos me importaba, y supongo que por eso siempre me había sentido mucho más apegada a mi abuelo, que, aunque no me diera caramelos, siempre tenía una sonrisa y un abrazo preparados. Así que, como hacía siempre, guardé el dinero en mi bolsillo y me alejé de ella de la manera menos ruda posible, para luego volver a mi posición inicial en el adictivo sofá de mi casa. Debido a que era hora de comer, la televisión estaba encendida y estábamos viendo el telediario. En aquel momento, la sección económica era la protagonista, y las noticias que mostraban las bolsas mundiales desplomándose se multiplicaban. La mundialmente conocida como “crisis económica” acaparaba la gran mayoría de las preocupaciones de la población, y no era para menos. Sin embargo, me resultaba cuanto menos curioso que fuera en contadas ocasiones cuando la llamaran “crisis capitalista”, aunque debo admitir que cabe la posibilidad de que recuerde mal y nunca lo hayan hecho. Incluso con mi limitado conocimiento acerca del tema, era capaz de ver que todo aquel desmadre lo había causado el ansia de dinero de un determinado sector, aplicando de la peor manera posible la teoría capitalista. En épocas pasadas, la teoría, simplificada, era la siguiente: obtener beneficios para conseguir bienes. Sin embargo, en nuestra época era: obtener beneficios para conseguir bienes y, más tarde, obtener aún más beneficios. No es que yo me posicione en contra o a favor de ninguna teoría económica; no dispongo de conocimientos suficientes para ello. Me resultaba aburrido e infructuoso, puesto que cada una de ellas caía por su propio peso en algún momento de la historia. Sin embargo, debo admitir que esa caída solía propiciarse por la codicia de la gente en general. Después de comer, y con la mente aún hecha un trapo por pensar tan detenidamente en temas económicos, los cuales aborrecía, decidí pasar el rato con la televisión, pero desconocía qué tipo de programas podían estar emitiéndose en aquel momento, debido a que no lo hacía a menudo. Y así, alternando entre cadenas (lo que coloquialmente llamamos zapping), tuve la oportunidad de ver, como casi siempre, una cantidad masiva de publicidad comercial insulsa y otro poco de publicidad de programas, la mitad de los cuales tenían como temática “ganar dinero fácil”. Había uno que me resultaba especialmente repugnante, en el cual debías revelar tus secretos más vergonzosos a base de decir siempre la verdad, para lo cual se usaba un polígrafo. Cuantas más verdades humillantes pudieras revelar, más dinero conseguías. Nunca vi ese programa, ni una sola vez, puesto que su premisa me parecía totalmente ridícula y humillante. Sin embargo, más ridículos me parecían aquellos que participaban, arruinando su vida familiar y mostrando sus vergüenzas ante un país entero, desnudando una piel que, aunque luego se volviera dorada a causa del dinero, estaría marcada por el símbolo del deshonor y la indignidad para siempre. A veces pienso que lo que se muestra en la pantalla de un televisor es el vivo reflejo del país en el que se emite y se crea. Pero es que de verdad que me horroriza pensar que el mundo en el que vivimos puede asimilar esa clase de comportamientos codiciosos e inmorales como comunes. Al día siguiente, observando los resultados de un examen que había hecho hacía poco (los cuales no eran precisamente sobresalientes), sentí una rabia desmedida carcomiendo mi interior. Una multitud de sentimientos negativos me inundaban: vergüenza, envidia, dolor, egoísmo, por mencionar algunos. Yo conocía y, en cierto modo, toleraba esta actitud que se daba siempre en las mismas circunstancias. Lo había comprendido hacía mucho tiempo, pero no era fácil de admitir. Yo codiciaba el honor. El liderazgo. La supremacía. El rasgar el cielo con las manos sin que nadie más que yo pudiera rozarlo siquiera. No conseguirlo conducía a la humillación. Algunos podrían llamarlo afán de superación. Otros, menos “inteligentes”, podrían afirmar que lo único que se codicia es el dinero. Sin embargo, ambas suposiciones son erróneas. Por supuesto que el dinero no es lo único que se codicia. Codiciar, en sí mismo, y sin prestar atención a la connotación negativa de la palabra, no es enteramente malo. Es, en un caso abstracto, un simple deseo de mejorar. Pero había un problema en esa teoría. Mi definición de codiciar no era esa, y poco tenía que ver con el dinero en mi caso. Lo que yo consideraba codiciar era ansiar algo de manera irracional y desear que otros no lo consigan. Lo cual provocaba un dolor en mí, que sabía que nunca iba a obtener el honor, el liderazgo o la supremacía. Que nunca iba a rasgar el cielo con las manos mientras los demás se quedaban abajo, llorando. Que mis esperanzas no eran más que ilusiones en vano y que, en vez de ser al revés, serían los verdaderos seres con talento y predisposición, envueltos en pieles doradas, los que observaran mi trágico final. ---- He aquí mi historia para el concurso Tristes y Bellos Sentimientos :3 Destrócenla a su gusto :)
Re: Piel dorada ja!, merecedor del primer premio. Te toco el sentimiento codicia? Me pareció un poco raro el pasaje desde la narracion de los hechos hasta los pensamientos de la chica, un poco abrupto, pero bueno. Lo que me parece genial es toda la ambivalencia que hay con respecto a si la codicia es buena o mala, porque a fin de cuentas, decis que por mas que seas asi no vas a lograr nada, ya que siempre te van a pasar los adinerados, de pieles doradas (aun mas codiciosos que uno mismo). Felicidades.
