CAPITULO I: Fugaz Relámpago Él representaba alguien admirable,más de lo que nadie lo hacía.Y no porque sea muy fuerte o muy apuesto.Él era un padre, un hermano, un amigo.Él tenía todo mi respeto.Y a pesar de que el amor incondicional hacia élhabía crecido en mí con el tiempo.Aunque él no me vea con los mismos ojos, yo lo seguiré queriendo. El crepúsculo era visible en el horizonte de Kyoto, la noche caía y el día moría. Nuestra joven heroína tenía la mirada puesta en la nada, mientras el sol terminaba de esconderse. Reposaba su rostro sobre ambas manos, codos apoyados sobre el marco de la ventana, y suspiraba de vez en cuando mientras la aldea iba perdiendo color y los faros de luz iban siendo encendidos. A veces, ella se sentía un poco sola. Pero eran muy pocas las veces en que esto ocurría, ya que su abuelo y sus compañeros del Aoyia llenaban sus días de alegría y le daban alientos de seguir y esforzarse. Normalmente la razón de que su corazón se sienta solitario tenía un nombre de hombre, con apellido incluido. Aoshi Shinomori era un hombre que siempre estaba ocupado, a pesar de no tener una profesión o algo en especial en el que pasar sus intereses. Todos los días Misao le llevaba el té por la mañana, en la habitación donde se pasaba medio día meditando, luego le acercaba el almuerzo y para ésta hora, cuando caía la noche, mantenía su postura cerca de la ventana para observar el atardecer y como el hombre que tanto admiraba se dirigía sin rumbo fijo a la calle, sin dar explicaciones, sin despedirse. —¿Por qué el Señor Aoshi no comparte sus pensamientos conmigo? —Se preguntó ella, mientras la noche iba tomando forma—. ¡Si yo soy su mejor discípula! ¿No le he demostrado que soy capaz de dar todo por él, que haría cualquier cosa que me pida? Se alejó de la ventana y se sentó sobre el suelo de madera recién pulida, cruzando las piernas mientras se arrascaba la cabeza aludiendo a estar pensando en algo muy importante. —Él no me toma en serio —volvió a decir—. Sólo me ve como una niña caprichosa disfrutando de su amor no correspondido. Se acostó y fijó su miraba en el techo. En verdad estaba molesta de que todos los días la rutina se repitiera y que él nunca se haya molestado en decirle que se quedara a almorzar con él o que le acompañe a sus paseos al oscurecer. Ella se lo merecía, ¿no? si ella era la persona que estaría con él hasta el final, sea cual sea la situación en que se encuentre, o sea cuál sea la persona en que se convierta. —Misao —escuchó, la puerta de su habitación acababa de correrse—. ¿Qué haces aquí tan pensativa? —Nada —contestó muy despacio, y luego se dio la vuelta para dar la espalda a Okina—. Abuelo, ¿el Señor Aoshi nunca te dijo a dónde va por las tardes últimamente? —Aoshi nunca da explicaciones, desde niño ha sido así —el abuelo se alisó su larga barba mientras movía la cabeza, con los ojos cerrados, afirmando sus palabras con la cabeza—. Misao, yo sé que esperas que algún día Aoshi corresponda tus sentimientos, pero él no es de los hombres que muestran sus sentimientos abiertamente. Incluso a mí nunca me dijo lo que quería o lo que le molestaba. Es una persona solitaria que protege a sus seres queridos con vehemencia, pero con preferencia al anonimato. —Ya lo sé abuelo, no necesitas recordármelo —Misao frunció las cejas—. No pretendo que el Señor Aoshi corresponda mis sentimientos, sólo quisiera que él me tenga en cuenta. Él piensa que debe luchar solo, pero yo con gusto lucharía las batallas con él. Quisiera que pensara en mí no como una niña, sino como una compañera con la cual contar, como una confidente. ¿Entiendes lo que quiero decir, abuelo? —Lo entiendo Misao pero veo difícil que Aoshi demuestre sentimientos como esos por alguien. Lo conoces mejor que nadie, ¿por qué eliges atormentarte a ti misma con pensamientos como esos? Misao no contestó. Le molestaba un poco darle la razón a su abuelo. —Bueno, cuando quieras bajar podemos beber un poco de sake. La puerta volvió a correrse. *** No recordó en que momento se quedó dormida. Unas gotas de agua comenzaron a molestarle en la cara y abrió los ojos apesadumbrados para notar que estaba lloviendo, y que el agua se filtraba a la habitación por la ventana abierta. Se