Shiga Otsu

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Capital de Shiga; con el lago más grande de Japón protegido por la ciudad.

Gobierno:​

Palacio dirigido por la casa Akamatsu. Al servicio de los Taira

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Casa de Armamento: Era el viejo taller de Kyuzo antes de que se mudara a Kioto y después desapareciera
Comercio: Sus alimentos y bebidas se consideran de las mejores en todo Shiga
Clínica: Viejo médico del emperador, ahora retirado
Herbolaria: No es un sitio que sea muy frecuentado; a menos que vengan visitas peculiares.
Santuarios: Ambos para la religión sintoísta.
Oyaji: Allí vive una de las familias mas importantes de Otsu.
Shukusha: Un sitio muy tranquilo rodeado de un bello jardín.​

 

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Los Ikeda avanzaron por el pasillo de puertas deslizables que se abrían para dar paso a los jóvenes. Fureku caminaba nervioso a un lado de Junpei, ninguno decía palabras, sólo avanzaron hasta llegar al fondo del corredor, donde una tarima central al centro los esperaba, un asiento central y dos almohadillas, una a un lado de aquel asiento central. Ikeda se sentó en la almohadilla de la derecha mientras Fureku en la de la izquierda. Allí permanecieron en silencio, hasta que el sonido de los pasos los obligó a levantar la vista hacia la entrada.

Eran guardias quienes guiaban a otros tres jóvenes por aquel pasillo silencioso, llegaron hasta el fondo, dónde Fureku e Ikeda los miraban de frente, sentados en las almohadillas en aquella tarima, demostrando que ellos tenían una jerarquía mayor; aun así, el asiento central aun no habían sido ocupado.

Tres sirvientes avanzaron hacia aquel salón y colocaron las almohadillas redondas para que los invitados tomaran asiento dejando el espacio pertinente para que el avance al asiento central no fuera entorpecido, no dejaron pequeñas mesas, lo cual demostraba que aquella ceremonia sería corta, aun así formal.

—Joven Yamagawa Seikanji; protegido de Yamagawa Sadashi de Uji— hizo la presentación uno de los guardias ante los Ikeda, mientras dejaba a manos de Seikanji una pequeña bolsa de costura fina, era un regalo que ella había mandado para el señor de Shiga.

Contenido oculto: Seikanji

—Joven Shishio Akihito; tercer hijo de Shishio Rei de Kameoka— dijo el guardia que había acompañado a Akihito en aquel viaje, entregándole una katana finamente trabajada, era el regalo que había enviado su padre al señor de Shiga.

Contenido oculto: Akihito

—Joven Kaien, protegido de los samurái en Muko— mencionó el guardia acompañando a Kaien entregándole una caja, la cual era un regalo enviado por los samurái para su señor.

Contenido oculto: Kaien

—Ante ustedes tienen a los descendientes del clan Ikeda; el joven Ikeda Fureku...— mencionó uno de los sirvientes siempre viendo hacia el tatami, pero señalando delicadamente a Fureko con la palma de su mano viendo al techo. Fureku les sonrió e hizo una leve reverencia.

Contenido oculto: Fureku

—....Y el joven Ikeda Junpei.

Contenido oculto: Ikeda

Después de esas breves presentaciones, los tres invitados tomaron asiento y se mantuvieron en reverencia completa, con la frente en el suelo, pues el señor de Shiga, aun no estaba presente y no podían mostrarle sus espaldas mientras este avanzaba por el pasillo. Mientras tanto, los Ikeda quienes esperaban en las almohadillas en la tarima, bajaron la frente para ver al suelo, así no demostrar su irreverencia viendo directamente a los ojos a su señor.

Así esperaron por varios minutos, sin poder hacer mas que eso, esperar.



Se escucharon los pasos a la distancia, calmos, no demostraban ninguna especie de agresión, aun así eran firmes e imponentes. Fue así que aquellos que esperaban se enteraron de la presencia del señor de Shiga en aquel espacio. Los guardias se irguieron y bajaron únicamente su rostro manteniéndose con espalda a la pared de la habitación; los sirvientes hicieron lo mismo pero mantuvieron una reverencia completa estando de pie.

Se escuchó como alguien subía a la tarima para después tomar asiento.

Así se mantuvo unos momentos hasta que decidió hablar —Sean bienvenidos a la prefectura de Shiga, están ahora bajo el nombre de mi clan. Mi nombre es Akamatsu no Kaji, líder de los Akamatsu y gobernante en Otsu —dio una introducción mientras aun se mantenían todos en reverencia— se encuentran ahora en mi territorio por lo que están seguros, no tengan miedo y levanten sus miradas, conozcan el rostro de quien ahora es dueño de sus vidas.

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Kaji kes sonrió ligeramente — Hoy estoy ante ustedes porque traen noticias importantes, hablen ahora; y recuerden que con sus palabras serán juzgados.

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Kaien Sabaku

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Cazador​

El anciano habló, en lo que el par de palabras fueron melodiosas en mis tímpanos, mientras que el humo del agua hirviendo comenzaba a concentrarse. El amo y señor... Me relamí los labios en lo que una sonrisa sacarrona se me dibujaba, asintiendo apenas al sujetar el abrigo extenso de piel de lobo negro, el cual me acomodé sobre los hombros en lo que el ocaso del atarceder se abría camino en el cielo. Pestañeé con parsimonia, deslizando la yema de mis dedos por el collar de cuencas rojas sobre mi cuello, ladeando la cabeza apenas para observar sus canas, asintiendo con ligereza en lo que extendía la sonrisa, enseñándole los dientes blancos.

