Pasillo (3º piso)

Tema en 'Tercera planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

  1.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado fifteen k. gakkouer

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    Emily Hodges

    Asentí ligeramente con la cabeza hacia el chico, sabiendo que sería mejor no molestarle mientras hablase sobre el club con aquella chica. Y de todas formas, tenía su número como había dicho.

    Miré entonces a Katrina, casi olvidando que aquello significaba que nos íbamos quedar a solas y lo "peligroso" que podría llegar a ser. Bueno, tampoco es que me molestase demasiado si tenía que ser sincera.

    —Podemos ir dónde quieras, senpai...

    Pero tras decir aquellas palabras y segundos antes de que nos pudiésemos ir, el grito de Anna retumbó por prácticamente todo el pasillo y simplemente fue inevitable no girarme.

    Me acerqué corriendo a su posición, con clara preocupación en mi rostro y prácticamente ignorando al resto de personas que hubiese en la zona. No me importaba si ya no quería ser mi amiga o lo que fuese, no pensaba dejarla sola.

    >>Eh, Anna... ¿qué pasa?

    Levanté la mano pero se quedó a medio camino. De repente no sabía si tocarla o no, parecía tan enfadada...

    What'd you expected? que no se metiese la pendeja? (?)
     
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  2.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Y allí iba de nuevo.

    El resto de mierdas pasaron a un velocidad que no conectó con su cerebro chamuscado pero ruidoso todavía. No había notado del todo el movimiento del albino, pero escuchó la puerta y luego Anna se desató como la boquilla de un cilindro de gas descompuesto.

    ¿No era eso lo que era de todas formas?

    Lo cierto es que no le había prestado la suficiente atención a Zuko Astaroth en general a pesar de que era su compañero de clase, pero de haberlo hecho se habría dado cuenta, sin mucha dificultad, de la clase de jodido que era. Tampoco es que lo disimulara demasiado de por sí.
    Los gritos de Anna le martillaron en la cabeza con fuerza y entonces soltó el gruñido que había contenido con aparente éxito.

    Otra silueta se acercó a toda prisa, Katrina se había abalanzado también luego de prácticamente estamparle el bento que le había dado Emily a Ishikawa para que se lo sostuviese, y su voz se alzó casi con más fuerza que la de Anna. No le importaba que la que estuviese allí metida fuese la princesa salida de mierda que era Agnes.

    —¡Pedazo de imbécil, abre la puerta!

    Joder.

    Qué puta mierda.

    ¿Ahora qué se iba a ganar por jugárselas de moralista?


    Tuvo unas ganas casi incontrolables de gritarles a las dos estúpidas que se hicieran a un lado, pero de nuevo, algo de control tenía cuando estaba a la vista de todo el mundo y sobre todo sabiendo que Anna se había movido en función de su propia experiencia. En ese momento, a pesar de haberlo olvidado todo el fin de semana, el nombre que había encontrado en las bases le rasgó la mente con violencia.

    Hideki.

    Tomoya.


    —Muevan el culo —dijo sin alzar al voz realmente.

    Empujó sin fuerza a Akaisa, que para su sorpresa no reaccionó visiblemente, y luego buscó hacer retroceder a Anna.

    —Astaroth. —Llamó al idiota, sin saber que los dos respondían a ese apellido. Además, ¿qué cojones con eso, no era literalmente el nombre de un demonio?—. No me obligues a tirar la puerta, jodido cerdo.

    O hazlo.

    Vamos.

    Y cuando salgas, te apago las luces.

    Pero tenía ya a tres personas fuera del cuartucho, las cámaras y casi todas las cartas para llevarse no solo una paliza, que con gusto podría darle, sino también una sanción directa.
     
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  3.  
    Insane

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    Sonrió con dulzura amarga entre las penumbras de la oscuridad de la habitación. Había logrado escapar de las ganas de arder, pero, ¿cuánto más podría Zuko correr? Con alguien como ella potenciando su comportamiento inadecuado.

    Deslizó la mano que había pasado en su pecho hasta sus costillas, haciendo suave presión con sus uñas carmín mientras se perdía en su cabeza. Ahí, a mitad del pasillo, con tantas vistas encima, las probabilidades que avisarán a algún docente eran latentes, además de que no podía simplemente ocultar que Zuko era un igual, hasta un ser con poder sobre ella, no un ser inferior.

    Sin embargo, se lavaríla las manos, como hacía siempre.

    —Mamá estaría orgullosa de tu control de impulsos —murmuró luego de escucharlo referirse a Shawn.

    ¿Qué sería lo peor que podría guardar Amary? Sin siquiera percatarse la sensación extraña se alojó en su pecho, bajo su clavícula.

    Quería saber... Pero quería que Shawn fuese el que se lo contaste directamente.

    Apartó su tacto y oculto sus orbes sangre tras el flequillo oscuro.

    —Una chica ciega —susurró.

    Que estaba protegida, por una pantera como lo era Gotho; por la chica que estaba siendo devorada en un aula el día anterior; por la niña de grado menor con la que notó la interacción desde su asiento, la cual parecía una muñeca sin alma.

    Y con el chico sonriente de la clase, que estaba en el salón hablando con ella como un crío curioso.

    Romperlos a todos ellos, no sería problema para alguien como Zuko, o como ella.

    Escuchó entonces el alboroto, escapándosele una sonrisa leve que se borró casi al instante.

    —Tienes problemas, Zuko —no había rastro de preocupación en su tonalidad.

    Se empinó entonces, aprovechando que aquel día no se había puesto nada de brillo labial, besándolo en el lóbulo del oído izquierdo, como quien cuenta un secreto.

    <<—Astaroth, no me obligues a tirar la puerta>>

    Se distanció entonces, abriendo la puerta pese a saber que no se referían a ella, encontrándose con la mirada oscura de Altan.

    El tipo que apestaba a humo.

    Tragó grueso, desviando la mirada como una víctima recién tratada por el victimario, llevando un mechón de cabello tras la oreja, endureciendo aquella coraza de niña buena con aquella facilidad innata.

