(Original) Dan y el misterio de la Serpiente Roja

Tema en 'Literatura experimental' iniciado por MrJake, 17 Noviembre 2012.

  1.  
    MrJake

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    Título:
    (Original) Dan y el misterio de la Serpiente Roja
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Misterio/Suspenso
    Total de capítulos:
    8
     
    Palabras:
    3469
    Traigo una nueva idea, que aquí expongo. Pretendo hacer (si tuviese un mínimo de público) una saga de casos de investigación (quienes conozcan algo mis escritos sabrán que el misterio es mi fuerte y mi género preferido), pero nada de asesinatos o grandes crímenes; casos cotidianos (no por ello menos particulares), misterios de un pequeño pueblo enigmático, que serán (o no) resueltos por un chico no menos enigmático.

    DAN Y EL MISTERIO DE LA SERPIENTE ROJA

    En esta historia, el curso de los acontecimientos dependerá de las decisiones que toméis. Al final de cada capítulo pondré entre 2 y 4 opciones entre las que tendréis que elegir para decidir que sucederá en el próximo capítulo. En función de vuestras decisiones así será el final, pudiendo Dan resolver o no el misterio (aunque no lo resuelva, se sabrá como sucedió todo, no me peguéis (?)), y muchas otras cosas.

    ¿Cómo votar? Simplemente dejen su comentario y especifiquen en él que opción escogen. Sí, una estrategia para que comenten (?). La opción que llevaré a cabo será la que más veces se escoja (en caso de empate, la opción que haya elegido el primer lector en comentar)

    PRÓLOGO:

    Daniel Rivas, conocido por todos como Dan, es un joven chico de 17 años que vive en el pequeño pueblo costero “Cala Cobre”.

    Dan no es como el resto de chicos de su edad, Dan no es como nadie. Comprenderle resulta complicado, y adivinar que es lo que pasa por su cabeza, más aún. Es fácil odiarle, difícil entablar amistad con él; su mente, afirman algunos de sus profesores, es todo un enigma, un enigma brillante que nadie aún ha logrado resolver.

    A Dan le apasionan los misterios, novelas de intriga y demás. Movido por su propio beneficio material y personal, se verá inmerso en la resolución de un enigma que está atormentando a su pueblo: el misterio de la serpiente roja, es como él mismo lo bautizó.

    Y vosotros, lectores, seréis quienes guieis a Dan en su empresa.

    CAPÍTULO 1: Dan y la aparición de “RedSnake”.

    —Carlos Fernández —decía la profesora, con su mirada escondida tras dos lentes redondas y gruesas. Miraba con atención unos papeles mientras llamaba a los alumnos para que acudiesen junto a ella. Era el momento de la entrega de exámenes, y todos los alumnos aguardaban nerviosos conocer su nota.

    El mencionado Carlos se levantó sabiendo que ese examen podría decidir su futuro universitario. Se levantó, muy lentamente. Era de piel morena, ojos castaños y pelo oscuro. Su cuerpo flacucho y bajito temblaba mientras caminaba a paso rápido, en dirección a su destino.

    Los alumnos de aquel segundo de bachillerato, último curso del instituto, a las puertas de la universidad, dependían mucho de estos exámenes, últimos del curso, cuyas notas podrían decidir si aprobaban o no, si entraban o no en la universidad. Si podrían empezar una nueva etapa de su vida o no.

    —Un 6’25 —dijo aquella mujer en la que se centraban las miradas, aquella mujer rubia y de pelo corto, con aires intelectuales, algo deteriorada por la edad.

    Carlos agarró su examen, y la sonrisa casi se sale de su cara. Mirando desde muy cerca su escrito, caminó hasta volver a tomar asiento.

    —Salud Jiménez —citó nuevamente la profesora.

    Una chica de pelo largo y rubio, piel clara y ojos verdes, se levantó y caminó alegre hacia la temida mesa. Ella sabía que aquel examen estaba bordado, las matemáticas siempre fueron su fuerte. La profesora la miró y le entregó el papel.

    —¿Sólo un 7? —dijo con los ojos bien abiertos. Ella se esperaba una nota ciertamente más alta, un 9 sobre 10, como mínimo. ¿Cómo es posible, con lo bien que hizo aquel examen? Resignada, volvió lentamente a su asiento, pensando que todo por lo que había estado luchando ese año podría desmoronarse.

    La profesora alzó la vista y sus ojos mostraron irritación. Con completo descaro, aquel chico que tanta conversación daba en las reuniones de profesores estaba al fondo del aula, sólo y cómodamente sentado con sus pies sobre la mesa, mientras miraba su móvil sin hacer siquiera un esfuerzo por esconderlo.

    —Daniel Rivas —dijo la rubia mujer algo enfadada—. Sabes que están prohibidos los teléfonos en el instituto. ¡Y haz el favor de sentarte bien, ya eres muy mayorcito! —se tranquilizó antes de decir: —. Anda, ven a por tu examen.

    El chico de pelos castaños y erizados rió pensando en lo simple que resultaba aquella irritable mujer. Con completa tranquilidad, se levantó y avanzó, con sus manos en los bolsillos de su deteriorado vaquero.

    La profesora no pudo evitar reír de impotencia.

    —Es algo inaudito —dijo—. ¿¡Como es posible que alguien como tú tenga estos resultados!?

    El chico rió, cambiando sus manos de los bolsillos de su vaquero a los de su chaqueta azul marina. Ante la mirada atenta de sus compañeros de clase, dijo:

    —Soy complicado, señora —sus ojos azules no expresaban nada, y lo expresaban todo. Extendió la mano para recoger su examen.

    —Un diez, un diez —los compañeros no se sorprendieron en absoluto; rara vez Dan no alcanzaba la puntuación perfecta.

    El chico ni siquiera miró el examen, simplemente lo agarró y se sentó, volviendo a adoptar la pose exacta que tenía antes, esta vez observando a sus compañeros.

    Sólo hacía dos años que Dan había llegado al pueblo, con su padre. En ese corto lapso de tiempo se ganó una popularidad que nunca buscó, ya que apenas se relacionaba con nadie, mucho menos mostraba interés por hacerlo. Todo él era un misterio, una mente compleja que nadie entendía. Y es que si bien en clases hacía caso omiso a las explicaciones, con facilidad alcanzaba la nota perfecta, el diez, sin apenas estudiar, podían asegurar todos.

    En aquel pequeño pueblo, todos se conocían y prácticamente todos sabían todo de todos. Los alumnos del único bachillerato que había en el centro, compuesto de apenas veinte jóvenes, tenían muy claro que deseaban hacer en el futuro. Sus metas estaban establecidas: muchos irían a la universidad, otros harían otros estudios, otros optaron por ingresar en cuerpos del ejército… pero, ¿Dan? Dan no tenía ni idea. Ni falta que le hacía pensar en algo así, algo que a él no le preocupaba en absoluto.

    Acabada la clase de matemáticas, los alumnos salieron a disfrutar de su media hora de recreo, bajo aquel espléndido sol. El patio del instituto era ciertamente grande y bello, ideal para dar un paseo por él y hablar con compañeros y amigos.

    Pero Dan no hacía nada de eso. En su lugar, como acostumbraba a hacer, se colocaba sus cascos y escuchaba música, al tiempo que leía un libro bajo la sombra que le ofrecía la gran encina que decoraba el centro del verde patio.

    Todos le veían, allí, con una concentración asombrosa, escuchando música, leyendo, y sin perder detalle de lo que a su alrededor pasaba. Y todo con absoluta atención en cada tarea.

    La gente le miraba, y no sabía realmente si considerarlo un rarito o un tío guay. Simplemente, era Dan, desconcertante en toda su persona, conocido por todos, pero conocido por nadie.

    Una entristecida chica rubia caminaba con sus dos amigas, pasando en ese momento junto a Dan, sin poder una de las amigas evitar mirarlo. El enigmático chico bajó el volumen de su música, con objeto de escuchar la conversación de sus compañeras de clase.

    —No puedo creerlo, voy a perder la matrícula de honor por ese siete —se lamentaba la rubia, que llevaba la mirada baja— Todo lo que me he esforzado en el año no servirá de nada.

    —No seas negativa, Salud —animaba la amiga de su izquierda, pelirroja y con ojos celestes, de nombre María, Mery para sus amigas—. No pasa nada por un notable. ¡Mírame a mí, yo he sacado un 5, y aquí estoy!

    Salud negó con la cabeza y volvió a decir:

    —No lo entendéis. Ese siete estropea completamente mi media. Por culpa de ese notable ahora no alcanzaré la matrícula de honor.

    La otra amiga, un año más pequeña que las otras dos compañeras de clase, contestó en un vano intento de consolarla:

    —Bueno, no pasa nada, seguro que te dan la matrícula igualmente, aunque bajes un poquito, ¡si eres una alumna 10! Y si no consigues la matrícula, pues no pasa nada, seguro que aun así entras en la carrera.

    —No es tan fácil, Lara —contestó Mery—. Sólo reparten dos matrículas de honor, a los dos alumnos con mejor media que acaben el instituto. Ella era la segunda candidata, y superaba a Drake por tan solo unas décimas, pero con ese siete, ahora ella pasa a ser la tercera, y no recibe matrícula.

    —Y sin matrícula, no recibo la beca que necesito y mis padres no podrán pagarme la universidad—derramó la rubia una lágrima.

    —Oh —Lara se sintió algo mal por haber hablado sin saber. Curiosa, preguntó—. ¿Y quien es el primer candidato?

    La rubia se detuvo y miró a la encina. Aquel chico que estaba a sus pies estaba concentrado en su rutina, calmado y sereno, pero alerta a todo. Ella sabía, sin duda, que había oído toda la conversación. Se acercó y le dijo:

    —Dan, ¿cómo lo haces?

    Dan levantó la vista de su libro y echó a un lado la cabeza.

    —No sé de que me hablas.

    Ella se llevó las manos a la cabeza.

    —¡Oh, venga ya, has oído toda la conversación, estás escuchando música y leyendo, todo a la vez! ¡Tienes una media prácticamente perfecta y llevas asegurada la matrícula de honor! ¿Cómo lo haces, eres un superhéroe, o algo? —se sintió algo ridícula por lo que había dicho. Dan, ignorándola, volvió a agachar su mirada, centrándose en la novela. Las amigas de la chica cuchicheaban desde lejos.

    —No hago nada especial. Me gustaría que me dejases leer tranquilo, gracias.

    La actitud borde del muchacho y su tono de ironía irritaron a la rubia.

    —¡Dan! —dijo alterada. Él la ignoró—. ¡Dan, Dan, Dan, Dani, Dani, Daniel! —repitió y repitió, mostrando una actitud infantil—. ¡Vamos, Daniel, escúchame!

    Él la ignoraba.

    Salud, incorporándose, lo miró de arriba abajo, y dijo.

    —Pues tú lo has querido —miró a sus amigas, y con un gesto le indicó a éstas que podían seguir su paseo sin ella. Se sentó junto a Dan, cosa que le desconcertó. Bruscamente, el chico se quitó sus auriculares y cerró el libro de golpe. Miró a su ahora acompañante, que sonreía desconcertadamente.

    —¿Qué miras? ¿Puedes irte, por favor? Estaba muy tranquilo aquí, pasea con tus amigas.

    —¿Qué lees? —dijo ella, interesándose por él.

    —Ahora nada —contestó molesto.

