Hola a todos. Pues este es un pequeño One Shot que tenía en mi Pc, casi que llevando polvo y como estoy en este foro dije ¿Por qué no publicarlo ahí? después de todo es para eso e.e Lleva por nombre Peculiar Receta, aunque antes era "Una receta muy peculiar" pero se lo cambié para que se adaptara más a la historia. Es terror. Traté de que fuera en su estado más puro. Aquí se los dejo, ojalá lean y les guste! :D ------------------------------------------------------------- No puede ser. Me van a atrapar, debo correr más rápido pero el cansancio no me deja, necesito ayuda pero no hay nadie en los alrededores al menos en tres kilómetros a la redonda, no creo poder salir de aquí con vida. Todos esos pensamientos inundaban mi mente mientras yo corría por mi vida, era de noche y no había luna, yo estaba tratando de escapar de algo que yo hasta hoy creía imposible, no sabía que el ser humano era capaz de tener tanta maldad en su interior; tampoco creía que fuera posible asesinar por el simple hecho de sentir placer, pero aquí estoy yo… tratando de escapar con vida de aquella sangrienta prisión. El pasto seco y marrón era lo único que se podía oír, ya que crujía cada vez que lo pisaba con mis rápidos pasos. Me caí, un fuerte dolor recorre mis piernas, más que todo la derecha. El mayor dolor se concentra en mi tobillo, parece que me lo fracturé, ahora mis posibilidades de escapar con un tobillo roto se reducen a casi cero; en busca de liberar mi frustración y dolor he lanzado un fuerte grito de dolor al aire. —Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah Las lágrimas brotaban como caudalosos ríos de mis ojos, a la misma vez que me daba cuenta que había cometido el error que de seguro me costaría la vida, antes no me habían encontrado, pero ya era tarde. Estaban a pocos metros de mí, con solo voltearse y dar unos cuantos pasos me alcanzarían, y yo sin poder moverme como es debido; ya no me quedaba ninguna otra salida, lo último que mis ojos verían en plena libertad era un cielo oscuro, sin luna ni estrellas. El dolor era intenso, y como ya había renunciado a las ganas de vivir, cerré los ojos y sentí como una última gota brotaba de estos y recorría mi mejilla, de seguro ella también quería escapar y no la culpo, no le deseo esto a nadie. … Cuando desperté estaba atado a una silla, que a su vez estaba pegada al suelo. Lo que me impedía moverme siquiera un milímetro, no tenía sentido que tratara de librarme, era imposible, y de haberlo logrado no llegaría muy lejos; mi tobillo aún dolía. El dolor era punzante; girando la cabeza lentamente logré observar que estaba en lo que parecía una especie de quirófano improvisado, había utensilios de doctor por todas partes, así como cuchillos y una sierra. También una cama metálica, todo estaba ensangrentado; los utensilios, la cama, el piso y hasta las paredes. Era un escenario aterrador, la única fuente de luz que había era solo una pequeña lámpara con un bombillo de luz blanca. Colgaba del techo sobre la cama, y alumbraba a duras penas. Viendo un poco más lejos, vi que allí estaban mis amigos. Igual que yo, atados pero estos estaban cortados y mutilados e inconcientes al parecer, me di cuenta de que a Darwin le habían quitado uno de sus brazos, y estaba todo lleno de sangre, a su lado estaba Samanta una hermosa rubia que siempre soñó con ser veterinaria, y más allá… estaba tirada mi novia, Kenia. A diferencia de Darwin, a esta última le faltaban las dos manos, creo que eran las que estaban colocadas en la mesa que yo tenía al lado. Tratando de comunicarme con ellos los llame. —Chicos, chicos, ¿están bien? —dije con todas mis fuerzas, también me pareció tonta la pregunta ya que se notaba que no, pero aun así les pregunte. —Mi brazo, mi brazo —fue lo que Darwin respondió con un hilo de voz y lagrimas en los ojos. —Darwin, Darwin, soy yo Eidan. — ¿Eidan? Creímos que habías escapado, ¿que haces aquí? ¿Por qué volviste? —Estuve tratando de escapar, pero me