Pasillo (1º piso)

Me dejé llevar por Emi sin ningún problema, ya contenta y satisfecha con la idea de poder almorzar su comida casera bajo el solcito tan lindo que había. Me preguntó si tenía planes, la miré y meneé la cabeza. ¡Oh! Quedar juntas era buena idea.

—¡Podemos ir al Gyoen! —propuse, habiendo reflexionado en torno a la idea la módica suma de medio segundo—. El jardín botánico que hay en Shinjuku, ¿lo ubicas? Es muy amplio y super bonito.

Yo lo había visitado con mis padres, más de pequeña, y la última vez había ido con Kakeru. Los recuerdos de aquella charla me rebotaron dentro del corazón, había sido justo antes del campamento y, aunque no desagradable, sí sentí una mezcla de emociones algo intensa. Sonreí, de todos modos, y volví a mirar a Emily. Estaba decidida a hacer las cosas bien, tomar una respiración a la vez y no perder a nadie en el camino.

—Podemos decirle a los chicos, también, si quieres.

 

No era raro que Jez se ruborizara, la niña era blanca como un papel así que cualquier flujo de sangre repentino le coloreaba el rostro y uno acababa por acostumbrarse a esa clase de reacciones. El cumplido de Verónica me hizo pensar que a la pobre le caería algo de vergüenza encima, fue justo lo que pasó y sonreí para mí misma, detallando el peinado. Por otro lado, a Maxwell se le notó el gusto que le provocó su reacción y tuve que usar bastante fuerza de voluntad para no reírme, con tal de no empeorarle la vergüenza.

Le dejamos su tiempo para recomponerse y me pareció escucharla tomar aire a mi lado. Siguió caminando, balanceando la bolsa que traía consigo, y supuse que estaría oyendo a Vero aunque no dijera nada. Jez era buena escuchando, lo había sido desde que la conocí y por la forma en que hacía amigos o ayudaba a los otros, sabía que debía haber sido buena en ello toda su vida.

En cualquier caso, el cuadro de Vero pequeñita haciéndole trenzas a su hermana mayor consiguió aflojarme una risa liviana y a Jez le pasó igual. Era posible que si esta chica le preguntaba a casi cualquiera que si podía hacerle trenzas la gente accediera, decirle que no estaba muy raro.

—¿Enseñarme? —pregunté ligeramente incrédula—. ¿Eso te volvería una sensei de trenzas?

—Mira el trabajo tan bonito que hizo, ¡obvio es una sensei! —soltó Jez de repente, de lo más convencida—. Y tú eres buena estudiante, todos ganan.

 

Solté una risilla ante la queja de Al y cuando mencionó el calor le eché un vistazo de reojo, notando que no llevaba el blazer; bueno, yo tampoco, ¿quién lo tendría puesto con el sol que rajaba la tierra afuera? Sólo tuve que subir a sus ojos, por ende, y recibir tanto el final de su respuesta como la pregunta de regreso. La tontería del almuerzo me estiró la sonrisa t regresé la vista al frente, manteniendo el caminar liviano.

—Creo que a la escuela se viene a estudiar, pero yo como nunca estudio no opino —dije, divertida, y solté un suspiro dramático—. ¿Has visto a nuestro profe, Al? Bueno, probablemente no lo hayas hecho, si el tipo aparece y desaparece sin más. Es... es una planta, te lo juro. Es la cosa más lenta, somnolienta y perezosa que conocí en mi vida. Una vez se apareció a dar clases con las pantuflas en los pies e igual su ropa siempre parece de entre casa. He empezado a sospechar que es un indigente o el hijo de la directora que duerme en algún cuartucho oculto de la academia, porque si no no me explico.

Acabé la mini historia con una risa liviana y lo miré.

—Así que si crees que tus clases son aburridas, te reto a pasar una mañana, sólo una mañana, en la 2-2. Gracias deberían darme que me mantengo despierta. Al menos pude desarrollar mis habilidades de arquitecta, ¡mis torres de bolígrafos ya alcanzaron los diez pisos!