Re: Piel dorada Este relato es mío. Bea-chan acepto casarse conmigo (?) y escribirme diario... (: Ahora sí separaste la puta palabra esa ¿eh? ¬¬. Por esa palabra no te di un 10... :o Exelente, ya lo sabes. Merecedora del primer lugar... (:
Re: Piel dorada A decir verdad, nunca escribí esa palabra junta xD. La verdad es que me extrañaba un montón el asunto, y te aseguro que he copiado el texto tal y como te lo envié :(. Muchas gracias, berlin. Lo cierto es que al usar la expresión "pieles doradas" por segunda vez no me refería a personas adineradas exclusivamente, sino a personas exitosas y con talento que habían logrado cumplir sus propósitos; ese era el tipo de personas por las cuales la protagonista se sentía mal, porque sabía que no llegaría a ser como ellos por mucho que lo deseara.
Re: Piel dorada Sí estaba junta. La tengo yo así... ¿Quieres que te haga un screen? O como se diga eso...xD Te lo puedo enviar por PM :si:
Re: Piel dorada BeatO estas enferma :sweet: Me gusto, no, me encanto el retrato de la codicia que hiciste, lo hiciste de distintos ángulos y debo decir que te quedó bastante bien aunque siento que de algún modo se hizo en algún momento pesado (sí, los fan's de Beato, arrojadme pedradas :K), no sé, tal vez mi forma de ver sea lenta y simple, pero siento que le falto la muerte de la abuela (?) D: Bah, tú sabes que escribes de maravilla, niña, no tengo mucho que criticar sólo asdfeo :rezar:
Re: Piel dorada Definitivamente merecedor de primer lugar, muy buena forma de narrar y excelente manera de presentar la codicia de distintos ángulos, porque claro, a veces la gente cree que codiciar es simplemente que la gente anhele dinero y eso, cosa que no es así, codiciar es desear algo que no tienes; algo que se busca con afán, puede ser de dinero a simplemente el reconocimiento xD. La codicia se parece a la envidia y puede que se confundan fácilmente, de hecho, a mí me confunden hasta cierto punto xD. Lo que a mí me descolocó fue que de repente estaban con lo de la abuela y la codicia del dinero, y luego el hecho de que al día siguiente la protagonista por el examen se molestará y eso, en cierto punto me pareció un poco apresurado. Eso sería todo desde mi punto de vista. Lo reitero: Me gustó mucho. Jojojojo, felicidades, espero ver más historias tuyas. Cuídate y suerte :).
Re: Piel dorada Teiga: Pero eso ya lo sabíamos :yaay:. Lo sé, yo también presentí que se podría hacer un poco pesado, pero era el penúltimo día para entregar y no me apetecía pensar más, si te digo la verdad xD. Y lo dices como si yo de verdad tuviera fans, lol. Gracias por tan maravillosas palabras ;-; Anneliese: Lo sé; lo cierto es que basé este relato muchísimo en mí misma y en mi forma de ver y sentir la codicia, una codicia que a veces rayaba en el egoísmo y la envidia y que desgraciadamente he experimentado en bastantes ocasiones. No me extraña; lo que yo buscaba era un salto brusco en el contexto del relato que se complementara con el cambio que iba a experimentar la manera de reflejar la codicia, que ya no se basaba en el dinero. Gracias a todos por las opiniones =D