caí y creo que me rompí el tobillo. Entonces me desmaye y cuando desperté estaba aquí. —Como lo siento —seguía llorando y se quejaba del dolor. Su voz era apenas un susurro—, a nosotros nos han torturado, me cortaron el brazo, dijeron que iba a ser una delicia; a Kenia le cortaron las manos, dijeron de cortarían los dedos y serían unos estupendo deditos de pollo, y a Samanta… -dudó por un momento- a ella le quitaron los dientes uno a uno. — ¡No puede ser! —dije horrorizado— son unos caníbales, ¿deditos de pollo? ¡Son dedos humanos!, y tu brazo… esos desgraciados nos van a comer. Tenemos que hacer lo que sea por salir de aquí. —Es imposible, el único que pudo salir de aquí fuiste tú, y mira ya te atraparon de nuevo. —Pero fue solo porque me rompí el tobillo. — ¿Y dime ya te recuperaste? —dijo sarcásticamente— tú solo tienes un tobillo roto, pero nosotros… somos otra historia. —Pero… sí unimos fuerzas podremos… —en ese instante me interrumpió él- —Pero de que fuerzas hablas, ¿estás loco o qué? Estamos casi muriendo, nos están torturando y nos tratan como si fuéramos animales. Nos están quitando todos nuestros miembros uno a uno, a carne viva solo para hacernos sufrir; y por si fuera poco, se los están comiendo, ¿entiendes? ¡Co-mien-do! –Se quejó del dolor, intentaba alzar la voz pero aún seguí siendo un susurro. Apenas so logré entender lo que decía. —Jamás pensé que íbamos a terminar así, devorado por caníbales. —Nadie cree que va a terminar así, todos soñamos con una muerte digna. Pero… esto es otra cosa —al terminar de hablar, rompió en llanto. Sus palabras me volvieron a la realidad, y yo, tratando de asimilar todo lo que estaba pasando, quería pensar que era un sueño, un simple y terrorífico sueño; pero esto superaba a todas las pesadillas que había tenido antes, se sentía muy real, y estaba seguro de que lo era. Cuando ya estaba colocando los pies sobre la tierra de nuevo, escuche que la puerta de aquella tenebrosa habitación se abría lentamente produciendo un chirrido fuerte. Cuando ya estuvo abierta alguien se asomo, era un hombre; delgado, cabello oscuro, y estaba vestido como un doctor, su bata estaba llena de sangre, y en un bolsillo se asomaba el cañón de una pistola. —Veo que ahora tengo un par de cotorros aquí —dijo con una voz malvada, y soltó una carcajada como si le causar gracia—, vamos a almorzar, adivinen cual será el plato principal… ¡deditos de pollo! Al pronunciar estas palabras una maquiavélica risa salio de su interior, yo me estremecí del miedo que sentí al escuchar aquella frase, mis ojos parecían que se fueran a salir de sus orbitas y fueran a aterrizar, con algo de suerte en el piso y no en un plato. —Vamos deben levantarse, mejor dejen que mis ayudantes lo hagan por ustedes —su voz se tornaba cada vez más terrorífica, y los chistes que decía solo le causaban gracia a él. De repente dos corpulentos hombres de cabello largo y negro entraron a la habitación, a mis amigos y a mí nos desataron y nos levantaron violentamente. No dejaban de sacudirnos, todo era peor de lo que se podía esperar, no solo nos iban a comer, nosotros mismos nos comeríamos parte por parte; ese fue uno de los tantos momentos en los que desee estar muerto, quería que toda la tortura acabara de una vez. —Ya que su amiga fue tan amable de darnos el principal “ingrediente” para nuestro pan especial, alguno de ustedes deberá darle la comida en la boca ¡Pero no se acostumbren solo será por hoy! Los dos hombres mencionados anteriormente, nos sentaron en unas sillas que estaban ubicadas en lo que debía ser el comedor. Frente a nosotros había una enorme tabla de madera con platos de cartón y cubiertos de plástico, en el medio habían dos pequeñas ollas y una jarra de vidrio, esta última contenía un líquido de color rojo; y se notaban los trozos de hielo, que flotaban libremente en su interior. Yo sentí curiosidad por saber que era, pero resistí; era preferible no saber, pero Darwin hizo todo lo contrario, él