    —¿Y qué escuchas? —dijo ella, agarrando un auricular de los que colgaban por la azul chaqueta del muchacho y llevándoselo a la oreja. Dan agarró el auricular y se lo arrebató de las manos. Iba a reprocharle algo, cuando la sirena que marcaba el fin del recreo sonó.

    Dan se levantó rápidamente y comenzó a andar presto hacia el aula. La chica lo seguía, caminando a su lado, mientras el otro trataba de ignorarla inútilmente.

    Una chica guapa que te sigue a todas partes, lo que todo chico de su edad querría. Todos menos él.



    La siguiente clase era la clase de informática. Encendiendo los ordenadores portátiles pertenecientes al instituto, los alumnos escucharon a su profesor, que comunicó con rostro bonachón la tarea que debían realizar.

    —Bueno, para empezar la clase de hoy, vais a crearos un perfil en la nueva red social del pueblo.

    La gente comenzó a chismorrear y miró al profesor extrañado.

    —Pero, Enrique —preguntó un chico de nombre José, conocido por todos como Pepito—, ¿existe esa página?

    El profesor asintió.

    —Así es. Se creó hace escasos tres días y es una especie de foro en el que se comentarán las noticias del pueblo, y podréis hablar y escribir lo que os plazca con vuestros amigos, compañeros y vecinos, además de subir fotos y tal.

    —Qué cutre —comentó un chico con pelos de punta y chaqueta de cuero sentado en al fondo, justo en la esquina contraria a la de Dan. Era Francisco Lorente, Fran, el “chulo” de la clase, y curiosamente el de peor media de la misma.

    El profesor, ignorando el comentario, animó a sus alumnos a registrarse y comentó que debían avisarle cuando lo hicieran.

    Cada uno con su portátil, los alumnos se pusieron a ello. Pero una chica de rubios pelos, sentada junto a su amiga Mery, trataba de sacar un poco la batería del portátil.

    —¿Qué haces, animal? —preguntó susurrando Mery a su compañera, al darse cuenta de lo que hacía.

    Salud sonrió, y, habiendo sacado levemente la batería, el ordenador se apagó naturalmente. Y comenzó su representación.

    —¡Enrique, mi ordenador se ha apagado! Creo que no funciona —dijo con una voz más que teatral.

    El profesor alzó su vista de su propio ordenador y dijo:

    —Bueno, ponte con uno de tus compañeros.

    —¡Vale! —ella se levantó y sonrió maliciosamente. Caminó poco a poco hacia Dan.

    —Eh, ¡eh! —dijo éste, al verla acercarse—. No, no, ¡ponte con otro! —susurró. Ella se sentó junto a él y, mirándole de frente, dijo, sonriente:

    —¡Hola!



    Pasó la mitad de la clase, y los alumnos estaban ya registrados. El profesor comentaba el funcionamiento de la página

    —Como podéis ver, hay una sección para los perfiles y blogs de usuarios. Ahí podéis subir vuestras fotos y escribir lo que queráis, y sólo lo verán quienes visiten vuestro perfil. También podéis hablar con quien queráis en privado, sólo tenéis que buscarlo y darle a “mensaje privado”, como en toda red social. Y si hacéis click arriba en “página principal”… —esperó el tiempo justo para que todos diesen “click” —, veréis que aquí se comentan cosas en público, en fin, se habla de programaciones de las fiestas del pueblo, y un poco de todo, dividido todo en subforos. Hay uno del instituto, otro especialmente dedicado para hacer propuestas al ayuntamiento… cualquiera puede crear un subforo y usarlo para lo que quiera.

    —¿Y qué es ese subforo que se llama “RedSnake”? —preguntó Mery.

    El profesor se extrañó al no recordar dicha sección. Miró el mencionado subforo, tal y como todos los demás hicieron. Al abrirlo, observaron únicamente tres mensajes, publicados por un usuario con el mismo nombre, RedSnake. Leyeron los presentes las entradas, abiertas a la vista de cualquiera del pueblo, y se sobresaltaron con lo que leyeron, especialmente tres de los presentes.

    “Preciosa la relación secreta entre Enrique y Ana, profesores de informática y matemáticas, respectivamente, además de ser ella la directora del instituto de nuestro querido pueblo, Cala Cobre. Gran discreción la suya, entrando de noche él en la casa de ella. Me pregunto que pensará el marido de Ana de esta situación.

    Publicado por RedSnake ayer a las 3:37 PM”



    “Oh, se me olvidaba comentar otro idilio romántico de esta nuestra Cala Cobre. Todos conoceremos al pequeño José, Pepito, el hijo mayor del panadero. Un hombre tradicional el panadero, me pregunto que le parecerá saber que su hijo se morrea en los callejones con el Calvo, el temido macarra del pueblo. No le tiene que hacer nada de gracia saber que su hijo es homosexual, no. ¡Y vaya “novio” ha ido a buscarse! Traficante de marihuana, me han contado, toda una joyita de yerno.

    Publicado por RedSnake ayer a las 3:39 PM”



    “Una última noticia por hoy. Todos somos conscientes de la dura situación económica por la que pasa la fábrica que tanto trabajo da a los ciudadanos de nuestro pueblo. Y todos conocemos a su importantísimo jefe, el señor Lorente, dueño de la mansión más vistosa del pueblo y padre del futuro sustituto del Calvo, el macarrilla de 17 años Francisco Lorente. Bueno, ¿qué pensarían los trabajadores despedidos si supiesen que han sido despedidos porque su jefe utilizó el dinero de la empresa para sus inversiones personales, pensando que lo recuperaría, pero no fue así? Bonita forma de llevar a la ruina tu propia empresa, ¡y que mejor manera de solucionarlo que despidiendo a tus empleados! De nuevo vemos la gran solidaridad del señor Lorente. Disculpen mi ironía. Mañana, más.

    Publicado por RedSnake ayer a las 3:45 PM”



    El silencio se apoderó del aula. Todos estaban blancos, especialmente los aludidos. El profesor se aflojaba la corbata que tanto gustaba llevar, faltándole el aire. Pepito el hijo del panadero respiró alterado y agachó su cabeza, avergonzado de sí mismo y evitando mirar a nadie. Fran quedó blanco al saber las sucias negociaciones de su padre.

    —¿Quién ha escrito esto…? —susurró Salud, alterada.

    Dan sólo sonrió, releyendo otra vez los tres mensajes. Ese RedSnake le caía bien, ¡qué demonios! Se ha propuesto revelar todos los secretos del pueblo, pero, ¿cómo saberlos todos?

    —Interesante —volvió a decir Dan en voz baja tras leer una vez más los mensajes de ese usuario misterioso—. Este tío es un crack —y rió suavemente, ante la mirada incrédula de su rubia acompañante.



    EN EL PRÓXIMO CAPÍTULO…

    A) Dan decide tratar de establecer contacto con RedSnake hablándole por mensaje privado.

    B) Dan irá a visitar a sus compañeros mencionados en los mensajes para cerciorarse de la autenticidad de éstos, movido por la curiosidad.

    C) Salud se presenta en casa de Dan, y tras hablar de las preocupaciones académicas de ésta, surge el tema de RedSnake y su identidad.
     
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    Little Princess

    Little Princess Entusiasta

    Tauro
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    Holaaaa ^^ Aquí me paso a comentar:
    Me gusta tu idea, tu iniciativa. Podría convertirse en algo gradioso. Y sí, sabemos que te gusta el misterio ;). La gente va a decidir el siguiente cap?? Pues tendrás bastante trabajo *silbido de admiracion*. Aún así, repito, me encanta la iniciativa.Y bonita estrategia.
    Faltas? Nothing (por lo menos, no me he dado cuenta) Eso está genial ;). La narración es entretenida, y el tal ''Dan'' me es interesante. Felicitaciones.
    Mi opción es claramente la 'B', aunque me gustaría que Salud fuese con él. ^^ Jejejeje.
    Bueno, como el texto me ha dejado sin palabras y tal, solo puedo decir : Sigue así!!! ;)
     
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    Ana inukk

    Ana inukk Gurú

    Libra
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    Llama bastante la atencion y mi expectativa es alta, tu narracion es buena pero me gustarisa que describieras mas el entorno de dan y como el ve el mundo.

    Mi opcion elegida es la A, me imagino que RS le da indicios que debe seguir Dan, respuestas que causan mas temor q alivio, una cadena de desafortunados eventos.

    Un Beso...
     
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  4.  
    Paralelo

    Paralelo Viajero dimensional

    Virgo
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    Me parece una buena trama, y con gusto participo.
    Mi opción es la B, creo que es la más lógica en este caso.
    Aunque sé que solo puedo votar por una, el orden que se me antoja sería B, C, A. Eso es lo que yo haría.
     
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    MrJake

    MrJake Game Master

    Capricornio
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    VOTACIONES CAPÍTULO 1:

    Opción A: 1 voto.

    Opción B: 2 votos.

    Opción C: 0 votos.

    Por tanto, la opción elegida es la B.



    CAPÍTULO 2: Dan y el espía que todo lo ve.

    Caminaba sosegada una muchacha de unos diecisiete años, con pelo rubio y muy liso, por las calles de Cala Cobre. Su mirada mostraba algo de pena, se veía que la joven de nombre Salud estaba triste. Libro en mano, la chica se dirigía a recibir sus clases particulares, totalmente necesarias para el examen del día siguiente.

    Ese era, casi, el único tiempo libre que tenía en las tardes. Entre instituto, estudio, tareas, clases particulares… el camino de casa a las clases y de las clases a casa era el único momento de plena libertad, más aún en esas fechas.

    Disfrutando de un poquito de tiempo, agarró su móvil buscando entretenerse en el, para ella rutinario, para los turistas hermoso, paseo marítimo del pueblo.

    Curioseó, comprobó sus redes sociales, sonreía viendo mensajes y comentarios de sus amigas, de Mery, de Lara… cuando se chocó con alguien.

    —¡Oh, disculpe! —dijo pidiendo disculpas y mostrando su educación nata. Pero al alzar la cabeza y ver el rostro de aquel enorme tipo, tan calvo, con esa chaqueta de cuero, se estremeció.

    Se despidió con algo de miedo y decidió continuar andando, más apresuradamente. Pero el hombre calvo la llamó desde lejos. Eso le puso el vello de punta, y se dio la vuelta lentamente.

    —Eh, ¿tú sabes que demonios ha pasado con el rollo este del blog?

    Salud se aflojó su camiseta blanca, ya de por sí bastante holgada.

    Es verdad, el blog. La página web del pueblo. “RedSnake”. Y… esos comentarios, esos secretos revelados.

    Aquel hombre, uno de los más temidos del pueblo, era el principal blanco de este extraño chivato internauta. “El Calvo”. Todos veneraban al Calvo, lo temían, luchaban por no cruzarse con él por la calle. Pero seguro que toda aquella reputación de “malo” se iría al garete tras revelar RedSnake la identidad de su pareja o rollo, más bien, y con ella sus preferencias sexuales… de seguro no muy bien vistas por sus “colegas”.

    Era obvio que, tras enterarse, lo único que desearía fuese… reventarle la cabeza al autor. Y de seguro lo haría, si supiese su identidad.

    —No sé, sé lo mismo que todos —contestó algo intimidada Salud.

    —¿Tienes internet en ese cacharro? —comentó con su ruda voz el calvo hombre, señalando el móvil de ella—. ¿Ha puesto algún otro comentario?