levantó y se frotó los ojos, el reloj en la pared marcaban las 11:37 de la noche. Deambuló por el pasillo, todo estaba quieto y silencioso. Lo más seguro es que se habían dormido temprano debido a la lluvia. Corrió bajo la llovizna, el cielo se alumbraba con un relámpago pasajero, la tierra mojada ensuciaba sus zapatillas. Se sacudió el agua al llegar a la habitación construida alejada de la casa principal, en el fondo del patio trasero. Ésa era la habitación de Aoshi. No había ninguna luz prendida y se preguntó si ya se había acostado a dormir. Abrió la puerta con cuidado, desplazándola con mucho silencio, y con el rabillo del ojo echó una ojeada a la habitación. Estaba vacía. No ha vuelto —pensó— ¡Debe estar en algún lugar esperando a que cese la lluvia! Volvió a correr hacia la casa principal y se apresuró a buscar un par de paraguas, para luego salir a la calle como alma que lleva el diablo. Una la usó para cubrirse, la otra la apretó bajo el brazo. Sólo podía escucharse el chapoteo de sus pasos corriendo bajo la lluvia. En su interior sabía que su trabajo estaba siendo en vano, no tenía idea de a dónde podía estar Aoshi. Se quedó parada sobre un techo que sobresalía, cubriéndola de la lluvia en la calle, cerró el paraguas y recobró el aliento. —Soy una tonta —se dijo—. No sé siquiera si el Señor Aoshi se fue por este camino o si se fue por el otro lado. Se sentó sobre una roca mientras veía como el agua corría de un caño cuya superficie estaba sobre el techo. Los faroles de la calle se apagaron debido a la fuerte ventisca y las gotas que iba cayendo cada vez más rápido. Empezó a tener frío. —¡Aaaaachuuuuu! —su estornudo fue estridente con toda esa quietud—. ¡Perfecto! ¡Sólo falta que pesque un resfriado! Al final decidió que lo mejor que podía hacer era volver a la casa a preparar un té caliente para ofrecérselo a Aoshi cuando volviera. Camino despacio ya que en parte se sentía un poco decepcionada, por no mencionar tonta, aunque era parte de su personalidad ser tan impulsiva y en no pensar cuando se refería a sus seres queridos. Escuchó unos pasos tras ella. Ladeo la cabeza hacia atrás, pero no vio a nadie. Siguió su camino apresurando un poco más su paso, y agudizó el oído para escuchar mejor. Volvió a escuchar los pasos tras ella, no podía equivocarse. Giro bruscamente hacia atrás para ver quién era, pero no volvió a ver nada. Cabe mencionar que la mayoría de los faroles de la calle estaban apagados, por lo que divisaba muy poco sin iluminación. Esta vez corrió, tenía un mal presentimiento con ese enigma de que alguien le perseguía y no tenía ningún arma encima para defenderse si se trataba de algún malhechor. Aunque tengo puños muy fuertes —se reconfortaba. Dio vuelta a la izquierda en una calle en cruz, faltaba muy poco para llegar a su casa, entonces escuchó de vuelta los pasos tras ellas y esta vez se escuchaba como si corrieran a la misma velocidad, para alcanzarla. Paró al girar en el pasillo. Los pasos también cesaron. —¿Quién anda ahí? —gritó mientras daba media vuelta—. ¡No soy ninguna estúpida! ¡Muéstrate ahora! Nadie contestó. Pero en el momento en que un relámpago volvió a surcar el cielo encapotado, una figura dio la vuelta en el pasillo y una carcajada se hizo presente. —Parece que eres una señorita con el oído muy delicado —dijo este sujeto. Tenía la cara cubierta con una tela oscura, sólo se dejaba ver los ojos. La yukata era negra, su cabello le llegaba a los hombros y una espada colgaba de su espalda—. ¿Eres la señorita Misao, la que vive en la misma casa dónde se encuentra Aoshi? —¿De dónde conoces al Señor Aoshi? —preguntó ella, bruscamente. —Eso no te incumbe —contestó en tono burlón—. Pero debo decir que estoy buscándolo hace más de un mes. Esta semana al fin pude dar con esta ubicación, es gracioso porque pensé que él me encontraría primero. Le estuve mandando cartas por medio de un amigo que tenemos en común. Misao recordó fugazmente una pila de sobres abiertos sobre la mesa donde solía colocar el almuerzo de Aoshi, nunca tenían destinatario y nunca se atrevió a preguntarle de qué se trataba. —Los problemas que tengas con el Señor Aoshi, los tienes conmigo. —¿Eres su compañera, acaso? ¿Su amante quizás? ¿O es que