 

Primero me soltó que a la escuela se venía a estudiar, pero que como ella no estudiaba nunca no opinaba, fue una estupidez, claro, pero una que bastó para sacarme una risa floja. Después de eso se dedicó a describirme a su profesor, en realidad nunca había reparado en el tipo y en apariencia aparecía y desaparecía como lluvia de verano, así que ni modo, pero el cuadro me dio incluso más pereza que mi propia clase. ¿Alguien la habría culpado por pegarse una siesta? La verdad no.

Mi salón era un poco un circo, había gente sketchy metida, los que no se hacían problemas con nadie y los que teníamos cara de moco. Luego estaba Patterson que era rara con ganas, me cuestionaba hasta dónde la tía no nos miraba a todos como ratas de laboratorio conductista, pero tan siquiera sus ocurrencias le daban a uno qué pensar. Una preocupación extra, tal vez.

De la manera que fuese, escuchar a Anna me tranquilizaba, podía escucharla hablar de cualquier mierda y me calmaba. Ahora sentía que era más notorio porque había sabido de ella solo por un teléfono, haciéndome ideas paranoides, así que solo la oí. Cerré los ojos un instante, caminé escuchándola y cuando cortó el mini-monólogo volví a mirarla.

—No creo que me dejen meterme a tu salón para cumplir con el reto y visto lo visto gracias debería dar. Si ya me duermo en clase no quiero imaginar si me tocara con tu profe —resolví con algo de diversión en el tono—. Además, ¿diez pisos? ¿No has pensado a comenzar a hacer maquetas en clase? Con arbolitos y toda la cosa.

Seguí caminando a su ritmo, tranquilo, y sentí que debía dar gracias internamente por esto. Por poder estar hablando con ella, caminando con el pasillo y bromeando sobre las clases, porque todo solo estuviese sucediendo. Era, tal vez, la prueba de que no se acababa el mundo.

—¿Quieres que compremos algo de tomar en la máquina? —pregunté cuando recordé que no había traído nada de casa—. Yo invito así que más te vale aprovecharte.

 

La muchacha aceptó mi propuesta de mandarle un mensaje una vez tuviera más claro qué podríamos preguntarle a mi padre, y con eso el asunto quedó más o menos cerrado de momento. También aceptó acompañarme en dirección a las escaleras, decisión que anticipé al ser que ambas íbamos a tener que subir al segundo piso de todos modos, y en el camino me contestó que ella también llevaba bien las clases, o al menos al día. ¡Eso era más que suficiente, a mi parecer!

—Bien, normal. El fin de semana salí con Anna y unos amigos al jardín botánico que hay en Shinjuku, y luego ella y Kashya se vinieron a mi casa a pasar la noche, así que estoy muy contenta con mi vida fuera de la escuela —le conté, sonriendo con ánimo hasta el final, que dejé escapar una risilla divertida por mis palabras—. Y los clubes están yendo bien, también. Hay un par de alumnos nuevos que dijeron estar interesados en el de cocina y en el de jardinería, así que nada mal. ¿Has pensado en volver alguna vez al de cocina, Kurosawa-san? Si te soy sincera, paso bastante más tiempo en el invernadero... pero el otro sigue funcional, claro.

 

Tal vez llevaba demasiados días revuelta con personas un poco... excéntricas, como siempre, pero hablar con Emily fue como un soplo de aire fresco. No estaba especialmente estresada, no de forma consciente, pero sí que me sentí más tranquila luego de quedar en algo concreto respecto al proyecto y luego solo seguir charlando.

—¿El Gyoen? Dicen que es muy bonito, solo le he visto en fotos —atajé respecto al jardín botánico y sentí que algo de su ánimo se me contagió—. Suena a que la pasaste lindo. Me alegro mucho.

Luego atendí a lo que me dijo de los clubes, asentí con la cabeza para que supiera que seguía oyéndola y su pregunta me hizo suspirar. No sabría decir si lo había pensado fríamente, pero no me creía capaz de volver a encajar o quizás era solo mi idea. Siendo sincera ni lo había intentado, solo entré el día que estaba Verónica con su amigo y luego me fui porque Paimon salió. No contaba ni como remedo de intento.