>>Un cazador en un bosque lleno de presas —murmuré risueño, siguiendo sus instrucciones al pie de la letra.

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Al ingresar el ruido exterior cesó por completo, denotando los chicos que parecían estar presentándose con la misma intención, sin embargo no deparé demasiado en ellos, al menos no por ahora. Nos guiaron por el extenso pasillo, percibiendo el aroma sútil del lugar que no lograba identificar del todo. En cuanto los sirvientes acomodaron las almohadillas e indicaron que podíamos sentarnos acaté, dejando las manos sobre mis rodillas, escuchando el cómo nos iban anunciando, e informando por parte de quién estábamos justo ahí.

Al escuchar mi nombre cerré mis ojos con tranquilidad, realizando una reverencia acompañada de una sonrisa floja, recibiendo luego la caja que el anciano me había encomendado en lo que salí de sus aposentos. Volví a acatar por normativa social la postura indicada, a fin de cuentas vería a una eminencia dentro de poco, y aquello no sucedía todos los días~ Los pasos no tardaron en escucharse, llegando hasta nosotros en donde tomó asiento, cuando indicó que podíamos elevar el rostro subí la mirada para encontrarme con la suya en lo que hablaba. Me tragué cualquier tipo de sonrisa de satisfacción que quisiera escapar en ese momento al ver sus finas facciones, manteniéndome en silencio aún.

Dueño de nuestras vidas​

—Kaien Sabaku, discípulo de Gorozai, señor —el flujo de mi voz se mantuvo en serenidad, como mi respiración—; en nombre de los samurái de Muko me permito entregarle esto —posicioné la caja frente a él—, es un honor poder servirle, no lo decepcionaré.

 

Akihito Shishio

Su rutina era más que imperturbable para evitar cualquier clase de inconveniente o malentendido con su padre, rara vez hacía algo para no sentir su mirada atenta y no tener que pensar cada uno de sus movimientos para tener una momentánea paz y ese día también había creído que todo sería de rutina hasta que escuchó a su padre hablando, sorprendentemente, de las cosas que había hecho bien a sus ojos como si realmente hubiera tenido la opción de no hacerlo.

Escuchó sus palabras atentamente sin verse perturbado ya cómo su bokken apuntaba a su pecho como si en cualquier momento fuera a perforarlo por algún movimiento en falso o la promesa de caza si se le ocurría escapar de nuevo como en esas épocas.

—No habrá tal necesidad ni nada será estropeado, padre, lo prometo.

Antes de retirarse arregló sus ropas desacomodadas y abandonó el lugar para seguir sus indicaciones para su nuevo destino.

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Ver que había otros invitados no le sorprendió en lo absoluto, tan solo tenía curiosidad de ponerle un rostro al noble que seguiría como escolta tal y como había dicho su padre, puesto que si los demás terminaban siendo sus compañeros en esa área, ya tendría tiempo de observarlos bien y conocerlos, además, como indicaba la posición en la que los nobles se encontraban a comparación de ellos, no eran relevantes en ese momento. Hizo una reverencia cuando le presentaron, agradeciendo en voz baja cuando el arma de obsequio le fue entregada, de allí solo cuando fueron presentados ambos nobles es que dirigió su vista hacia ellos, manteniendo su gesto tranquilo y reverenciándolos con cortesía cuando ambas presentaciones terminaron antes de tomar asiento en el lugar indicado y esperar allí en aquella posición.

No quería tentar en lo absoluto su suerte, si ya había llegado hasta allí, no iba a dar razones para que su padre intentara acabar con su vida.

Con lo bonito que era viajar~

Los pasos cada vez más cercanos no lo inmutaron, tan solo al momento de escuchar la voz del señor de Shiga fue que sintió ya algo más de presión en su pecho, oficialmente iniciaba un nuevo camino y ante la primera orden no tardó en acatar, agradeciendo internamente que fuera definitivamente un rostro mas agradable que memorizar si lo comparaba a su padre.

—Shishio Akihito, mi señor —Su voz era suave y tranquila, y como lo había hecho con ambos nobles hizo una reverencia, aunque esta vez algo más formal al ser claramente alguien de más peso —. De parte de mi padre Rei y nuestra familia le traigo este obsequio como forma de agradecer este honor que significa para nosotros que ahora este bajo su mando sirviéndole.—Extendió la Katana cuidadosamente posada sobre ambas manos, sosteniendo también la misiva en uno de los extremos antes de dejarla frente a él con delicadeza.

—No lo decepcionaré, mi señor.

 

Seinkanji Yamagawa

Luego de dos años de ausencia su madre lo abordó deprisa, ofreciéndole a modo de orden un encargo hacia una familia de nobles. El muchacho, como de costumbre, no reflejó ninguna emoción de tristeza tras su fachada de niño sonriente, simplemente obedeció como buen enviado de mandados que era. Se despidió como si esos dos años de viajes por todo Japón no hubieran transcurrido y salió raudo a llevar a cabo el encargo. Su mente estaba ocupada en intentar imaginar al gran Murai Sugita sin ojos. ¿Qué había pasado exactamente con él? ¿Quién había sido lo suficientemente listo para privarle el don de la vista? Sonrió. Murai Sugita, como todos los humanos, tenía su punto débil si había sido atrapado. Pero continuaba siendo fuerte, de lo contrario ahora sería comida de gusanos.

