Mitología Griega Perséfone sobre la vida, muerte y resurrección

Tema en 'Otros Fanfiction' iniciado por Elliot, 22 Diciembre 2019.

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    Elliot

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    Título:
    Perséfone sobre la vida, muerte y resurrección
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    3956
    Sobre la vida

    La vida, aquello que consume y depende de los minerales, y da servicio y sacrificio a lo divino, beneficiosa y destructiva para si misma y en constante multiplicación. De esta última y necesaria tarea de reproducción se encargan Deméter y su tierna hija Perséfone. La primera era ya experimentada y veía a los seres vivos como meros productos de su trabajo cuando la segunda aún tenía la curiosidad y emoción de una principiante. En una ocasión, la diosa hija se hallaba espectando ansiosa la eclosión de un huevo de grillo que había vigilado durante un tiempo. Al eclosionar, el milagro de la vida emocionó a la joven diosa como de costumbre, quien permaneció admirando a la pequeña criatura y jugando un rato con ella antes de volver a su tarea como deidad a petición de su madre.

    Al día siguiente regresó al mismo lugar en busca del insecto, al cual encontró justo a tiempo para liberarlo de las fauces de una hormiga que lo había atrapado. La inexperta deidad decidió entonces volver adulto al grillo con la esperanza de que se defendiera mejor. Volvió a salvarle la vida al día siguiente, esta vez de una lagartija que casi lo atrapa. La mañana posterior pudo disfrutar de oír a su pequeño amigo cantándole al amanecer, mas ese mismo canto atrajo a un ave de la que Perséfone lo tuvo que proteger de ser picoteado. Cuando el grillo aún no tenía una semana de vida cayó en la tela de una araña a la que pudo mantener a raya el tiempo suficiente para que su divina salvadora lo rescatara una última vez.

    Al ver como su hija perdía tanto el tiempo con una insignificante criatura, Deméter le aconsejó a Perséfone que llevara a su, como la primera lo veía, mascota a un lugar más seguro, sugiriéndole los jardines de su hermano Apolo. La hija de Zeus fue llevada a los mentados jardines donde fue recibida gentilmente por su hermano.

    "Queridísima hermana, ¿qué te trae por estos lugares y qué puedo ofrecerte? Pregunto llanamente por curiosidad, no es que necesite un motivo para recibirte en mi jardín" comentó el dios solar.

    "Dos motivos me atrajeron aquí, oh gran hermano. Uno de ellos es el deseo de admirar tu santuario personal del que me habló mi querida madre, pero el primordial motivo es darle un lugar seguro para vivir a este indefenso ser" Explicaba Perséfone mientras levantaba sus manos unidas y las habría con cuidado para enseñar el grillo sin provocar que este saltara.

    "No suelo permitir que otros animales o plantas entren a este lugar, pero por ti haré una excepción con tal de verte alegre" Respondió Apolo luego de unos breves momentos de duda y dejó pasar a su hermana junto al amigo de esta.

    La princesa de la primavera se maravilló con lo que vio. Altos y verdes laureles y cipreses se erguían en el jardín, en el suelo abundaban espinosos acantos y hermosos jacintos de variados colores, habían bellas fuentes que vertían su agua a calmados charcos donde nadaban peces piloto, de rayas blancas y negras. Toda esta vida era bien cuidada por ninfas jardineras que en su tiempo libre trepaban los árboles, se recostaban al lado de las flores o descansaban en los charcos. Al jardín no llegaban intrusos por su extrema posición de estar sobre un precipicio, conectado al mar por altísimas cascadas, y estaba a salvo del clima por estar bajo la eterna protección de Céfiro, el viento del oeste.

    Perséfone se dispuso a dejar al grillo en el idílico santuario y observarlo un rato antes de irse, mas decidió permanecer más tiempo cuando su hermano la avisó que dentro de poco llegarían las musas a recitar poemas con él como de costumbre y que podía quedarse a ver si así lo deseaba, lo cual naturalmente quiso.

