Pasillo (3º piso)

No pude evitarlo, mis cejas volvieron a alzarse cuando escuché al chico repetir la palabra 'vergüenza' con un obvio tono de pregunta, como si esa palabra fuese tan ajena a su vocabulario que ni siquiera sabía lo que significaba. A ver, era cierto que este muchachito no tenía para nada cara de ir a avergonzarse por hablarle a una chica, o hablarme a mí en este caso, pero jo, podía haberme seguido un poco más la broma...

—Ah, sí. ¡Dame un segundo!

Me di la vuelta para volver a acercarme a mi asiento, rebuscando en el maletín hasta dar con mi monedero, y después volví al lado del muchacho, con una sonrisa ligera en los labios. Empezamos a caminar hacia el exterior del aula, entonces, y me llevé una mano al mentón por el camino, en un gesto pensativo.

>>Uhm, estás en la 3-1, pero... Suelo pasar por esa clase a menudo, ¿sabes? Y no me suenas mucho. ¿Eres nuevo o algo?

 

Cielos, había llegado terriblemente temprano. Hanabi había pillado un virus estacionario y la chiquilla había pasado una noche tan mala que para las cinco y media me pregunté si tenía sentido volver a acostarme. Me tomé el té viendo el paisaje de una ciudad completamente oscura y pensé en las mañanas más frías de Inverness, cuando el sol se negaba y se negaba a salir, perezoso, y debía ir a la escuela bajo el abrigo de la noche. Despertar antes del amanecer era irónico y poético a su manera, como si estuviésemos corriendo una carrera contra el mundo y como si, en definitiva, lo que hacemos no poseyera sentido en absoluto.

Mamá salió de su cuarto más dormida que despierta y me insistió con que esperara un poco, pero ya me había picado el bicho de la curiosidad y en verdad jamás me había permitido este capricho en una ciudad tan grande como Tokyo. Las calles estaban vacías, la estación igual, y poco a poco las personas fueron emergiendo. El sol también.

Todo fue muy bonito hasta que llegué a la escuela y no supe qué hacer. Vagué y vagué hasta que, otra vez, las personas comenzaron a emerger. Los vi llegar desde lo alto de la ventana, como si estuviese aquí atrapada, y pensé que quizá radicaba allí su atractivo. Como si estuviese atrapada, como si fuese invisible y hubiese pasado aquí toda la noche, toda la semana, todo el mes.

Como un fantasma, en definitiva.

Sonreí, entretenida, y tras caminar un rato por el pasillo me quedé apoyada en las ventanas. Había encontrado una paleta en el maletín y me ayudó con el boost de energía, que para la tontería llevaba rato de haber desayunado y no eran horas para tener el estómago vacío. Me distraje en mi tulipán negro, mientras los estudiantes empezaban a llegar y me revolcaba en la absoluta, completa y total estupidez de sentir que había cometido una pequeña travesura.

Y que sólo yo lo sabía.

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why not, ahí queda la pendeja

 

Dejé escapar un suspiro pesado al adentrarme en la academia, sin poder evitar sentirme todavía algo preocupada por Thi. La chica era siempre amable y evitaba meterse en cualquier clase de lío, así que me daba un poco de pena verla triste por algo; no había mucho que yo pudiera hacer, claro, pero eso no me aliviaba demasiado. Había tenido la esperanza de que al menos pudiera quedarse en casa y descansar durante aquel día, pero se veía que a veces el universo disfrutaba cebándose con alguien en específico, pues busqué a Milly para preguntarle sobre el proyecto de su grupo y me confirmó que justo en aquel receso querían hacer la entrevista.

Tenía que escribirle a Thi un mensaje avisándola de aquello, así que me despedí de Milly con aquella excusa y me puse con ello mientras me dirigía hacia las escaleras; se lo envié una vez alcancé el primer piso y guardé el móvil en mi maletín, decidiendo que no merecía la pena martirizarme mucho más con el asunto si, de todos modos, ya había hecho todo lo que estaba en mis manos. Para cuando llegué al tercer piso, casi, casi había conseguido reprimir el asunto de mi cabeza.