    —Solo fue... un altercado.
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    La presencia de Emily a su lado fue, si se quiere, bastante sólida. La obligó a pestañear y enfocarla; darse cuenta, una vez más, de dónde estaba. La escuela, pasillo del tercer piso, hora del receso. Era difícil de explicar, la forma en que su cerebro parecía desconectarse para permitirle convertirse en una especie de suma de impulsos, de instintos primordiales, de emociones básicas. Era difícil de explicar porque no podía razonar, no sentía que valiera la pena, como un jodido adicto en abstinencia recayendo en sus vicios.

    Así y todo, la presencia de Emily logró devolverla un poco a Tierra.

    —Un hijo de puta —masculló, tragando saliva en el proceso—, acaba de encerrarse ahí con una chica.

    Más personas se aglomeraron rápidamente, Katrina, esa muchacha similar a ella en estatura, complexión y, al parecer, temperamento; luego Altan. Anna se quedó allí, en medio de ambos, a la espera. Silenciosa. ¿Calmada? No.

    Más bien agazapada.

    La puerta entonces se abrió y apareció la morena. Anna la recorrió rápidamente con la vista, si acaso escuchó lo que sea que dijo, pues su atención no tardó ni dos segundos en volcarse sobre el albino. Allí, dentro de la oscuridad del cuartucho, su cabello y ojos brillaban de una forma extraña y la interferencia volvió a rayarle el cerebro.

    Astaroth había dicho Altan, ¿no?

    Hideki Tomoya.

    Kou Shinomiya.
    Los lobos de Shibuya.

    Astaroth, había dicho, pero le daba igual. Para ella era otra cosa; una silueta, un lobo, un monstruo oscuro y pernicioso.

    Era una amenaza.

    Y en verdad todo era por ella y no por esa chica, por la víctima, pues ni se preocupó en preguntarle si estaba bien, en contenerla, en tranquilizarla. No se preocupó por quien se suponía debía preocuparse, volcó toda su atención en la bestia y prácticamente se relamió.

    Dio los pasos que necesitaba para entrar al cuartucho y hundirse en la oscuridad del mismo, para posicionarse frente a Zuko y verlo desde su reducida estatura. Fue apenas un segundo antes de estirar los brazos, sujetarlo por las solapas de la chaqueta y empujarlo hasta hacerlo chocar contra los estantes. Un mínimo segundo de disfrute, de anticipación, si se quiere, para prepararse y lanzarse sobre él.

    ¿No se suponía fuera el victimario?

    Acababa de convertirlo en la víctima.

    —Piénsatelo bien antes de volver a hacerle eso a una chica, hijo de puta —masculló rápidamente, tropezándose un poco entre las palabras, y levantó la rodilla para presionarla con fuerza calculada en su entrepierna—. O te reventaré los huevos.

    Toda la secuencia no duró más de unos pocos segundos, tampoco planeaba colocarse a merced de un hombre claramente más fuerte y grande que ella. Lo soltó con brusquedad, con asco, y retrocedió sin quitarle la vista de encima.

    Y se dio cuenta.

    De cuán satisfecha estaba.


    perdón, me vine un poco encima pero es que la pendeja es así de impulsiva *c mata*
     
    Última edición: 4 Noviembre 2020
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    Kaisa Morinachi

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    Masuyo Kobayashi

    La conversación fluyó con calma y su sonrisa se amplió en cuanto mencionó que tocaba la guitarra, con la emoción reflejada en sus ojos. Canto y cuerdas le parecía una muy buena combinación.

    —Hey, eso es genial —halagó, para luego asentir a sus palabras. En realidad no le extrañaba que fuera de las primeras, el anuncio parecía estar desde hace poco y de seguro muchos ignoraban el tablón de anuncios—. ¿Oh? Claro, no hay problema —respondió tras tomar el celular del contrario, sacando el propio de su bolsillo.

    Escuchó sus últimas palabras y volvió a sonreír con suavidad, tendiéndole el aparato de vuelta, pero antes de poder responder algo el bullicio también llamó su atención. Su ceño se frunció y sintió sus manos tensarse, el corazón se alborotó un poco por lo que se centró en su respiración, la cual no llegó a agitarse. Una, dos... cuatro personas se habían aglomerado frente a la puerta, pidiendo a quien sea que estuviera dentro que la abriera, con esos cuatro ahí ya no veía necesidad de acercarse. Aun así, no dejó de observar la escena, con la seriedad reflejada en su rostro y las manos hundidas en los bolsillos, solo se permitió suspirar cuando una chica salió del cuarto. Se veía algo acomplejada, pero no alterada, ¿estaría bien?

    Sacudió la cabeza, tratando dejar de lado lo presenciado, pero no sería tan fácil. Le dirigió una mirada a Kohaku, fue incapaz de volver a la sonrisa habitual, terminando por desviar la vista al suelo.

    —Bueno, eso sería todo por ahora, ¿no? —habló en un tono más bajo, para luego volver a sostener la mirada del chico. No volvió la sonrisa, pero por lo menos la tensión en su frente desapareció—. Si necesitas ayudas con algo del club puedes escribirme, ahora me voy a buscar a una amiga. Disfruta tu almuerzo.
     
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    Hygge

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    Apenas reaccionó al escuchar los gritos al otro lado de la puerta. La madera temblaba tras su espalda, estaba siendo golpeada y las voces atraían cada vez a más alumnos, pero a Zuko pareció no importarle. Su atención se posó en Agnes, expectante. Solo parecía importarle su respuesta. Reparó en su cabello, lacio y bien cuidado, sin despeinar. Notó su uniforme alisado e impoluto, sin rastros de forcejeo. No le había puesto un solo dedo encima ni tenía intenciones de hacerlo, pero no era como si su palabra importase en aquel momento.

    Si guardaba la calma era porque confiaba en el silencio de su hermana.

    Confiaba en la lealtad de los Astaroth, la única norma que les había ayudado a sobrevivir todos esos años de orfandad.

