Peuch [Dúo de terror]

Tema en 'Relatos' iniciado por Poemy, 13 Noviembre 2015.

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    Poemy

    Poemy Guest

    Título:
    Peuch [Dúo de terror]
    Clasificación:
    Para niños. 9 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    2096
    Bien. Esta es mi primerísima vez escribiendo algo de terror. Estamos bastante nerviosas, pero aquí va.
    @Kashey está participando conmigo, y ella hizo este lindo y fantasioso dibujito <333
    ______________________________________________________________________________

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    "Cada persona ve el mundo de distintas maneras, pero muy pocos logran ver a fondo lo que realmente es."

    Había una pequeña cabaña, en lo más alto de una colina bajita. El césped estaba pintado de un verde muy vivaz, mientras el sol lo alumbraba con toda su energía. Sentir el viento soplar fuerte era acogedor, sin dudas, un lindo lugar para establecerse.

    La pequeña cabaña no destacaba. De hecho, cualquier persona podía mirarla más de dos veces, pero no recordarían sus más simples características: pared de concreto roja, con semejanza al cartón. Techo amarillo, similar a la paja, y ventanas cristalinas, que de lejos podrían confundirse con el plástico.
    Pero la razón por la cual nadie podía recordar aquella casita no era tan simple.

    Aquel lugar era un inmenso hogar donde vivían cientos de seres que nadie había visto nunca jamás. Todos permanecían ocultos por miedo a ser juzgados y maltratados. Sólo aquellos que fuesen bondadosos y valientes serían capaces de ver más allá y se les permitiría entrar.

    Cualquiera que los viera diría que eran...

    —Monstruos —dijo Boro, una criatura de contextura puntiaguda, sus amigos decían que era casi un cristal—. Eso es lo que son.

    —¿Qué es eso? —preguntó Neón, un ser que brillaba en la oscuridad.

    —Son criaturas que asustan y comen de todo —le contestó Litio, una criaturita que muchos confundían con una roca brillante.

    —Igual que Ocre—se burló Neón.

    —No eres el más indicado para decir eso —se cruzó de brazos—. Tendré tres jorobas, pero al menos yo no brillo cuando tengo miedo.

    —¡Que brille no quiere decir que tenga miedo!

    Peuch, una extraña criatura de felpa, con forma poco particular, los miraba desde atrás. Él estaba escondido detrás de un montón de cajas, observándolos.

    —Mojiperros.

    —Mojigatos, como dicen los humanos. —Lo corrigió su amigo, saliendo de la nada.

    El mounstrito relleno de felpa se sobresaltó, sus patas se enredaron y cayó sobre las cajas. En el caso del mundo de afuera, no sería nada de mucha importancia, pero en aquella cabaña era algo distinto.

    —¡Carne de burro no pesa igual que una pluma! —se quejó una de las cajas.

    —He perdido mi figura —se lamentó otra.

    —No es nada que no se arregle con pegamento, señoras. —Las tranquilizó, levantándose lentamente del suelo.

    —¿Y bien? ¿Este año habrá cosechas? —preguntó Argon.

    —¡Por supuesto! Es una tradición que hemos estado cumpliendo desde que llegamos a la tierra... Se supone que mañana cumplimos veintiséis años aquí. ¡Hay que celebrar!

    —Pero...

    —¡Sin peros, hoy, cuando se ponga el sol, saldremos!

    Ellos sólo salían de su hogar cuando los Crisantemos florecían, cuando el agua del arroyo se volvía más cristalina y los rayos del sol eran puros. Últimamente no tenían mucha seguridad ni ganas de salir. El año anterior un niño pequeño los había descubierto mientras se encontraban en el arroyo, y por lo tanto, acordaron ser más discretos.

    El amigo de Peuch estaba preocupado, tenía un mal presentimiento acerca de todo esto.
    Quizá todos ellos eran monstruos. La mayoría de sus características y facciones eran espantosas: púas en el pecho, mucho pelo, cuerpos deformes, pero... ellos no habían deseado nacer así, ellos no habían tomado esa decisión.
    No sabían quiénes eran, ni si eran dueños de su propio destino.

    Él se sentía triste, y tenía envidia. Los humanos podían salir al exterior, pero, ¿ellos qué? Cuando llegaron a la tierra, el primer día, capturaron a uno de sus amigos para experimentar con él. Al final, nunca se supo nada más. ¿Por qué los humanos no experimentaban con otros humanos?
    Ellos podían llorar, reír, pero los "monstruos" no emitían más que sonidos pavorosos.
    Él mismo era una abominación. Estaba hecho todo de tela, sus brazos eran de un extraño material similar a la paja, sus piernas, flacas como un palillo, apenas lo sostenían, por lo tanto, solía estar sentado la mayoría de las veces. Lo que más lo destacaba era que no tenía cara, simplemente poseía una gran superficie negra.