    Salud se dispuso a comprobarlo. Entró en su perfil de la página y se sorprendió de ver un mensaje privado… de no hace más de diez minutos. Lo abrió y sus ojos se abrieron mucho.

    “Que guapa vas, con esa camiseta blanca y esos vaqueros azulados, caminando por el paseo… Salud, me encanta verte pasear.

    RedSnake”

    Salud se alteró mucho y comenzó a mirar a todas direcciones. Había varios bañistas, la mayoría turistas, que aprovechaban el buen tiempo. Poco más. Pero, algo adentro en el pueblo, caminando a no más de una calle del paseo, vio a alguien…

    —¿Ha subido otro mensaje? —insistió el Calvo. Salud respondió que no, sabiendo que ni siquiera lo había mirado, y, alegando que tenía prisa, se dirigió a paso rápido pueblo adentro.



    Un chico que llevaba unos deteriorados vaqueros estaba mirando fijamente el hermoso paisaje que se alzaba frente a él. A unos cien metros, las olas del mar rompían calmadamente. La cobriza arena, que daba nombre al pueblo, casi resplandecía, como un fuego ardiente.

    Se encaminaba con brío a visitar a alguien para obtener información que le satisfacía. Por simple curiosidad, después de todo. Porque a él, a Dan, no le interesaba ni lo más mínimo averiguar la identidad de RedSnake con fines de “justicia” o tonterías similares; simplemente era curiosidad, hasta un cierto grado de admiración. RedSnake, como ya murmuró al leer aquellos para él divertidos mensajes, era “un crack”. ¿Por qué ocultarse a la gente?

    Pero aunque tenía cierta prisa, no pudo evitar admirar el paisaje que siempre le hacía suspirar. La playa era preciosa, el sonido de las olas a lo lejos se perdía en el enorme horizonte que pretendía el mar… los bañistas ni siquiera existían en la visión de Dan. Su cerebro los borraba uno a uno, apartando de su bello paisaje a aquellas manchas que estorbaban, como uno aparta a las moscas que se acercan a su cara.

    Pero su cerebro no pudo borrar a aquella incordiante chica que se acercaba rápidamente hacia él. A paso ligero, Salud se le acercaba. Una pesadilla, una pesadilla que no se quitaría de encima. Temiendo tener que aguantar una pesada carga que probablemente le abordaría sobre sus inquietudes académicas que para nada le importaban, comenzó a andar casi corriendo, en dirección contraria a ella, y aprovechó para girar a en la primera calle que pudo.

    —¡Daaaaaaan! —gritó la otra, algo enfadada. Creyó que iba a encontrarle al doblar la esquina, pero no fue así. Resignada, retomó su marcha a las clases, ¡ya iba tarde!



    Dan se había refugiado de su perseguidora en una tienda, concretamente una panadería. Y más concretamente la panadería de Pepe, el padre de su hijo y tocayo Pepito. El que ahora era la comidilla del pueblo.

    Por supuesto, no era casualidad que precisamente Dan escogiese esa tienda para refugiarse.

    Observó como había una enorme tensión entre padre e hijo. El padre, rechoncho y barbudo, con esa acostumbrada imagen de estar furioso, sacaba una amplia bandeja de alargadas barras de pan, mientras el hijo, libro en mano, sacaba sin mediar palabra con su padre otra bandeja, justo al lado de la de su progenitor, al tiempo que aprovechaba para repasar el examen del día siguiente que a todos los alumnos quitaba el sueño.

    No hace falta decir que quitaba el sueño a todos menos al enigmático muchacho de ojos azules que ahora interrumpió la “conmovedora” escena padre-hijo.

    —¿Dan? —se extrañó Pepito. Ciertamente, era todo un privilegio que Daniel Rivas se dignase siquiera a salir a la calle, mucho menos a visitar a algún compañero—. ¿Te puedo ayudar en algo? ¿Quieres pan, o…?

    Daniel negó con la cabeza y suspiró, sabiendo que, para iniciar la conversación que él quería iniciar tendría que comportarse como un tonto estudiante más.

    —Solo quería saber como llevas el examen.

    Él enarcó las cejas. Pensó que a Dan le había poseído el espíritu de la amistad, o algo así. Sin duda, ese día era épico. Que Daniel Rivas iniciase una conversación contigo es sin duda un hecho histórico.

    —Bien, voy tirando, ¿y tú?

    —No he estudiado —dijo despreocupado.

    El padre lo miró de lejos, con la cara de un toro frente al color rojo. Sus ojos parecían decirle que no se distrajese de su tarea con el pan. Pero Pepito no pareció captar el mensaje.

    Dan prosiguió al paso dos. Una vez entablado el contacto, “roto el hielo”, suelen llamarle, hay que acercarse sutilmente al punto de interés. Fingiendo, claro está, interés en la aburrida vida del panaderillo.

    —¿Qué tal todo con tu padre? —susurró para que éste no se enterase.

    Pepito calló un momento. Agachó la mirada, triste. Aunque enérgico, el golpe de esa mañana fue muy fuerte, y la herida muy reciente.

    —Pues mal —comentó—. Quien lo mandaría a hacerse un perfil en ese maldito blog. ¡A saber quien es ese maldito RedSnake y que quiere de mí!

    —No debe ser fácil que cuenten cosas tan… íntimas de ti.

    Volvió a suspirar, el panadero junior.

    —Sí —dijo, asimilando cada una de sus palabras—, salir del armario de esta manera no es precisamente agradable.

    —¿Entonces es verdad que… te estas viendo con el Calvo? —Dan iba directo al grano, pero sutilmente, claro.

    —Sí, es verdad —entre dientes maldijo al infeliz que reveló el secreto.

    —¿No tienes idea de quien pudo ser el que lo supo, entonces?

    —¡Por supuesto que no! Después de todo, cualquiera pudo vernos… dios, no podré salir en días sin que hablen de mí por todas partes.

    Entonces el hombre que parecía un toro, enojado, llamó con fortísima voz a su hijo, reclamándolo con los panes. Él se giró un momento para contestarle.

    —¡Ya voy, papá! —mientras se giraba otra vez hacia Dan, dijo—. Lo siento, Dan, tengo… —sus palabras se cortaron al percatarse de que Dan se había ido, y la puerta de la tienda bailaba adelante y atrás.





    La gran mansión del señor Lorente, el padre de su compañero Fran, el chulo de la clase. Toda una contradicción semejante casa con semejante chaval, era como comparar una guindilla con azúcar. Aunque para Dan el espacio donde vivas era lo de menos, daba igual que fuese más grande, más pequeño, más feo o más bonito; lo único imprescindible que debía tener su casa era la existencia, si existía, esa casa era tan buena como todas las demás. El problema sería no tener casa. Pero bueno, Dan estaba seguro de que con todo y con eso, se las arreglaría para sobrevivir, con o sin hogar.

    Dejando el debate mental, Daniel Rivas presionó el botón de aquel telefonillo, y la cámara de vigilancia de la casa lo enfocó de lleno.

    Se le puso la carne de gallina cuando oyó la voz de aquel “demonio” de rubios pelos decir al otro lado del telefonillo:

    —¡Te abro, Dan! —la verja se desbloqueó y Dan pudo abrirla con suma facilidad. Pero ahora no tenía demasiado claro si entrar o no en la casa. Dentro le aguardaba quien presentía que iba a convertirse en su Pepito Grillo particular, todo el día subida a la chepa; aquella chica tenía un nombre mal puesto, su nombre debía ser Enfermedad en lugar de Salud. Una enfermedad de la que es fácil contagiarse y difícil de evitar.

    Dan entró en la casa. El chico de chaqueta de cuero abrió la puerta. No estaba sorprendido para nada de verlo allí, cosa que Dan esperaba. Le invitó a pasar al enorme salón, donde Salud aguardaba. Con una clara sonrisa forzada, le dijo:

    —¡Hola, Danielito!

    Él ni siquiera contestó.

    —Fran, yo —comenzó a hablar, pero fue interrumpido por el muchacho.

    —Sí, tío, mi padre es un mangante, ya lo sé.

    —Pero yo quería —de nuevo volvió a ser interrumpido, cosa que le crispó los nervios.

    —No, no sé quien puede ser ese malnacido de RedSnake.

    Dan buscó a Salud con la mirada. La chica trataba de aguantar la risa.

    —¿Cómo sabías lo que venía a hacer aquí? —preguntó Dan. Luego reflexionó y preguntó además—. ¿Cómo sabías siquiera que iba a venir aquí?

    —Mira la web del pueblo —propuso Salud.

    Dan rebuscó en los bolsillos de su agujereado jean y sacó su móvil. En poco tiempo, leyó con atención el último mensaje de RedSnake en su subforo.

    Un aplauso por el interés de Dan por mí. Quiero decir públicamente que me halaga serle simpático. Pero, amigo, no ganarás nada si pretendes ir a buscar a los que he acusado en mis mensajes. No, no, la respuesta la tienes en la web. De nada”.

    Dan rió de una forma algo maniática.

    —Yo también quiero coger a ese cabrón —dijo Fran apretando su puño—. Y mi viejo, más. Por eso el muy listo ha estado desde el mediodía investigando sobre él. Ha descifrado algo sobre la dirección IP del ordenador del que son mandados los mensajes. Por lo visto, los nuevos mensajes son de una dirección diferente, que está camuflada. Pero la de los tres primeros sí que se puede ver.

    Dan abrió los ojos.

    —¿Y a qué esperas para enseñármelo?

    —Míralo tu mismo —Fran alcanzó un portátil encendido y se lo mostró a Dan. Éste tecleó algo, y se encogió de hombros.

    —Es la dirección IP de los portátiles del instituto, ¿y? Ya me lo suponía.

    —¿Ya lo suponías? —se sorprendió Salud—. ¡Eso indica que RedSnake es un alumno!

    —O un profesor —no descartó Fran.

    —O cualquier otro que haya accedido a los ordenadores del instituto. En ese colegio no hay control alguno, cualquier padre, mismamente, pudo coger un portátil disimuladamente en cualquiera de esas absurdas reuniones, y mandar tranquilamente un mensaje desde su casa —sugirió Dan—. Es más; los primeros mensajes fueron enviados a las cuatro de la tarde, más o menos. Y el instituto acaba a las tres.

    Los otros dos asintieron pensativos. ¿Cómo podía ser?

    —Coralio no está de humor para dar particulares hoy —comentó Salud, como sin venir a cuento—. Es normal, se ha enterado de que su mujer, Ana, le es infiel con un compañero de trabajo. Hoy he salido de las clases media hora antes, y, ¿sabéis? Me ha contado algo interesante sobre RedSnake.

    Los dos chicos se callaron. Luego Dan insistió:

    —¿Y bien…?

    —No, sin antes decirme qué haces para sacar esas notas —dijo Salud, guiñando un ojo.

    Dan se irritó bastante. Era tan absurdo que siguiese con el tema, que la sangre casi le hervía al escucharla. Con algo de ímpetu, dijo:

    —¿Qué es lo que quieres? ¿Tener la matrícula de honor? ¡Pues tranquila, que la tendrás!





    OPCIONES:

    A) Dan decide suspender a conciencia el examen para que su media caiga y así Salud consiga la matrícula. Conmovida por el precioso gesto, Salud insiste aún más en ir con Dan.