sí pregunto y quedamos atónitos con la respuesta de aquel hombre. — ¿Qué eso? —preguntó mi amigo asqueado. — ¿Qué es qué? —Lo que está encima de la mesa. — ¿En serio quieres saber? —preguntó con tono burlón. —Sí no quisiera saberlo no estaría preguntando, ¿no te parece? —dijo de forma seca y violenta. —Buen punto lo que esta en la jarra, es un liquido rojo como puedes observar, ustedes le llaman sangre, yo le llamo “el vino de los ricos”, lo que esta en esa pequeña olla a la derecha de la jarra, es como te dije; deditos de pollo, o como ustedes lo quieran llamar dedos humanos, y los que está en esta otra es un guisado de carne, ya le sacamos los huesos con anterioridad, así que pueden comer tranquilos. —De donde es ésa carne que esta en tu “guisado” —De tu brazo, de allí la saque, si quieres puedes probar un poco, mi “hijos” no se molestaran si empiezas primero, igual ellos siempre terminaran. La cena continuó, yo me rehusaba a comer, pero me tenían amenazado, a mí me toco darle la comida a Kenia, mi estómago se retuerce cuando recuerdo que ella misma tuvo que comerse sus dedos, no tenía casi fuerzas, ni siquiera hablaba, solo llorar y llorar. Es lo más comprensible, era una agonía fatal, el dolor de mi tobillo no debía de ser nada comparado con el que todos los demás sentían. Luego de almorzar, los mismos hombres nos llevaron a la escalofriante habitación donde estábamos antes, luego de atarnos de nuevo, llegó el más terrorífico de todos, con un mensaje para nosotros. —Quisiera decirles que su diversión acabara pronto, pero les estaría mintiendo. Para la cena tendremos un gran banquete, y tenemos que sacar la carne de algún lado —señaló a Darwin—. ¡Tú! Veo que eres él más corpulento de todos, parece que tienes mucho que ofrecer; mis hijos vendrán por ti en un rato. Yo quedé con los ojos como platos, y Darwin comenzó a rogarle a aquel ser tan diabólico, que tuviera piedad, que lo dejara ir; pero esté hizo caso omiso ante las suplicas de mi amigo. El malévolo hombre salió de la habitación, y pasados unos treinta minutos… comenzó nuestra pesadilla. Llegaron los mismos seres que nos habían llevado a la mesa y tomaron a Darwin por su único brazo y ambas piernas, éste trataba de librarse moviéndose bruscamente pero le fue imposible. Ellos eran dos y estaban en buenas condiciones físicas, aunque no puedo decir lo mismo de su estado mental; lo montaron sobre la cama metálica que estaba ahí en medio de la habitación y le ataron su único brazo y las dos piernas. Tomaron un bisturí y comenzaron a hacer cortes por todo su cuerpo, uno de ellos cortó los parpados de mi amigo. Después de hacer muchos cortes de forma una forma tan fría y macabra, tomaron la sierra eléctrica que estaba a un lado y la pusieron sobre una de sus piernas. Con un movimiento brusco la encendieron y empezaron a cortar. Los gritos de Darwin inundaron toda la habitación, el miedo y el terror se apoderaron de mí, por más que quisiera no podía dejar de ver aquella macabra escena, las muchachas que estaban del otro lado también gritaban, pero sus gritos no eran nada en comparación a los de Darwin. Así transcurrió todo el resto de la tarde, creo que aún era de día ya que un pequeño rayo de luz se filtraba a la habitación de algún lugar, pero eso no era lo importante. Mi amigo había muerto, lo habían desmembrado parte por parte desde abajo hacia arriba, a carne viva para que sintiera el dolor. La sangre de Darwin nos salpicó toda la habitación incluso a nosotros. Aquellos “hijos” se llevaron a Darwin, algunas partes de su cuerpo en bolsas y otras en contenedores plásticos, y lo que quedo en aquella cama los arrojaban en botes de basura. Mi cabeza estaba a punto de explotar, me dolía mucho. No podía aguantar el dolor, ya mis lágrimas no salían de mis ojos, el dolor de mi tobillo aun seguía punzante, y cada vez dolía más; las muchachas ya no tenían fuerzas para moverse por sí solas, lo único que podíamos tomar era… sangre, esa era