    Las 9 musas se presentaron cordialmente con su adorable espectadora. En medio del jardín habían 10 rocas, una grande rodeada de 9 más pequeñas, en las cuales las musas recitaron sus poemas y canciones junto a su amado Apolo. Las trágicas letras recitadas por la exquisita interpretación de las musas acompañadas por la dulce lira de Apolo hicieron llorar de emoción a su querida hermana. El llanto de Perséfone hizo que algunas ninfas del jardín soltaran pequeñas risas de ternura y otras ocultaran sus propias lágrimas en las aguas de los charcos.

    Al acabar su función, las amantes de Apolo fueron a consolar y abrazar a su más emocional espectadora. Cuando la princesa de la primavera se disculpó por su reacción, una de las musas le respondió:

    "No hay nada de que disculparse, ver como su obra provoca reacciones emocionales tan fuertes en sus espectadores es el segundo placer más grande que puede recibir un artista".

    Cuando la diosa preguntó entre sollozos cual era el placer más grande, le respondieron gentilmente:

    "El placer más grande para un artista es ver como su obra inspira a otros a crear su propio arte con el que emocionar a los demás"

    "Es como la vida entonces, su mayor logro es multiplicarse, crear más de si" dijo inspirada Perséfone, y las poetisas estuvieron de acuerdo con su reflexión.

    Interrumpiendo el emotivo momento, una ninfa avisó a Apolo que el grillo de su hermana estaba alimentándose de una flor del jardín. Cuando los hijos de Zeus vieron esa escena Perséfone se lamentó sinceramente de la acción del insecto, a lo que el dios solar respondió que no era problema porque esa flor de todos modos estaba marchitándose. Aún así la diosa no quiso arriesgar la seguridad de las plantas de ese bello lugar y se llevó a su pequeño compañero, cosa a la que Apolo no se opuso. Una vez marchó de allí, Perséfone recordó como las bellas canciones y poemas que escuchó la dejaron tan conmovida que en su momento olvidó preguntar por qué sus letras eran tan tristes, contrastando con lo alegre y tranquilo que parecía el jardín.

    Ese mismo anochecer el grillo volvió a cantar, esta vez logrando atraer a una pareja de su especie a la que pudo plantar su semilla, animando a Perséfone quien se emocionó por ver a su amigo formando una familia. La alegría no le duró mucho, al haber acelerado el crecimiento del grillo lo protegió de enemigos pequeños, pero al ser aún inexperta lo envejeció más de la cuenta. A la mañana siguiente halló a su amigo apenas con vida, anciano para su especie, y tratando de tocar unos últimos cantos al amanecer antes de partir. Su madre estaba con ella, y se apartó un poco de su hija para que se despidiera de ese pequeño ser. Perséfone sostenía al moribundo grillo entre sus manos, viéndolo con pena. Cuando pereció finalmente, la diosa dejó gentilmente el cadáver del grillo al lado de una gran grieta en el suelo.

    Sin que lo viera venir, Perséfone sintió el fuerte agarre de una mano invisible en su pierna, y antes de que pudiera reaccionar fue arrastrada por esta a través de la grieta directamente al inframundo...


    Sobre la muerte

    "No hay de que temer, joven diosa, no te encuentras en peligro. Se trata de mi, Hades, y me disculpo por traerte sin aviso" Explicaba el dios de la muerte a su aterrada sobrina que se calmo un poco tras escucharlo. Los dominios de Hades en el inframundo eran fríos y oscuros, acompañados por los incesantes gritos de lamentaciones de las almas de los muertos. Pocos lugares eran más desesperanzadores.