—Lamento haberte lanzado la responsabilidad encima —dije con la vista puesta al frente y al añadir lo siguiente se me escapó una risa sin gracia—. Realmente no lo sé. Es un poco raro, se supone que era mi club y ahora no sé si puedo volver. ¿Sabes si alguien usará la cocina hoy? Hace unos días estaba ocupado, le dije a... no sé cuál será su nombre completo, Verónica-senpai le dijo Fuji. En fin, le dije a Fuji-senpai que te saludara de mi parte.

 

Asentí ligeramente para acordar con sus palabras y como primera respuesta a su pregunta me encogí de hombros, soltando luego una risa nasal. Suponía que uno, desde su lugar de estudiante, permanecía ignorante a muchísimas cosas relacionadas a la institución a pesar del tiempo que nos echábamos aquí encerrados. La palabra clave era esa: encierro. Si acaso nos concedían una hora de libertad para recorrer los espacios. No teníamos forma de enterarnos de nada, de comprender funcionamientos ni analizar esquemas.

—Desconozco quién más podría tomar esa clase de decisiones. ¿La junta directiva? ¿Siquiera existe una cosa así? —Me reí—. I have no idea.

Seguimos bajando por las escaleras, a ritmo tranquilo. Un poco de repente recordé el intercambio con Manson y miré a Suiren de reojo, con una sonrisilla. No tenía ni interés de sacar el tema ni intenciones de delatarla, por lo que cambié mi tren de pensamiento sobre la marcha.

—¿Qué tal ha ido todo? ¿Algo que valga la pena contar? —Antes de que tuviera la oportunidad, agregué—: ¡Prohibido decir "nada"!

 

—Maybe, depende de lo que contestes~ —dije en respuesta a su broma, notando como mi sonrisa también se ensanchaba por la misma.

La verdad sea dicha, todavía no estaba segura de qué podía esperar de aquel chico; no me había dado la sensación de que fuera el tipo de muchacho con el que normalmente me juntaba y, sin embargo, no parecía estar teniendo ningún problema en seguirme las tonterías que estaba soltando. Me respondió a las preguntas que le hice sin mayor problema, y aunque me había llamado la atención los orígenes de sus amistades, la mención de su tatuaje acabó ganándose todo mi interés.

>>Mmm... —murmuré, invadiendo apenas su espacio para mirar mejor la zona del cuello que me había mostrado, y no tuve ningún reparo en colar apenas el dedo índice en su uniforme para intentar ver más allá—. Not quite, ahora quiero saber si tienes más por ahí escondidos~

Le dediqué una nueva sonrisa al devolver la mirada a su rostro, aprovechando la cercanía que había decidido mantener hasta ese instante, y una vez me dispuse a volver a dejarle su espacio personal, la yema de mi dedo rozó accidentalmente su piel en el proceso. Upsies...

>>Si no vas a hacerme preguntas de vuelta, que sepas que puedo seguir hasta el infinito... —avisé, recuperando la chispa de diversión—. ¿Tienes novia? ¿Novio, quizás? ¿Cuál es tu signo? ¿Y tu bebida favorita? ¿Te gusta salir de noche o lo del campamento fue pura casualidad? Ah, hablando de eso, a granny le encantó que encontráramos la botella. Me dijo que la había enterrado junto a su mejor amiga, pero no pensaba que nadie la fuera a encontrar. ¿Te lo puedes creer? Well, I can, honestly.

 

La mención del tatuaje captó bastante su atención, como había anticipado, y la dejé hacer sin mayor problema. Igual seguía siendo un adolescente y si la tontería me servía para captar el interés de una chica, pues bienvenido fuera. La sentí correr ligeramente mi uniforme para ver mejor y la sombra de una sonrisa me estiró los labios, cosa de nada. Era gracioso que fuese tan confianzuda. Buscó mis ojos antes de regresar a su espacio, con la cercanía detallé el tono azulado de los suyos y su pregunta me hizo algo de gracia.