nuestra agua, lo que de verdad nos mantenía vivos. La noche transcurrió sin más acontecimientos de esa magnitud, solo que ahora lo que había eran ratas que andaban por todos lados y comían cada trozo de carne humana que conseguían a su paso, varias de ellas estuvieron encima de mi, pero no podía hacer nada, no quería exponerme a una de sus mordidas, ya que está me mataría lentamente, aunque pensándolo bien, era preferible morir así en vez de ser descuartizado. Una vez que lo pensé me decidí, tome una rata entre mis manos y la apreté con todas las pocas fuerzas que tuve, logre que me mordiera, y sentí alegría, solo faltaba esperar a que el virus que transmiten haga efecto, y me mate lentamente, no creo que un poco más de dolor sea notable en comparación al que ya sentía en ese momento. Al día siguiente en la mañana un fuerte sonido me despertó, eran ellos; habían abierto la puerta tan fuertemente que esta rebotó de la pared, tomaron a Samanta y la sentaron en una silla que tenia correas en los apoya brazos, se las colocaron alrededor de las muñecas y le dijeron. — ¡Llego tu hora muñequita! — Ba. Ba. Ba —eso era lo único que se le entendía a Samanta, pero sus ojos reflejaban lo que quería decir-. Después de que ella tartamudeara uno de los hombres le dijo. —Por ser tan bonita te tenemos un trato especial —dijo mientras reía maquiavélicamente—. Como tus manos no nos sirven para nada, partiremos tus dedos uno a uno; dicen que el pulgar duele más pero con el dolor de los demás no creo que notes la diferencia. Ya no me sorprendía lo que sucedía, pero aun era imposible sacar los gritos de Darwin de mi cabeza, pero ahora iba a ser mucho más difícil. —Arrhhaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa Nuevamente gritos de dolor se apoderaron del cuarto, sólo que esta vez era Samanta la que gritaba, uno de aquellos hombres había tomado un alicates de uno de sus bolsillos y lo puso en unos de los dedos de Samanta, aunque está se resistía cerrando sus manos, ellos tuvieron más fuerza. Está demás decir lo que sucedió con sus…; solo basta con imaginarse, un alicates presionando con una asombrosa fuerza los dedos de una mano humana. Los gritos no cesaban, eran interminables, les quería pedir piedad por ella, pero el temor no me dejaba hablar, y aunque me dejara hacerlo no me atrevería, se que es egoísta pero no quería pasar por aquello, era mejor esperar que la mordida de la rata me matara. Pasaron varías horas, o al menos eso pareció, Samanta aún gritaba del dolor pero no se podía mover, luego de que la torturaron nuevamente. Yo seguía atormentado por los malditos gritos de dolor de mis amigos. Ya debían de estar cocinando la carne de mi Darwin. No quería ni pensar que harían con ella, solo de hacerlo se me revolvía el estómago y quería vomitar pero sin embargo no podía. Samanta parece que estaba desmayada, no decía ninguna palabra y ni siquiera lloraba. Kenia estaba igual, será… ¿estaban muertas? — ¡Kenia! ¡Kenia! — ¿Uh? —reaccionó de poco, solo ese gemido fue lo que logré escuchar. Quería preguntarle si estaba bien, pero no me atreví. Ya sabía su condición, y no estaríamos en todo este embrollo si Alexander no le hubiera pedido ayuda a esos extraños cuando nos quedamos varados en alta mar, ya que el yate –que es de él- se había apagado y no encendía. Eso me hizo hacerme otra pregunta dentro de mi cabeza. Alexander… ¿Dónde estaba? No lo había visto desde que llegamos a ese lugar, y aunque estaba débil era capaz de recordar que él también llegó con nosotros. —¡Kenia! ¡Kenia! ¿Dónde está Alexander? —¿Alexander? Creo que lo mataron a él también, no lo he visto desde que llegamos —dijo entre susurros y con voz débil. Yo no me quedaba quieto, quería saber donde estaba, y saber si estaba bien. Pero aunque estuviera bien, eso no debería importarme, lo único que debería de hacer era tratar de salir de ahí, pero estoy muy débil. La mordedura de rata me ha afectado y por fin estaba muriendo de a poco, cosa