Cuando llegó a las murallas de la ciudad no pudo evitar sentir un ligero cosquilleo de incomodidad al ver como el bosque, la gran vegetación que rodeaba a Otsu, había quedado reducido a cenizas. Miró el cielo antes de entrar. ¿Qué tan poderosa podía ser la naturaleza cuando se lo proponía?

—Reiko. —le habló a la gran loba de pelaje azabache que le seguía con recelo, caminando siempre a un costado de él, como si fuera parte de su jauría. —No podrás entrar al palacio, es una pena. ¡Pero luego te daré algo de comer para que estés feliz, eso es!

La loba levantó un poco la cabeza para verle a través de esos ojos amarillos, peligrosamente inteligentes. Seinkanji le rascó la cabeza, justo detrás de las orejas. No detuvo sus pasos cuando se aproximó a las puertas de la ciudad, no estaba acostumbrado a detenerse nunca; su mon imperial, el dibujo de la mariposa roja, siempre era una invitación a cualquier lugar. Ingresó con el cuerpo erguido, mostrando seguridad, no vanidad, exhibiendo fuerza junto a su gran loba negra que le seguía como una sombra de colmillos y ojos color añil. Fue escoltado dentro del castillo, dejando a Reiko a la sombra de un tejado. Observaba todo con una curiosidad acorde a su edad; los lujos no era algo a lo que estaba acostumbrado, por lo que seguir a ese guardia hacia el centro principal de la sala de reuniones fue un espectáculo gratuito que disfrutó. En su camino se cruzó con dos hombres más, también acompañados de un respectivo guardia. El muchacho deslizó sus ojos primero hacia Akihito, deteniéndose principalmente en sus ojos carmesí. Le llamó la atención. Luego fue el turno de Kaien, el cual exhibía una extraña fuerza que Seinkanji supo percibir, lo que le hizo sonreír con sus ojos cerrados. ¡Sería interesante luchar contra ellos!

Observó con atención a los Ikeda, prestando especialmente interés en los detalles más ridículos; era un recurso que le ayudaba a Seinkanji a recordar nombres, indumentarias y sobre todo, los rostros que se archivaban en su mente como si fuera una biblioteca inmensa. Sonrió con una inocencia practicada y reverenció a los nobles antes de tomar asiento sobre su almohadilla. Fue paciente, aguardó a que se presentaran las visitas que le precedían antes de hablar por primera vez delante de Kaji.

—Seinkanji Yamagawa, mi señor Akamatsu. —extendió la bolsa frente a él, para que un sirviente pudiera entregárselo a Kaji. Rebuscó entre la manga de su túnica un pergamino con el sello imperial, el cual exhibió luego del presente. —Sadashi Yamagawa me encargó este mensaje hacia usted. —las palabras eran suaves, como si estuviera hecho de porcelana, mostrando una apariencia frágil tras esa sonrisa sin dientes y a ojos cerrados. Aguardó de ese modo, en silencio.

 

Junpei Ikeda

El clan Ikeda había perdurado durante extensas generaciones pero todo cuanto subía debía descender algún día. Era la ley de la naturaleza, y Junpei Ikeda era plenamente consciente de ello. Su tiempo sirviendo de cerca al emperador estaba por finalizar. Por ello no reclamó cuando su clan fue perdiendo riqueza y prestigio. No buscó culpables, no guardó ira en su corazón, tan solo fluyó como un río en calma. La adaptación era una de las cualidades del sabio, había escuchado de sus maestros hacía ya tanto tiempo.

El tiempo transcurrió, cosechando conocimientos y aprendizajes en su haber, pero jamás dejó de lado sus raices samurais. Continuó entrenando, fortaleciéndose a la sombra del resto de eruditos pero sus andanzas y su casi extinto prestigio llegó a oídos de los Akamatsu. Buscaron tenderle una mano, evitar que su linaje se perdiera en la podedumbre y Junpei se aferró a ella.

Pero toda ayuda tenía un costo, y él lo sabía bien. En tiempos de guerra nadie actuaba sin recibir nada a cambio.

Fue así como llegó a Otsu. Su primo Fureku le recibió con alegría y Junpei reflejó ligeramente el gesto; siempre era agradable reencontrar rostros conocidos. El joven no estaba preparado para la guerra pero contaba con una sensibilidad excepcional, era un don del que tantos carecían. Transcurrieron las semanas a la espera de poder conocer al señor Shiga, y cuando el día llegó le sorprendió saber que no eran los únicos allí.

Tres jóvenes acompañados de varios sirvientes se adentraron en la sala y recibió sus inclinaciones siguiendo el código de la nobleza. A pesar de haberse acostumbrado a la pobreza y a convivir junto a miembros de castas bajas seguía siendo un Ikeda. Llevaba la rectitud y la formalidad en la sangre. Se inclinó junto a su primo cuando el señor Shiga se reunió con ellos, y tras escuchar atentamente las presentaciones del resto de presentes se irguió para poder acatar su mandato.