    "Quiero enseñarte una perspectiva del mundo de la que se te ha privado, acompáñame a mi palacio" Pidió el hermano mayor de Zeus a Perséfone, la cual aceptó. Se subieron a un bote y fueron en dirección al palacio navegando por el río estigia. Al notar como las almas que flotaban en el agua se acercaban a la diosa, unas curiosas y otras agresivas, Hades usó su autoridad para espantarlas y que la dejaran en paz. Al ya no tener que preocuparse de las almas en pena, Perséfone pudo fijarse mejor en el precario paisaje. Interminables campos de blancas flores asfódelos, alimento predilecto de las almas, crecían de la tierra. Aunque de un solo color y algo marchitas, esas flores tenían un encanto fantasmagórico que le daban una belleza distinta pero de igual valor a los jacintos a ojos de Perséfone.

    "¿Te gustan las flores de aquí?" preguntó Hades, a lo que la diosa respondió afirmativamente, llegando a compararlas incluso a las del jardín de Apolo.

    El dios de la muerte preguntó a la princesa de la primavera sobre ese jardín del que no parecía estar al tanto. La diosa, con visible emoción, lo describió detalladamente, así como la obra que le permitieron contemplar.

    "Oh, ya veo... entonces fue muy apropiada la comparación con las flores del inframundo, ese lugar debe ser descorazonador" opinó Hades.

    "No veo por qué, era un lugar muy hermoso. ¿Lo dices por las letras tristes que recitaron allí Apolo y las musas?" preguntó ingenuamente Perséfone.

    "... ¿Estás segura de querer saberlo? Al parecer ese lugar te fascina, así que te advierto que este conocimiento que poseo hará que lo veas de otra forma" Respondió el gobernante de las almas en pena tras unos momentos en los que parecía dudar. La curiosidad de la diosa la hizo aceptar.

    "Empezaré hablando de Dafne, una ninfa que odiaba a Apolo pero aún así era amada y perseguida por este. Un día se hartó de huir del dios y se transformó en un árbol de laurel para poder estar tranquila. Una tragedia amorosa para él, mas no la última ni de lejos. Acanto fue otra de sus amadas que huyó y se transformó en vegetación, esta vez en una planta espinosa. Ocyrrhoe fue transformada en un pez. Bolina y Ocroe saltaron al mar, y Leucates saltó de un acantilado. Cipariso, uno de sus amantes masculinos, fue transformado en un árbol ciprés al morir. Y Jacinto, oh Jacinto, un príncipe amado por Apolo que fue asesinado a traición por Céfiro mientras jugaba a lanzar discos. Al morir de él brotaron de su sangre las flores con su nombre. Parece ser que este dios solar creó un santuario en honor a sus amores perdidos, y cobró venganza del celoso Céfiro obligándolo a protegerlo."

    La diosa se encogió en el barco de lo impactada que quedó. Toda ese belleza, esas construcciones, seres vivos y arte tan hermosos nacieron por trágicas pérdidas. Aquello no era un lugar de paz, sino uno de tristeza y lamento, como el inframundo en el que se encontraba ahora.

    "Lo lamento, di mi advertencia sobre como ese conocimiento cambiaría tu perspectiva. Pero a decir verdad, el jardín de Apolo no se diferencia tanto en ese sentido del resto de lugares con vida. Estuve observándote desde hace un tiempo, tu grillo pudo defenderse de la araña el suficiente tiempo para que lo rescataras porque su depredadora estaba muy debilitada por el hambre, muriendo poco después al no hallar otra cosa que comer. La belleza del mundo, su vida, los humanos y las creaciones de estos, llevan tras de sí incontables tragedias y sufrimiento. La mayoría de seres vivientes necesitan devorar a otros para sobrevivir, y los que no, compiten ferozmente entre si por los limitados recursos que los mantienen con vida. Los árboles crecen altos para acaparar la luz de los dioses solares, dejando en la sombra a plantas inferiores que la necesitan tanto como ellos. Y el arte humano, ¿qué decir de este? Los helenos arrasaron con los pobladores anteriores de Grecia antes de asentarse y construir sus edificios, fabricar sus estatuas o escribir sus poemas. Perséfone, esta es la otra perspectiva del mundo que mencioné, una que pocos tienen el privilegio o desgracia de conocer"

    La mente de la diosa, familiarizada casi en su totalidad con la reproducción y el crecimiento de los seres vivos, estaba en conflicto con esta nueva forma de ver las cosas que le presentó Hades. El dios de la muerte le avisó que estaban casi llegando a su hogar, señalando los cultivos y ganado que tenía a los al rededores de su casa. Aunque tenían un aspecto algo marchito y macabro como las flores de antes, el poder ver vida como estaba más acostumbrada calmó un poco a Perséfone.

