Perdición [Sess x Kag]

Perdición [Sess x Kag]

¡Hola! Bueno, este es un one-shot para el desafío de Rumiko Takahashi, con los requisitos de InuuxLulii. Espero les guste.

Perdición
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[FONT=&quot] Si bien tuviera la libertad de hacerlo, me quitaría estas horribles cadenas que me obligan a seguirme drogando con tu esencia…[/FONT]

Kagome Taisho caminaba por las calles de la gran ciudad de Tokio, con la misma mirada solitaria que siempre veo en su rostro. A pesar de todo lo que pase a su alrededor, me doy cuenta de que siempre está sonriendo melancólicamente.

Me acerqué a ella. Quería hablarle, pero es que cuesta tal trabajo tratándose de mí. No importa que ella sea algo más que una amiga para mi seria persona. Ella es…

–Kagome.

–¡Ah, Sesshô, eres tú! –Sonríe de nuevo.

– ¿Qué haces aquí, humana?

– ¡Y aún te atreves a llamarme humana, Sesshômaru Taisho, soy tu…!

–Sé perfectamente lo que eres.

Cuando nuestra conversación se extendió mientras la acompañaba a la universidad, sin saber cómo, tocamos el tema de cierto híbrido que guardaba algo de parecido conmigo. Sin embargo, el parentesco familiar era nulo.

–Sesshô, ¿te acuerdas de Inuyasha?

–Ah, el niño hanyou de las horribles orejas –le respondí con fastidio. Kagome jugaba con él cuando era chica, yo siempre los veía desde la casa–. Me sorprende que lo menciones, puesto que ya hace años que no da la cara.

–Ya, cálmate –me dio unas palmadas en la espalda–. El hecho es… Que, bueno, él me invitó a salir.

– ¿Y aceptaste?

– ¿No crees que si no hubiera aceptado te lo estaría contando?

Con un demonio. La chica aceptó salir con Inuyasha. Siempre me pregunté el por qué me enojaba tanto que ella saliera con otras personas. En todo sentido de la palabra, yo había sido la causa de que Kagome no tuviera citas.

Desviándonos a otro tema, me quedé viéndola discretamente mientras ella hablaba y yo fingía que la escuchaba. No me interesaba. Mi mirada estaba fija en sus hermosos ojos color zafiro, para que después mis ojos viajaran por todo lo que era ella. La joven era, indudablemente, hermosa. Jamás en mi larga vida había visto a alguien que, con toda naturaleza, poseyera tal claridad en el tono de su piel, contrastante con su cabello negro azulado y el color de sus ojos. Kagome tenía un cuerpo delicado y finamente tallado. No poseía nada de más, ni nada de menos. Era perfecta.

– ¡Hey, Kagome!

Indentifiqué de pronto una voz. Cerca de una avenida, ahí estaba el híbrido. No había cambiado mucho, las mismas repugnantes orejas sobresalían de su cabello gris y pude notar que su estatura no se comparaba con la mía.

– ¡Inuyasha! –Muy a mi pesar, su voz sonó con entusiasmo. Después volteó a verme–. Nos veremos, Sesshô.

– ¿Ahora? No me dijiste que era hoy.

–Eso es lo poco que me escuchas –observé como su sonrisa se desvanecía. Ella me lo había dicho mientras yo la observaba.

Mientras ellos tomaban otro camino, me dirigí hacia mi casa. Con mis llaves, abrí la puerta y me percaté de que el almuerzo ya estaba en la mesa y mi padre comía. La mansión Taisho estaba hecha para quedarse ahí para siempre. Incluso si yo ya llevaba casi cinco años haciéndome cargo de su empresa, había tal número de habitaciones y la casa tenía tal tamaño, que habitaría ahí hasta el final de mis días. También era el deso de mi padre.

Me senté en frente de él y observé a su esposa, Izayoi, servirme la comida que había preparado para después sentarse.

–Hola, hijo. ¿Cómo te fue hoy?

–Bien, aunque me parece que mañana me tocará llegar muy tarde o no llegar –respondí después de tragar la cucharada de sopa.

– ¿Y Kagome? –Me preguntó Izayoi después de un breve silencio.

–Ah, salió.

Los dos se miraron sorprendidos. Que Kagome saliera no era algo muy habitual en ella. Inu no Taisho e Izayoi la conocían.

Al terminar de comer, subí a mi habitación y me senté al borde de la cama. Me puse a pensar. Me sentí culpable. Culpable por la forma en la que me sentía hacia ella. Eso no debía de ser. Kagome me embriagaba con su esencia cada vez que se hacía notar. Como todo youkai, yo poseo una nariz sensible a todo tipo de fragancias. Pero aquella, la suya, estaba por volverme loco.

Siempre que la veía, tenía que sostener mi máscara frente a ella. No importaba cuánto me elogiaba o me platicaba, los impulsos que habitaban en mí no debían salir. Estaba condenado a no decirle nada, nunca.

Por que sucedía que Kagome Taisho, la mujer hecha para mí, la actual estudiante de universidad… Kagome era mi hermana.



Pasaron semanas desde que Kagome salió con Inuyasha. Y lo continuaba haciendo. Sin saber por qué, últimamente siempre me cuestionaba si me parecía su relación con el híbrido.