    Y ese fue su error.

    Su segundo error.


    "Una chica ciega"

    Se apartó de la puerta con un movimiento lento, complacido con la respuesta de Agnes. Aguardó recargado en el armario a la comitiva sin una expresión concreta, analizando sus rostros y archivando la información en su memoria. La niña de las mechas rosas, Altan Sonnen. No hizo ademán de hablar primero. Había notado de soslayo el movimiento de su hermana y aguardó una respuesta de su parte. Sus ojos, sin embargo, vibraron durante un instante fugaz, efímero. Sus pupilas ligeramente contraídas se posaron en su espalda y parpadeó, creyendo haber escuchado mal.

    Pero la realidad no era más que esa.

    Había fallado en su predicción por primera vez.

    Había fallado.

    Fallado.


    Nada en su expresión corporal cambió con Anna se adentró hacia el cuartucho, amenazante. La miró desde arriba, con la mirada perdida y apagada, sin intención alguna de hacerse a un lado. No reaccionó cuando chocó contra el armario, tan solo para dejar salir el aire de sus pulmones con brusquedad cuando le propinó un certero golpe en la entrepierna. Se arqueó, apoyando su mano sobre la estantería para no perder el equilibrio y le sostuvo la mirada mientras hablaba, entre el flequillo enmarañado, respirando con dificultad. No hubo rastro de arrepentimiento, ira o vergüenza.

    No hubo rastro de terror.

    No había nada.

    Con cierto esfuerzo, sintiendo el dolor recorrerle la columna mientras trataba de erguirse con dificultad posó su atención en Altan, intercambiando miradas entre ambos con cierta expectación. Dejó escapar una mueca ladina casi inexistente, similar a una sonrisa irónica.

    —No sé qué es exactamente lo que tengo que pensar —comenzó a hablar, su voz similar a un quejido ronco, pero con todo se atrevía a vacilarle—, pero si falta alguien más para desquitarse con este saco de huesos, que hable ahora o calle para siempre.

    Su mirada se posó en Agnes en ese instante, sin borrar aquella sonrisa maltrecha y lobuna del rostro. Fue un instante apenas, pues tenía una comitiva mucho más interesante a la que prestarle atención, pero el mensaje fue claro y conciso.

    No lo olvidaría jamás.
     
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    Amane

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    Emily Hodges

    Al menos pareció que mi voz la hizo reaccionar lo suficiente para responderme. No tardé en llevar la vista hacia la puerta, compungida, al escuchar su respuesta y apreté el puño delante del pecho.

    ¿No tendríamos que avisar a alguien?

    No me dio tiempo a hablar, rápidamente Katrina y Altan se acercaron también y el chico nos apartó para golpear también la puerta. La conmoción fue demasiado grande pero por suerte la misma no tardó en abrirse y la figura femenina hizo acto de presencia.

    Vi a Anna abalanzarse sobre el chico pero mi atención se había dirigido ya hacia la muchacha que había salido, preocupada.

    —¿Estás bien? ¿Necesitas ir a la enfermería? ¿O quieres que avisemos a alguien? —hablé con tono conciliador, sin apartar la vista de ella.

    Al menos no parecía tener ninguna herida a simple vista, ¿verdad?
     
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  8.  
    Zireael

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    Me robo las palabras de Belu.
    God: cuán pesada querés la canción?
    Me: sí
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    Otra lectura. Los hilos del mundo volvieron a brillar como la plata de los anillos del viejo que tenía ahora en sus dedos, sucia, antigua, pero con un valor incalculable. La que estaba dentro era la chica de los ojos de sangre, la que le había puesto la mirada encima en la mañana y había sentido como la vista de un depredador sobre otro.

    El rojo palpitó de nuevo sobre el mundo gris.


    ¿Solo un altercado? Mis cojones, princesa corrupta.


    En cualquier caso no pensaba retenerla ni nada, no podía traerlo más sin cuidado. Agnes Astaroth le transmitía un aire tan repelente como la misma Tolvaj, así que solo le dejo espacio para que se fuera.
    No quería ojos de borrego degollado, solo quería sosegar la ira de Anna, Katrina y quizás redimirse por sus mierdas. No había actuado por ella en lo más mínimo. Y notó en los movimientos de Akaisa que ella tampoco pareció particularmente interesada en ayudar a la chica como sí había ayudado a Lena, la dejó estar y retrocedió hasta su lugar anterior, con Ishikawa en espera de Hodges, que sí se había lanzado como una idiota a atender a Agnes.


    Ni siquiera la alemana de mierda quería tocarla.

    Solo una tonta del calibre de Jez era capaz de hacerlo y esa era Emily, obviamente.


    Se fusionaba con el mundo de sombras de forma bastante convincente, pero nunca iba a llegarle a ninguno de los otros allí presentes a los tobillos siquiera, no importaba que tanto pretendiera hacerlo para ponerse al ritmo de quienes quería mantener cerca de ella.

    Anna siguió siendo la maldita boquilla descompuesta de siempre y se lanzó al cuartucho, aplastando a Astaroth contra los estantes. Podía detenerla, quitársela de encima al estúpido era un chiste con el tamaño que tenía, pero no le daba la gana.

    Venga.

    Córtale la yugular.

    Esparce la sangre por el piso.

    Fue una advertencia apenas, dada por un maldito tanuki, pero le venía en gracia y sin darse cuenta siquiera se había pasado la lengua por los dientes, conteniendo inconscientemente el impulso de relamerse como un lobo con la boca hecha agua. Sintió el sabor del tabaco en ellos, fuerte.
    Cuando Anna retrocedió siguió sus movimientos con el rabillo del ojo, antes de regresarlos a la resina sucia de los ojos de Zuko aún zambullido en el cuartucho, que intercambió miradas con él. Y se dio cuenta.

    Que Zuko Astaroth no era un cualquiera.

    Se le escapó una risa extraña, ronca, casi gutural, y se llevó las manos a los bolsillos de la chaqueta que llevaba encima. Era una replica de la sonrisa del albino, pero muchísimo más obvia.