Una vez arriba y por puras casualidades del destino, noté la presencia de Morgana cerca de las ventanas, lo que me hizo recordar el pequeño intercambio que habíamos tenido el día anterior y, por lo tanto, decidir que era el momento perfecto para acercarme a hablarle. Lo hice con una sonrisa animada, siendo completamente inconsciente de que mi gesto había interrumpido las intenciones de otro chico que había acabado metiéndose en su clase, y sin decir nada me apoyé en la pared, a su lado.

—¿Esperamos a alguien? —pregunté tras apenas un segundo, inclinándome apenas en su dirección para permitirme así hablarle en un tono de voz algo más bajo, como si estuviera compartiéndole información confidencial o algo por el estilo.

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u-uwu

 

Permanecí recostada contra la ventana sin motivo aparente, husmeando a la gente que pasaba y jugueteando con la flor entre mis manos. En algún punto llegó Ko junto al moreno del otro día, quien compartía grupo de proyecto con Kenneth. Ambos me saludaron y los vi despedirse, puesto que iban a clases diferentes.

Justo después de eso, sin embargo, el castaño de mi clase apareció en la escena y detuvo a... ¿Fujiwara era? pescándolo de la muñeca. Fue sutil, le murmuró algo breve cerca del rostro y, en un parpadeo, fue como si nunca hubiesen mantenido intercambio. Fujiwara siguió al castaño con la mirada un par de segundos; su semblante parecía contraído, estiró sus manos y, finalmente, cada quien estuvo en su aula. En ese momento también vi pasar a Akaisa, pero la niña omitió mi existencia y solté el aire por la nariz con calma, bajando la mirada a los pétalos del tulipán. Y yo que tenía en mente pasar por la sala de arte un día de estos...

Qué pena.

La voz de la chica se superpuso casi al mismo tiempo con su figura de soslayo. Giré el rostro hacia ella, dando con la muchacha de cabello rosa de la 3-3, y le concedí una sonrisa sedosa al instante. Su acercamiento me permitió observarla con un poco más de detalle.

—Sólo me daba pereza entrar al aula, ya estaré ahí toda la mañana —respondí, tranquila, y la repasé ligeramente antes de agregar—: ¿Cómo te llamabas, linda?

Podría haberme detenido y ya, pero no me dio la gana y mi sonrisa se ensanchó apenas, con gusto.

—Recuerdo tus labios, pero soy terrible con los nombres.

 

La respuesta que la chica me dio tuvo su lógica, o por lo menos a mí me pareció bastante adecuada, así que acabé asintiendo con la cabeza junto a una expresión de la más absoluta solemnidad al escucharla. En el instante que acepté sus palabras, mi intención fue también erguirme de vuelta, pero esa misión terminó siendo interrumpida cuando escuché la pregunta que me soltó justo después, e incluso todavía más cuando siguió hablando para decir... aquello.

Me reí un poco cuando me preguntó el nombre, sorprendiéndome tanto por la desfachatez del gesto que ni siquiera sentí que podía llegar a ofenderme de que no se acordara, pero cuando quise empezar a responderle... ella soltó otro comentario, y en aquella ocasión lo que consiguió fue hacer que las mejillas se me ruborizaran. ¡Y no poco, precisamente! Pestañeé un par de veces, en un gesto de clara confusión, y al final me permití erguirme como había pretendido en un inicio, carraspeando ligeramente para que no se me notara (mucho más) la vergüenza.

—Me llamo Riamu... —murmuré, deslizando la vista hacia un lado poco después—. Y... ¿has visto pasar algo interesante? —añadí, intentando desviar el tema de conversación de alguna manera.

No fui del todo consciente del gesto, la verdad, pero al terminar de hablar me humedecí los labios con la lengua.

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Su risa pareció cargar consigo un deje de incredulidad y, aunque no dije nada, me pregunté hasta qué punto se suponía que uno recordara a alguien que vio, a lo sumo, media hora en toda su vida. La gente tendía a brindarle demasiada importancia a determinadas casualidades o eventos circunstanciales, a las etiquetas, las determinaciones morales. Cortesía, le llamaban algunos, pero ¿lo opuesto realmente nos volvía malas personas? ¿No era sólo un método rápido de clasificación que inducía al prejuicio y a conceptos errados? Lo había visto ocurrir muchísimas veces. Reyes y reinas de la cortesía alzando sus dedos, señalando y condenando en nombre de las buenas costumbres.

Era cansador.