    B) Dan decide “hacer un trato” a la directora y profesora de matemáticas, Ana. Al contarle que RedSnake es un alumno, ella pide que sea desenmascarado y castigado. Dan asegura que lo hará si cambia el 7 de Salud por un gran 10.

    C) Dan habla con Drake, el otro chico candidato a la matrícula de honor. Intenta amedrentarlo contándole que él es RedSnake y amenazándole de que revelará “su secreto”, a no ser que suspenda el examen a conciencia.
     
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  6.  
    Little Princess

    Little Princess Entusiasta

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    Buenas GalladeLucario! Aquí me paso a comentar, como siempre (que puedo ^^):
    De primeras: Enhorabuena! Cada día te superas más. No he visto ninguna falta (oeeeoeoeoeoeeee xD) Y ME ENCANTA LA HISTORIA! Jajajaja, casi pillan a RedSnake, pero a lo mejor es que lo quería...mmmm no se sabe...
    Mi opinión sobre el siguiente capítulo es chantaje y coacción, o sea, la B.
    Sigue así!! ;) ^^
     
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  7.  
    AndreaHobbes

    AndreaHobbes Iniciado

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    Hola Gallade, pasaba a comentar (a que otra cosa si no XD) Bueno, al igual que Ashley, no he visto ninguna falta de ortografía ni tíldes, bien hecho. Me acabo de leer toda la historia, y por mi opinión, me encanta. La narración es equilibrada con el diálogo y la trama es interesante, estoy supermegaintrigada por lo que va ha suceder. Y al igual que Ashley, mi opción es la B. Sigue así!!! :D
     
  8.  
    Lelouch

    Lelouch Rey del colmillo

    Aries
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    Jejeje, genial, cada día te superas más, tal y como dices tu fuerte es el suspenso y el misterio, la trama me atrapó bastante rápido, sin duda un excelente trabajo, Dan siempre con actitud despreucupada, aunque no puede ocultar su gusto por el misterio, como sea, para mi la única opción a considerar seria la B), pues para mí las otras dos opciones se me hacen un tanto mediocres, a diferencia de la B que continuaría con el misterio.

    Bueno hasta la vista xd
     
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  9.  
    Shani

    Shani Maestre Comentarista empedernido Usuario VIP

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    Me gusta mucho tu historia y me gusta el hecho de que has elegido crear una Historia Interactiva, uno de los géneros de este foro. Espero que los usuarios sigan tu ejemplo y se animen a escribir este tipo de historias. Es bastante entretenido leerlas y elegir como va a seguir, y para el escritor también es entretenido porque tiene que ir pensando en como se desarrollará su historia a partir de cada una de las opciones que dio.
    Y uniéndome a los demás, elijo la opción B. Esto se pone cada vez más interesante :)
     
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  10.  
    DLupus

    DLupus Oficial

    Leo
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    Hi G.L!!!!!!!!!! Bueno, no sé que decir, (prácticamente porque te lo han dicho todo yá XD) Pero, me encanta la trama que le pones, te has ganado un fan de tu historia!! XD Bueno, mi opción es, (como todos) la B. Bueno, espero el cap con impaciencia y te daré el gustito de que encuentres las faltas tú, sí, soy maalooo XD Bueno, xaaaoooo!!!
     
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  11.  
    MrJake

    MrJake Game Master

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    Título:
    (Original) Dan y el misterio de la Serpiente Roja
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Misterio/Suspenso
    Total de capítulos:
    8
     
    Palabras:
    3057
    VOTACIONES CAPÍTULO 2:

    Opción A: 0 votos.

    Opción B: 5 votos.

    Opción C: 0 votos.

    Por unanimidad, opción B.



    CAPÍTULO 3: Dan y el e-mail no usado.

    El chico portaba aquel día una chupa de cuero bastante simplona, pero a la vez elegante. Sus tejanos oscuros estaban arrugados, y con su mirada picaresca miraba a aquella mujer rubia de pelo corto.

    Sin duda, a Daniel Rivas todo aquello le resultaba cuanto menos cómico. Tenía a la directora del centro, Ana, también profesora de matemáticas, comiendo de su mano. Y es que la pobre mujer se limpiaba nerviosa sus gafas, lamentándose de haber dejado pasar a su despacho a aquel irritante muchacho en la única media hora de descanso que tenía, el momento de recreo.

    —Anita —dijo sarcásticamente el enigmático chico, tomando asiento en frente de su interlocutora, sentándose de forma muy maleducada y sacando su teléfono móvil—, que malo es ese RedSnake, ¿eh? Seguro que le ha dado una gran cantidad de problemas a su matrimonio, aunque claro, la culpa es solo suya, ya que usted ha sido la que se veía a escondidas con el de infor… —fue bruscamente interrumpido por un golpe en la mesa que dio la directora.

    —¡Daniel Rivas! —se levantó de golpe, muy irritada— ¡No te consiento que te presentes aquí a decir impertinencias sobre mi vida privada! ¡Lárgate de aquí ahora mismo y…!

    Dan rió y se levantó también, encarando a la directora.

    —Su posición no es precisamente convenientes, Ana —dijo, sonriendo macabramente—. ¿Eres consciente de que ese RedSnake ha escrito esas revelaciones desde un portátil del instituto? ¿Tú sabes la que puede liar la prensa como se entere de esto? Puede ser un alumno, ¡o un profesor! Y las responsabilidades, ¿sabes sobre quién caerían? Sobre la directora del centro, o sea, tú —comenzó a reír como un loco—. La verdad, adoro a ese RedSnake, ¡se ríe de usted poniéndola en evidencia delante de todo el pueblo, revelando sus secretos, y encima va a conseguir que salga perjudicada en su trabajo!

    Ella quedó muda. Poco a poco, se sentó y respiró hondo, buscando una respuesta, respuesta que no encontró.

    —Por eso estoy aquí —dijo, sentándose, Dan, que, mirando su móvil, dijo—. Este RedSnake es alguien con relación al instituto, bien un alumno, bien un profesor, o, no se descarta la posibilidad, un padre. Y, bueno, el tío parece saber a cada momento dónde está cada persona del blog y qué está haciendo. Atención a este mensaje: “Drake, querido, sal de tu casa de una vez, vas a volverte loco encerrado en esas cuatro paredes. Y deja de mirar por la ventana a las niñas, deberías saber que espiándolas no conseguirás nada. De nada”. O este: “Cuidado, Mery, me han dicho que tu novio es muy celoso, como te vea paseando con Fran como te estoy viendo yo, no sé si le haría gracia…” —volvió a reír—. Es un máquina. Pero bueno, ¿cómo sabe donde está cada persona, en cada momento, lo que hace, todo? Algún truco tiene que haber.

    Ana escuchaba atenta.

    —Eso no es todo. Es un hecho que los tres primeros mensajes se escribieron desde el instituto; pero casi a las cuatro. ¿Cómo se explica eso? Se supone que el instituto cierra a las tres. Hombre, sólo unos pocos de los profesores se quedan hasta más tarde, entre ellos la directora —su mirada amenazante lo decía todo— ¿Comprende que todo va en su contra?

    —¿Y qué propones? —dijo ella.

    —Fácil. Yo desenmascaro a este tío antes de que de más problemas, porque sí, porque soy un buen chico, y me caes bien, vaya —sonreía.

    —¿Y a cambio quieres…? —Ana sabía que Dan no actuaría si no era para su propia conveniencia.

    Él se le acercó lentamente, y murmuró.

    —Quiero que le pongas a Salud un 10 en ese examen en el que tiene un 7. Solo eso.

    —¡No puedo cambiar una nota por…! —fue a recriminar ella, pero fue interrumpida.

    —No, no, no, Anita, ¿tengo que recordarte lo que podría pasar? Yo soy un testigo potencial, además, y he visto con mis propios ojos como tú escribías en tu despacho, con un portátil —señaló el portátil del instituto que estaba en su escritorio— en el blog del instituto, y ¡tuve, además, la fortuna de ver tu alias! “No se lo imaginan, señores periodistas, ¡la directora era RedSnake!”. Interesante noticia, ¿no cree? —rió.

    —No serías capaz —dijo ella con ojos entrecerrados.

    —¿Qué no? Póngame a prueba. La verdad, sería una pena dejar caer su reputación así por negarse a cambiar la nota de un triste examen, ¿no cree?

    Ana apretó su puño con fuerza, irritada.

    —Está bien —accedió al fin—. Encuentra antes de que el curso acabe al culpable y le pondré el 10 a Salud. Ahora, márchate.

    Dan estaba feliz de haber manipulado con éxito a esa mujer. Se levantó, y con una cómica reverencia, salió del despacho.



    El chico de chupa de cuero salió con aires victoriosos del despacho de Ana. Afuera le esperaba una chica de pelo rubio y liso, que en cuanto lo vio salir corrió a zarandearlo:

    —¿¡Qué tal!? ¿Ha accedido?

    Dan solo sonrió.

    —Te lo prometí, ¿no?

    Ella comenzó a saltar y a gritar de emoción. Contenta, le dio un beso en la mejilla a Dan.

    —¡Gracias, gracias!

    Dan quedó inmóvil ante el beso. Uno de los pocos besos, si no era el primero, que le daban en la mejilla. Uno de los pocos besos con verdadero cariño. Porque, ¿besos? Si fuese por besos de pasión, había recibido miles, pero solo eso: pura lujuria, pasión. Porque Dan nunca se fijó en las mujeres como personas humanas, como tampoco se fijó en nadie como humanos. Para él, todo el mundo era simples títeres y muñecos que se dejan manipular por otros. Podría decirse que eran juguetes.

    Y los juguetes no pueden amar, ni sentir cariño.

    —Bueno —dijo al fin, sin poder evitar sentirse extraño—, un trato es un trato. Ahora, si te importa, déjame en paz.

    —Ni hablar —dijo ella, agarrándole del brazo. Salud, que niña tan pesada, sólo eso pensaba Dan—. Te ayudaré a descubrir a RedSnake.

    —Pero dijiste que si conseguía que tuvieses la matrícula, me dejarías en paz —se indignó Dan.

    —Y no pienso faltar a mi palabra —ella sonreía—. ¿Tú ves la matrícula de honor por algún lado? ¡No! Porque todavía no la tengo. Y el trato era que si conseguías que tuviese la matrícula, te dejaría; así que hasta que no la tenga, ¡voy contigo!

    Dan se sintió engañado, utilizado, se sintió realmente idiotizado por aquella mocosa. Mocosa que, comenzaba a pensar, no era tan juguete como el resto de la gente.

    —Bueno, detective Rivas —dijo con voz cómica, imitando una voz ronca con bastante deficiencia—. ¿Cuál es nuestro sospechoso?

    Dan suspiró, y comenzó a andar, seguido de la rubia.

    —Sospechoso, ninguno. Pero vamos a conseguir información.

    Se dirigieron al aula de guardia, donde siempre pasaba los recreos el empollón de la clase, el que siempre estaba aislado, el que, al igual que Dan, a penas se relacionaba, pero, a diferencia de éste, él era considerado un completo “friki”.

    —Hola, Drake —saludó Salud.

    El chico alzó su mirada y sus gafas se encontraron con la mirada verde de Salud. Él estudiaba con atención el temario del próximo examen.

    —Drake, queremos hablar contigo sobre algo —miró a Dan—. ¡Venga, Dani, pregúntale!

    —Dan, si no te importa —se quejó él, tomando asiento en frente de Drake.