—Ikeda Junpei, hijo primogénito de Nobuyuki Ikeda y descendiente directo del clan —anunció, regio y en sus ojos brilló una calma y sobriedad que solo la experiencia te confería—. Pongo a su entera disposición los vestigios de los Ikeda, estaremos dispuestos a servirle hasta el fin de nuestros días, mi señor.

 

Castillo
[Junpei; Fureku; Akihito; Seikanji; Kaien; Kaji]

El primero en hablar fue Kaien —No sabía que el noble Gorozai te tenía en tan alta estima —dijo mientras uno de los sirvientes levantó la caja que Kaien había posicionado y la extendió ante Kaji quien observó mientras el sirviente levantaba la tapa con extremo cuidado. Kaji sonrió y masajeó su barbilla mientras observaba el interior, era un fino juego de Kai-awase; cochas finamente pintadas las cuales representaban pasajes o eventos importantes; cada una tenía un par y con ellas se podía jugar "memoria" —Un buen guerrero se demuestra en su paciencia y dedicación por el arte —afirmó satisfecho —Joven Sabaku; sé que no me decepcionarás.

El siguiente en presentarse fue Akihito; habló mientras los demás lo observaban, Kaji afirmó al escuchar su formalidad, un detalle que valoraba sobre todas las cosas. Fue el sirviente quien tomó la katana sin levantar la vista del tatami ni mostrar la espalda a el Señor de Shiga; la extendió ante Kaji quien la tomó en sus manos para desenfundarla a la mitad, así observar el reflejo de su mirada en el filo nuevo del sable, la enfundó con velocidad mientras sonreía afirmando. El sirviente la recibió de regreso mientras otro le extendía la misiva de Akihito, la cual Kaji tomó con delicadeza y respeto al ver el listón dorado; tiró del nudo y comenzó a leer las palabras enviadas por el Emperador —Un joven prometedor, veo que nuestra Emperatriz ha visto algo bueno en tu desempeño... o en tu espíritu —mencionó sin despegar la vista de las palabras, para después volver a enrollar el papel y devolverlo al sirviente para que éste y el otro que sostenía la katana, se retiraran —Joven Shishio; sé que no me decepcionarás —repitió las palabras dadas a Kaien.

Después habló Seikanji, repitiéndose el patrón de entrega de obsequios. Kaji tomó la bolsa y la abrió para instantáneamente sonreír —El té de Uji es muy apreciado— cerró nuevamente la bolsa y la dejó ir con el sirviente para después tomar aquel mensaje, nuevamente con delicadeza pues tenía el listón dorado; leyó con calma y su sorpresa en la mirada no se podía ocultar —Interesante...— mencionó mientras le indicaba a su sirviente que se retirara, quedándose con ese papel en manos —Joven Yamagawa, sé que no me decepcionarás— repitió las palabras dadas a los otros dos jóvenes.

Por último habló Ikeda, su formalidad a la par de su título; el joven se presentó ante su señor, algo que posiblemente despistara a los presentes; pero esto se debía a que Junpei no había visto al señor de Shiga en su corta estancia en el palacio de Otsu. Kaji Akamatsu afirmó sin girarse para mirarlo; no era parte de la etiqueta dentro de la corte, no era por faltarle al respeto —Es para mi un placer contar con la presencia de la descendencia directa de los Ikeda; su clan aun vive y yo no dejaré que quede en el olvido— sonrió —Jóvenes Ikeda, sé que no me decepcionarán — mencionó incluyendo a Fureku, a quien ya conocía.

Kaji se levantó; y al instante los guardias golpearon con fuerza sus lanzas en el tatami, levantando sus miradas. Una seña de su devoción y protección a su señor.

—El joven Yamagawa nos trajo la noticia por la que todos aquí han sido reunidos —mencionó mientras extendía el papel frente a él y lo comenzaba a leer:

Señor Akamatsu; hijo de Akamatsu no Norimura, señor de Shiga.

Se le informa que tendrá bajo su cuidado a jóvenes preparados para la guerra; cada uno debe demostrar sus cualidades, cumplir con sus deberes y traer honor a su casa como renombre a las propias.
Su sangre es prometedora y su espíritu es noble, es por ello que los he enviado ante su presencia; sólo usted podrá pulir a la perfección las habilidades de estos jóvenes, hará que las grandes cualidades que mis informantes han visto en ellos, crezcan y sean merecedores de un desafío.
Deseo entre estos jóvenes encontrar a guerreros dignos para matrimonio dentro mi clan; así como decidir quien de los jóvenes Ikeda debe casarse con mi hermana, y así expandir el clan Taira con la sangre de familias de alta nobleza y sangre guerrera.

En sus manos cae esta gran responsabilidad que sé que cumplirá como es debido; así como yo he cumplido con la protección de su sangre en el castillo imperial; sus hijas siempre estarán a salvo si usted cumple con su deber.

(Hanko Taira)​

Kaji sonrió — Esas han sido las palabras de nuestra Emperatriz — llevó su mano para cubrir su boca mientras cerraba los ojos, se mantuvo así unos momentos para después abrir los ojos y separar su mano —Tengo un informé sobre sus habilidades, y sé que hacer con la mayoría de ustedes para que las desarrollen sus capacidades y sean útiles para el clan— guardó la misiva entre su ropa cerrando de nuevo sus ojos —Los veré esta noche en el dojo del palacio; por ahora disfruten de su estancia en este palacio; mientras permanezcan bajo mi protección, tendrán los cuidados que tendría con mi propio hijo— abrió los ojos para comenzar a avanzar por el pasillo —No teman fallarme a mi; teman fallarle a nuestra Emperatriz— dijo con severidad antes de retirarse por completo.