que aunque pareciera raro me alegra. —Hora de almorzar chicos —dijo el hombre cuando abrió la puerta—. Hoy comeremos carne guisada, arroz y sopa de carne. Los espero en la mesa —ordenó con el tono burlón que le caracterizaba, seguido a esto sus “hijos” entraron y nos tomaron violentamente para llevarnos al deprimente comedor. De nuevo me tocó darle la comida a Kenia que se quejaba del dolor pero estaba muy débil. Había perdido mucha sangre, me sorprendía que aún estuviera viva. Samantha por su parte se rehusaba a comer igual que yo; a ella la estaba alimentando uno de los hombres que la golpeaba cada vez que se resistía a abrir la boca. A mi me golpeaba el otro al ver que solo alimentaba a Kenia y no a mi. Hasta ese momento jamás me había fijado en la cara de ninguno de ellos, de seguro por el miedo. El que me amedrentaba era rubio y de tez blanca, con los ojos azules y una barba de varios días. Estaba todo sucio y cubierto de sangre seca, al parecer no se había bañado en varios días. Cada trozo de comida que metía a mi boca lo tragaba sin masticar. Me daba asco saber que me estaba comiendo a mi propio amigo y de esta forma, esto era algo muy tortuoso, deseaba morir cuanto antes. Daría lo que fuera por salir de este lugar, lo que fuera. El almuerzo terminó, de nuevo nos encerraron y ataron, rápidamente me vomité encima, no más al ver el vómito y olerlo me daba más ganas. Toda la habitación se lleno de ese olor nauseabundo que provenía de lo que yo había desechado. Las chicas ni se quejaban, parecían muñecas sin vida, apenas si lograba oír uno que otro gemido pero todos estábamos exhaustos mi dolor era cada vez más insoportable y mis esperanzas de salvarme se reducían cada vez más, llegó un momento en el que sir darme cuenta caí dormido. La mañana llegó sin darme cuenta, el sonido de una sierra eléctrica fue lo que me despertó. Me sacudí violentamente y sudaba a más no poder creí que era yo la próxima víctima, pero no era así, cuando logré afinar mi vista vi que ellos ya estaban en acción. Sobre la mesa estaba Kenia, la chica sin manos, y el hombre del cabello amarillo tenía la sierra en mano, lista para comenzar a cortar… cosa que comenzaron a hacer. Me sorprendió que Kenia no gritara de dolor al igual que Darwin, tal vez ya estaba muerta pues había perdido mucha sangre y estaba muy débil. Yo podía ver claramente y en primera fila. Samantha estaba tan horrorizada como yo. —Déjenla, ¡déjenla! No la maten. ¡Se los suplico! ¡Mátenme a mí! Aunque gritaba con las escasas fuerzas que me quedaban, era inútil. Mis gritos se veían ahogados por el sonido de la sierra; que iba desmembrando poco a poco a mi novia, primero los brazos, luego los antebrazos seguidos de los pies, así sucesivamente. Hasta llegar a su tronco y desprenderlo brutalmente de su cabeza la cual una vez mutilada rodó de la mesa y cayó frente a mí. Espantado grité los más fuerte que pude, habían apagado la sierra por lo que mis gritos retumbaron por toda la habitación captando la atención de los diabólicos hombres. —¡Ups! Lo siento, eso no debía pasar —dijo el rubio que me había golpeado en el almuerzo. —¿Por qué? ¿Por qué nos hacen esto? —No lo sé. Simple instinto quizás. Además ya estábamos aburridos de comer tanta carne de res, así que decidimos probar con la carne humana. —Y nos encantó su sabor —dijo el otro hombre, tenía cabello marrón, era también de tez blanca y con una barba de varios días—. Como sabrás es un poco más salada que la carne de vaca o cordero. Además depende de la persona, la cantidad de grasa se ve reducida por lo que resulta más saludable. Estaba atónito; miedo, enfado, decepción y otros sentimientos estaban luchando dentro de mi para ver cual de ellos ocupaba más lugar que el otro, mientras tanto en mi estómago no sentía más que retorcijones que me producían náuseas. —¿Por qué no me han matado? —pregunté con la cabeza baja y con apenas un hilo de voz. —Porque tú has hecho algo que nadie había logrado hacer en