    El chico se sentía intimidado frente a la mirada acusadora de Dan. Su pelo destartalado y muy negro tapaba su frente y le daba una apariencia algo sucia. Se notaba que su imagen no le importaba; y eso desembocaba en poca autoestima.

    —¿Q-Qué sucede? —preguntó Drake.

    —Tú sabes mucho de informática, ¿verdad? —comenzó Dan. El interrogado se encogió de hombros—. Dime una cosa, ¿es posible hacerse dos cuentas en una misma red social con un solo e-mail?

    Él meditó un poco.

    —Pues, ehm, depende de la red social.

    —Vamos, Drake, hablamos de la web del pueblo, ¡es obvio! —dijo sonriente Salud.

    —Creo que la web del pueblo no lo permite —dijo al fin. Entonces comentó algo con terminología informática que Salud no comprendió en absoluto. Por su parte, Dan pareció entender.

    —En resumen —siguió Dan—, si alguien tiene un perfil en la página web, no puede tener otro, al menos no con el mismo e-mail. ¿Cierto?

    Drake, con cabeza gacha, asintió. Aún seguía extremadamente avergonzado, por su timidez.

    —Y otra cosa —concluyó Dan—, ¿es posible cambiar la hora a la que envías un mensaje en la red social?

    —Bueno, es complicado, pero supongo que se podría hacer. Se podría, por ejemplo, programar el mensaje para que se publique en un lapso de tiempo determinado, pero eso es muy hipotético, muy complicado.

    Dan asintió, y, sin más, se levantó y se fue.

    Salud solo se despidió con un enérgico “¡Ciao!” y lo siguió.



    —¡Eh! —gritaba Salud a un chico que caminaba a lo lejos en el patio de recreo—. ¡Franny!

    Fran, “el macarra pijo”, como se le llamaba por el instituto debido a su comportamiento macarra y a la fortuna de su padre, se volteó y se paró, esperando a que Salud y el chico con chupa de cuero negra se le acercasen.

    Ya junto a él, dijo:

    —¿Habéis descubierto a ese mamón del serpiente roja? —dijo Fran, comenzando a andar nuevamente, ahora acompañado de los otros dos.

    —En eso estamos —dijo Salud—. El detective Rivas procederá a interrogarle —comentó cómicamente.

    Ah, a Dan le irritaba tanto. Un comportamiento tan infantil, que supuestamente debería de dar energía a los que la rodean… pues a él se la quitaba. Tener a esa “Enfermedad”, y no “Salud” como la denominaban todos, pegada a la chepa iba a acabar con su cordura, o lo que es peor, su compañía iba a acabar por gustarle.

    Dejando el tema de Salud, a Dan le resultó curiosa la frase de Fran: “el mamón del serpiente roja”. Serpiente roja… RedSnake. Bonito nombre para el “caso”. El misterio de la serpiente roja, sí.

    —Solo una cosa, ¿cómo hizo tu padre para rastrear la dirección IP del ordenador que envió los mensajes de RedSnake?

    Fran se encogió de hombros.

    —Ni idea. Pregúntale a mi viejo, eso son cosas suyas.

    —De acuerdo —dijo Dan. Y tanto que le preguntaría al padre de Fran.



    Al salir del instituto, Dan caminaba de vuelta a su casa, pensando que la paz por fin había llegado. Se encontraba comprobando algo de la red social con su móvil, y a punto estaba de descubrir algo, cuando su pesadilla volvía para atormentarle.

    ¿Acaso ella era un castigo por algo que Dan había hecho en otra vida…?

    —¡Daaaaaan! —gritó Salud, que corrió hasta acercarse a él, y caminó a su ritmo—. ¿Qué? ¿Descubriste algo?

    Dan ni siquiera la miró. Estaba ensimismado con su tarea de búsqueda en el móvil, así que le contestó sin despegar la mirada de la pantalla.

    —Estaba apunto. Oye, ¿has pensado que este tío puede ser un psicópata? Igual si te metes en sus asuntos te puede hacer daño —comentó muy serio, en un intento de atemorizar a Salud.

    —Bueno, no le tengo miedo. ¡Mientras estés conmigo…! —Dan hizo como el que no escuchó el comentario. No pudo evitar emitir una sonrisa que tuvo que disipar de su cara rápidamente, sin olvidar la tarea del móvil—. Hablando de psicópatas… ¿alguna vez te han hecho el test para saber si piensas como uno? ¿La historia del crimen del cementerio?

    Él negó con la cabeza.

    —Pues te lo hago, ¿vale? Verás, resulta que una mujer fue al entierro de su madre, que había muerto días atrás. Allí, en el entierro, entre los familiares y amigos vio a un hombre joven al que no conocía de nada. Al verlo, la chispa del amor surgió; aquel hombre era perfecto, el hombre de su vida, se enamoró locamente de él. Pasó el entierro y con él varios días, la mujer no volvió a ver al hombre, y no podía quitárselo de la cabeza… a los dos días siguientes, esta chica mató a su propia hermana, sangre de su sangre. ¿Por qué lo hizo? —sonrió—. Si aciertas el motivo, piensas un psicópata. Pero no creo que… —Dan la interrumpió.

    —Esa mujer estaba loca, está claro —contestó—. La obsesión por volver a ver a ese amor platónico que no conocía de nada era tal que ya no dormía, no era capaz de dejar de pensar en él ni un minuto. Y, como no sabía nada de él, pensó que si fue al entierro de la madre de esta… seguramente iría al entierro de la hermana de la misma. Por eso la chica mató a su hermana; porque tenía la esperanza de volver a ver al hombre en el entierro.

    Salud quedó blanca.

    —Esa… es la respuesta correcta —quedó estupefacta.

    Dan rió.

    —A mí me resulta obvio. Supongo que seré un psicópata —y, como si no tuviese importancia alguna, cambió el tema—. Por cierto, ya tengo a un sospechoso.

    Salud olvidó lo del psicópata y miró a Dan, que sonreía mirando su móvil.

    —¿Y cómo lo has descubierto?

    —Bueno, como la he descubierto. Es una chica. ¿Recuerdas lo del e-mail? Bien, sólo hay una chica que supuestamente debería tener un perfil en la página web que no lo tiene. Y si no lo tiene, y debería tenerlo, quiere decir que, quizás, se lo hizo con otra identidad usando su e-mail… por ejemplo, con la identidad de RedSnake.

    —¿Y bien? —preguntó Salud—. ¿Quién es?

    Él sonrió, antes de decir:

    —Tu amiga Mery.



    OPCIONES:

    A) Dan opta por acusar directamente a Mery de ser RedSnake, buscando así que le dé una explicación de porqué no tiene un perfil en la red social de Cala Cobre, cuando debió habérselo hecho en clases de informática.

    B) Dan decide que lo primero es visitar al padre de Fran, buscando saber como hizo para rastrear la dirección IP, sospechando que, sabiéndolo, podrían avanzar en la investigación.

    C) Salud no puede creer que Mery sea RedSnake y, para demostrar su inocencia, manda un mensaje al mismo, estableciendo contacto con él.

    D) Dan sospecha del profesor de informática, el que propuso la iniciativa de la red social, y aprovechó para preguntarle por sus conocimientos de informática, con objeto de avanzar en la investigación.

    Solo recordad dos cosas… primera, vuestras decisiones pueden traer consecuencias a la historia, hasta el punto que pueden llegar a decidir si Dan desenmascara a RedSnake o no. Segunda, una opción puede estar implícita en otra, es decir, a lo mejor al Dan hacer la opción “X” acaba solucionando la duda de la opción “Y”.

    La decisión, siempre es vuestra.
     
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  12.  
    Little Princess

    Little Princess Entusiasta

    Tauro
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    Buenas! Aquí estoy. Comentando. xD

    En primer lugar, esta vez me impresionó Dan con su actitud desvergonzada. Ah, me encanta! Y sabía que Salud no iba a dejarle escapar tan fácilmente ^^.

    Mi frase provisional favorita es:
    Tener a esa “Enfermedad”, y no “Salud” como la denominaban todos, pegada a la chepa iba a acabar con su cordura, o lo que es peor, su compañía iba a acabar por gustarle.

    Me enamoró xD. No he visto ninguna falta.
    Y mi opción, claramente, es la B. (vaya, me gusta esa letra! xD)

    Sigue así, yau revoir!
     
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  13.  
    Ana inukk

    Ana inukk Gurú

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    Hola, rayos que no pude votar en la anterior. Mi opcion elegida es la C, me imagino a la alegre inocentona de "Enfermedad" tratando con el ingenioso y macabro RS... mi frase favorita y que por cierto define muchos de mis pensamientos es:

    "Para él, todo el mundo era simples títeres y muñecos que se dejan manipular por otros. Podría decirse que eran juguetes. Y los juguetes no pueden amar, ni sentir cariño."

    Te molesta si la uso en mi firma (la cambiaria un poco pero tendria la esencia)

    Un Beso, que mueva los cimientos de tus ideas y así te des cuenta de que hay juguetes peligrosos...
     
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  14.  
    MrJake

    MrJake Game Master

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    Es un honor para mí que la uses en tu firma, como si la quieres poner tal cual. Saludor, y gracias por comentar y votar :) GL
     
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  15.  
    Borealis Spiral

    Borealis Spiral Fanático Comentarista destacado

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    Ah, tu historia ha llamdo mi atención por completo. El misterio se desenvuelve muy bien. RedSanke es alguien ingenioso, al igual que Dan, quien definitivamente tiene madera de detective. Sinedo honesta, estoy sumamente interesada en saber quién está detrás del nombre de la serpiente roja, al fin y al cabo, es increíble que sea capza de conocer con claridad los secretos de la gente del pueblo y sus horarios; no obstante, lo que más deseo saber son los motivos detrás de todo. ¿Por qué RedSnake hace todo esto? ¿Qué gana? Al igual que Dan, también lo adoro. Está jugando con cada uno de ellos y estoy seguro de que desde la sombras está gozando la más mínima reacción de las víctimas, tal como otros lectores, Dan y yo las disfrutamos. Ah, ¿no son seres muy interesantes los seres humanos? Sus acciones los hacen mucho más valiosos que simple títeres sin emoción...

    En fin, me he salido del hilo con ideas raras. Me has puesto nerviosa con el recordatorio del final. Mis decisiones traeran consecuencias. Ahora no sé qué opción elegir. Es complicado, quiero que se resuelva todo. Necesito conocer a la serpiente roja más... Creo que es necesario ampliar conocimientos en este tipo de cosas, por lo que mi opción es también la B.

    Hasta otra.
     
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  16.  
    Lelouch

    Lelouch Rey del colmillo

    Aries
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    Bueno no hay mucho que decir, tu historia es fascinante, espero con ansias el siguiente capitulo por ende daré la opcción que me gustó más, la "A" estuve entre esa y la B pero quiero que la trama avance más lento, aún si implica que Dan no resuelva el caso; aunque si no lo hace Salud se pondrá mál y dejará a Dan y todos queremos que terminen juntos (bueno solo yo), como sea talvéz podría cambiar por la......na, la dejo como está, total estoy en desventaja, bueno saludos y espero la conti xd.
     