—Uno más —revelé en voz baja—, pero está, en efecto, escondido.

Bajo el uniforme, al menos; no estaba en ningún lugar demasiado loco. En cualquier caso, su dedo rozó mi cuello al finalmente retroceder y no reaccioné de ninguna forma, aún si la tontería no me pasó en absoluto desapercibida. Con eso cerrado, me llovió encima una nueva tanda de preguntas y se me aflojó una risa breve, sencilla.

—Estoy solo, soy de piscis, mi bebida favorita va cambiando. Ahora estoy un poco obsesionado con un zumo específico de naranja. Y sí, tengo el mal hábito de salir de noche. —La parte de su abuela la entendí al final, pero de primera mano el orden de sus palabras me arrojó a una idea diferente y me valí de eso para mirarla, fingiendo conmoción—. ¿Que la botella estaba junto a un cadáver? ¿O sea que descubrí su secreto? ¿Ahora querrá enterrarme también a mí?

Regresé la vista al frente, aún metido en el teatro.

—¿Y por qué enterró a su mejor amiga? ¿Qué le hizo la pobre mujer?

 

El muchachito no mostró ningún tipo de rechazo hacia mi cercanía, así como tampoco pareció molestarle especialmente cuando rocé la piel de su cuello con el dedo; más bien todo lo contrario, pues parecía bastante encantado con la atención. Me sonreí, más que satisfecha por poder guardar aquella información en mi archivo especial, y aquella misma sonrisa se ensanchó con gusto al escuchar la confirmación de que había otro tatuaje escondido por ahí.

Naughty~

Sea como fuere, el chico siguió contestando a todas las preguntas que le lancé sin ningún problema, a lo que yo fui asintiendo con la cabeza de vez en cuando, todo para mostrar el interés que de por sí sentía hacia las mismas; había respuestas que me interesaban más que otras, claro, pero eso no significaba que no quisiera escucharlas todas. La armonía del momento, sin embargo, se vio interrumpida cuando escuché la pregunta que él me hizo después de mi comentario sobre granny, pues la misma me pilló tan completamente desprevenida que tuve que pararme en seco, mirándolo con los ojos bien, bien abiertos.

—Oh, dear! —exclamé después de un buen rato, dejando salir la primera (de la que serían muchas) carcajada divertida al entender por fin el malentendido—. Oh, that's funny... —añadí en voz más baja, una vez la risa se me controló lo suficiente como para permitirme volver a hablar, y retomé la marcha, en aquella ocasión enganchándome de su brazo para así poder hablarle de manera confidencial—. It was an accident, I swear. Granny está demasiado mayor para ir a la cárcel, ¿sabes? Se hizo lo que se tenía que hacer.

La tontería seguía haciéndome su buena dosis de gracia, pero saqué toda la fuerza de voluntad que me fue posible para mantener la compostura, respondiéndole con el tono más serio que fui capaz de imponerme en aquellos momentos.

>>Pues no sé el motivo... ¿cosas de abuelas, quizás? Le robó su receta milenaria de galletas, maybe! De todos modos... si nos guardas el secreto, estarás a salvo. ¿O será que tengo que ganarme tu silencio de otra forma~?

 

Pestañeé un par de veces cuando sentí que el chico se inclinaba en mi dirección, claramente sorprendida por el gesto, pero no hice ademán alguno de moverme y, al poco rato, él mismo se separó para retomar la marcha. Pocos segundos después me di cuenta de su motivación, aunque de todos modos no era algo que me hubiese molestado, y asentí un par de veces con la cabeza cuando me confirmó que apenas había entrado en la academia a principios de aquel mes. ¡Eso era muy poquito tiempo, claro que sí!

—Ah, Thi y yo nos transferimos a principios de abril, así que... —me tomé una pausa para hacer las cuentas pertinentes, levantando los dedos hasta tener tres arriba, y se los mostré con una sonrisa alegre—. ¡Casi tres meses! Soy toda una veterana ya, puedes preguntarme lo que quieras —sentencié, inflándome el pecho de orgullo.