Cuando el señor de Shiga salió de la habitación, fue seguido por los guardias para después ser seguido por los sirvientes quienes llevaban los obsequios.

Fureku suspiró y rompió la formalidad, encorvando la espalda y tallándose el rostro con fuerza —Te lo dije Junpei, somos moneda de cambio. Y tú o yo estaremos casados con la hermana de la Emperatriz— negó — La vida en Kioto ha de ser demasiado exuberante— dijo extendiendo su abanico para cubrir su rostro mientras bostezaba. Después miró hacia los tres jóvenes mientras bajaba de la tarima, les sonrió y soltó una ligera risa —Bienvenidos al entrenamiento de como ser un buen elemento al gran clan Taira —cerró el abanico de un movimiento —Yo llevo aquí toda una temporada —miró a Kaien —A usted lo había visto cazando en los alrededores con los hombre de cocina, ahora que el bosque se incendió creo que será más difícil encontrar alimento...—miró hacia a Junpei —El es mi primo; lleva unos días aquí — miró al ahora ya vació pasillo —Y el señor Akamatsu es mi tío; su hermana estaba casada con mi padre —un dejo de melancolía en su mirada para después observar a los recién llegados —El palacio es muy cómodo, pero realmente no somos libres de salir de él.

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Seinkanji Yamagawa

La noticia no lo alteró, ni siquiera cambió su postura pero mantuvo la sonrisa congelada a ojos cerrados en su rostro. Sabía por las noticias de los caminos que los nuevos adeptos para el clan Akamatsu se estaban reuniendo, pero nunca pensó que él fuera a formar parte de un chisme local. Le parecía divertido; él, que se encargaba de ser mensajero, un fantasma, ahora, aunque fuese indirectamente, estaba en la boca de los rumores locales. Era una divertida interacción del destino. Escuchó las órdenes en silencio, pensando si la Emperatriz alguna vez habría recibido los retratos que él se había encargado de hacer hace ya años atrás. Debía de volver a practicar o perdería la técnica. Se lo agendó en el cerebro mientras oía las palabras finales de Kaji.

Cuando Fureku rompió el protocolo entre ellos, se permitió enderezarse y llevar las manos sobre sus piernas. Observó a Kaien mientras el noble revelaba el oficio del hombre que se encontraba sentado junto a ellos. Seinkanji pensó, con acierto, a que seguramente era un rastreador, debía de serlo si cazaba en la intemperie. Sería interesante ver quién era más rápido, si los ojos de un humano o los ojos de su loba. Ladeó la cabeza, abriendo sus ojos por primera vez desde que hubiera entrado al salón. Miró con intensidad a Fureku.

—¿Significa que no podré ir a la herrería? ¡Es una pena! Quería ver con mis propios ojos la herrería del gran Kyuzo. La antigua de momento. —volvió a cerrar los ojos, manteniendo la sonrisa inocente. —Pero estoy seguro que unos nobles de sus castas, Ikeda no Fureku e Ikeda no Junpei, imagino que si vamos con ustedes nadie podría decirnos nada. Después de todo, ¿Quiénes mejores para velar por su seguridad los tres miembros candidatos a ser élite de los Taira?

Ladeó la cabeza nuevamente, sonriendo con esa inocencia electrizante pero falsa.

 

Akihito Shishio

Se mantuvo atento en las palabras del señor de Shiga, esta vez con algo más de curiosidad para enterarse sobre las cosas que habían traído los demás en forma de obsequios desde donde fuera que vinieran porque en definitiva eran mucho menos más obvios a sus ojos que el presente que le había entregado su padre y claro, escuchar lo que Kaji tenía que decir de sus acompañantes, eso podía servir con facilidad para tener una pequeña idea de lo que pudiera esperar aunque sabía que todo eso podía ser una versión idealizada de cada uno de ellos.

Y aunque la presentación de uno de los Ikeda le pareció algo curiosa pero se vio opacada rápidamente cuando Kaji se levantó a anunciar la verdadera razón por la cual estaban allí o más bien leérselas y allí fue quizás donde entendió todavía más el enfado de su padre ante su presencia allí, aun así, hizo lo mejor por no mostrar demasiada sorpresa al respecto.

Pero pasar de ser escolta a prácticamente competir para un matrimonio dentro de su clan había un gran salto de diferencia aunque no fuera algo molesto, simplemente, sorpresivo.

Bajó su cabeza nuevamente cuando Kaji se retiró para despedirle y casi como Fereku unos segundos después de que los dejaron solos, cambió su posición para dejar de estar sentado sobre sus piernas para estar algo más cómodo al no sentir que la formalidad fuera necesaria al ver todo ese cambio en la etiqueta. —Gracias por la bienvenida y me temo que esos viajes tendrían que esperar, aunque yo también quería visitar algo... —Suspiró haciendo que se movieran uno de sus mechones de cabello, podían disfrutar del castillo como les pedían y no visitar la ciudad en cuestión, sí.

...Pero visto de esa forma...