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  17.  
    MrJake

    MrJake Game Master

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    Título:
    (Original) Dan y el misterio de la Serpiente Roja
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Misterio/Suspenso
    Total de capítulos:
    8
     
    Palabras:
    3482
    Bueno, lo dije en mi estado ayer noche (horario español, claro xD), y aquí cumplo mi promesa: ¡Reanudo “Dan y el misterio de la Serpiente Roja”! Por si no se acuerdan muy bien y no hay ganas de releer los capítulos, brevísimo review:



    Daniel Rivas, llamado por todos Dan, es un chico que vive en un pueblo costero, Cala Cobre. Es un chico extraño y misterioso, antisocial, malhablado, desvergonzado y al que no le importa mucho nada de lo que le rodea.

    Con la creación de una red social en la que participa casi todo el pueblo, RedSnake, un usuario de identidad desconocida, comienza a revelar ciertos secretos y a atormentar a otra gente indicando, como si fuese mago, dónde está cada persona en cada momento, y a veces hasta describiendo cómo iba vestida ésta.

    Los primeros mensajes se escribieron desde un portátil del instituto, luego con seguridad el culpable es un alumno, profesor o padre. Es decir, solo unos pocos del pueblo no están implicados.

    Pero el terror de Dan, que desea descubrir la identidad de Dan por simple admiración y satisfacción personal, comienza cuando Salud, una compañera candidata a la matrícula de honor que por culpa de un mal notable con seguridad la perdería, insiste en acompañarle y “ayudarle” con su empresa. Una cadena de chantajes se sucede: Salud afirma revelarle algo importante y dejar en paz a Dan si éste le ayuda para sacar la matrícula, éste a su vez chantajea a la directora para que cambie el siete de Salud por un diez… siempre y cuando Dan desenmascare al culpable.

    Pero, ¿quién puede ser RedSanke? ¿Cómo hace para saber tantas cosas y tener tantos ojos? Y lo más importante, ¿por qué hace esto?



    Recuerden que aquí la historia avanza según vosotros decidáis. Al final de los capítulos pondré varias opciones y deben elegir una. Llevaré a cabo la más votada. Recuerden, son importantes sus decisiones, pueden cambiar la historia mucho. Para votar, recuerden que deben dejar un comentario al final del cual deben indicar la opción que desean votar.

    Sin más dilación, ¡se reanuda el fic, tras meses!





    VOTACIONES CAPÍTULO 3

    OPCIÓN A: 1

    OPCIÓN B: 2

    OPCIÓN C: 1

    OPCIÓN D: 0

    Es decir, se lleva a cabo la opción B.



    Capítulo 4: Dan y el virus

    El chico meditaba tranquilamente en su silla, frente al escritorio que durante años tuvo la función de ayudarle a “estudiar”, pero la única utilidad que Dan le dio fue la de acumular polvo.

    Le desconcertaba, le desconcertaba y le atraía la forma de actuar de RedSnake. Debía descubrir quién era, solo por el hecho de admirar a alguien que se reía de los demás, que disfrutaba torturando psicológicamente a los demás.

    Decidió, hurgando en su magnífico teléfono móvil, que sería buena idea comprobar si había subido algún nuevo mensaje, si había revelado algún secreto más. Entró, pues, en la red Social del pueblo.

    Casi suelta el móvil de la desesperación al leer con horror la notificación que le apareció en pantalla con tan solo iniciar sesión.

    “Tienes un mensaje privado de Salud Jiménez”.

    Aquella chica comenzaba a ser irritante. Muy irritante. ¿Qué demonios quería ahora?, era lo único que se preguntaba Dan. Para él, era una persona como otra cualquiera que solo estorbaba en su camino hacia RedSnake. Un vulgar títere más sin importancia. Temía que le supusiese un impedimento el tener que cargar con aquella indeseable chica rubia, pero aún más temía el poder llegar a echar de menos temerla.

    A veces, ni él mismo lograba entenderse. Intentar comprender su forma de pensar era algo complicado para sus propias neuronas.

    “¡Mery no pudo hacerse la cuenta en el foro!”, decía el mensaje. Qué bonito, defender a su amiga del alma. La única sospechosa potencial por el momento. “Ella dice que la web no le permitió crear la cuenta. ¡Eso es porque estaba siendo usado desde antes su mail!”

    O tal vez no. ¿Quién le dice que no mintió? La mentira es la más peligrosa arma del ser humano. No son necesarias balas, bombas o cuchillos. Una mentira puede hacer más daño que todo eso. Y usar una mentira es más fácil que manejar una pistola.

    Cerrando y borrando aquel mensaje que ignoró por completo el chico, se dispuso a continuar con lo que pretendía hacer: mirar el subforo de RedSnake. Pero entonces, otra notificación:

    “Tiene un mensaje privado de Salud Jiménez”, decía el banner. Observó con horror cómo la segunda palabra cambiaba y se transformaba en números: “Tienes 2 mensajes privados de Salud Jiménez”. “Tienes 3 mensajes privados de Salud Jiménez”. “Tienes 4 mensajes privados de Salud Jiménez”.

    Un botón, un simple botón fue su salvación. El botón de apagado fue suficiente para relajarle, para sacarse a aquella pesadilla de la cabeza. Él solo quería estar solo, no quería ninguna Watson que dedujese por él quién es o no culpable y que lo acompañase a todos lados, lo llamase a todas horas, lo acosase a cada minuto.

    —Daniel, ¿no tienes hambre? —preguntó una mujer de rostro tranquilo y sereno, la única persona que soportaba Dan, la única cuya presencia era capaz de resistir, con la única con la que toleraba compartir su aire por más tiempo del debido. La única compañía que agradecía tener, aunque no lo mostrase. Su madre—. Si quieres, te preparo algo.

    No es necesario, Carmen —siempre la hubo llamado así. No se sentía capaz de decir la palabra “mamá”, y “madre” ya suponía retroceder a épocas de caballeros de mesa redonda. Entonces, ¿qué mejor que su nombre? Por algo se lo pusieron.

    Por un momento pensó que aquella mujer que le había dado la vida tal vez pudiese aportar un rayo de luz a su investigación.

    —Un momento, Carmen —le dijo, siempre con esa voz carente de emociones, con esa voz misteriosa que no expresaba nada—. Solo una pregunta. ¿Quiénes han perdido su trabajo con el rollo de la empresa que quebró, la del padre de Fran?

    A la madre le encantaba que su hijo hablase con ella. Aunque fuese un simple “¿Qué hay para comer?”, ella se sentía feliz. Conocía como nadie a su hijo, y sabía de sobra que el hecho de que se preocupase por iniciar una conversación era ya una de las formas más directas que tenía de expresar cariño.

    O simplemente lo hacía por sus conveniencias.

    Aunque la madre prefería creer que su hijo la quería. Y no se equivocaba. Tan solo, Dan tenía un concepto del cariño muy distinto al que todos entienden.

    Soportar su presencia sin quejarse es una muestra de cariño para él.

    —Oh, fue un caos —observó ella—. La mitad del pueblo trabajaba ahí, era un lugar donde se conseguía trabajo fácil, aunque no muy bien pagado. El primo de los Jiménez —oír ese apellido erizó el vello de Dan—, la madre de Carlos Fernández, Juan el hermano menor del panadero, Luisa Bermejo —Dan enseguida situó a tal mujer como la madre de Mery—, y así podría enumerarte a tantas personas como estrellas —la exageración tan patética de su madre le hizo recordar por qué solía evitar ese tipo de conversaciones, los chismorreos.

    —Genial —dijo, mientras se levantaba de su silla y salía de la casa, sin siquiera despedirse de “Carmen”.



    Dan tenía dos asuntos pendientes. Uno, averiguar la forma de rastrear la dirección IP que usó el padre de Fran. Dos, asunto que sabía que acabaría llegando a él sin él siquiera buscarlo (aun evitándolo llegaría), era hablar con Salud. No olvidaba que le prometió contarle algo sobre RedSnake que le contó su profesor particular, el marido de la directora del instituto.

    Eso le hizo recordar que estaban a cuatro días del fin del curso y por tanto, del límite de su “trato”. Si no cumplía a tiempo, si no desenmascaraba a RedSnake pronto, Salud no conseguiría su ansiada matrícula de honor, pues Ana, la directora, nunca cambiaría ese infernal siete por el espléndido diez que ella anhelaba.

    Pero, después de todo, ¿y? ¿Qué ganaba Dan ayudando a Salud? Después de todo, él no obtenía nada de aquel trato, pues Salud no iba a despegársele de la chepa ni con esas. Así que, ¿qué más da? Lo iba a descubrir, eso estaba claro. Por curiosidad, no por querer ayudarla. ¡Que la jodan!, pensó. Desenmascaría a RedSnake sin prisas y cuando a él le viniese en gana.

    Aunque por otra parte, sentir el ego de mostrarse como un héroe y quedar por encima de la directora del colegio cumpliendo un trato tan difícil en tan poco tiempo era algo que anhelaba. Por ese motivo iba a cumplir el trato, y no por Salud. O eso pensó. Tal vez era una simple excusa.



    Frente a la mansión del “macarra pijo”, o más correctamente, del padre de éste, se encontraba Dan. Llamó al telefonillo, y la voz del chaval se oyó hablando desde dentro.

    —Te abro, Dan —le dijo Fran, viéndolo desde la acosadora cámara que giraba para enfocar el mejor ángulo del muchacho visitante.

    Dan atravesó la verja y el jardín delantero para entrar a la casa. Le abría la puerta el joven, que ya imaginaba por qué “gozaba” de la presencia del enigmático chico.

    —Mi padre está en el salón —indicó con la mano derecha.

    —Oído cocina —dijo sarcástico Daniel Rivas, caminando sin dirigir una sola mirada a aquel chico, que por el momento, no existía para él. Solo el padre le era útil, y tan solo hasta que aclarase su duda.

    Allí estaba, tomando con tranquilidad un café, con un periódico en mano y vestido con un traje de chaqueta azul marino acompañado de camisa blanca y corbata roja. La persona que había arruinado a medio pueblo por un capricho permanecía relajado y sin preocupaciones.

    En cierto modo, a Dan le era simpático.

    Tomando asiento frente al hombre, éste levantó la vista del diario para preguntar:

    —¿Quién eres? ¿Qué quieres?

    —Nadie especial —dijo el chico, y en seguida sacó el tema que le interesaba—. ¿Cómo rastreó la dirección IP?

    El hombre se extrañó de esa pregunta.

    Oh, Dan lo recordó. No se puede ser tan directo o la gente se exalta. No tuvo eso en cuenta, debió haber empezado una conversación normal e introducir “sutilmente” el punto de interés. En cualquier caso, había otras formas de ganarse su confianza y la información.

    —Es fácil, yo quiero saber quién es ese RedSnake, tú quieres pillarlo, también. Tú sabes algo que yo necesito, yo descubriré a la persona que tú necesitas. ¿Fácil, no? Ahora dime —concluyó tajante—. ¿Cómo?

    El hombre sonrió, dándole un tranquilo sorbo final al café puro que tomaba.

    —Un troyano —explicó—. Tan fácil como eso. Mandar un virus a la cuenta de RedSnake, y cuando él abra su cuenta, se rastrearán el virus recopilará las direcciones desde las que ha accedido.

    Dan enarcó las cejas extrañado.

    —No lo entiendo —dijo.

    —A ver, chico, es un virus, es como una enfermedad —comenzó a explicar hablando en tono infantil, como un padre que le explica a su de dónde salen los niños. El chico cortó de raíz la ridícula e innecesaria explicación.

