Contenido oculto: Love like a love song Gigavehl uwu <3 Fuerza de empuje Nuvoir y Nagi Era increíble, ¿no? Como un pequeño pueblo perdido en una de las infinitas costas de Japón podía crear cosas... tan únicas, como efímeras que a rato parecían intangibles, solo por que se escurrían con una facilidad irrisoria de las manos de uno. Whatever, la cosa es que me había decido por ir a esa presuntuosa fiesta en el lugar dedicado a eso; fiestas, arrendar, pagar por un poco de disfrute o lo que fuera, para que alguien más se montara el show. Riamu, Hiradaira, Sanji de seguro también se involucró en el asunto, poco me importaba; yo estaba ahí por Tojo-kun, Shirai y pues... no iba a negarlo; deseaba ver con qué sorpresa saldría Kurosawa para impresionar a Hiroki, bastante descarado de mi parte sería tan solo admitir que yo también deseaba verla preparada para la ocasión. Oh, y bueno; que Diane y Akiko también deberían llegar por rebote... Y ya seríamos todos, ¿no? Fuego, electricidad, viento; hielo, tierra, agua; condición psíquica, energía nuclear; luz, oscuridad... Entonces lo vi, aislado en una esquina, con su cara de seriedad por default; de brazos cruzados, observando el panorama como sí nada le influyera en realidad. Mi seriedad mutó a una sonrisa cínica, sutil, y mis parpados bajaron un poco. Me erguí como correspondía, porque solo verlo había provocado que me encorvara y por poco soltara un gruñido arisco y todo. Creo que ya había superado esa fase... reitero; creo. —No sabía que los ancianos disfrutaban de luces cambiantes, senpai —Hablé una vez estuve lo suficientemente cerca para que me escuchara; a dos metros. La música era más chill que estridente, así que no había demasiados problemas en oír todas nuestras palabras cargadas de... ¿Veneno? ¿Ira? Gravedad. Si, eso sonaba bien. —¿Qué quieres, Nagi? —soltó con aires de tosco, pero sus palabras eran calculadas; perfectas, cordiales y el tono monocorde... demasiado exacto, cariño. Ya estaba hastiada de la exactitud desde hace un buen tiempo. no por nada me gustaban las ideas vagas de Yule, o la energía risueña de Oreki...Oh, bueno; pero siempre volvía a caer en lo mismo. Mi rostro, el cual solo tuvo una leve sonrisa suave, aterciopelada y cínica en sobremanera por un momento; se vio demasiado provisto de una seriedad tan absoluta, el leve mohín en mis labios y los prontos ojos entornados reflejaron mi hastío. Exhalé con suavidad por la nariz, acercándome más, invadiendo su privacidad sin tocarle ni un solo cabello. Ni una sola prenda de su ropa... que era bastante elegante, sin dejar de ser adecuada para la ocasión. —Watanabe para ti, Nuvoir —dije sin necesidad de ponerme de puntillas, pues los zapatos de tacón ya me elevaban bastante; me jodían los pies, pero sufrir por una noche era insignificante— Nagi se reserva...— Y ahí, casi rozando su pecho con mi propio pecho, manos entrelazadas tras mi espalda baja, mi rostro rosándole el cuello, pero sin llegar a tocarlo; con mis ojos clavados en los suyos... sonreí: Una sonrisa amplia, pero sutil, mis parpados volvieron a entornar mi mirada, risueña, y mi voz salió suave, grave y murmurante; siseante—, para otros, más especiales. Mantuve mi mirada casi seductora, que de ligue tenía poco; así pude notar la leve tención agregada a su fina línea que eran sus labios, y como él mismo entornaba su mirada, casi imperceptiblemente. No solo su mirada, a pesar de que no parecía ni respirar, seguro ahora mismo tenía todo el cuerpo tenso. Sí tan solo pudiera tocarlo... apuesto que se desarmaría por completo, ¿no? Así funcionaban las maquinas robóticas, al fin y al cabo.Yo era más como un muñeco poseído. Kurosawa simple y llanamente fuego; una hermosa ave fénix. Por eso mismo de seguro era la única que se divertiría en aquella fiesta,con su propio chico de plata. Contenido oculto: My kind of woman Me alejé un paso antes de que pudiera contestarme, a ojos cerrados; giré sobre mi eje, quedándome de espaldas a él, todos mis movimientos eran fluidos y finos. Mi cabello no podía estar del todo recogido, pero sí tenía un par de broches infames e irrelevantes que me apartaban las hebras del rostro: El vestido abultado por debajo y apretado por encima era de un rojo... lindo; como la sangre clara y fresca. Los zapatos de tacón también. Las luces entre magentas, azules marinos y morados, aparte de los rojos y rosas, por poco y me camuflaban en el ambiente. Lo miré por sobre mi hombro, reflejando su seriedad absoluta. No demoré en sonreírle, algo condescendiente sí se quiere. Terminé de girarme