París Los bastardos han arribado, destrozan las cosechas de los buenos campesinos. Estos y otros males, dios nos ha importado, era tan agradable saber de lo que fuimos testigos. Estabamos en un pequeño café cuando comenzó, me tomabas de la mano, solo éramos tu y yo. Pero, ¡Oh nena! Acaso no me inspiro lo que en alguna ocasión, llamaste amor. En las calles no cabía una sola alma inconforme, pero miraste mis ojos y las personas se esfumaron. Creo que la seguridad que sentí, la causo ese delicado perfume, y el suave sentir de tu pecho, en el calor de aquel abrazo. Robaste mi último maldito respiro, gracias por el tiempo ofrecido… ¡Y es por eso que te maldigo! Los navíos de cristal… ya se han hundido Ya todo ha terminado para los dos, Tiempo perdido.