    —No me refiero a eso. He comprendido perfectamente el funcionamiento —se levantó, y, mientras se marchaba de allí sin un solo adiós, dijo—. Lo que no entiendo es otra cosa.



    Como si nada, caminó con tranquilidad por las calles del bello pueblo, reflexionando, y mirando con pavor su teléfono móvil. Sabía que si lo encendía, millones de mensajes de la Enfermedad que lo atormentaba aparecerían, reclamando su atención y diciéndole quien era y quien no era RedSnake. Irritante.

    Pero, después de todo, quería, por primera vez, comunicarse con ella. Y sabría que tarde o temprano ella lo encontraría, ¿qué más da, entonces? El acoso es inminente, luego cuanto antes empiece, antes acabará.

    Encendió pues el móvil y abrió la red social. Treinta y ocho mensajes privados de la misma persona abordaban y colapsaban su bandeja de entrada.

    Ella sí que era un virus, y no los troyanos. Y todo para decir en cada mensaje “Mery no ha sido”, “Dan, Dan, Dan, Dani, Daniel”, “RedSnake es otro”, y tonterías semejantes. Desde luego, lograba llamar la atención.

    Se le había olvidado en ese momento que antes pretendió ver si había más publicaciones de la serpiente.

    Efectivamente, había dos mensajes publicados más o menos a la misma hora, minutos después el uno del otro:

    Salud Jiménez, la tercera con mayor media del instituto. Lástima, se va a quedar a las puertas de la matrícula. Pero, ¡vaya!, no está estudiando mucho hoy, y estamos en épocas de exámenes. Deberías dejar de enviarle mensajitos a Daniel Rivas. Es irritante, y a la vez agradable que sintáis tanta admiración por mí. Y, ¡oh! Se me olvidaba. Dan, ¡sigue así, campeón! Vas a conseguir desenmascararme al final. ¿O no? A lo mejor son inútiles todas las pistas que estás acumulando, tío. Suerte.

    Dan alzó el lado izquierdo de su cara. Tenía que conocer a esa persona. Era un jodido crack.

    Pero de inútiles nada. Dan sabía de buena fe que sus sospechas no iban mal encaminadas.

    Leyó el otro mensaje:

    ¡Drake! ¡El segundo con matrícula de honor! “Honor”, el que van a sentir tus profesores mañana cuando vean los papelitos que les he mandado. De nada.

    Eso le hizo meditar. ¿Papelitos? Podía ser lo que él creía, pero era raro en alguien como Drake. Aunque uno nunca sabe lo que puede ocultar una persona. Sin ir más lejos, con seguridad RedSnake era alguien a quien Dan habría catalogado de inútil, ¡y mirad lo que esconde! Una mente retorcida que parece divertirse con fastidiar a la gente.

    Por qué debía ser disfrute, simple gozo, o, ¿qué podía ganar con todo eso nadie?

    Entonces sintió una mano en sus ojos, una respiración en su nuca, y una voz en su oreja. Sensaciones sumamente desagradables para él.

    —¿Quién soy? —dijo con total infantilidad la chica rubia que le cubría los ojos a Daniel.

    Él suspiró. Ahí estaba. Era un catarro. Un maldito catarro.

    —Oh, cuánto bueno por aquí, Salud —dijo con la ironía más brusca que pudo.

    La chica se plantó delante de él con brusquedad, y mirándolo con sus resplandecientes ojos verdes de cerca, dijo creyéndose una actriz de película policíaca:

    —Señor Sherlock Holmes, la agente Watson le asegura que la sospechosa Mery no es culpable.

    —Pero es que nadie le ha pedido la opinión a la agente Watson —le cortó la gracia Dan.

    —Vamos, Dan, ¿qué iba a ganar ella haciendo eso? Además, si es una negada para los ordenadores —aseguró—. Te digo que ya usaban su e-mail desde antes de que ella tratase de hacerse cuenta alguna. De hecho, no tiene ningún perfil en la red, Danny.

    —Si lo que dices es cierto —cosa que aún no aseguraba Dan—, la lista de sospechosos se reduce mucho. Casi con seguridad, el culpable es un alumno. Ni profesor, ni padre. De hecho, es amigo o compañero de clase de Mery.

    —¿Y eso? —se extrañó ella.

    —Piénsalo. Si alguien usó el correo de Mery, para eso tiene que saber cuál es el correo de Mery.

    Ella asintió.

    —Pero, ¿por qué el suyo? —quiso saber la rubia—. Pudo haber usado cualquier otro.

    —Puede que lo eligiese al azar. O simplemente quería despistar. Inculparla a ella —meditó. Por un momento ignoró que hablaba con alguien, creyó estar pensando en voz alta—. Lo que nos lleva a pensar que RedSnake no debería tener muy buena relación con Mery, o tal vez simplemente le guardaba rencor por algo. Lo que reduciría más todavía la lista: el culpable sería algún compañero de clase con poca o mala relación con Mery —miró fijamente a la sonriente Salud, que con su mirada se burlaba de la actitud detectivesca de Dan—. Todo eso, claro, si confiamos en que lo que “Watson” afirma es cierto.

    —Te lo aseguro. Mery no fue —dijo en un tono serio que pocas veces se le oía a la alegre muchacha.

    Entonces Dan miró de nuevo su teléfono. No había más mensajes de RedSnake, pero por el momento no necesitaba nada más. Tenía más o menos una idea de el cómo. Le faltaba el quien, a lo cual se comenzaba a acercar. El problema era el por qué.

    —Oh —dijo el chico, recordando algo—. Me tenías que contar algo sobre RedSnake, ¿no? —ella inclinó su cabeza a un lado—. Me dijiste que si te ayudaba con tu dichosa matrícula, me contarías algo que te contó el marido de la directora sobre RedSnake. Y te ayudé, así que ahora cuéntame eso.

    Ella se extrañó por un momento. Luego pareció recordar y empezó a reír. La mirada picaresca se dibujó en su cara, y Dan casi se desmaya de la impotencia al oír aquellas palabras.

    —Me lo inventé —y guiñó un ojo.



    OPCIONES:

    A) Dan tiene una idea de quién pudo hacerlo, pero no entiende por qué. Por el momento, cree que lo mejor es asegurarse de quién está detrás de RedSnake, y el motivo vendrá junto con su nombre.

    B) Dan tiene una idea de quién pudo hacerlo, pero no entiende por qué. Por el momento, cree que lo mejor es tratar de encontrar un motivo detrás de sus acciones. Conociendo el por qué lo hizo, el nombre del culpable saldrá solo.

    C) Lo mejor es, cree Dan, indagar en qué relación puede existir entre los secretos que ha revelado RedSnake (que son solo tres, más el que aparentemente revelará mañana), por qué inculpa y humilla a esas personas en concreto. Puede que así, hallando la relación entre los secretos, llegue al culpable y al motivo.
     
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  18.  
    Lelouch

    Lelouch Rey del colmillo

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    Bueno, un capítulo corto pero interesante, con un Dan que va enfatizando sus sentimientos hacía Salud (tanto de odio como de empatía), y a la susodicha cada vez más molesta y persistente.
    En cuanto a Mery, no se si fue ella o no, pero algo me dice que si (o no, tal vez no), como sea, no puedo entrar muy a fondo en este caso cuando apenas va empezando.

    Por último, la opción; no quiero que se acabe rápido la historia, pero tampoco quiero que Dan falle en su misión, por lo que elijo la opión B), creo que es la media perfeta entre todas las opciones, saludos XD.
     
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  19.  
    Ana inukk

    Ana inukk Gurú

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    Opción B, así sera más larga la historia...
     
  20.  
    MrJake

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    Título:
    (Original) Dan y el misterio de la Serpiente Roja
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Misterio/Suspenso
    Total de capítulos:
    8
     
    Palabras:
    3739
    A partir de ahora, las decisiones que toméis serán clave para el final. Digamos que son algo más importantes que las anteriores, pues según las decisiones de estos capítulos veréis un final “Bueno”, “Regular”, o “Malo”. A sí que pensad bien, más que nunca, antes de elegir.
    Y una última cosa, veo que les preocupa lo que pueda durar el fic a algunos, no os preocupéis, independientemente de vuestras decisiones no voy a ampliar ni a disminuir la duración del fic; acabará cuando tenga que hacerlo. Pero repito, no se preocupen, pues cuando acabe este fic, haré un Dan 2, con otro caso distinto y los mismos personajes, siguiendo la misma mecánica que éste.

    Ahora sí, capítulo va.

    VOTACIONES CAPÍTULO 4:
    Opción A: 0 votos.
    Opción B: 2 votos.
    Opción C: 0 votos.


    Capítulo 5 — Dan y los chantajes
    Esa mañana, el chico de mirada penetrante y analítica conocido por todos como “Dan” se sentaba en su mesa mirando fijamente a una chica en concreto de su clase, haciendo caso omiso a su profesora de matemáticas que, por ya miedo hacia el chico, no se preocupaba de regañarle.

    —Salud, tía —dijo frustrada la amiga de Salud, Mery, sentada junto a ella—. Tu novio no deja de mirarme.

    Salud rió levemente.

    —¿Qué dices? No es mi novio, tonta —entonces miró a Dan y observó que era cierto. El muchacho no paraba de mirar a Mery, como buscando en ella algo que le dijese “Soy RedSnake” —. Ese tonto sigue sospechando de ti.

    Mery no pudo evitar suspirar.

    —No puedo justificarme después de todo. Si realmente cree que soy RedSnake, en verdad no tengo excusa alguna, puesto que es mi correo el que está usando —agachó la mirada—. Solo me queda vuestra palabra.

    Aunque la distancia era algo considerable, la capacidad de concentración de Daniel Rivas era tal que pudo oír la conversación de susurros de “Enfermedad” y su amiga. Sonriendo pícaramente, cambió su mirada a otro par de chicos que hablaban sentados frente a él, ignorando también las clases de esa pesada profesora de matemáticas.

    —Tío, te noto raro —decía con rostro triste Juanito a su amigo Carlos Fernández.
    El chico al que le habló agachó la cabeza tristemente, y, evitando mirarle directamente, dijo:

    —Nah, no me pasa nada.

    —¿Seguro? —insistió Juan—. Estás muy distante conmigo desde que… bueno, desde que ese RedSnake publicó el mensaje sobre mí.
    Quedó su amigo callado.

    —Ya veo lo que pasa —se notó el desdén en su voz—. Te sientes incómodo con un marica como amigo, ¿es eso?

    —No, tío, eso a mí no me importa, y lo sabes —dijo él, apenado.

    —Claro que a ti no te importa que a mí me gusten los hombres o las mujeres, pero sí que te importa lo que la gente piense de ti por ir conmigo a todas partes, ¿no? Después de todo, la gente es más importante que tu mejor amigo —recriminó irónicamente, conteniendo las lágrimas.

    —Juan—trató de disculparse ante él—, comprende que es un shock muy grande.
    Juan dio un golpe en la mesa que todo el mundo escuchó, y se levantó bruscamente, interrumpiendo la clase y llamando la atención de todos.

    —¡A mí me daría igual lo que la gente pensase de mí por ir contigo si tu fueses lo que fueses! ¡Porque mi amigo eres tú, y la gente me la trae floja, ¿comprendes?! —bajó su tono de voz, percatándose de que estaba dando el espectáculo delante de todos sus compañeros—. Pero supongo que a ti lo que te la trae floja soy yo.