    —Lárgate, Astaroth —dijo y su voz por primera vez en todo el día cargó algo de emoción evidente, un dejo de un euforia, como si estuviera deseando presionar el gatillo de un arma invisible apuntando directamente en la frente del albino—. No creo que quieras visitar la enfermería hoy.

    Estamparlo contra los estantes.

    Abrir la boca, echarle el aliento de lobo encima y aplastarle todos los huesos para saborear la sangre.


    Ya no le interesaba estar a plena luz del día.

    Ahora no aviento a Laila porque Mori me dijo que iba a enviar a Mao a la clase de la niña uwu
     
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  9.  
    Gigi Blanche

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    Permaneció quieta, prácticamente inmóvil, con los brazos apenas separados del cuerpo. Lista para avanzar, retroceder, detener, esquivar, echar a correr. Sus sentidos se habían afilado, hasta el más leve rastro del agotamiento que le pesaba encima desde el domingo había desaparecido. Por fin la puta ansiedad hacía algo que no fuera impedirle dormir, impedirle comer, impedirle manejar un mínimo nivel de, qué se yo, ¿calidad de vida?

    Las ironías y contradicciones estaban allí, en todas partes, prácticamente gritándole en la cara. Pero no le apetecía oírlas.

    Astaroth no había reaccionado de ninguna forma; tampoco había esperado cagarlo en las patas con su tamaño y sus pintas, pero no había nada. Absolutamente nada. Eso, antes que relajarla, la puso aún más en alerta. Pero al final no fue necesario.

    Se le escapó una risa nasal al oír las estupideces en las que invertía oxígeno y tiempo. Se lo veía adolorido, su respiración se había agitado, y le sostuvo la mirada dorada a través del flequillo desprolijo con una prepotencia increíble. No abrió la boca y dejó que Altan hablara, unos pasos por detrás de ella.

    Estaba satisfecha.

    Ver el relámpago de dolor contrayendo sus facciones era satisfactorio.

    ¿No que odiabas la violencia, Anna?

    Maldita hipócrita.

    Retrocedió sin quitarle la vista de encima, lo suficiente para volver a la luz del mediodía y permitirle salir del cuartucho si así lo deseaba. Había enterrado las manos en los bolsillos y apenas sacó una para indicarle el camino con aires elegantes, caballerosos. No hacía falta decir más, sólo se quedó allí, a la espera de que Zuko procediera exactamente como ella y Altan se lo estaban indicando.
     
    Última edición: 4 Noviembre 2020
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    Hygge

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    Dejó escapar una risa extraña, entrecortada parcialmente por el dolor. La respuesta de Altan le vino en gracia, porque literalmente se estaba sirviendo en bandeja y no parecía tener problema alguno con visitar la enfermería. Quizás un par de golpes le acomodasen las ideas, le quitasen de encima las ganas terribles que sentía de prender el mechero y mandar todo a la mierda, pero no fue así. La enana le abrió paso con un ademán burlón y su sonrisa se ensanchó, intercambiando miradas entre ambos.

    Reteniendo.

    Estudiando.


    Vaya parejas más extrañas se armaba esa academia de locos, ¿pero quién era él para hablar de demencia después de todo?

    Se encogió de hombros apenas y salió del cuartucho con ademán perezoso y ligeramente encorvado, acostumbrándose a la luz del pasillo lentamente. Algunos alumnos se habían amontonado alrededor pero al ver que no había sido más que un susto no llegó a mayores. Eso era todo lo que Zuko necesitó. Hubiese seguido el paso tranquilamente hasta perderse escaleras abajo de no ser porque distinguió con precisión la figura de alguien abriéndose paso entre los alumnos, visiblemente consternado.

    Su sonrisa pareció ampliarse en el momento en el que cruzó miradas con Shawn Amery, y este pareció tensarse durante un instante.

    Como si lo hubiese reconocido.

    —¿Qué cojones estás haciendo aquí? —cuestionó con cierta ansiedad, y su mirada azul logró hallar pronto a Agnes siendo atendida por una kohai. Yule le siguió el paso a duras penas, confuso y aturdido ante la presencia de tanta gente—. ¿Agnes? ¿Te ha hecho algo?

    Zuko prácticamente se relamió. Sostuvo la mirada de Shirai por un momento de perfil, y dejó escapar una risa nasal al notar su sobresalto.

    —Yo ya me iba, ¿cierto? —regresó la vista hacia el dúo de héroes con sorna antes de meter las manos en los bolsillos, comenzando a andar hacia quién sabía donde. El menor frunció el ceño, irritado con su actitud pero pronto pareció ignorarle, centrando su atención en la chica a la que parecían estar asistiendo.

    Zuko se encontraba atado de pies y manos por su libertad condicional... pero jamás olvidaba un rostro. Y estaba seguro de que aquella no sería la última vez que se involucrase con esos dos.
     
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    Insane

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    Su cabello negro se removió por el movimiento de la chica desconocida, la cual estaba decidida a meter las manos en el asunto. Sin embargo, era su su hermano... Y pese a cualquier situación, no deseaba que aquella alimaña le pusiera las manos encima a su hermano, sin embargo se quedó quieta en su posición, escuchando apenas las palabras de Emi hacia su persona.

    —Estoy bien —susurró sonriendo con suavidad, evitando preocupar a la pequeña desconocida—, no te preocupes.

    Que puto asco le daba la gente como ella.

    Entonces sintió pasar a Altan por su lado, como un animal relleno de ira interna. No tenía que ser muy inteligente para asimilar que la situación le molestaba más que los involucrados. ¿Fibras sensible? Respiró con suavidad; ¿Traumas traídos a colación? Memorizó a perfección las facciones de Sonnen y Anna, como una pequeña fotografía al voltearse sobre sus talones, manteniendo aquella aura dulce a su alrededor, pese a notar la risa nasal Hiradaira.

    ¿Muy divertida? Pequeña perra.

