Ya había caído el invierno, y las pocas hojas otoñales de los árboles se desprendían por el viento, cayendo con suavidad sobre los adoquines de las calles. Con una simple chaqueta no terminaría de cortar el frío, así que una bufanda gris cubría mi cuello, y mantenía ambas manos deslizadas dentro de mis vaqueros gastados. El cielo ya había sido cubierto por las nubes grises, como lo ha estado diariamente. En las copas de los árboles finas capaz de nieve cubrían sus ramas algunos días, cuando nevaba. A duras penas el sol se asomaba de entre las nubes, iluminando su tierra. Y la luna, radiante y sin ninguna nube a su alrededor, se imponía desde lo alto, acompañando a sus solitarios amantes, a sus tristes adoradores, contemplando las tristezas, las desilusiones, y acabando con la mísera soledad de las almas. Los adoquines a los costados de las calles eran resbaladizos, perfectos para los niños que se deslizaban por las orillas, y terminaban con un par de rodillas raspadas y uno que otro rasguño. A ella le encantaba todo eso. Le encantaba cómo la luna yacía sola en el cielo, e iluminaba a los demás con su misma soledad. Le encantaba saltar, y golpear las ramas bajas de los árboles para hacer caer la nieve, reía alegremente al ver los pequeños montoncitos de nieve sobre sus botas negras, sus favoritas. Le encantaba ver cómo iba cayendo una hoja otoñal, teñida de tantos cálidos colores, le encantaba tratar de encontrar un patrón que siguieran las hojas al ser arrastradas por el viento, pero, como el viento es tan indescifrable, fallaba cuando pensaba que ya había encontrado el patrón, frustrándose y cruzándose de brazos, arrugando su pequeña nariz. La abrazaba, y era divino. Era hermoso poderla sentir entre mis brazos, y que me correspondiera, dejando de lado su falsa frustración. ¿Y a mí?, bueno… a mí me encantaba ver todo eso en ella. Cómo la nieve caía en sus pequeños hombros y cabeza, cómo su nariz se teñía de un débil rosa cuando enfermaba, cómo el viento agitaba su castaño cabello, dejando que el mismo se arremolinara detrás de ella. Ella era mi luna. Ella era las nubes. Ella era el sol. Ella era ese viento. Ella era ese frío que se sentía hasta en los huesos, y esa calidez al sostener una taza de chocolate caliente. Ella era todos esos cálidos y opacos colores, todas esas tonalidades tan oscuras y brillantes a la vez. Ella era quien me hacía apreciar hasta el más mínimo detalle de las cosas, me hacía encontrarle un montón de significados a la lluvia, al viento, a todo. Ella me colmaba de alegría. Ella era mi alegría, mi milagro, mi hermoso milagro. Recuerdo cuando tomábamos asiento en una pequeña banca de hierro frío a tomar un pequeño vaso con chocolate caliente. El vaho golpeaba su cara, y ella sonreía satisfecha, sintiendo la calidez del vaho en el rostro. Eran esos pequeños detalles diarios que llenaban mi alma de más y más alegría. Tomar su mano helada entre las mías para calentarla, abrazarla y tenerla entre mis brazos, besar su cabeza y llenarla de cariños, mientras ella se acurrucaba conmigo y me regresaba todos y cada uno de esos detalles, e incluso multiplicados al doble. Tenía el anillo. Ya lo tenía conmigo. Ya todo estaba planeado. La manera, el día, el lugar, absolutamente todo. La colmaría de amor, de cariño, de atención, la trataría como la princesa que es. Ya había conseguido el trabajo, después de tanto esmero buscando, ya tenía una buena cantidad, ya tenía planeado todo. Y fue mi error. Fue mi error pensar que el futuro sería como tanto lo había anhelado. Quería formar una familia con ella, pasar el resto de mis días a su lado, tener un hogar lleno de calidez, amor, y paz. Ella tenía todo lo que había soñado, tenía todo lo que me hacía bien, me llenó de fe, de ganas de vivir, me enseñó el lado bueno y malditamente cursi de la vida, y también el lado más oscuro y siniestro de la misma. Me cambió para bien. Era quien le daba sentido a mis días y esperanza. Pero cuando partió se llevó todo eso con ella. Dejando un vacío contenedor. Aún recuerdo sus palabras. “Ya nada tiene sentido, ¿sabes?, no te aferres a algo que no puede ser”. Siguen escociendo, siguen doliendo, siguen golpeando. Partió, sin más, dejándome y pasándome de largo como si fuera un completo desconocido. En ese momento sentí algo quebrarse dentro de mí, y no podría asegurar qué, pero, cielos, cómo dolió. Deseaba con mi alma que ella fuera muy feliz, pero quería que lo fuera conmigo. Siempre me engañé a mí mismo, diciendo que sólo quería su felicidad, siendo que yo quería ser el porqué de esa felicidad. Un sentimiento de los más egoísta, pero qué podría hacer yo, cuando se ama a una persona se quiere para uno mismo solamente. Quería poder apreciar su rostro cuando los años cayeran sobre él, y poderle seguir diciendo lo maravillosa que luce. Quería sentarme a la luz de la luna y ver cómo sus plateados rayos la cubrían, sutiles, respetuosos, resaltando su inocente y perversa belleza. No todo era tan hermoso. Ella era como la lluvia, tan fresca, tan exquisita, pero tan despiadada, tan impredecible, tan libre, sabía que me tenía, y me inundaba de toda ella a propósito. Me hacía sentir en las nubes, pero había veces en las que me azotaba contra el infierno. No me importaba. Eso nunca me importó, porque con sólo una caricia suya todo en mí volvía a renacer y a estar bien. Quería sus caricias, su corazón y su compañía hasta el último de mis días, quería poder respirar mi último aire a su lado, quería que ella fuera lo último que vieran mis ojos al morir. Tantos sueños echados por la borda… tantas esperanzas rotas, tantos anhelos destruidos, tanto vacío dentro, tantas lágrimas, tantos silenciosos gritos, tanta perdición… pero bueno…. supongo que, hay veces en las que las cosas no salen como uno quiere.
Me ha dejado sin palabras este escrito. Está exquisitametne redactado y la ortografía y gramática son perfectas, la verdad es que me parece precioso. Y bueno, es doloroso pensar en como sufrió el desamor el protagonista. Me transmitiste ese mismo dolor, ese mismo anhelo de amor, la personalidad de ambos personajes, me hiciste estar ahí, observándolos a los dos en esa fría noche, me sumí completamente en el relato. Te felicito, realmente hermoso.