Si los nobles pudieran tener interés en salir no es como si estuviera especialmente mal acceder...¿no?

—Claro que todo eso quedaría en la suposición de si ustedes desean salir al tenernos de compañía, por supuesto, de lo contrario seguro sería interesante conocer las comodidades del castillo.

 

Kaien Sabaku

En cuanto leyó la carta me tragué otra sonrisa sacarrona que quiso escapar en algún momento, porque venga, un ave libre no debía tener ataduras, y el contraer nupcias era una cadena segura, de esas que te arrastraban a la jaula y te fuerzan a cerrar las alas, sin embargo por el ritmo del mensaje sabía que aquello conllevaba su tiempo; quizá de aquí a allá me apeteciera pertenecer a unos hermosos barrotes de acero, quién sabe~

Realicé otra pequeña reverencia en cuanto el amo y señor se levantó, desapareciendo tras un par de pasos, a lo que percibí la mirada del chico de ojos azules, sin embargo no me inmuté más que para mantener la expresión relajada, como de costumbre. Me levanté luego de relamerme los labios, estirando los brazos hacia arriba en lo que volvía a dejarlos caer con liviandad a cada lado de mi cuerpo, siguiendo de reojo el movimiento del abanico.

—Tienes un buen ojo entonces~ Una lástima lo del bosque —comenté con suavidad, suspirando al final al ser en realidad un pesar aquel incendio que acortaba los recursos—. Por otra parte... ¿no son libres de salir del palacio ustedes o todos nosotros? Digo, el señor dijo que mientras sigamos bajo su protección no hay inconvenientes, y la prefectura de igual forma debe ser segura, ¿o estoy equivocado?

La pregunta que solté fue en genuina curiosidad, para tantear el terreno y eso.

>>En caso de que definitivamente no podamos salir deberíamos entrenar, es decir, conocernos combatiendo amistosamente~

 

Seinkanji Yamagawa

Las palabras de Akihito hicieron que Seinkanji lo mirara con atención; se concentró en su coleta alta y en los ojos carmesí nuevamente. Esos ojos le agradaban. Le hacían recordar a la sangre fluyendo libremente entre sus dedos. ¿Sería inoportuno preguntar por ese color peculiar? Seinkanji era curioso por naturaleza, pero no le pareció adecuado preguntar de momento. Luego observó a Kaien, asintiendo a sus palabras finales.

—¡Conocer nuestro espíritu en una lucha amistosa es una muy buena idea! —dijo entusiasmado, con las manos entrelazadas por detrás de su espalda. —Pero creo que hacerlo aquí en el salón de audiencias no sería lo correcto... aunque nuestros ilustres compañeros seguro tienen una cámara privada para poder hacerlo sin temor a represalias. —sonrió, dirigiendo la mirada hacia los nobles Ikeda, esperando una respuesta.

 

Junpei Ikeda

Escuchó con la misma mesura el contenido de la carta, y cerró los ojos con calma cuando su destino fue expuesto. Recordó las palabras de su primo Fureku. La protección del señor de Shiga tenía un precio y ese era convertirse en aquello que nunca pudieron engendrar, los hijos sustitutos de los Akamatsu.

Pero a diferencia de aquel con quien compartía sangre aquella situación no le importaba. Lograría traer honor a su familia, a su padre. A los Ikeda.

Y eso era suficiente.

Cuando la reunión finalizó se irguió para recibir a los tres hombres con la misma sonrisa ligera, impasible. Fureku se apremió en darles la bienvenida, y mientras intercambiaban escuetas palabras sus ojos grises analizaron uno por uno en el más gélido silencio. La eterna sonrisa del joven Yamagawa, la suavidad y calma del cazador, los exuberantes ojos del restante. Junpei era perceptivo, quizás demasiado, y supo desde el momento en el que cruzó miradas con los tres que su estancia en el palacio podría llegar a ser productiva.

—Me temo que la respuesta a vuestras preguntas escapa a mi comprensión, pues solo llevo un par de días aquí, y sin embargo desconozco Otsu aún. Sería agradable dar un paseo —Posó su vista en su primo, le dirigió una mirada significativa aguardando respuestas. Fuera cual fuera, Junpei estaría bien con ello pues era la decisión de los Akamatsu.

>>En caso contrario, un entrenamiento amistoso sería un excelente plan de contingencia.

 

Castillo
[Junpei; Fureku; Akihito; Seikanji; Kaien; Kaji]

Fureku observó a Seikanji con los ojos completamente abiertos mientras escuchaba cada palabra; pues lo estaba incitando a desobedecer, algo que no había pasado por su mente antes —Soy un gorrión en una jaula de oro— dijo dando un golpecito con el abanico en su propio hombro; después se dirigió a Akihito mientras con su cortesía aclaraba la premisa creada por Seikanji —Viajeros, lo entiendo. Yo siempre he sido mas un sedentario y conformista; si me dicen que espere sentado, yo espero sentado —después llegaron las palabras de Kaien, quien dio una nueva perspectiva a las palabras que Fureku había tomado con tanta rigidez sin siquiera considerar las fallas o los huecos de libertad que existían en ellas —Creo que rige a todos nosotros; pero si no se los aclararon podemos jugar un poco con ello ¿No es cierto? —sonrió —Sería su error, no nuestro.