    En cuanto iba a hablar a hablar notó la presencia de Shawn en el lugar, sin perderlo de vista al éste acercarse.

    —Shawn —pronunció su nombre en un pequeño susurro, adquiriendo un tenue brillo en sus pupilas—, no... todo está bien. Fue tan solo un altercado, sin embargo, las personas tienden a exagerar las situaciones —le sonrió con simplicidad—, podríamos... ¿ir por alguna bebida?

    Sí, aquella voz le salió pendiente de un hilo, como el teatro que podía montarse con el chasquido de los dedos, viendo por el rabillo del ojo a Zuko alejarse.

    Se cobraría aquello en casa, ¿verdad? Trataría de retrasar ese hecho en todo caso, mientras pudiese fingir ser una chica de preparatoria, normal, como todas las malditas zorras que la rodeaban a diario.

    ¿Envidia?

    Impregnada por toda su alma.
     
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    Gigi Blanche

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    El tipo salió del cuartucho y Anna lo siguió con la mirada como si fuera un animal salvaje abandonando su jaula. El dejo burlón permanecía ahí, pero la precaución también. Al girarse notó la muchedumbre que se había aglomerado y chasqueó la lengua, arrastrando los dedos entre su cabello. Zuko parecía haber captado la atención de otros albinos pero le traía sin cuidado, así que no prestó demasiado oído. Su trabajo ahí había terminado.

    Por el rabillo del ojo detalló cómo Emily ayudaba a la chica y las dejó estar, también conectó miradas con Kohaku y rápidamente desvió su atención hacia un punto contrario. Se había montado un espectáculo digno de semejante público, ¿eh? Otra vez.

    Podía excusarse detrás de mil razones samaritanas, pero ella sabía la verdadera razón mejor que nadie. Había buscado un chivo expiatorio en Hiroki, se había arrastrado todo el fin de semanas por mierdas que la apagaran, y se había ido encima de Astaroth para canalizar al menos un pelo de la furia que sentía desde que supo que los lobos estaban en el Sakura. ¿Qué venía ahora?

    Apagarse otra vez, supuso.

    Deslizó su mirada rosácea hacia la figura de Altan y jugueteó con su móvil entre los dedos.

    —Buen trabajo, guapo —dijo, conservando en su voz cierta suavidad que contrastaba por demás con el tinte general de la situación—. Gracias por los caramelos y el cigarro~

    Hacían buen equipo.

    Pasó a su lado, lo suficientemente cerca para regalarle una caricia fugaz en el brazo, y le sonrió viéndolo de soslayo antes de seguir camino hasta los baños femeninos de ese mismo piso. Había pensado volver a jugar con su corbata o algo, como ya había hecho en la cafetería, pero dentro de todo conservaba cierto sentido común y si se evitaba más cagadas, bueno, bienvenido fuera.

    Revisó los cubículos antes de encerrarse en el último, el más cercano a la ventana, y se dejó caer sobre la tapa del retrete. Subió una pierna a la misma, la espalda a la pared, y encendió el cigarrillo sin demoras. Inhaló profunda y lentamente, cargándose los pulmones de aquella cálida y obsesiva mierda, y exhaló. Una risa baja se le escapó entre el humo que empañó su mundo alrededor.

    Ojalá toparse de vuelta con el hijo de puta de Tomoya.

    Estaba con el ánimo justo para machacarle hasta el último hueso del cuerpo.
     
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    Hygge

    Hygge Game Master

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    El hecho de que su voz hubiese salido pendiendo de un hilo no le dejó más tranquilo. No comprendía qué demonios tenía que ver aquel tipo que parecía su alter ego o a saber qué mierdas pero tampoco quería saberlo. No quería saber nada de él. Ahora mismo la chica necesitaba respirar y permanecer en el pasillo solo atraía a más alumnos por segundo.

    —Yule —llamó a su hermano, quien había acudido hasta su clase para traerle el bento que se había olvidado. El chico parecía incluso más tenso que Agnes—. ¿Puedes cargar los bentos? Vamos a la cafetería.

    —Oh, eh... Claro —murmuró, sosteniendo ambas cajas con cierta torpeza, y comenzó a abrirse paso entre la gente, creando una salida hacia las escaleras. Las congregaciones le daban demasiada ansiedad.

    Amery sostuvo a la chica de la muñeca con suavidad y la instó a seguirle, ignorando a los alumnos que recién llegaban y querían enterarse del chisme. Qué poca empatía podía llegar a tener el ser humano, y a qué velocidad corrían los rumores en aquella academia. Alzó la voz por encima del tumulto y le dirigió una sonrisa amable, que buscaba calmar posibles nervios contenidos.

    —¿Alguna sugerencia para la bebida?

    Si al menos tuviese una ligera idea de lo que había pasado en realidad... ¿Habría actuado distinto?

    Puedes postear si quieres en la cafetería Insane, que no quería hacer doble post owo
     
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    La forma en que Anna lo despachó fue la mayor gracia de todo el asuntó, como si estuviera despidiendo a un caballero o alguna mierda así, puro teatro. Lo que quería era que moviera el culo, justo como ellos le estaban diciendo que hiciera. De dedicó una mirada de soslayo a la muchacha, de la que también había surgido un hilo dorado, y se había unido directamente a él.

    La sonrisa de depredador se ensanchó.


    Qué puto peligro, ¿no?


    Otras dios piezas cayeron sobre el tablero, el príncipe y un muchachillo de cabello bicolor, blanco y negro. Los colores del mundo. Regresó la vista a Astaroth, siguiéndolo mientras salía como una alimaña de una alcantarilla, encorvado, con la sonrisa todavía en el rostro.
    Sin demasiado interés observó el intercambio entre la princesa corrupta y Amery, y por pura inercia su mirada se deslizó hacia la 3-1, la clase de Meyer. No había prestado realmente atención al tumulto, que empezó a dispersarse en cuanto las piezas claves del desastre comenzaron a retirarse también.

    ¿Qué cojones importaba algo de público?