Claro que esta muchacha sólo se rió, y en el fondo no sabía lo que pensaba; tampoco me interesaba demasiado. Más me interesó su reacción ante el último comentario que solté, incapaz de contenerme. No tenía pistas para adivinar su forma de ser, sólo asumí que cualquier persona promedio se sorprendería al escuchar algo así de repente y era entretenido. Los pequeños instantes donde los ojos de los demás se abrían, donde te veían de verdad. Era como espabilarlos, alzar la mano y darles un golpecito suave en el centro de la frente. Pretender ser la disrupción era inofensivo en su naturaleza, pero ¿cuántas acciones de buen espíritu acababan retorcidas en el camino? Podía robarle un sonrojo a esta chica o una foto a Joey. Los límites aún me eran desconocidos.

¿Existían, siquiera?

Se despegó de la pared, pillada por mi comentario, e intentó carraspear la garganta. Seguí sus movimientos con la vista, sin alterar la pequeña sonrisa en mi rostro, y atendió a mi pregunta. Riamu. Asentí ligeramente, en una promesa silenciosa, quizá, de esforzarme por recordarlo, aunque ese resultado aún estaba por verse. Era muy bonita y parecía dulce, tan dulce como un pastelito, con sus ademanes y sus colores tan vibrantes, pero eso sólo era un detalle.

Su pregunta me hizo repasar el pasillo con la vista, aunque en sí no esperé encontrar nada puntual.

—No realmente —murmuré, regresando a sus ojos—, es una escuela bastante aburrida.

Igual mis parámetros estaban bastante torcidos, probablemente. Cualquier institución decente sería insulsa en comparación a lo que había visto en la pública de Inverness. En términos geopolíticos éramos ya una ciudad, pero la cultura, la lejanía y las zonas residenciales precarias imprimían más que bien la realidad de "pueblo chico, infierno grande".

—Al menos pasaste tú. —Volví a sonreír con suavidad y ladeé apenas la cabeza—. ¿A ti te ha pasado algo interesante?

La pregunta podía ser extraña en su naturaleza y especialmente al estar dirigida a una casi desconocida, pero le correspondía a ella tomar esas decisiones.

 

Por suerte para mí, la chica no mencionó de manera directa el sonrojo tan obvio que me asoló las mejillas; si bien es cierto que pude notar su mirada y me pareció distinguir de reojo una sonrisa muy específica en su rostro, el hecho de que no hubiera sido nombrado directamente me ayudó a controlar un poco mejor mi reacción inicial. Que luego dijera que la escuela era aburrida pero que al menos yo había pasado no ayudó mucho con la tarea, pero de alguna manera ya me había mentalizado un poco para esperar cualquier cosa de ella, por lo que mi reacción no fue tan evidente en aquella ocasión.

—¿Esta mañana o en general? —cuestioné, con una sonrisa ligera, mientras me llevaba las manos tras la espalda y adoptaba una expresión pensativa durante un par de segundos—. En general diría que sí, pero solo esta mañana... nope. También encontrarte aquí, supongo~ —añadí, encogiéndome de hombros con aire risueño.

Giré la cabeza en dirección al pasillo, repasando con la vista las puertas de las diferentes aulas antes de volver a centrar mi atención en ella; en aquella ocasión, sin embargo, lo hice con la mano en el mentón, en una expresión todavía más expresiva.

>>Morgana~ El otro día estuviste en mi clase, ¿cierto? ¡Me acuerdo porque me tocaste la cabeza! ¿Tienes amigos ahí o algo? ¡Quizás yo los conozca también!

 

Mantuve la vista sobre ella en cuanto buscó definir el alcance de mi pregunta, pero siendo que ese detalle me resultaba indiferente no abrí la boca. Prefería que tomara mis respuestas del silencio. Su resolución, en todo caso, no me brindó nada interesante; pretendió devolverme el cumplido, un detalle bonito de su parte, pero no dejaba de ser algo reciclado.

Una cortesía, si se quiere.

Conservé aún el silencio en lo que ella repasaba el espacio y recordaba nuestro breve encuentro de ayer. Preguntó por mis amistades de la 3-3 y asentí.