    Sucede que, al mirarlo al rostro por más de cinco segundos, cualquier humano cae fácilmente en un abismo del cual es muy difícil salir.

    ~

    Ya cuando el sol se estaba poniendo, los monstruos salieron a la cosecha anual. Para ello, sólo necesitaron botellas de vidrio, para recolectar los rayos del sol, esto debido a que consideraban que si atrapaban los más vivos rayos del sol, tendrían buena suerte.

    La bestia con similitud al espantapájaros bajó la colina en busca de los Crisantemos. Estos sólo crecían una vez al año, y significaban mucho para todos sus amigos. Los volverían a plantar cerca de la cabaña, eso le daba un aspecto más bonito.

    Argon estaba distraído, se distrajo observando cada pétalo de la flor, su color y su olor. Sintió que no podía arrebatarle la flor a algo tan bonito como la naturaleza, porque si no, estaría haciendo exactamente lo mismo que hacían los humanos.
    Y de la nada, apareció. Ojos cafés, pelo rubio. Se quedó observándolo, horrorizado, asustado, sin poder moverse. Ahí fue cuando el hechizo hizo efecto. El niño cayó al suelo como si de una tabla de madera tratase.
    Más atrás venía la multitud, miles de personas escalaban la colina, habían llegado sin avisar.
    E igual que las abejas tomaban el polen, los humanos tomaban lo más bello y significativo de la naturaleza.

    Los árboles caían, poco a poco el césped perdía su color y el sol se entristecía. Los padres del niño quedaron en shock, la bestia se volteó y advirtió a sus demás amigos que corrieran a esconderse en la cabaña.
    A pesar del rencor que sentía, no dejaría que alguien lo viera al rostro, y mucho menos que por su culpa le hicieran daño a sus amigos.

    Sintió un fuerte impacto en su espalda, y múltiples golpes que le hicieron perder el conocimiento.

    Qué cobarde de su parte, Peuch miraba desde lejos cómo le apalizaban. Y a pesar de querer correr a salvarlo, supo que primero debía poner a salvo a sus amigos, los guió a todos a la cabaña. Ellos no eran personas, pero tenían sentimientos, y ver aquella horrorosa escena los desconcertó a todos.

    —El sol murió —comentó Boro, angustiado. Él sabía que de noche las cosas se tornaban peores.

    —¿Qué pasará con Argon, Peuch? —preguntó Ocre, muy preocupado.

    —Iré por él. Por favor, quédense aquí. Si salen de la cabaña y los encuentran, no podré defenderlos.

    El de contextura similar a la felpa salió. Sentía algo raro, algo que nunca había sentido. Él siempre se sentía con ganas de correr, salir y explorar. Pero en ese preciso instante sentía todo lo contrario. Todo a su alrededor moría lentamente, y ahora no podía ver el color del cielo. Todo se volvía negro, un negro muy triste.

    Bajó aquella superficie inclinada rocosa, y al dar un paso torpe, cayó colina abajo. Su cuerpo quedó en el suelo como un objeto inanimado; perdió el conocimiento durante un tiempo difícil de calcular.

    Al abrir sus pequeños ojos, sintió una opresión dentro de sí. Dio un respingo y con dificultad en sus patas, caminó hacia el lado izquierdo de un gran bosque. El suelo estaba húmedo, y a lo lejos, en el cielo, pudo divisar una gran cantidad de humo; alguien estaba haciendo una fogata.

    Desde ese sitio se producía un olor extraño, muy distinto al de la madera quemada.

    Fue ahí que la criatura se acercó un poco más, y se percató de que no era lo que él creía, en ese sitio se encontraba el cuerpo de su amigo, ardiendo en llamas. Despedazándose, y convirtiéndose lentamente en cenizas.
    Aquella imagen había quedado dentro de él. Cerró sus ojos y se dejó caer. Se agarró de la tierra húmeda y saboreó un sentimiento amargo en su boca.
    Era eso a lo que los humanos le llamaban "Dolor".

    ~~~~~

    —Cada persona ve el mundo de distintas maneras, pero muy pocos logran ver a fondo lo que realmente es.

    ¿Qué significa esa frase, Naxy?

    —Pues. Pienso que todos tenemos diferentes perspectivas sobre muchas cosas, pero hay una cantidad mínima de personas que logran ver las cosas más de lejos.

    —¿Y eso significa...?

    La muchacha cerró el libro, frustrada. Arqueó una ceja y miró a su compañera seriamente.

    —No es tan difícil de entender, Mary.