    Finalmente alcanzaron a ver el palacio de Hades. Sus dimensiones eran superiores a la de los templos de los imperios del desierto, lo único que podía envidiarle al Monte Olimpo era no poder recibir la luz del sol. Con una arquitectura compleja, construido con variedad de rocas de distintas texturas y colores, decorado con gemas preciosas extraídas del subsuelo, y custodiado por las Furias, portadoras de armaduras de bellos metales, provocó la misma fascinación a Perséfone, sino mayor, que la que tuvo en su estancia en el jardín de su hermano.

    "Nadie sufrió injustamente para crear esto. Mis queridas Furias y yo lo construimos junto a la mano de obra de almas de hombres que durante su vida fueron lo contrario a virtuosos" Explicaba con orgullo Hades a su invitada. "La muerte es parte del mundo de los mortales, esos seres condenados a un estado intermedio entre lo mineral y lo divino, superiores a los primeros para actuar, por ende sufrir, pero inferiores a los segundos como para ser eternos"

    El gobernante del inframundo llevó a Perséfone a sus cultivos, donde habían árboles de granada. Arrancó una de las frutas, la abrió, y se la ofreció a su invitada con estas palabras:

    "Ahora que eres consciente de todo esto ya no verás con los mismos ojos a la superficie. En cualquier momento llegara algún otro dios para llevarte de vuelta allí, así que propongo un trato, por cada semilla de esta granada que consumas te quedarás un mes del año aquí abajo. Cómete doce para que no puedan devolverte a la superficie donde se libra una brutal y colosal competencia sin fin por la supervivencia en la que a la larga todos sus participantes son perdedores"

    La diosa se puso nerviosa y no tuvo la capacidad de dar una respuesta, ni a favor ni en contra. Hades comprendió la tamaña dificultad de la situación y animó a Perséfone a pasearse por su palacio al tiempo que necesitara para pensarlo. La princesa de la primavera siguió ese consejo, maravillándose de la belleza del inerte lugar y ganándose rápidamente el cariño de las Furias que apreciaron su amigable actitud. Al llegar a una de las plantas más altas de la construcción quedó atónita admirando por un ventanal el lago Aqueronte, donde incontables almas nadaban sin rumbo en sus aguas. Algunas habían callado hace mucho, otras aún gritaban lamentándose, unas pocas reían de locura. Aquello era perturbador, desolador, deprimente de ver, pero de algún modo, retorcido y perverso... hermoso a los nuevos ojos de Perséfone.

    Como Hades había predicho, un dios, en este caso Hermes corriendo sobre las aguas del Estigia, eventualmente llegó a informar sobre la voluntad de Zeus.

    "Querida hermana, ya no estás presa por las garras de Hades, ya puedes huir de este tétrico reino para regresar con tu amada madre, que no podría sufrir más por tu ausencia y cuya tristeza impide el crecimiento de las plantas en el reino de los hombres" informó el mensajero de los dioses.

    Para sorpresa de Hermes, su hermana dio dos condiciones para aceptar volver a la superficie: Que Hades la acompañara hasta una de las muchas salidas del inframundo y que su madre la esperara del otro lado.

    "No me cabe duda en la mente que el vil dios de la muerte te ha manipulado de algún modo para hacerte decir esas cosas. Quizás esté preparando una trampa, pero no se atrevería jamás a atacar a otro olímpico, si es eso lo que planea, ya que sufriría un castigo de nuestro altísimo padre. Como no son condiciones difíciles iré a informar a Zeus y tu madre sobre esto, y con suerte se cumplirán sin mayores obstáculos" dijo Hermes sin saber que el mismísimo Hades también estaba sorprendido.