sin priesa alguna, mientras alzaba mi mano hacia él, ofreciéndole mi palma al momento de ladear la cabeza. —¿No quieres bailar, Nuvoir? —cuestioné sin rastros de burla, ni cinismo; una propuesta transparente, reflejando al otro lado del vidrío retrovisor... tan solo a mí misma: Aki, Nagi Watanabe; la hija de Ikke, el tesoro de Humiya. La hermanita de Ichirou, y la onee-chan de Kazuki. Él sonrió con sorna, notablemente más relajado, por lo menos ante mis ojos que no demoraron en entornarse a medida que con lentitud alzaba el mentón tan solo un poco; mi sonrisa también se amplió, sentí a Byakko ronroneando por ahí también, en algún lugar de mi alma. —No sabía que las mocosas sabían bailar —habló sin perder nunca ese deje de buenas costumbres, educación de calidad. PERSONA —Te pudo demostrar muchas cosas, senpai.
Hitori Espero no haber cometido demasiado OoC con tu niña y, pos nada, supongo que está medio angst, perdón sí no puedo dicernir que tan tristón quedó; pero las canciones usadas si que son bien sad. Para que lo tengas a consideración uwu Aire sofocante Kurosawa y Watanabe Contenido oculto: JitterDoll El sol caía en el horizonte, el viento estaba calmo; nada se sentía, las sombras acechaban cada paisaje anaranjado por el atardecer. La gente terminaba sus compras, los chicos se marchaban a lugares recónditos a disfrutar sus tardes, madres y niños volvían a casa... Y ahí estaban, dos siluetas similares, hija y madre; una tensión que se cortaba con cuchillo como quien corta el primer trozo de pastel. Frente a frente, encarándose, imitándose sin siquiera percatarse del todo; la más alta miraba con soberbia, severidad y estoicismo; alzando un poco el mentón, apretando los puños sin llegar a dañarse así misma: Firme como una inamovible roca, que te impide el camino hacia tus objetivos. Su contrincante era Watanabe, Watanabe Nagi; aquella asustadiza chiquilla que cada vez parecía distorsionarse más y más convirtiéndose algo nunca antes visto: Sus posturas eran casi idénticas, la única diferencia es que la pequeña castaña tenía que alzar más el rostro para alcanzar a ver la cara de la otra al menos un poco de comodidad, también tenía que fruncía su ceño tembloroso y apretar los labios para no largarse a llorar ahí mismo, cayendo de rodillas. —Voy a ir donde yo quiera —sentenció la menor musitando monocorde la condena, murmurante. La mayor entornó la mirada, iracunda en silencio. —No pensarás juntarse con esa... gente, ¿verdad, Nagi? —intentó manipular como siempre había estado acostumbrada; el pelo de su hija se erizó tan solo un poco, obteniendo el veneno de la envidia ajena sin mayores oposiciones. Apretó sus puños, soltó el aire por la nariz de manera casi imperceptible, afilando la mirada con la que enfrentaba a su madre. Silencio, y Humiya no demoró en cruzarse de brazos, sonriendo ladina y altanera. —Esa escoria no merece la pena —generalizó, sin siquiera pararse a analizar los matices que había entre uno y otro de los integrantes, esos diversos colores perteneciente a los chicos y chicas que daban su vida por salvar a todos los otros; Se movió como cuando peleaba en el mundo de pesadillas, alzó el brazo y sin siquiera alcanzar a meditarlo la mano cayó con precisión en la suave mejilla ajena. —¡Ni se te ocurra volver a decir eso, maldita sea! —exclamó Nagi, manteniendo su voz monocorde, su ceño fruncido con severidad, la mano alzada tras golpear a su progenitora. Watanabe Humiya topó su mejilla con cuidado, apenas rozándola, ojos abiertos de par en par, anonadada. Nagi ya se había percatado de su error, pero era demasiado tarde para pedir una disculpa, para largarse a llorar: Frunció aún más su ceño, apretó aún más los dientes, tensando los labios de sobremanera mientras sentía que con un poco de suerte sus ojos empezaban a cristalizarse. Era claro que el contrataque no demoró en llegar. —¿Quién diablos te crees para golpearme, eh? —bramó su madre, devolviéndole el gesto con la misma precisión que la de su hija; ninguna quitó la cara de enfado constante y sinuoso que llevaban, así que Nagi no sabría sí en verdad dañó a su madre con aquella bofetada; Humiya prosiguió a volver a mirarla con sobriedad severa, manteniendo la mano alzada mientras escudriñaba como Nagi empezaba a soltar lágrimas en silencio, mirando a un costado mientras cubría la mejilla dañada con la mano del lado correspondiente, como sí no le doliera ver a la chiquilla así. Había que ver, si es que estaba hecha una debilucha. Humiya desinfló el pecho, se deshizo del aire contenido, pero ninguna de