Seikanji buscaba demostrar su espíritu de lucha junto a los presentes, y Junpei miraba a Fureku esperando una respuesta; este no parecía estarlo considerando demasiado —La vieja casa de armamento de Kyuzo está abandonada desde que este se retiró —abrió su abanico de un movimiento y tapó la sonrisa que estaba formando —Será interesante escabullirnos—golpeó su palma con el abanico cerrado y se acercó a los presentes con mirada conspirativa.

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—Hagámoslo entonces, salgamos sin hacer ruido; visitemos esa vieja casa de armamento y demostremos nuestras habilidades

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Excelente!
Seikanji; Akihito; Junpei y Fureku tienen sigilo; así que sólo tendrán que tirar un dado de 20 caras
Su dado representa el resultado por su valor=
1-6= fallan y son descubiertos
7-20= logran escabullirse a la casa de armamento (si obtienen 20 tendrán un premio)

Kaeien deberá tirar 3 dados de 20 caras
Cada dado representa el resultado por su valor=

1er dado=
1-5= fallas escapando del palacio
6-10= escapas del palacio
11-20= te escabulles con tus compañeros (si obtienes esta opción, sólo deberás tirar ese dado y esperar que los demás obtengan buenos resultados)

2ndo dado=
1-5= fallas pasando desapercibido en la ciudad
6-20= no notan tu presencia en la ciudad

3er dado=

1-10= fallas y eres descubierto entrando a la casa de armamento.
10-20= logras escabullirte a la casa de armamento

 

Akihito Shishio

No sabía qué tan bueno sería estar cuestionando la seguridad del lugar donde estaban justo luego de haber tenido aquella reunión con su mandatario, no le parecía lo más sabio o bien, lo más respetuoso del mundo cuando no sabías ni siquiera si alguien pudiera estarlos escuchando, quizás solo por ese detalle es que aunque estuviera tentado a la idea propuesta, mejor lo expresaba como mera suposición para que no fuera alguna clase de incumplimiento directo.

Pero, gracias a eso había surgido una propuesta que podía terminar de acomodar para no incumplir ninguna regla per se y hasta sonaba interesante, y como parecía que iban a ir por ese plan por mayoría de votos, finalmente se levantó del suelo para estirarse un poco de paso —No veo nada de malo en ser uno, a fin de cuentas eso te ha mantenido seguro para llegar aquí. —Hacer lo que te decían para sobrevivir y seguir teniendo un lugar en el mundo no lo veía como algo malo si deseabas seguir adelante de forma segura, fuera de eso, parecía que ya habían asegurado no solo a su guía, si no también el lugar para visitar.

—Se ha decidido entonces...exploremos aquella casa para ver qué cosas descubrimos~

 

Seinkanji Yamagawa

Observaba con la boca abierta de asombro los movimientos felinos de Fureku, el cual parecía más un actor que una persona real. Cuando demostró su destreza con el abanico, el cual abría y ocultaba su rostro celosamente, a Seinkanji le recordó a esas danzas que usaban los actores en el teatro Noh. Aplaudió entusiasmado cuando terminó su monólogo. Le había encantado. Aplaudía con los ojos cerrados.

—¡Bravo, bravo señor Ikeda! —entreabrió los ojos, mirando hacia los lados. Un cosquilleo en su estómago, un aleteo extraño. ¿Era una emoción? No sabía descifrarlo, pero encontró sus palmas húmedas, quizá por la adrenalina. —¡No puedo estar más de acuerdo!

Oyó las palabras de Akihito mientras apretaba su mentón con el dedo índice. Lo vio deslizarse como una sombra, como si hubiera sido todo un simple espejismo y hubiera desaparecido como un fantasma en las tinieblas.

—¡El señor Shishio es muy hábil!

Intentó materializarse entonces en las sombras del pasillo, esperando desaparecer como si nunca hubiera estado realmente allí.

 

Kaien Sabaku

No es como si la casa de armamento llamase mi atención inicialmente, pero Seinkanji había comentado el ir ahí, quizá podría sacar algo interesante, aunque poco sabía que la mayoría de estos chicos sabían escabullirse, porque al contrario de lo que podría creerse cazaba al escalar o nadar sin mayores dificultades, atrayendo las presas con alguna presa de su interés. Jugaba un poco con ello para asesinarlos y conseguir alimento o abrigo.

—Suena bien~ —le dediqué una mirada cómplice a Seinkanji antes de que desapareciera como si fuese parte de las sombras del lugar.

Acentué la sonrisa floja en lo que ladeaba ligeramente la cabeza, pestañeando con calma, casi calculando para no ir a defraudar toda esta gente~

 

Castillo
[Junpei; Fureku; Akihito; Seikanji; Kaien]

Todos salieron sin problemas del castillo, evitando a la guardia sin demasiados problemas; aquel lugar no estaba lleno de ellos pues la gran mayoría se mantenían a un lado del señor Akamatsu. Salir a las calles tampoco representó un problema para ninguno, ni siquiera Kaien que no eran tan sigiloso, logró burlar miradas inquisitivas y fluir con los demás sin retrasarlos un poco.

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Casa de Armamento de Kyuzo
[Junpei; Akihito; Seikanji; Kaien]

Aquel sitio estaba protegido por guardias, seguramente para evitar que miradas curiosas entraran, justo como las que acababan de entrar.