—Kohaku, lo estaba buscando a él. Somos amigos desde que llegué a Japón. —Bajé la vista al tulipán y, aunque mi sonrisa no cambió, sí sentí una ligera calidez en el pecho—. También conozco a Kenneth. Él fue, de hecho, quien me regaló esto.

Le extendí la flor para que la tomara. No había incurrido en la molestia de presentarlos con sus apellidos, si lo importante era conocerlos debería identificarlos aún así. Observé el tulipán, ahora en manos de Riamu, y ladeé la cabeza con suavidad.

—Una flor que no perece ni se marchita, ¿puede considerarse una flor en absoluto? Su existencia se vuelve una contradicción en sí misma: algo que no debería existir, y sin embargo lo hace. —Mi tono sonó abstraído y luego la miré a los ojos—. Si incluso algo tan sencillo como una flor de papel puede alcanzarnos el corazón... no dejamos de ser criaturas simples, ¿verdad?

 

El cambio del clima me había dado un sueño abismal; no que hubiese sido tan abrupto pero hombre, de por sí me costaba estar aquí atendiendo a mierdas de química y geometría. Salí de la clase chequeando el móvil y entré al chat de Kaia, quien me estaba enviando una tanda de mensajes en tiempo real. Por la cantidad que eran y que caían sin cesar imaginé que tendría los nervios por el cielo, la pobre chica.

Solté el aire con cierta diversión y alcé el rostro para ubicar la puerta del baño de chicas. Estaba en eso cuando una voz alcanzó mis oídos, distrayéndome de mi misión inicial; misión que igual no tenía mucho fundamento, por cierto. Deparé en los ojos lila de Manson y la sonrisa de antes se mantuvo en mi rostro incluso después de oírla hablar.

—¿Tienes compresas femeninas? —le pregunté sin más ni dando explicaciones de ningún tipo.



Kou se retiró primero de la azotea y yo me quedé allí un par de minutos, echándole un vistazo al cielo y respirando la brisa sin más. En parte era lo ideal, que no nos asociaran, y en parte me había apetecido. Quizá hubiese sido a medias y de forma bastante ambigua, pero seguía siendo la primera persona a la que le escupía lo que tenía atorado en la cabeza y... fue un alivio, la verdad. Me permitió respirar mejor.

Cuando consideré que ya había pasado un buen tiempo, además de que empezaba a sentirme raro estando parado ahí sin más, fui hasta la puerta y descendí al pasillo. Tenía el bento que me había preparado mamá con las sobras de la cena, entré a la 3-2 y volví a salir ya con las cosas encima. Sólo quedaba comprar una bebida abajo, que eso del agua a temperatura ambiente... uf, no.

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Bruno TDF wenas wenas

 

Iba a tener que repetirme, las similitudes se apilaban y comenzaban a ser hilarantes. Su réplica cargó una intención que, inventada o no, me estiró la sonrisa y acabé soltando una risa nasal prácticamente insonora cerca de su oreja.

—¿No eres una girls girl? —repliqué, viendo su perfil de soslayo.

A ciencia cierta no culparía a nadie de creerme capaz de cosas que realmente no haría. Sabía que mi actitud, mis decisiones e incluso mi estilo de vida arrojaban contradicciones en todas las direcciones. Levantaba la colilla que Sugawara dejaba tirada, me partían la cara por reírme de otro imbécil, asistía a los eventos oficiales de la Armada, entrenaba hasta sangrarme en un galpón lleno de ratas y cavaba la tumba de mi propio padre. Ni siquiera yo conocía mis límites, nunca me había interesado demasiado averiguarlos.

Pero no, definitivamente no me colaría en el baño de chicas. Sería una catástrofe.

Una vez frente a la dichosa puerta, quité las manos de sus hombros y ella alzó una de las suyas. La intención era clara, pero aún así la verbalizó con cierta imperiosidad que me hizo su cuota de gracia. Cambié las compresas de mi mano izquierda a la derecha, la sana, las pillé del borde y las dejé caer en su palma.

—Sí, señor —murmuré, ligeramente burlón, y luego relajé los brazos—. Kaia, mi prima. La conociste el primer día que nos saludaste, ¿recuerdas?

Sabía la respuesta, era obvia, pero por seguir tocándole los ovarios, vaya.