    "Buen trabajo, guapo".

    Deslizó los ojos a Anna, vacíos de nuevas cuentas, y cuando sintió la caricia en su brazo un chispazo subió hasta su cerebro y detuvo el movimiento de los engranajes de su mente unos sólidos segundos, que se reactivaron cuando la chica desapareció en los baños, seguramente a fumarse el jodido cigarro. Se hizo a un lado, apartando de unos cuantos empujones a los chismosos que aún no habían movido el culo y apoyó la espalda en la pared.
    Sacó el caramelo de café que Anna le había extendido antes de que todo se fuese a la mierda y se lo echó en la boca, masticándolo, y volvió a sentir los jodidos cupones en el bolsillo del pantalón.

    Como un puñal en la espalda.

    Sacó el móvil y pensó en esculcar hasta el fondo la información que hubiese disponible del jodido Tomoya, ya que lo había recordado, y del salido de Zuko pero la verdad es que prefería hacer eso en casa, así que regresó el aparato a su lugar.

    laila c2-1.png
    Había escuchado el alboroto fuera pero no le preguntó nada a Kobayashi ni se interesó mucho en ello, porque bueno, no había prestado mucha atención tampoco con el ruido de la lluvia ahogando las palabras de la gente.
    En cualquier caso se le escapó una risa al ver que la chica se había olvidado la sorpresa, no era burlona ni nada, más bien le había causado ternura. Se dispuso a tomar su almuerzo antes de levantarse, indicándole a la muchacha que la siguiera fuera de la clase.

    —Pues con esta lluvia podemos almorzar en alguno de los pasillos, si no quieres demasiada gente alrededor, o podemos buscar una mesa en la cafetería. ¿Qué dices, Kobayashi-chan? Elige tú, a mí cualquiera de las opciones me parece bien.

    Le sonrió a la chica y mientras avanzaba, ya con el tumulto disuelto, notó la cabellera albina de Shawn alejándose y llevándose a... Agnes Astaroth. Como si no hubiese bastado con Eris Tolvaj para avivar sus inseguridades, ahora veía eso, de todas las cosas posibles. Tragó grueso, como buscando tragarse lo que sea que acabara de sentir, y entonces escuchó una voz a su lado, que fue casi un murmuro.

    Altan Sonnen.

    No lo había notado por ir distraída con su kohai, estaba recostado a la pared, pero se había inclinado un poco hacia el frente para alcanzar a hablarle casi al oído al pasar, como un jodido diablo atizando las llamas.

    —Al parecer vas a tener que empezar a echarle un ojo a tu príncipe, ¿no crees, Meyer? —dijo y no fue hasta entonces que ella notó la peste a tabaco.

    Laila giró el rostro con brusquedad, encarándolo, y Altan retrocedió. Los ojos de la chica no estaban demasiado lejos de ser del mismo tono de rojo sangre que la mirada de Agnes y habían chispeado como las brasas del fuego.

    —¿Acaso soy su madre para tenerlo vigilado? —siseó lo suficientemente bajo para que Kobayashi no fuese a escucharla—. No me interesa lo que un indeciso haga o deje de hacer. Ahora mete tus narices en tus propios asuntos, Sonnen, ¿o quieres que yo empiece a meterme en los tuyos?

    ¿Qué mierda...?

    La ira con que le había escupido las palabras parecía no calzar en lo más mínimo con su apariencia y lo poco que conocía de ella, pero tampoco calzaba con la chica que junto a esa ira se hubiese colado, ya no en su voz, sino en sus ojos algo que era una mezcla de eso, pero también de miedo o dolor. Se le había cristalizado la mirada, pero ella misma se había negado a romper ese cristal.

    Altan volvió a pegar la espalda a la pared, luego de haber soltado un gruñido bajo, y dejarle camino libre. Ella siguió su camino junto a la chica de primero.

    Como no le dieran una zarandeada a Amery, esa chica estaba igual de jodida que él, ¿no?


    Mori listo uwu llévate a Laila a dónde decidas <3 y en un momento te respondo con Shio
     
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  15.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Bueno, qué desastre.

    Había sujeto el almuerzo que Katrina le había confiado en piloto automático, tanto así que tuvo que bajar la mirada una vez la chica ya estaba junto a Anna para comprobar qué tenía en las manos. A lo largo de todo el altercado se mantuvo a un lado, como siempre. Atento, pero sin intervenir ni mostrar intenciones de hacerlo.

    Y es que no las sentía.

    Ya era la segunda vez que Anna se metía en problemas y Altan aparecía como una sombra para asegurarse de contener la situación o lo que fuera, y eso le quitaba un peso de encima. No del mundo, o de las personas en sí, sino de su propia consciencia. Sabía que no era del todo correcto pero tampoco le preocupaba demasiado.

    No le apetecía, al final del día, limpiar los desastres ajenos.

    Y Anna tenía muchos de esos.

    Al final no pasó a mayores. Se despidió de Kobayashi con una sonrisa gentil, como si nada hubiera pasado, y reparó en cómo Emily atendía a la morena de ojos inquietantes mientras Anna seguía metida en su teatro y segundos después desaparecía en los baños. Suspiró, acercándose a Katrina para devolverle el almuerzo, y echó un vistazo alrededor.

    —Vayamos a la cafetería —propuso, en voz suave y algo distraída—, dile a Hodges-san.

    Entonces siguió camino hasta detenerse junto a Sonnen y le regaló una sonrisa algo más amplia, a modo de saludo. Esa mañana, después de todo, lo había ignorado, ¿verdad?

    —Sonnen-kun, ¿quieres almorzar con nosotros? —lo invitó, abriéndose un momento para mostrarle que se refería a Katrina y Emily—. Estamos yendo a la cafetería.
     
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  16.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Se había quedado estaqueado en la pared, mirando algún punto en el suelo sin estar realmente muy seguro de qué se suponía que hiciera ahora. Había recordado de repente el almuerzo de Shiori, que había colocado sin siquiera darse cuenta en el borde de una de las ventanas del pasillo, que para suerte suya era la que tenía al lado así que solo estiró la mano para tomar la caja de nuevo.

