Escrito viejo; regresando a mi casita, aunque antes no era azul. Oxígeno. Eres el oxígeno que le falta a este cuerpo, por eso es tan frágil. Sin embargo he sido privada de ti, como seré apartada del aire y moriré en la soledad, como lo hará mi recuerdo. Ya que nadie querrá guardar alguna memoria sobre mi vida, después de todo soy la que ha traído la desgracia a este pueblecillo de gitanos. ¿Cuándo dejará de latir este corazón…? ¿Antes o después del ocaso? Finalmente no importará, porque no tendrá sentido, dejaré de vivir y nadie podrá evitarlo. ¿Por qué? Porque tomé una mala decisión y acabé llorando, pagando los pecados de quererte. Llovió aquella noche como cada otoño, siempre la misma hora y el mismo día, una y otra vez, es era nuestra rutina. Nunca cambiamos el lugar de encuentro ni la fecha del mismo, por eso nos reunimos tantas veces bajo aquél sauce. Creíamos que la penumbra nos iba a ocultar de cualquiera que quisiera dañarnos, ¡pero que errores cometíamos! Ahora hasta me dolía pensar en que ese viejo árbol presenció cada beso y cada caricia, antes de ser arrancada de tus brazos. Es fresco el recuerdo de tus manos sobre mi piel, aunque se ha vuelto algo ajeno. Es suave el olor a rocío y frío el tacto de tus labios sobre los míos. Es cruel estar en este castillo, que una vez se sintió como un hogar y ahora lo veo como mi asesino; percibo tan cercano el pasado… —¿Te quedarás a mi lado? —consulté con inocencia, mas no recibí una respuesta, sino un roce de tu mano derecha sobre mi mejilla arrebolada. —¡Qué preguntas haces! —me reclamaste de una forma que hasta pareció agradable. Esa sonrisa en tu rostro parece desgastarse con cada día que pasa, porque esta oscuridad me robó la vista y va consumiendo mi alma, no obstante, por momentos, quiero saber dónde estarás y si estarás bien. Pero llego a la conclusión de que sin mí estarás mejor, hasta me alegro de que se pudra poco a poco mi cuerpo… y, sin darme cuenta, termino llorando mientras susurro tu nombre. Acabé dándome cuenta de que eras tan importante para mí, como lo era el oxígeno. Sin embargo eso ya lo sabía desde antes, ¿no crees que era algo egoísta reclamarte por ser feliz sin mí? Lo triste es que yo entregué con las manos abiertas y nos orbes cerrados, para no recibir ni un trémulo te amo. ¡Ahora que el día de mi muerte ha llegado, he gritado, pidiendo la libertad que me has quitado! El día de mi ejecución por herejía; no me duele morir por lo que era ni lo que hacía, sino porque tu boca haya sido quien marcó la fecha de mi partida. —¡Vete al demonio, miserable! —fueron mis últimas palabras hacia su persona, pues después de estos años de sufrimiento te encontré distinto: una mujer y un hijo. —¿Qué le sucede? —inquirió la mujer a su lado, mientras se abrazaba a quien una vez fue quien me permitió vivir. —No sé, no la conozco —sus palabras había sido fuertes y claras, eso me hacía partido por completo el alma. Recité una maldición que me sabía de memoria, la gente se apartó de mí invadida por el miedo, ¡puño de ingenuos!, si mis más oscuros deseos sólo tenían un destinatario y su futuro había sido sellado, con mi sangre sucia y mis labios venenosos. Aunque tendría que esperar un par de años para verlo, después de todo hay un más allá después de la muerte. Desde el lado oscuro lo vigilo, espero con ansias a que llegue su día. Lo tengo marcado en mi pecho, pues antes de morir en la hoguera preferí perder antes mi alma. Los días y las noches se fueron acumulando, ya casi era el momento y los minutos parecían irse volando: él hablaba con su esposa y su retoño. Ya pronto se le iría esa sonrisa de la cara, lástima que no sufriría. Su cuerpo empezó a sentirse frío de pronto, sí, tenía mis manos sobre él, como disfrutaría darle el último beso: uno amargo. Acaricié su mejilla y una lágrima cayó sobre mi mano, pero nada me detendría, había dado todo por regresar y llevármelo. Sólo rocé sus labios con los míos y sus ojos se cerraron, su corazón dejó de latir y su sangre se congeló. Quizás, por unos segundo creí que él podía verme… ya sabré, pues tal vez nos podríamos encontrar en el otro mundo y arreglar las cuentas pendientes. Porque, en el fondo, sé que él también era igual a mí… un hereje. Gracias por leer, espero no contenga algún error de dedo. :3