Estaba recorriendo el pasillo cuando una voz sonó tras mi espalda, casi como un llamado subliminal de otra dimensión o algo así. O quizá tuviera muchas pelis encima, claro. Lo cierto fue que la reconocí bastante rápido, ni siquiera era la primera vez que se acercaba a hurtadillas y, por ello, el tacto en mi brazo no me sorprendió. Me detuve, de por sí había estado caminando con calma, y encontré el rostro de Vero ya con una sonrisa en los labios.

—Shiro-chan —murmuré a modo de saludo y luego alcé las cejas, adecuándome a su suerte de broma sin contratiempos—. ¿Cómo? ¿Estás segura que quieres ir... adonde yo voy?

Me incliné ligeramente, con una sonrisa divertida danzando en mis labios. La conversación con Kou me había sacado parte del peso que me aplastaba el pecho, negarlo habría sido estúpido, y ¿la verdad? Ni siquiera me apetecía hacerlo. Estaba cansado de fingir.

—Es un lugar muy peligroso, ¿sabías?

 

Debía ser hasta ilegal lo mucho que estaba disfrutando de aquel tonteo constante que llevaba con el chico, y sin embargo ahí estaba, sonriendo completamente encantada mientras salíamos del ascensor para ir en dirección al aula. I was doomed, really, because it was clear that he was entirely my type (y sí, claro que me acordaba de lo que habíamos hablado en el patio, ¿cómo no iba a hacerlo?).

Anyhoo... las clases fueron un absoluto coñazo, como siempre, aunque debía admitir que había algo extrañamente satisfactorio en buscar a Sasha con la mirada y recordar que la pobre ni siquiera había podido tener una mañana tranquila. Era un poquito gracioso que Joey le siguiera teniendo tanta manía, incluso después de que nos hubiera pagado el dinero que le habíamos pedido, pero hey, no iba a ser yo la que se quejase de tener espectáculo gratis ni mucho menos.

Por lo demás, parecía que mi grupo de proyecto se había decidido a reunir en este receso, por lo que iba a tener que ser una chica responsable y plantarme en la entrevista. Aunque... ser responsable no implicaba tener que ser cien por cien puntual, ¿o sí? Well, well, estaba convencida de que Abby-chan y su mamá entenderían mis motivaciones para llegar tarde, after all... it was all about the fun~

Todo esto venía, por cierto, de que había distinguido a Kakeru en el pasillo, nada más salir del aula, y verle la carita me recordó al terrible fallo de principiante que había tenido el día que habíamos almorzado juntos. ¿Cómo había podido olvidarme de algo tan importante como pedirle el número de teléfono? Not really on brand with myself! I was too distracted by him! So bad!

—¡Monte Fuji! —exclamé, acercándome a él sin ninguna clase de vergüenza, y le extendí mi móvil como quien no quiere la cosa—. ¡No tengo tu número de teléfono! Y así no puedo invitarte a nuestra cita, ¿sabes? ¿O creías que te ibas a escapar así~? —canturreé, algo divertida ante la posibilidad de que creyera que podía huir de mí a aquellas alturas, y no fue hasta ese instante que me di cuenta que ya estaba acompañado—. Ah, hello, Vero-chan.

No era como si ese detalle me hubiera parado alguna vez, vaya.

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la menos metiche me llaman (???

 

Cuando Verónica se puso en puntas de pie me erguí mínimamente, casi en un reflejo automático para conservar la distancia que yo mismo había establecido; en cualquier caso fue eso, un movimiento minúsculo, y le hice más caso a sus palabras que a nuestras posiciones. Traer a colación la prueba de valor era un punto válido, pero por encima de eso tenía aún más sentido que se ofreciera a ser mi guardaespaldas. Irónico, considerando que precisamente ese era mi trabajo.

—¿Y qué te hace pensar que no puedo cuidarme solo? —repliqué, por la gracia.

Apenas acabé la oración cuando una tercera voz irrumpió en el espacio, llamándome. Ese apodo extraño sólo lo usaba Alisha, de modo que no me sorprendí al erguirme y encontrarla frente a nosotros. Mi sonrisa se mantuvo en su lugar, aunque verla extender su móvil me descolocó hasta que explicó el origen de la solicitud. Solté una risa nasal, aceptando el aparato. Seguía con la tontería de la cita, ¿eh?

—¿Por qué querría escapar de ti? —respondí un poco al aire, ya que tenía la atención puesta en escribir mi número.