ese sujeto tan necio al fin asentó cabeza y se casó? —¡Eso no te incumbe! —le gritó, poniéndose roja como un tomate muy a su pesar. —Entonces mis problemas con Aoshi tampoco te incumben, niña —dijo éste, con una risita maliciosa escapándosele de entre los dientes—. De cualquier manera… —continuó diciendo—. Necesito hablar con él. ¿Serías tan amable de llevarme junto a él? —Él no está —contestó cortante, mientras los ojos se le encendían de furia—. Y si estaba, no te mostraría como llegar a él. Si quieres pelear, pelea conmigo. —¡Oh, disculpa! Yo no peleo con mujeres, menos como una niña como tú —le echó una ojeada de pies a cabeza—. Aunque no estás en posición de decir nada. Además de ese kimono, muy corto cabe admitir, no creo que tengas ningún tipo de arma ¿verdad? —¡Soy una ninja! —contestó Misao a sus especulaciones, a pesar de que era verdad lo que decía—. Nunca sabes con qué clase de trucos podíamos salir. —Tienes razón… Pero tengo una corazonada de que estás indefensa ahora. El resto pasó en un abrir y cerrar de ojos. En un momento desapareció de su vista, al otro la tormenta volvió a iluminar el cielo, y finalmente éste sujeto volvió a aparecer frente a ella, alzándole del cuello mientras dejaba caer ambos paraguas al suelo. —Eres muy bonita, pero dudo que seas muy fuerte. Misao intentó zafarse del agarre, pero por más que forcejeara o arañara la mano que la sostenía, ésta no se inmutaba por anda. —He aguantado cosas peores —se burló él—. No me hagas reír. Quizás seas una inútil, pero si no quieres mostrarme dónde se encuentra Aoshi entonces te llevaré conmigo. Le volveré a enviar una carta por medio de mi amigo y ésta vez le pondré uno de tus pulgares, alegando que si no quiere encontrarse conmigo tu vida correrá peligro. No estoy seguro que tan importante eres para él, pero su sentido del deber seguro le hará venir a mí. —El… el Señor A-Aoshi… —le costaba hablar con el aire entrecortado—. Él… acabará… contigo. El sujeto volvió a reír. —Quizás debería matarte ahora y llevarte muerta, para que no causes ningún problema. Al fin y al cabo sólo necesitaré cortarte el pulgar y no habrá demasiada diferencia. Ni el mismo Aoshi podría imaginarlo. La presión de su mano se hizo más fuerte en el cuello de Misao. Cada vez iba perdiendo más aire, seguía poniendo resistencia pero era como si sus arañazos no causaran nada en él. Su mirada se fue nublando. Sus brazos dejaron de forcejear, cayeron a sus costados. El blandir de una espada se escuchó mientras un relámpago volvía a iluminar la escena. Su cuerpo calló sobre el suelo humedecido. Antes de cerrar los ojos pudo divisar que Aoshi aparecía como un espectro, la kadachi apuntaba firme hacia el sujeto que casi la estrangula. La hoja de acero estaba teñida de un tono escarlata. Sonrío y cayó en un profundo sueño. *** Señor Aoshi, ¿dónde está? Señor Aoshi… —Señor Aoshi —susurró entre labios. —¿Estás despierta? —escuchó una voz masculina. Abrió los ojos y le buscó con la mirada. La cabeza le daba vueltas. —No te esfuerces demasiado —le dijo Aoshi, que se encontraba recostado por la pared al otro lado de la habitación, observando la figura de Misao tendida en la cama sobre el suelo—. Te golpeaste muy fuerte en la cabeza. —¿Fue un sueño? —se preguntó en voz alta. —Me gustaría decir que sí —le contestó éste—. Pero un viejo enemigo mío, llamado Rayuta, estuvo a punto de acabar con tu vida. ¿Puedes explicarme que estabas haciendo lejos de casa, en la calle, bajo la tormenta, a ésa hora? Aoshi ya sabía la respuesta. Observó ambos paraguas en el suelo cuando tomó en brazos a Misao, luego de dejar malherido a Rayuta y que éste se haya dado a la fuga. —Yo… yo quería evitar que el Señor Aoshi se mojara… —No sabías dónde me encontraba —contestó éste, cortante. —No pensé en eso… quise intentarlo. Hubo un prolongado silencio. —Señor Aoshi, ¿quién era ese tal Rayuta? —Un viejo contrincante. Fuimos rivales un tiempo atrás, ambos tomamos caminos separados. Por lo visto se ha enterado de que estoy en Kyoto y ha querido enfrentarme otra vez. —¿Está usted herido? —No. Escapó, quizás vuelva. ¿No te duele nada? —Eso no importa. Fui débil. Lo siento. —¿Te disculpas por salir herida? Ni yo podría culparte, la situación fue