todos estos años. Lograste escapar cuando te dimos la oportunidad —dijo el hombre de cabello marrón. —¿Años? ¿Cuánto tiempo llevan haciéndolo? ¿Oportunidad? ¿¡Tenían todo planeado desde el principio!? Ambos ignoraron mi pregunta y el de cabello amarillo tomó la palabra. —Nos hiciste divertirnos intentando atraparte, creímos que no lo lograríamos y que iba a ser un gran error haberte dejado ir. Pero tú mismo de delataste, fue como jugar al gato y el ratón. Solo que con dos gatos –rió enseñando sus dientes, que… estaban perfectos blancos y relucientes. —Mátenme de una vez. Por favor, no quiero seguir con esto. —Lo mejor siempre queda para el final chico —dijo el “padre” de los dos hombres incorporándose a la conversación—. Además tengo otros planes para ti. ¡Chicos! —se dirigió hacia sus hijos— Esta noche tenemos un invitado especial, y la carne que tenemos hasta ahora no es suficiente para el banquete. Recuerden que tenemos que seleccionar lo mejor y desechar lo que no sirve, sigan con ella —apuntó a Samantha con un dedo. —¡No! Déjenla en paz, mátenme a mí. Dejen que se vaya por favor. —No chico, no podemos hacer eso. Ella sabe quienes somos, ¿por qué crees que le sacamos los dientes? No la podemos dejar ir —sonrió malévolamente—. Por eso la dejamos para la penúltima cena, además queremos que nuestro invitado estrella coma lo mejor. Por eso el turno de ella. Está demás decir lo que hicieron en cuestión de minutos. Como sus manos eran inservibles ya que le habían roto todos sus dedos las desecharon apenas las cortaron. Sus gritos… eran incluso más fuertes que los de Darwin, me apiadaba de ella pero no podía hacer nada aún seguía atado a la silla. Cuando terminaron recogieron en bolsas lo que no servía y en contenedores plásticos lo que iban a usar. La sangre la dejaron allí, apenas pasaron un pañuelo por encima de la mesa para eliminar el exceso; el cual cayó al piso y se regó en todas direcciones. Yo ya no podía aguantar más, me sentía débil y aunque luchara por librarme era inútil, por lo cual me resigné. Al parecer los efectos de la mordida de la rata ya estaban bastante avanzados en mi sistema, la vista se me nublaba. Sentía frío, probablemente por la fiebre, podía ver en mi brazo que tenía un salpullido; en donde la rata me había mordido se formo una especie de úlcera y pequeñas cosas rojizas me salieron en la piel. El dolor era más que insoportable por culpa de mi tobillo. Todos se retiraron, ahora solo quedaba yo con mi dolor y mi soledad. Me preguntaba que hora era, ya que allí no había ni siquiera un reloj. Me sumí en mis pensamientos, imaginando como sería mi vida si lograra sobrevivir. O que estaría haciendo si no estuviera allí encerrado. La puerta se abrió con su chirrido de costumbre, sacándome de mis pensamientos en el acto. —Es hora chico, la cena está servida. Un manjar suculento, y lo mejor. Nuestro invitado llegó. El hombre rubio me llevó hasta el comedor, ahí me sorpresa fue simplemente grande. De pronto sentí ganas de llorar, correr, me sentí enfadado y quería asesinar a todos ellos, pero lo peor de todo es que me sentí… traicionado. —¡Buenas noches! Eidan. —Mal… ¡Maldito! —grité. —Yo también me alegro de verte —dijo el “invitado” El hombre que me habló era el comensal. Estaba muy bien vestido, con su cabello castaño claro bien peinado y su barba del mismo color de varios días; parecía más banco de lo normal. El invitado de gala de la cena no era otro más que Alexander. Aquel por el cual habíamos terminado en este lugar, el chico que parecía amigable y confiable, lo conocíamos de hace varios años y que creímos habían matado primero porque simplemente desapareció. —¡ERES UN MALDITO ALEXANDER! ¡UN MALDITO! ¡PAGARÁS POR ESTO! ¡PAGARÁS! —comencé a sacudirme entre los brazos del tipo que me sostenía para intentar librarme e ir y golpearle la cara y toda su existencia a ese hombre. El que se hizo pasar por nuestro amigo durante años y ahora nos había echado a un nido de caníbales