    La reunión se realizó como fue deseada por Perséfone. Los dioses de la vida y la muerte estaban en lados opuestos de una unión entre el inframundo y la superficie, sin tener claro lo que ocurriría. La princesa sacó doce semillas de granada que tenía ocultas y empezó a comerlas una por una a la vista de ambos olímpicos. Deméter cayó de rodillas temiendo perder definitivamente a su hija mientras Hades reía victoriosamente creyendo haberla ganado. Sin embargo, tras seis semillas ingeridas, Perséfone dejó caer las otras seis al suelo, sorprendiendo a los olímpicos. Antes de que Hades pudiera preguntar por lo ocurrido recibió un corto pero cariñoso abrazo de la diosa, tras el cual la princesa de la primavera fue corriendo hacia su madre y la abrazó. Ambas lloraron, una de alegría y la otra de alivio. Cuando Deméter le preguntó a su hija, estando aún presente Hades, la razón de que decidiera pasar la mitad del año con este Perséfone respondió:

    "Quiero tener la visión más completa posible sobre la experiencia de los mortales"


    Sobre la resurreción

    A los pies de una montaña, alejadas de la sociedad, realizaban sus ritos más salvajes y arcaicos las bacantes y ménades, mujeres y ninfas seguidoras de Dionisio. Mirándolas estaban Deméter y su hija, a una distancia prudente para no interferir en el bacanal, la fiesta donde las mujeres se embriagan y se dejan llevar por los excesos carnales más básicos, comúnmente despojándose de cualquier vestimenta, y mutilan a mano desnuda indefensas criaturas pequeñas.

    Su madre con disgusto veía el evento, pero más con indiferencia, mas Perséfone miraba deseosa de conocer las distintas visiones que los mortales se formaban sobre la muerte.

    Mientras las diosas estaban concentradas en aquella multitud, una de las mujeres que se había separado de ese grupo fue hacia las divinidades tras darse cuenta de su presencia. Instantes después de que las diosas notaran a la mortal esta última fue convertida en un árbol antes de poder satisfacer su lujuriosa curiosidad sobre estas.

    "Amada madre, admiro tus deseos de protegerme, pero preferiría que no perturbaras a mis sujetos de investigación en el proceso" Dijo Perséfone a Deméter al ver como las bacanales y ménades notaron a sus observadoras tras sorprenderse por la repentina aparición del árbol, mas que por la lejanía no las identificaron como diosas por lo que continuaron con su ritual.

    "No he sido la causante de esto, hija mía. Aunque admito que no hubiera dudado en hacerlo si esa imprudente mortal llegaba a molestarnos" Contestó Deméter. Entonces entró en escena un anciano Dionisio, barbudo de alargados y rectos cuernos, trayendo un ave consigo y comentando sonriente a sus divinas familiares:

    "No sospeches de la noble Deméter, querida hermana, pues fui yo el responsable de castigar a mi imprudente seguidora que cometió el atrevimiento de acercarse a un dios de esa manera sin permiso. Yendo a cosas de mayor importancia, me disculpo por mi tardanza, esta se debió al noble pájaro que traigo conmigo a quien encontré en el camino y decidí atrapar por verlo apropiado para la situación. Convencerlo no fue misión sencilla."

    Por un breve momento, la diosa hija pensó que el ave sufriría una brutal muerte como los demás animales en esa fiesta, mas se percató de la idea de su hermano cuando reconoció a esa especie por su dorado plumaje, idea la cual aprobó.

    El dimorfo dios alcohólico se juntó con sus profundamente embriagadas seguidoras, poseyéndolas en cuerpo, mente y alma para servir a su voluntad. Las hizo construir un pequeño altar de madera improvisado. Una vez que el fénix lo consideró digno, se posó en él y dejó que las controladas mortales y ninfas lo quemaran estando dentro.