Agendé el contacto sencillamente como "Kakeru" y al oír el intercambio de las chicas recordé que Vero la había invitado al club. Lo siguiente que soltó Shiro-chan me ensanchó la sonrisa y le extendí el móvil de regreso a Alisha.

—Ahí tienes, Ai-chan. Juro que es mi número.

Con su misión finalizada, la chica se retiró tan rápido como había aparecido y volví a soltar el aire por la nariz con cierta jocosidad. Estaba llena de energía y no parecía reparar en... bueno, en nada. De cierto modo me recordaba a Anna. Cuando volví a mirar a Verónica reparé en la bolsa que ahora pendía de su brazo y me incliné hacia un costado para verla mejor.

—¿Almorzamos juntos? —le propuse, aún si era una obviedad y si, muy probablemente, había sido su idea original desde un principio.

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Gabi va a andar de viaje así que me dijo que asumiera eso de Ali uwu

 

Cuando la chica empezó a contarme de sus planes para mañana la estaba escuchando tranquila y atenta, pensando que quizá hubiese querido hacerme algún tipo de pregunta respecto a posibles locaciones. Ya estaba, de hecho, armando una lista mental de los centros comerciales que tenía vistos, cuando me propuso de ir juntas y entonces los cables se me chisporrotearon. Me sorprendió lo suficiente para filtrarse en mi semblante, al instante fui consciente e intenté moderarlo, pero a ella se le ruborizaron las mejillas y sentí evidente apremio por aclarar el malentendido. O potencial malentendido.

—Me gustaría —acepté un poco de repente, y volví a controlar mi tono de voz—. Perdona, sólo me sorprendió porque... bueno, porque no esperaba que lo hicieras, pero me gustaría acompañarte, Manson-san. Suena divertido.

¿Qué acababa de aceptar, exactamente? ¿Ir a un centro comercial a... probar y comprar maquillaje? ¿Con otra chica de mi edad? La realización me sacudió el corazón adentro del pecho y sentí una oleada repentina de nervios y de expectativa. Era una tontería, lo sabía, pero mi único contacto exterior en los últimos años habían sido Yuta y sus amigos, y por más de que me hubiese acostumbrado a ellos... esto era diferente. Era la clase de estupidez con la que había fantaseado muchas veces desde la ventana de mi habitación.

Luego de eso, Manson se retiró y asentí por inercia, sin darme cuenta que igual ya no tenía nada que hacer dentro del baño. Aproveché el instante de soledad y me llevé una mano al pecho, respirando a consciencia un par de veces. Luego, volví a encontrar mi reflejo. Me acerqué a él y observé mi rostro largo y tendido desde varios ángulos, intentando imaginarme con maquillaje, o si me gustaría llevarlo, o si me sentaría en absoluto. No encontré una respuesta, obviamente, así que exhalé por la nariz e intenté no preocuparme demasiado por eso. Lo importante era que tenía planes con una chica y que la idea me hacía muchísima ilusión.



¿Qué estaban haciendo ahí adentro? ¿Pintarse las uñas? ¿Cepillarse el cabello? ¿Tener una convención secreta? Ni siquiera podía irme, o sea, tampoco tenía nada que hacer allí, pero en mi mente quedaba raro que salieran y yo haberme esfumado. Me quedé apoyado en la pared, junto a la puerta, y volteé el rostro en automático apenas la escuché abrirse. Reparé en Manson y pensé que saldrían juntas, pero cuando quise asomarme a husmear la hoja ya se estaba cerrando.

—Descanse, soldado —bromeé en respuesta, guardándome la gracia particular de la elección de palabras, y tras un breve silencio agregué—: Supongo que ahora sí puedes darte el derecho de ser pretenciosa.

Me había tomado todo el tiempo del mundo para responderle, pero que nadie dijera que dejaba asuntos irresueltos. En cualquier caso, la puerta volvió a abrirse y Kaia finalmente se reunió con nosotros. La recibí con una sonrisa sosegada y ella, ni lenta ni perezosa, tomó la palabra.

—¿Dónde les gustaría almorzar?

Alterné la mirada entre ambas y empecé a comprender la situación. Ah... Por eso la tardanza, ¿verdad? Se habían tomado su sweet time para complotarse en mi contra.