y no parecía tener el más mínimo remordimiento. Yo estaba agotado, y el forcejeo me hizo cansarme más aún. Completamente débil me era casi imposible poder mantenerme en pie y cuando el rubio me soltó simplemente me desplomé. Todos me vieron con lástima, pero me dejaron ahí tirado; el único que se acercó fue Alexander. Se colocó en cuclillas, tomó mi barbilla con su mano y me hizo verlo a los ojos —No creas que hago esto porque quiero. Lo hago por necesidad, todos tenemos algo que perder —me dijo entre susurros. Su voz era piadosa. No respondí, solo le dediqué una mirada fulminante llena de dio, o al menos así lo sentía yo. Seguramente para ellos no era otra más que una mirada de lástima, rogando por piedad. —Sabe que te aprecio, desde que te conozco lo he hecho, es por eso que pedí que no te asesinaran. Eres… diferente. —Eres… un desgraciado —con las pocas fuerzas que aún quedaban le escupí en la cara—. Ojala te mueras maldito. Él se limpio la saliva suavemente con la maga de su camisa; y molesto agarro mis cabellos con su mano y me habló de nuevo. —¿Maldito? ¿Soy un maldito por qué te dejé vivir? ¿Acaso soy un maldito por qué ordené que a ti no te hicieran nada? ¿Por qué… ¡olvídalo! —decía mientras jalaba el cabello de un lado a otro y me golpeaba en la barriga. Por culpa de sus golpes y en gran parte por la mordedura de la rata comencé a escupir sangre. La saliva goteaba de mi boca como baba y yo, cada vez más débil, no pude contenerlo. Sin tratamiento médico la mordedura de una rata puede afectar extremadamente rápido tu organismo y cuando se está en condiciones precarias la muerte puede llegar en menos de lo que piensas. Caí en el suelo sin poder moverme, sentía un frío descomunal cada vez que algo tocaba mi piel, la fiebre ya era bastante elevada y me hizo perder el conocimiento… —Esta muy débil. Parece ser que una rata le mordió y no fue tratado a tiempo. Pero pronto despertará, aunque tendrá que durar varios días en observación —dijo una voz cerca de mí, una entre muchas voces que hablaban al mismo tiempo. —Esta bien doctor. Gracias —exclamó otra voz. Esta me era familiar. El inmenso frío que antes sentía se había ido, ahora solo sentía manos cálidas que tocaban mis brazos; cuando abrí los ojos y se acostumbraron a la cegadora luz me di cuenta de que era una enfermera la que me tocaba. —Do… ¿Dónde estoy? —Estás en el hospital, Eidan —exclamó de nuevo aquella voz tan familiar. La enfermera se fue y él se acercó. —Alexander… —¿Cómo te sientes? —Un poco mejor. Gracias. —Me alegro —exclamó—. Imagino que recuerdas nuestra pequeña conversación ¿verdad? “—¿Por qué? ¿Por qué lo hiciste? —dije. Me costaba hablar, sin embargo quería saber— Le hubieras dicho que me asesinaran igual que a los demás. —Porque… eres especial te dije. Tienes potencial, puede que seas algo sensible pero con el tiempo aprenderás a controlarlo —dijo compasivamente. —No te creo —balbuceé— debe haber algo más. —Está bien. Si hay algo más pero no es de tu incumbencia —acarició mi cara—, solo… únete. Te lo diré a su debido tiempo. —¿Para qué? ¿Qué puedo ganar yo con esto? —Te dejaremos vivir… también ganarás dinero al hacer esto. Acepta o de lo contrario… —No tienes que decirlo. Está bien… cuenta conmigo —musité con mis últimas fuerzas, después de esto escupía sangre y luego… me desmayé.” —Claro —asentí. —Entonces que me dices, ¿cuento contigo? Pronto tocará salir de nuevo. —Te dije que sí —respondí sin ganas—. Pero… aún hay algo, ¿por qué yo? —Espero que esto responda a tu pregunta. Alexander se acercó a mí, y sin previo aviso me besó. Fue una sorpresa total, lo último que llegué a pensar fue en esto. Al principio fue algo incómodo, pero… por alguna razón… le devolví el beso. Jamás creí que yo sería capaz de algo como eso, pero se sentía diferente, se sentía… bien. —Y… ¿qué pasará conmigo? No puedo simplemente volver a casa así como si nada. Me preguntarán por ellos, y que donde he estado… no sé que responder a eso. —Tu