    Iba a echarle un vistazo cuando una voz conocida lo trajo de regreso a la Tierra o algo, y cuando buscó su origen topó con la mirada de resina de Ishikawa.

    Jez.

    Gotho.

    Usui.

    Dunn.

    Astaroth.

    Y la chiquilla de primero que acompañaba a Meyer.


    ¿Qué mierda, habían encontrado un yacimiento de ámbar para ponerle un par de esferas a todos esos en la cara? Como fuese, la tranquilidad usual del chico, el tono cálido en sus iris y la sonrisa que le dedicó a pesar de que no había volteado a mirarlo en la mañana, cuando no quería ver a bueno... ¿Nadie? Hicieron que al menos se dignara a sonreírle también, cosa que relajó sus gestos por fin y le regresó algo del chico que había demostrado que podía ser cuando se carcajearon de la estupidez de Natsu en el patio norte.

    Alguien que de repente no reconocía como parte de sí mismo.

    Con el rabillo del ojo notó que Katrina se acercaba a Hodges para decirle que irían a la cafetería en cuanto Ishikawa terminara de hablar con él.

    Paseó la mirada del chico a la otras dos muchachas, indeciso. Realmente no lo fastidiaba la idea de almorzar con él, la cosa era Akaisa y quizás un poco Hodges, sabía que la ponía nerviosa.

    —Yo... —titubeó, como si no encontrara las palabras para negarse a una invitación de Kohaku. Luego su mirada se desvió a los baños, donde Anna había desaparecido. La correa se tensó al punto de asfixiarlo por primera vez e hizo que el puñal que él mismo sostenía en su espalda se le hundiera peligrosamente en la carne—. No es mi mejor día para almorzar con un grupo de gente.

    ¿No le había mentido? Eso lo sorprendía hasta a sí mismo, sobre todo luego de toda la escena anterior. Había sido su forma de externalizarle a alguien más que, en resumidas cuentas, no se sentía bien.

    —Pero gracias por tomarme en consideración. —Por reflejo escarbó en los bolsillos de la chaqueta de nuevo y se encontró un caramelo que se había salido de la bolsa que había preparado para Anna, de un tono de anaranjado casi amarillo y se lo extendió al chico—. Perdona por no saludarte en la mañana, ya que estamos.

    Era lo menos que merecía el chico, aunque no sabía siquiera si le importaba o no, pero quería sacarse esa astilla del dedo al menos.
     
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  17.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado fifteen k. gakkouer

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    Emily Hodges

    Aún con un deje de preocupación, observé como la chica se iba. Supuse que estaba bien, de todas formas, sabía que el chico que se acercó era alguien que no le haría daño (no por nada se le conocía como el príncipe de la academia) y cualquier cosa era mejor que estar en medio de la aglomeración de alumnos que se había formado.

    Dirigí entonces la mirada hacia dónde Anna se había dirigido con, quizás, la esperanza de poder acercarme de nuevo y asegurarme de que estaba algo mejor. Pero la vi alejarse hacia los baños y supuse que sería mejor no molestarla.

    Me quedé con la vista clavada en el punto de su desaparición, algo ensimismada, por lo que la voz de Katrina me sacó de ese estado con un algo de sorpresa. Sin embargo, logré formar una sonrisa amable con rapidez y asentí con la cabeza.

    —La cafetería suena bien~ —respondí, sin más.

    Di un paso para acercarme más a la chica, porque a pesar de todo la verdad es que me sentía protegida a su lado, y giré la cabeza para mirar a los chicos, con curiosidad.

    Altan se veía bastante mal, ¿verdad? Estaba bastante segura que si acabase mirándome, notaría que lo estaba invitando a unirse a pesar de mis obvios nervios. Para empezar estaría con Kohaku, que lograba calmarme con bastante facilidad, y sobre todo... nunca había tenido problema en ignorar lo que sintiese con tal de ayudar a otros y sentía que el mayor necesitaba ayuda, sobre todo no quedarse solo.

    Aun así, no me atrevía a decírselo directamente.
     
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  18.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Aguardó por una respuesta envuelto en la calma usual, y asintió, comprensivo, al recibir su negativa. Una parte de él lo había predicho, era muy probable que Sonnen no acabara de sentirse cómodo con la idea si no incluía a... ¿cómo llamarlas?

    —Los peores días para estar en grupo suelen ser, de hecho, los mejores —reflexionó, un poco al aire, sin mirarlo demasiado o sonar muy serio; tampoco pretendía presionarlo, no era su estilo, de por sí podría resultar extraño que no se hubiera limitado a asentir y sonreír—. Ah, y no te preocupes por eso. Todos tenemos días malos.

    Aceptó el caramelo junto a una sonrisa animada y se lo llevó al bolsillo. En verdad no había la menor pizca de molestia o rencor en su voz, estaba siendo absolutamente honesto. Con su individualismo y todo, Kohaku era al menos una persona que rara vez se tomaba las cosas personales.

    Le echó un vistazo a Katrina y Emily, y en el recorrido de vuelta hacia Sonnen se detuvo un momento en la puerta del baño.

    —Bueno, si cambian de parecer ya saben dónde encontrarnos —le dijo, sereno, y agitó su mano con cierta pereza—. Nos vemos.

    Se había dado cuenta, claro. Siempre se daba cuenta de todo.

    Y por eso podía quedarse tranquilo.

    Se reunió con Akaisa y Hodges, a quienes les regaló una sonrisa de ojos cerrados y les indicó las escaleras con un movimiento de cabeza.

    —Vamos, vamos~ Me muero por probar el almuerzo de Hodges-san.
     
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  19.  
    Zireael

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    Posiblemente tuviese razón, en realidad sabía que la tenía, pero allí estaba él aislándose como el imbécil que era e incluso hubiese sido probable que de no ser por toda la escena que se había armado con Astaroth, también se hubiese apartado de Anna luego de darle el cigarrillo. Se habría largado, se habría metido en algún hueco de la academia, habría comido y, quién sabe, tomado una siesta o lo que fuese.