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Junpei entró por una de las viejas puertas corredizas sin hacer ni un sólo sonido. Ahikito logró adentrarse por una de las ventanas que tenía el papel de arroz destruido. Kaien se escurrió por debajo de los cimientos para salir por los respiraderos del tatami.

Los tres se miraron mientras buscaban a Seikanji y Fureku. Seikanji se encontraba en las vigas del techo observándolos con diversión pues nadie podía percibirlo, había sido la sombra discreta, el silencio, la noche misma. Había entrado a aquel sitio por un pequeño hueco que se había hecho en el techo, y con su ojo entrenado logró aprovechar esa oportunidad para entrar rápidamente y así esperar a los demás en el interior. Allí en las vigas, algo llamaba su atención, un sable oxidado estaba incrustado entre la viga que sostenía a Seikanji y la columna que daba al suelo. El sable no tenía mango, sólo tenía tela atada al nakago una tela amarillenta.

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Aquel sitio estaba desolado; una fragua sin fuego; una piedra de afilar sin agua; no había leña cerca de la hoguera, sólo viento que se colaba entré el papel de las ventanas y puertas corredizas; aun así, aquel lugar era acogedor.

Por una de las ventanas podían ver como a Fureku lo llevaban de regreso al Castillo; no había logrado entrar a la casa de armamento. Pero gracias a eso, el sitio dejaba de estar rodeado por guardias; dejando aquel sitio abandonado para ustedes; podían entrenar en aquel sitio. Y para su fortuna, había armas de madera de todo tipo; podían elegir un arma a utilizar.

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Contenido oculto

Pueden combatir entre ustedes si quieren, ustedes deciden quien contra quien. También hay armas de madera por si quieren que esto sea amistoso; pueden usar lanzas; kodachis; katanas; etc...
Aquí dejo la guía de armamento: Armas

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Akihito Shishio
Casa de Armamento de Kyuzo

Salir y terminar colándose al lugar había sido bastante sencillo, incluso si realmente no se había parado a comprobar si los demás también habían salido al mismo tiempo que él o por el contrario se tomaron su tiempo para hacerlo de una manera más discreta o tomar otra forma de ingresar al lugar, por suerte, poco a poco esos nuevos rostros habían aparecido (uno más elegantes que otros, la verdad, ¿por qué Kaien había decidido entrar por debajo de la estructura?), exceptuando claro, a Seikanji y Fureku, a quienes no tardó mucho en empezar a buscar con su mirada.

—...Hasta allí llegó pasar desapercibidos...—Comentó en voz baja, acercándose unos pasos más hacia la ventana que enmarcaba la reintroducción del noble faltante al castillo, quizás realmente hubieran debido priorizarlo para que lograra salir con una mayor facilidad y proteger la pequeña aventura de desobediencia —, esperemos que no sea demasiado inconveniente para él.

Regresando su atención hacia el interior del lugar para seguir buscando al miembro faltante, se encaminó hacia donde estaban las armas de madera, si iban a pelear entre ellos, creía que era mucho mejor eso a lo real, por el bien claro de disimular lo máximo posible su aventura. Se sentó de nuevo por esa área, paseando su vista por las superficies rotas o huecos todavía para esperar a Seikanji.

Si no había sido devuelto con Fureku, solo esperaba que les apareciera de repente y realmente no deseaba ser sorprendido.

—Con la esperanza de que Yamagawa realmente me esté escuchando también, ¿considerarían muy molesto entrenar con alguno de estos reemplazos de madera? Un combate amistoso y sobre todo algo más sutil para no mantener todo el secretismo en caso de que...bueno, las cosas pudieran ponerse algo más movidas.

 

Seinkanji examinó con curiosidad aquél filo envuelto, el cual acercó a su rostro para verse reflejado en él. Era precioso, aunque no era perfecto por el tiempo impreciso que llevaba ahí clavado. Decidió llevárselo con él, guardándolo con precaución dentro de su kimono. Sería interesante ver qué decía un herrero de ese filo extraño, aunque su mente sabía que si había sido encontrado en la casa de armamento del herrero más famoso de todo Japón, solo podrían ser noticias buenas.

—¡Por aquí, por aquí señor Shishio! —exclamó con una sonrisa en su rostro, moviendo las piernas que colgaban en el aire y saludando con una mano. —Una lástima lo del señor Fureku, pero al menos contamos con otro ilustre Ikeda entre nosotros. —aunque llevaba los ojos cerrados su cabeza giró con una exactitud espeluznante hacia la ubicación de Junpei. —Y el señor Sabaku también se encuentra aquí, realmente son muy hábiles. —descendió con un salto felino, cayendo cerca de las armas de madera. Abrió los ojos para examinar aquella herrería detenida en el tiempo. La imagen se grabó en sus retinas rápidamente. Dibujaría la casa de armamento de Kyuzo en algún momento en que tenga tinta y papel.

—¡Nunca es molesto entrenar! —dijo con entusiasmo, mirando las distintas armas que ofrecía aquél lugar. —Y además los guardias se replegaron, escoltando al señor Fureku nuevamente. Una pena. —suspiró. —¡Pero buenas noticias que no haya guardias! ¡Ninguno escuchará los golpes secos! —lanzó una risa alegre mientras se cruzaba de brazos, observando atentamente a Akihito. —¿Qué arma tomará, señor Shishio?