    —No es mi culpa no tener una imaginación tan amplia como la tuya —se encogió de hombros.

    Naxy se acomodó en el asiento y desvió la mirada para observar el follaje de un enorme abeto que la saludaba por la ventana del salón.

    —Es como... es como la música. ¿Tú cómo percibes la música, Mary?

    —Me gusta la música. Sobre todo cuando tengo que ir a hacer ejercicio, el ritmo me anima más a ejercitar.

    —Bien, esa es tu percepción. ¿Cómo crees que la perciben los demás? Al final todos la miran de distintas maneras, de una de tantas. Pero nadie la percibe entera, completa, plena.

    —Creo que me confundes, Naxy.

    —Sí... olvídalo.

    Al finalizar el colegio, todos los niños se iban a sus casas, la mayoría acompañado de por lo menos un amigo. Naxy tenía a Mary, pero Mary la tenía a ella, y a Katy, y a Romy, y a esa otra chica de cabellos rojo artificial que la miraba con una expresión desagradable cuando se la topaba. Mary no siempre se iba con ella, y esta era una de aquellas veces en las que debía irse en solitario.

    La de cabello oscuro sentía que nadie la comprendía, y que nadie lograría hacerlo. Ella quería descubrir cosas distintas, nuevas, algo que nadie más hubiera visto antes. Solía salir a caminar por el bosque por las tardes y volver después de la puesta del sol. Varios de sus compañeros se habían cruzado con ella por casualidad más de una vez mientras ella salía de entre la espesura de la oscuridad boscosa, seguro que le temían.
    Había algo que ella deseaba descubrir con ansias, algo que buscaba cada día y que no hallaba. Algo de lo que no estaba segura qué era.

    Tocó la puerta con suavidad, sin esperar una respuesta. Era algo que había dejado de hacer hace meses, pero en ocasiones un dejo de esperanza le recorría por el pecho y pensaba que, sólo tal vez, alguien podía responder. Pero esperó en vano, como sucedía siempre que estaba ante esa situación.
    Desde que su padre ya no estaba, su madre se había tenido que conseguir un trabajo de tiempo completo. La veía únicamente por las noches, pero estaba tan cansada que se dormía sin siquiera preguntarle a Naxy cómo le había ido durante el día. Aún así era algo que la chica de cabellos oscuros ni siquiera reprochaba en su mente, seguro que su pobre madre la estaba pasando mal.

    Abrió la puerta con suavidad y lanzó la mochila dentro de la casa. Se giró sobre sí misma y corrió en dirección al bosque. Deseaba perderse entre el precioso follaje de los enormes árboles, gritar para soltar su frustración y buscar, buscar eso que no sabía qué era.

    Se había ido adentrando más dentro conforme los meses pasaban. Al principio le daba miedo perderse, pero poco a poco aprendió a ir reconociendo el camino, a observar atentamente y grabarse todo lo que pudiera observar.
    Esta vez no sentía miedo, conocía el camino por el que corría y ansiaba llegar más lejos. Corrió y corrió hasta que, detrás de un gran matorral, muy cerca del arroyo, lo observó. Era... tan extraño. Enorme, y extraño.
    Caminaba lento sobre la colina, no se había dado cuenta de que ella lo observaba.
    Por un momento un escalofrío le recorrió por la espalda, pero se esfumó casi tan pronto como se había hecho presente. Había algo en el ambiente... él no se sentía como una amenaza.

    Caminó lento hacia él. Lo había encontrado, lo sentía en su interior. Era lo que ella buscaba.

    —Hola.

    Peuch se sobresaltó. Los seres humanos los repelían, los odiaban, y habían terminado con la vida de Argon. Pero de alguna manera, la mirada de aquella persona lo hacía sentir tranquilo, le daba un poco de esperanza.

    —Hola —atinó a decir al fin.

    Seguro que algo bueno sucedería.
     
    Última edición por un moderador: 13 Noviembre 2015
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    Ichiinou

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    Me ha gustado. Ha sido un relato curioso, la verdad muy diferente de lo que suelo leer, algo muy creativo y es grato leer algo así. Lo que sí, no he alcanzado a sentir terror ni miedo con este relato, pero sí mucha pena por el pobre Argon y sus amigos.

    La verdad, creí que al final, Peuch buscaría venganza matando a esa inocente humana, pero creo que me equivoqué. Al fin y al cabo, ¿De qué les serviría eso? De nada. Solo hacer ver que son seres malvados. Aunque en realidad los seres humanos ya lo piensan.

    Al principio el relato se me tornó algo confuso, la verdad, pero después fui entendiendo las cosas.

    La ortografía, gramática y redacción impecables, sí.

    En fin, nada más que decir, creo.

    ¡Un saludo! :)
     
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