    Pero allí estaba.

    No le sorprendió que el chico se diese cuenta, Ishikawa no era estúpido y posiblemente tampoco fuese tan angelical como parecía, no era que fuese algún monstruo ni nada, en lo más mínimo, pero el punto se entendía. La verdad era que no le interesaba, entre el favor con lo del número para Gotho y haberse meado de risa en el patio le importaba bastante poco lo que hiciera Kohaku en otros momentos de su vida, ya le había tomado algo de estima.

    Soltó una risa nasal antes de responderle.

    —De acuerdo.

    Los observó alejarse y no pudo evitar preguntarse qué mierda hacía Akaisa aceptando almorzar con alguien, si parecía casi tan arisca para ese tipo de cosas como él mismo. Como fuese, una vez desaparecieron de su campo de visión, se deslizó por la pared hasta sentarse en el suelo y abrió, por fin, el bento que le había entregado Shiori.
    La cabrona había dicho que era un revoltijo de sobros, básicamente, mentira no era pero lo había acomodado para se disimulara bastante bien. La carne, el arroz, las verduras y las gyozas. Sacó una y se la llevó a la boca luego de volver a cerrar la caja.

    ¿Por qué mierda estaba allí, como un perro guardián en el pasillo?

    ¿Por qué simplemente no se dignaba a desaparecer de la vista y la vida de todos?

    Daba miedo, ¿no? Saberse solo... Solo con el mundo gris y el ruido, así incluso si se recluía podía escuchar los pasos de ciertas personas a su alrededor.

    Era un puto egoísta de mierda.
     
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  20.  
    Gigi Blanche

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    Pongo a Anna a escuchar tremendas rolitas y nobleza obliga, tengo que compartirlas con todos mis cristianos


    [​IMG]

    Se había propuesto hacer durar el cigarro lo más que pudiera, y lo cumplió... más o menos. En un momento sacó el móvil y se distrajo con él a la par que fumaba para, bueno, fumar más lento. Fue entonces que le cayeron unos mensajes y arrugó el ceño por reflejo al detallar el puto remitente. Kakeru.

    Eh 13:23
    Todo bien? 13:23


    Bueno, ella le había soltado toda la pasta el viernes, ¿no? Se la había buscado. Sostuvo el cigarro entre sus dientes mientras usaba ambas manos para tipear lo más rápido posible y ya desentenderse del asunto. No era que estuviera enfadada o le molestara su existencia, simplemente no se soportaba a sí misma en relación a él. Su debilidad, su falta de determinación y toda la mierda.

    Sí, todo tranquilo 13:23
    El imbécil de Shibuya no ha mostrado el hocico, si es lo que te quita el sueño 13:23
    Ya puedes volver a tu mierda~ 13:24

    ¿Tenía que ser tan borde? Eh, siempre era borde con los imbéciles de ese mundo, se manejaban esos códigos y si hablabas más bonito te tomaban por idiota. Tan simple como eso.

    Entrecerró los ojos mientras le daba otra calada al cigarro y veía que Kakeru estaba escribiendo.

    Entendido, señorita 13:24
    Nos vemos 13:24


    Lo acompañó de un sticker y Anna le respondió con otro. Fin de la conversación.

    Una vez se acabó el cigarrillo no tenía razones para quedarse ahí encerrada, aunque tampoco tenía demasiadas para salir. No tenía hambre, no se creía capaz de encarar a Emily, y se caía de sueño. Ahora, con la adrenalina extinta, el agotamiento le barrió cada músculo del cuerpo como una marea retirada a la carga, y erguirse le lanzó unos espinazos no de dolor, pero sí de molestia, que le hicieron comprimir el rostro y chasquear la lengua.

    Qué puta mierda era todo últimamente.

    Se puso los cascos y encendió la música para apartarse del mundo, y se echó un vistazo al espejo. No tenía ganas ni de arreglarse el cabello en una coleta, una trenza o algo. Apoyó las manos en una bacha y se enjuagó un poco la boca antes de salir del baño. Su objetivo era el rellano interno de la azotea, apostaría su culo a que no habría nadie ahí y podría usarlo de escondite. También había apostado a que ya no podría toparse con nadie conocido en el pasillo.

    Eh, qué gracia.

    Avanzó hasta detenerse frente a Altan y se bajó los cascos al cuello, dándole un puntapié en la suela de su zapato. Lo observó desde ahí arriba, enterrando las manos en los bolsillos; la música seguía sonando por los auriculares, al palo como solía usarlos. Iba a quedarse sorda, la muy imbécil.

    —Das pena —soltó, sin mucha energía, junto a una sonrisa ligeramente burlona.

    Echó un vistazo alrededor y soltó el aire por la nariz, más o menos de golpe. Bueno, cambio de planes.

    —Ya vengo —avisó, desapareciendo por las escaleras antes de esperar una respuesta o algo.

    Se fue hasta su aula, no corriendo pero tampoco con la puta pereza que se cargaba encima, y revolvió su mochila hasta dar con la cartuchera que buscaba. Se la metió en el bolsillo de la chaqueta a presión y volvió a aparecerse en el tercer piso, acuclillándose junto a Altan. Extrajo otro caramelo de la bolsa, dentro de la falda, y lo agitó frente al muchacho como la vez anterior.

    —¿Me haces compañía? —murmuró, en el tono burlón, apenas grave, de hace un rato—. Puedo pagarte con caramelos.

    Le señaló entonces las escaleras que llevaban a la azotea con un movimiento rápido de cabeza. La verdad, su plan de tirarse en medio del pasillo a existir le parecía una mierda. No quería estar a la vista de medio mundo, no se le antojaba ser un muñeco en exposición.

    Al final, Anna también era densa como la mierda y no pensó ni por un segundo que la razón de Altan para estar ahí no tenía que ver con disfrutar su almuerzo.
     
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