Sea como fuere, y un poco salido de la nada, Sakai volvió a repasarme con la mirada, pero no tuve demasiado tiempo de procesar el gesto, pues justo después recibí su halago y eso se llevó toda mi atención. Me llevé las manos al pelo, hasta hacer que las puntas rozasen mis palmas, y sonreí con ligereza mientras jugueteaba un poco con él, indudablemente contenta por sus palabras.

>>Gracias~ No es la primera vez que me lo tiño, pero esta combinación de colores es la que más me ha gustado, ¡así que hace mucho que no me lo cambio! ¿Tú has pensado en teñirte alguna vez? ¡Con ese color de pelo debe ser mucho más sencillo!

 

—No creo que el demonio de las frutas tome las mejores decisiones —le reclamé al instante, aún si el asunto seguía sin tener seriedad verídica.

Luego se lamentó también por los imanes perdidos de mi querida madre y, cuando se ofreció a reponerlos, moví la mano junto a un chasquido de lengua, desacreditando la importancia del problema.

—Creo que tengo más chances de pasar desapercibida echándole la culpa a los duendes a si de repente aparecen imanes nuevos. Mamá puede olvidarse dónde deja sus cosas, pero le cambias el florero cinco centímetros de lugar y te juro que lo nota apenas entra a la casa. Es como un sabueso entrenado. O un escáner automático, más bien.

Comenzamos a caminar. Lo de Kashya le sorprendió tanto como a mí y asentí con los ojos bien abiertos apenas buscó confirmar la información. Su expresión no había cambiado en ninguna dirección y quizá siquiera hubiera comprendido por qué hice eso, pero me chocó el puñito y eso era lo único importante. Respecto a lo de las clases de guitarra, solté una risa floja y lo miré de reojo.

—También se las puedes pedir a él directamente, ¿sabes? Así de vago como lo ves, creo que le entusiasma la idea de enseñar.

No quería alejarme demasiado de la música y siempre había estado rodeada por los rasguidos de la guitarra gracias a papá. Si tendría que dejar de bailar, al menos, se me ocurrió que podría intentar familiarizarme con un instrumento. En casa estaba su guitarra, así que podría practicar sin problema para un día... Fue casi una epifanía. Repasé sus palabras en mi mente una segunda vez y lo miré, con las cejas bien alzadas.

—Ah, ¿te referías a...? —trastabillé y algo de nervios se me revolvieron en el estómago—. ¡P-pues eso también se lo puedes pedir a él!

Íbamos subiendo cuando le solté la pregunta de Pierce. Sabía que sonaba inconexa desde todas las direcciones y, de hecho, ni siquiera estaba segura de que me correspondiera meter el hocico. Pero, vaya, ¿eso me había detenido alguna vez? Luego que cómo acababa en problemas.

—Ah, sí, Mason estuvo conmigo en la prueba de valor del campamento... ¿Es amiga de Shimizu? —Arrugué la nariz, intentando imaginarlos juntos, y tuve que resignarme. Suspiré—. Pues... La verdad que no debería meterme, pero lleva al menos dos días en la enfermería. O sea, ella está bien, me refiero a que lleva dos días escondiéndose ahí. Sus palabras, no las mías. Hablamos un poco y me dijo que tenía problemas en el trabajo, algo de... alguien a quien no quería ver, o algo así. —Volví a suspirar—. No tiene mucho sentido que te lo cuente, ya sé, pero cuando alguien se anda escondiendo no suele ser por motivos que lo valgan, ¿no? Sea por vergüenza, por no querer preocupar a los demás, al final... no hace bien quedarse solo.

Lo miré pasados unos segundos.

—Se lo conté a Emi también y probablemente la chica me mate si se entera que ando divulgando esta información como periódico matutino, pero, no sé. Le estuve llevando caramelitos, aunque no creo que hagan ninguna magia. —Solté apenas una risa floja—. ¿Qué piensas? ¿Debería dejarlo estar?