sus acciones tuvo una repercusión a considerar ni en su cuerpo ni en sus sonidos. —Te detesto —musitó Nagi, quien había dejado de derramar lágrimas y, sin quitarse la mano de la zona dañada, miraba el piso a su costado derecho. Humiya había terminado por apoyar la propia mano usada como arma en su cadera, ladeando estas de paso. —No deseo pelear, Nagi —habló monocorde, carente de alguna emoción en especifico, ni la ira se detectaba a esas alturas: Vacío total. Nagi contuvo el aire, entornó la mirada; se abstuvo de suspirar. La mirada de Humiya entonces viajó al inicio del callejón, ese espacio que conectaba con la calle principal, la salida y entrada del rincón mismo. Logró verlo por un instante, una cabellera azabache escondiéndose tras la pared, en la esquina derecha desde la perspectiva de la mujer. Miró a Nagi luego, seria y antipática. —Ve a buscar a Kazuki, niña —habló con esa voz grave que no le recordaba nada a su amorosa madre. Luego volteó a ver la puerta en la pared de su derecha que era la entrada para trabajadores al mini-mercado; tenía que volver a trabajar, pues quedaba poco para que terminara su descanso. Contenido oculto: Self-Inflicted Achromatic Con mi cara de no sentir nada en lo absoluto, caminé sin prisas por las calles de Hanazawa. Cada día las conocía más, con cada hora me familiarizaba más con el lugar, cada minuto era esencial para luego no creer que estar un segundo más ahí era un desperdicio. El aire frío del atardecer me apaciguó el dolor en la mejilla, solo esperaba que Kazuki no me fuera a preguntar nada al encontrarle, ya sería mucho desear que no se percatara de lo ocurrido; era un niño, no un chico ciego. Solté un suspiro abatido a mitad de camino, deteniéndome en seco... ¿Qué diablos había pasado, por qué y cómo habíamos llegado a estas alturas? Seguí mi recorrido cabizbaja, intentando despejar mi mente de esas dudas sin palabras ni forma. Y, en cuanto iba a cruzar la calle sin percatarme, una mano aferrándose a mi hombro evitó que cruzara de manera descuidada. —No hay muchos autos en Hanazawa, Nagi-chan, pero deberías tener cuidado de todas formas —habló monocorde, calma y suave la chica que me detuvo; la miré con cierta sorpresa, anonadada más que nada. Luego miré a mis alrededores, y efectivamente; cruzaron dos autos a una velocidad moderada. —Oh, diablos —musité, arqueando mis cejas con preocupación. Me alejé un paso, para poder hacerle una leve reverencia a Kurosawa—; lo siento mucho, senpai: Estaba lejos de centrada, te prometo que no volverá a suceder. La chica, a pesar de que no la vi, tan solo respondió sonriendo con suavidad; lo sabía por que aquella voz reflejaba siempre sus acciones cuidadoras y maternales. —A veces pasa, uno esta distraído y... —su voz decreció hasta solo ser un murmuro apenas audible, en cuanto alcé un poco el rostro sin perder mi reciente nerviosismo, me encontré a Shiori viendo el suelo con una sonrisa... demasiado rara; de seguro había algo más en todo el asunto de lo que no me estaba enterando, como era costumbre: Lo único seguro es que no era un buen trago para la azabache. Así que, en un intento vago de devolverle el favor, le sonreí con ternura ladeando un poco la cabeza, aferrándome a la manga de su blusa. —¿Quieres acompañarme, Shio-chan? Voy a buscar a Kazuki a su escuelita —solté suave y monocorde, pero al final no evité soltar una leve risilla a ojos cerrados. La chica me observó primero con sorpresa, pero no demoró en sonreírme con una de sus más cálidas expresiones. —Claro, la escuela de Kazuki-chan me queda de paso, así que no tengo inconvenientes con acompañarte —habló calma y mesurada, como solo ella lograba ser. Mantuve mi sutil sonrisa, alegre de haberla encontrado tras tan mal trago. —De acuerdo, y sí no te importa~ —musité cantarina, para entrelazar mi mano derecha con su izquierda. Se sorprendió un poco, diría que hasta se sobresalto, pero tan pronto como encontró mi expresión sonriente, Kurosawa Shiori no demoró en devolverme la sonrisa cordial y amigable. —Claro, no me importa; ¿vamos andando? —Mhm —musité asintiendo en respuesta, y esta vez ambas nos aseguramos de ver bien que venía y no venía antes de cruzar la calle. Una vez llegamos a la escuela de Kazuki, el pequeño agotado pareció renovar cualquier energía perdida solo por encontrarme no tan solo a mí; sí no que por venir acompañada de Shiori Kurosawa: La chica que se había entrometido en nuestro día a día, y se había ganado un espacio en nuestros corazones a la fuerza, sin siquiera darnos cuenta. Contenido oculto: Sister