desfavorable para ti. —Esa no es escusa para un miembro de los Oniwanbanshu. Ahora puedo ver porqué usted nunca me dice nada, porque nunca me pide ayuda. Soy demasiado inútil, no podría servirle de ayuda. Aoshi no dijo nada. Su mirada estaba fija en la figura tendida de Misao, podía notar los hematomas que dejaron las osadas garras de aquel que casi la ahogó. Hizo un chasquido con los dientes, debido a la fuerza con la que le presionó, y se levantó para acercarse al lecho tendido en el suelo. Posó uno de sus dedos sobre el moretón que se había formado en el cuello de la chica, Misao se estremeció ante el contacto. —¿Qué ocurre? —preguntó éste, al notar aquella reacción. —Se siente extraño que el Señor Aoshi toque a alguien. Él suspiró. —No digo que sea un viejo empedernido —comenzó a decir—. Pero tengo mis años, y he visto más de lo que quisiera a través de este tiempo. Misao, tú eres joven y a pesar de ciertos percances eres alegre. ¿Esperas que manche tu alegría pidiéndote que me ayudes en alguna batalla brutal, en una misión mortal? Okina no me lo perdonaría. —Mi alegría… Mi alegría está junto a ti, Aoshi. Niña caprichosa —pensó él en sus adentros, pero no dijo nada más. —Duérmete. —¿Me contarás más acerca de Rayuta cuando amanezca? —Cuando lleves el té en la mañana. Misao sonrió. Era la mejor respuesta que podía pedir de él. Cerró los ojos y trató de volver a sumirse en el sueño. Aoshi no se alejó de su lado hasta que quedó convencido de que ésta había conciliado el sueño. Salió despacio de la habitación. Afuera ya no llovía. El cielo iba aclarándose mientras las nubes se esparcían. Mi alegría está junto a ti, Aoshi. Las palabras de la pequeña resonaban en su cabeza. —Supongo que se lo debo —mencionó para sí—. La he subestimado demasiado. Ya no es una niña después de todo. Una media sonrisa se formó en su rostro, fue en un segundo efímero que hubiera puesto en duda cualquier afirmación.
Quiero el siguiente capitulo like right now Aunque me hizo un poco de ruido que Misao usara "zapatillas" cuando no es parte del traje de ninja, la verdad el resto del capitulo me ha encantado, siempre me gusto el MisaoxAoshi, pero no lo explotaron bien nunca :c es lindo ver fics que no son cursis pero llevan la historia de amor de estos dos como algo natural.
Gracias por comentar Okita !! *.* Estoy trabajando en el capítulo dos, y Aoshi no es cursi por eso esta historia esta al margen del romance xD no quiero arruinarlo con OoC D: ah y con respecto a las zapatillas, la razón por la cual usé este accesorio es porque ella estaba en su casa, acababa de despertar, y fue a mirar si Aoshi había regresado... Al darse que cuenta que éste no estaba salió disparada a la calle con los paraguas, ya por algo no le dio tiempo ni de pensar en llevar sus armas, y las zapatillas de madera es lo que comúnmente se utiliza para estar "entre casa" por decirlo de alguna manera... espero haberlo explicado bien (: te avisaré cuando suba el próximo capítulo !! ^^
xd ahí esta mejor "zapatillas de madera" por que te juro que pensé en unas pumas de leer "zapatillas" pero la historia independientemente de eso esta muy buena, me gusta como narras.
No vi fallas de narración u ortografía, vi por ahí un dedazo pero se me perdió la palabra ToT Dios, es que lo leí mientras estaba comiendo y no marqué nada. Según yo era una palabra corta pero bueno, espero encontrarlo. No pasa nada igual, se entiende, sólo fue eso, un detalle bien mínimo. Por la historia me re contra gustó °---° yo también quiero ver la segunda parte ya :D porque de verdad se me hizo muy interesante el rumbo que tomó, sobre todo creo que todos alguna vez hemos sentido como Misao fijándonos en alguien que como Aoshi dijo no es un viejo xD pero si ya grande y bueno xD está genial, cuando él pensó lo de niña caprichosa, sentí la pedrada, porque yo suelo ser así con personas que quiero pero bueno, están lejos de mi alcance... justamente como ella, y de edad más avanzada °--° Adoro a este personaje, Aoshi, y con ella me parece adorable. Será por varios fetiches que tengo, pero que va! me ha encantado la forma en que lo narraste y tienes una ortografía realmente buena. (L) Good. Espero la segunda parte para también leerla y comentarla!