–Me da igual –siempre le respondía, al tiempo en que ella llevaba su cabeza hacia abajo sin decir nada. Como toda chica, mi hermana quería que su hermano mayor aprobara sus relaciones y la apoyara. Pero eso es algo que no se me puede pedir.

¿Por qué Kagome y yo debíamos de ser hermanos? Éramos totalmente diferentes… Ella era una humana. Humana por que después de tenerme a mí con una mujer demonio, mi padre se casó con Izayoi. Y, de alguna manera, no les era fácil tener un hijo. Cuando Izayoi logró tener a Kagome, les sorprendió que el youki de mi padre no hubiese surtido efecto en ella.



Una noche como muchas otras, ya muy tarde, descendí a la planta baja de la mansión por un vaso de agua.

Me quedé estático al terminar las escaleras. Kagome e Inuyasha estaban ahí, con el televisor prendido. Aquel hanyou estaba abrazando a mi hermana como si no hubiera un mañana… Y ella no se inmutaba.

No pude contenerme.

– ¿Qué diablos haces aquí, híbrido? –Mi voz aún sonaba contenida puesto que aún me quedaba control.

–Sesshômaru…

En el momento en el que Kagome habló, sentí que mi fuerza se iba. Su mirada estaba llena de culpabilidad y por sus ojos comenzaba a filtrarse líquido salino.

Estaba a punto de explotar. Quería consolarla, pedir perdón por la mirada con la que la vi… Pero entonces mi farsa caería. Me dolió más cuando la fulminé una vez más con mis ojos y, como si nada hubiera pasado, subí las escaleras de nuevo.

Llegando a mi cuarto cerré la puerta y me senté en una silla cubriéndome el rostro con las manos. Una cantidad de ira que nunca antes había experimentado se apoderó de mí y hundí mis garras en mi cara. Escuché la puerta principal azotarse. Escuché la voz de Kagome despidiendo a Inuyasha, mientras él, enojado, sólo gruñía y reprochaba.

Mi hermana era mi perdición, mi fin.

–Sess… –Inesperadamente, ella entró en mi cuarto.

– ¿Qué? –Dije al tiempo que dejaba ver mi indiferente expresión.

– ¡Estás sangrando! –Se hincó junto a mí mientras tocaba mi cara con sus suaves manos–. ¿Qué pasó?… ¡¿Qué te hiciste?!

Pero yo sólo miraba al vacío.

Kagome se sentó en mis piernas y me abrazó. La abracé con cuidado y cerré los ojos.

–Inuyasha me engaña.

Mis ojos se abrieron de golpe. ¿Ese maldito le era infiel?

–Pero no importa. Yo ya lo sabía… Sabía que él amaba a Kikyô.

–¿Qué dices? –No tragaba la situación. La chica lo decía tan tranquilamente… Tenía una pequeña sonrisa en los labios que contrastaba con su triste mirada.

–No me importa por que… Al final de cuentas… Ambos estábamos usándonos –me miró fijamente–. Verás, Sesshômaru: desde hace una semana que Kikyô quiere estar de nuevo con Inuyasha… Pero no quería dejarme. Pero esta noche… Lo dejé ir.

– ¿Para qué lo usabas, Kagome?

–Para olvidar –dijo al tiempo que se recargaba en mí.

–Pensé que lo querías…

–Cuando era niña.

Siempre supe que Kagome se llevaba tan bien con Inuyasha más que con los otros niños por que lo quería de una manera diferente.

–Dime, hermana, ¿a quién tratabas de olvidar?

La miré como la miraba después de que tenía pesadillas y venía a mi habitación, la miré como a la única mujer que amaría en toda mi vida.

Ella titubeó y parpadeó un par de veces.

–A ti.

Sin dejarme decir nada, me besó. Sus sentimientos fluyeron hacia mí con rapidez. Era tan extraño… Después de tantos años que había deseado este momento. Le correspondí y la apreté contra mí. Aquel amor enfermizo era finalmente correspondido.

–Sesshômaru… Perdóname –copiosas lágrimas cayeron a borbotones de su rostro–. ¡Esto no está bien! ¡¡Eres mi hermano!! Y yo… Yo…

Se levantó con rapidez y abrió mi ventana. Se quedó un momento viendo hacia fuera mientras lloraba fuertemente. Quise acercarme a ella, confesarle lo que yo sentía, decirle cuánto la amaba.

Me puse detrás de ella e iba a abrazarla. Pero ella no me dejó.

Nunca me esperé que fuera a aventarse por la ventana… Cayendo cinco pisos abajo… No pude prevenirlo… No pude… Salvarla. Mientras yo saltaba, observé el cuerpo de mi hermana caer con fuerza en el asfalto, al tiempo que de su cabeza brotaba un río de sangre.

No podía vivir sin ella. Salté para intentar salvarla, pero ella cayó antes. Los segundos que pasaron rápidamente antes de mi llegada al piso fueron los más agonizantes de mi vida. Con una velocidad que ni yo mismo pude calcular, mi mano derecha se hundió en mi pecho, destrozando mi corazón. Miré mi mano ensangrentada. Me estrellé contra el suelo.

–Kagome…

Quería morir… Y eso iba a hacer. La caída no es suficiente para matar a un youkai, pero… Yo me las había arreglado. Había caído al lado de ella. Miré a Kagome y acaricié sus cabellos por última vez al tiempo que mi alma partía en búsqueda de la suya.

Mi hermana era mi perdición, mi fin.