    "Querida hermana, mis disculpas si esta cuestión te molesta, pero quisiera asegurarme de que estás preparada para ver lo que está por ocurrir. No solamente por tu bienestar sino que por el mío, al conocer lo protectora que es tu noble madre." Comentó el dios.

    "Soy la reina del inframundo la mitad del año, no has de preocuparte, querido hermano. Y de cualquier manera, sería descortés de mi parte echarme para atrás ahora cuando coordinaste este evento con mi partida a ese lugar como te lo pedí" Contestó.

    Cuando la última chispa de las cenizas del ave se apagaron, las bacantes y ménades se abalanzaron en grupo a Dionisio, a quien empezaron a desmembrar utilizando nada más que sus desnudas manos, entrando repentinamente en un éxtasis de primitivos instintos asesinos y depredadores.

    El espectáculo fue visto por Deméter con simple disgusto y desinterés, mas su hija observaba atenta y con algo de fascinación, como la de un profesional viendo su objeto de estudio.

    Una vez completamente mutilado Dionisio y desaparecido su hechizo sobre sus seguidoras, las más cuerdas recordaron su última tarea a completar y enterraron los restos divinos mientras las demás perdían el conocimiento o seguían bajo la locura del momento.

    Terminada esa tarea, Perséfone se despidió de su amada madre y extendió su mano hacia una grieta del suelo. La mano del dios de la muerte salió de esta, y llevó a Perséfone rápidamente al inframundo.

    Allí abajo se encontró, junto a su esposo, una masa amorfa de llamas y el corazón de su recién enterrado hermano. Las llamas cobraron poco a poco la forma del ave antes de quemarse, y el corazón fue desarrollándose cual feto en un bebé con dos pequeños cuernos al que la diosa cargó como una madre.

    La llama con forma de ave empezó a saltar y aletear como si estuviera reaprendiendo su capacidad de vuelo. La reina del inframundo dejó a su hermano en el suelo para que gateara hacia al ave al notar su interés por esta. El ave fénix al inicio solo caminaba para alejarse de la cría, mas este se desarrolló velozmente en un niño con la capacidad de erguirse bípedamente, obligando a la criatura a volar cortos intervalos para mantener la distancia. Cuando el rápido adolescente de curvos cuernos la atrapó finalmente, y recibió unas leves quemaduras por ello, el fénix logró tomar el vuelo nuevamente e irse hacia la superficie a reunirse con sus cenizas. El dios del vino, al ver esto, se desarrolló completamente en un atractivo hombre joven y abandonó el inframundo.

    Mientras atestiguaba con ternura este juego de atrapadas entre seres que se pasean entre la vida y la muerte, Perséfone no podía evitar recordar sus reflexiones sobre estos conceptos opuestos pero inseparables.

    "La mortalidad es algo fascinante de estudiar, más cuando tienes una posición tan rara y privilegiada como la mía, que me permitirá observar ambos lados de su existencia. Puede que casi la totalidad de los seres mortales estén condenados a perecer en lugar de ser eternos como nosotros, pero tendrán la oportunidad de experimentar algo que nosotros jamás podremos, la muerte, única para cada ser. Y aunque el sufrimiento sea parte de su origen y existencia, su capacidad de actuar, que los diferencian de los minerales, les permiten sentir satisfacción, alegría, placer, algo que los seres inertes no pueden.

    Al morir sus cuerpos dan alimento a otros seres vivos y sus almas abandonan la superficie, mas su principal objetivo es dar origen a otros como ellos. Todo esto da lugar a interacciones en constante cambio y de muy alta complejidad en las que no solo participan ellos sino que también nosotros y las sustancias inertes. Siempre quedaran cosas que aprender de los seres mortales, y confío en que nunca me hartaré de descubrirlas."

    Este es fácilmente el relato en el que más libertades creativas me tomé respecto a la mitología y no se bien como sentirme al respecto.
     
    Última edición: 22 Diciembre 2019
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