tranquilo. Ya todo está arreglado; según la historia eres el único sobreviviente de una tragedia automovilística —me dio un periódico que estaba sobre la mesa, en él estaba una historia completa sobre el accidente y mi rescate—. En la que el auto cayó al agua y la corriente los arrastró, los cuerpos de tus amigos siguen sin ser encontrados. —Y nunca… lo harán. No pude evitar llorar ante esto, era simplemente… increíble. Recordaba sus caras y el sentimiento de culpa se hacía increíblemente insoportable. —Tus padres ya están enterados. Vienen en camino; no te preocupes por nada. No podrán hacerte preguntas sobre lo que pasó pues el psicólogo dice que aún estás en shock por eso. Pero vale la pena advertir que no tienes que decir nada o ya sabes la suerte que correrán. Esta era una amenaza de muerte, pero él la hacía sonar como si fuera todo lo contrario. Su voz era dulce y tranquila. —Esta bien —asentí cabiz bajo. El tiempo pasó. Logré recuperarme del trauma y el tema del “accidente” era algo que no se tocaba en mi casa y en mi vida. Fui llevado a un psicólogo especial, que no era otro más que aquel tipo rubio que mutiló a mis amigos. Quedé en shock cuando lo vi, y más al saber que él parecía un ciudadano cualquiera, tenía una vida normal aparte de la que yo había conocido. Él por más raro que suene me ayudó a superar todo eso por lo que me había hecho pasar, pero no se arrepintió en ningún momento de haberme hecho todo eso. Su nombre era Kain. Fue duro, a veces en las noches me costaba dormir y me despertaba a media noche gritando… al principio mis padres se preocuparon pero luego ya se volvió costumbre y no me prestaban atención. Seguí viendo a Alexander; aún como un amigo y con el tiempo todo fue cambiando y prosperando por sí solo. Cinco años más tarde. Ya había superado todas las secuelas de aquel maldito episodio de mi vida, ya sabía como sobrellevarlo y evitar que me afecte. Me gradué en medicina en la universidad, y todo marchaba bien, hasta que un día… la recibí. La llamada. —¿Estás listo para tu primera cacería? —preguntó la voz al otro lado del teléfono, Yo iba saliendo del hospital en el que trabajaba. —¡Más que listo! ¿Dónde nos vemos? —Estoy al lado tuyo. Cuando me volteé lo vi, ahí estaba él. Alexander, con su pinta de niño bueno de costumbre. Pero tras todo eso había maldad pura. —Hoy comienza todo… de nuevo —dije.
¡¿Qué?! De acuerdo... tengo que asimilar todo esto... Empezó siendo una historia a la "Masacre en Texas" y después termina en Yaoi... ._. Es difícil de tragar eso es todo, y eso que amo el yaoi. Pero ¡¿Cómo puede seguir tan pancho con su nuevo "novio" si mató a todos sus amigos?! Joder, está loco. D: Ahora viéndolo desde mi ojo crítico debo decir que cuando empecé a leer tenía varias cosas por las que joderte, inició muy soso todo. Incluso tu narración tambaleaba a veces y le faltaba emoción, lo bueno es que de la mitad para abajo todo fue mejorando. Pero aún así por ratos se volvía algo inexpresivo. Se le bajaba la fuerza a todo y luego volvía a subirse. Eso sí, los diálogos son el problema, ya que son muy predecibles. Estoy algo harta de esos villanos que son malos nada mas por que sí... El final estuvo bien pero lo sentí algo inconcluso. Primero lo torturan a él, a sus amigos y a su novia, después los matan y él se los come. Y aún así lo perdono demasiado rápido ¡Y al final se les unió! Cabe recalcar que me gustan mucho las historias enfermas como ésta, pero en historias así tiene que haber muchísima fuerza y control del gore. Por que este tipo de relatos no son terror, ya que en sí no da miedo. Ésto entra en la categoría del gore. Que es aun mas difícil de narrar que el terror ya que hay que cuidar las escenas crudas y la trama... sin tener que caer en lo absurdo. Ten cuidado con tu ortografía ya que noté varios errores. De ahí en fuera tu fic está bien aunque algo absurdo en algunos detalles... solo esfuérzate mas la próxima vez. Espero seguirte leyendo por aquí :D.