    Y diciendo eso, se levantó y, ignorando las miradas de asombro (algunas eran más bien miradas guasonas) de sus compañeros, se marchó del aula dando un fuerte portazo.
    Luego de eso, la mayoría de los presentes volcó su mirada en Carlos.

    —Tía, ¿por qué tu ex es así? —le preguntó Salud a su amiga Mery—. Pobre Juan, no lo tiene que estar pasando nada bien con este asunto, y ni su mejor amigo le apoya.
    Carlos, mientras, agachaba su cabeza como tratando de esconderse.

    —Sabes que para él las apariencias lo son todo, es un cobarde —comentó con cierta repulsión, mostrando la clara aversión que sentía hacia Carlos—. Le da miedo que hablen mal de él, e ir agarrado de la manita del nuevo “marica” oficial del instituto no ayuda mucho.

    —Pero es su mejor amigo.

    —Sí, y el único amigo de verdad que tiene Juanito es Carlos. Y así le trata, para que veas —comentó con repugnancia.

    Mientras sucedía el espectáculo de Juan, Dan había oído la discusión, y posteriormente, la charla de Salud y Mery. Él se reía de todo aquello. Le resultaban patéticos. Patético Carlos por ser tan frívolo y tratar así a su amigo. Patético Juan por ser tan endeble emocionalmente y haber actuado con esa impulsividad en medio de tanta gente. Patética Mery, por odiar tanto a alguien a quien quiso una vez, siendo ese odio una expresión de su resentimiento por haber sido dejada. Y patética Salud por… bueno, por el hecho de ser Salud.

    Siguiendo con su observación en silencio, cuando la clase volvió a su cauce normal posó su mirada en otro chico, el único, diría él, que permanecía atento a la explicación de la profesora de matemáticas. Aislado del resto, sentado solo y en una esquina, Drake, el empollón de la clase, permanecía nervioso y temblaba.

    Y Dan sabía por qué.

    El espectáculo aún no había acabado, no señor. Dan miró la puerta, y miró su reloj. La clase acabaría pronto, ¿cómo es que los papeles que RedSnake dijo que enviaría no han llegado aún? Tal vez Dan se equivocó al suponer que la receptora de esos papeles era la directora Ana.
    Claro, su ego creció cuando se percató de que no se confundía, pues el conserje abrió la puerta.

    —Eh, Ana —dijo él, algo contrariado, con una carta en sus manos—. Me acabo de dar cuenta de que esto estaba en mi maletín. El sobre dice que es para ti.

    Ana enarcó las cejas y se levantó, sosteniendo el sobre en sus manos.

    —Gracias, gracias —dijo, y el mensajero se marchó.

    Volviendo a sentarse en su mesa de profesor, ella abrió la carta con detenimiento, dejando el sobre sobre la mesa, a la vista de los ávidos ojos de Dan, que con incorporarse discretamente logró leer la escritura bastante grande a ordenador
    “Para la directora. Por cortesía de RedSnake”.

    Dan sonrió, mientras miraba impaciente a Ana. Quería ver si la profesora y directora aclaraba por fin si sus sospechas son ciertas. Por otro lado, observó un momento a Drake. Se mordía los labios, sabía que algo malo le esperaba.

    —D-Drake —dijo bastante enervada la profesora—. Puedes… ¿Puedes salir un momento, por favor?
    Drake se levantó y asintió con lentitud, mientras caminaba hacia la puerta. La profesora lo siguió, saliendo afuera junto con él, advirtiéndole a los alumnos que no formasen escándalo en su ausencia. Por desgracia para Dan, se llevó los papeles que contenía el sobre.
    Así que tocaba esperar a que corriesen los rumores luego para saber si estaba en lo cierto. Después de todo, a veces el cotilleo es útil.

    Se fijó en cómo un chico con peinado moderno y de punta, con un polo negro de manga corta que llevaba estampado un cocodrilo que era el logo de una marca de ropa no precisamente barata, se acercaba a una chica solitaria, aprovechando el hecho de que la profesora no estaba allí.

    —¿Qué haces hoy tan solita? —preguntó, mostrando falsa inocencia, pretendiendo acercarse con motivos claros a la calladita y buena de la clase: Lisa.
    Una chica que tenía todas sus amistades en cursos inferiores. Inocente y muy tímida, era reacia a relacionarse con gente con quien no tenía plena confianza. Y por alguna razón que la mente de Dan no lograba comprender, a los chicos le resultaba sumamente atractiva esa chica.´

    —Siempre voy, uh, sola —ella estaba incómoda, pues le incomodaba que ese chico tratase de flirtear con ella siempre que tenía ocasión. No le interesaba Fran, pero Fran no parecía entender eso.

    Él sonrió pícaramente y siguió tratando de llamar su atención.

    Más patéticos para añadir a la lista de Dan.

    Para él, los escasos doce compañeros que tenía eran todos igual de ridículos. Carlos, Drake, Mery, Juan, Lisa, Fran, Salud y otros más. Y pensar que uno de ellos era probablemente RedSnake, a quien tanto admiraba. Que uno de esos patéticos jóvenes casi seguro estaba de que en verdad ocultaba tras su fachada de persona normal a un maniático insaciable que buscaba… ¿qué buscaba? ¿Diversión? ¿Veía diversión en todo eso? ¿O que ganaba?

    En cualquier caso, la alarma sonó, y eso marcó el inicio del recreo.

    Dan no perdió un segundo: sabía lo que quería hacer en esa pobre media hora, y no se demoraría.

    Lo primero era confirmar el contenido de la carta que RedSnake mandó a Ana, la directora y profesora de matemáticas, y asegurarse de la relación que tenía su contenido con Drake, que era eso que tanto le inquietaba.

    Y para enterarse de esos cotilleos con rapidez, ¿qué era lo más sencillo? Bueno, para Dan era fácil. Tan solo parar un momento quieto, girarse, y…

    —¡Danitito! —gritó correteando Salud, aproximándose a Dan—. ¡¿Te has enterado?!

    Dan sonrió, viendo lo predecible que era aquella chica.

    —Sorpréndeme —dijo con indiferencia.

    —La carta esta que recibió Ana durante la clase, la de RedSnake, ¡contenía montones y montones de chuletas hechas por Drake! De lengua, de matemáticas, de biología… ¡de casi todo, chuletas con su letra!

    Daniel sonrió, era como esperaba. Esos papeles de los que RedSnake advirtió eran obviamente chuletas, papeles donde apuntaba Drake, el “empollón” de la clase todo el temario a estudiar. Copiaba en los exámenes, de ahí sus calificaciones.

    —Al final el empollón no lo era tanto como creíamos. Hacía trampas —afirmó Dan.

    Salud no podía evitar sonreír picarescamente. Algo le resultaba agradable de todo aquello.

    —¿Y a ti qué te alegra? —preguntó Dan, y al instante se arrepintió de haberlo hecho. ¿A él que más le daba? No quería escuchar ñoñerías, sintió ganas de abofetearse a sí mismo por interesarse por ella.

    —Oh, es que… a ver, está mal que me alegre de desgracias ajenas, pero ¡qué demonios Drake se lo buscó! —respiró, y luego dijo con voz muy alta—. ¡Con estas chuletas sacadas a la luz, los profesores no van a ser muy respetuosos con la nota de Drake! Y si su nota cae, eso quiere decir que su matrícula de honor va a ser para ¡mí! —sonrió ampliamente.

    Vaya. Después de todo no valdría la pena haber “pactado” aquel “trato” con Ana, pues iba a recibir Salud la matrícula de todas formas. Pero, ¡un momento!

    —¡Un momento! —se sobresaltó sin motivo aparente Dan—. ¿Podría ser?

    Salud se acariciaba el pelo mirándolo sin entender.

    —Señor Holmes, expréseme sus conclusiones, si es tan amable —pidió cómicamente Salud.
    Dan solo meditaba con la mirada clavada en el suelo. Luego alzó la mirada y miró a Salud fijamente.

    —Tu examen de matemáticas, el del siete, el que arruinaba tu media, ¿lo revisaste? ¿Te fijaste en tus fallos?

    Salud lo miró extrañada.

    —¡Pues claro! ¿Por quién me tomas?

    —¿Y estaba bien corregido? Quiero decir, ¿fue justa Ana? —pidió, exaltado, Dan.

    —Eh, bueno, sí y no. Es cierto que tenía fallos, pero me restó excesiva puntuación por detalles tontos.

    Luego de oír aquello, Dan meditó un momento en silencio, dándole con descaro la espalda a su interlocutora.

    —¿Por qué yo no? —se preguntó a sí mismo, dejando a Salud sin entender su actitud. Aunque bueno, nunca la entendió del todo.

    Entonces miró el reloj. Aún quedaban casi veinte minutos de recreo.

    —Voy a la sala de ordenadores —informó el chico.

    Salud comenzó a caminar agarrándole del brazo, lo cual produjo un fuerte escalofrío en él.

    —Pues voy contigo —dijo ella alegremente.

    Dan repentinamente comenzó a sonrojarse, su corazón empezó a latir con fuerza y su vello se erizó. Instintivamente apartó a Salud de su lado. Ella no se extrañó por aquello, pues acostumbraba a esa actitud de Dan. De lo que no se percató ella era de la reacción del chico, una reacción que ni él mismo se explicaba, ¡por un simple contacto de sus mano en su brazo!

    —Supongo que no vas a alejarte de mí por mucho que te lo pida —dijo tratando de pasar inadvertida la rojez de su rostro.

    —Efectivamente —sonrió la ojos verdes.

    —Pues entonces me ahorraré la saliva.

    Los dos caminaron juntos hacia la sala de ordenadores. Todos los que conocían a Dan de vista, que no eran pocos, se extrañaban de verlo tantas veces en compañía de aquella chica. Muchos afirmaban que los dos tenían una relación, pues ver a Dan acompañado ya era raro, más aún si era repetidas veces con la misma persona. Obvio Dan notaba que los que lo rodeaban pensaban eso, y los miraban extrañados. Y obviamente a él no le importaba, le daba igual. Pero en cierto modo, ¿le gustaba que pensasen eso?

    Su cabeza le daba vueltas. Ese condenado demonio rubio estaba volviéndolo loco, lo estaba haciendo más… “humano”. Y detestaba transformarse en uno más, aunque solo fuese una pequeña parte de él la que se transformaba.

    —¿Y qué vas a hacer? —dijo Salud mientras Dan tecleaba ágilmente.

    —Hackear un poco. El padre de Fran me dio una herramienta que me servirá de mucho: los troyanos —siguió tecleando—. Estuve investigando un poco. Y tengo aquí algún que otro pequeño espía hecho datos —le mostró a Salud algunos discos que sacó de una caja de su mochila.

    —Espías, ¿eh? Me gusta, me siento malota —sonrió ridículamente ella.

    —Si combino lo que he aprendido en este caso sobre informática, solo tendría que rastrear las direcciones IP y mandar los troyanos —Dan hablaba más bien al aire que a Salud.

    —¿Y a quién quieres espiar? ¿Y por qué? ¿Es a RedSnake?

    —Nah, a RedSnake no, ya lo hizo el padre de Fran. Es a los profesores —sonrió malévolamente—. A todos los que pueda— metió uno de los discos mientras el ordenador rastreaba la dirección basándose en los mensajes publicados por los profesores que tenían perfil en la red social.

    Salud miraba aburrida como en la pantalla de aquel aparejo sucedían cosas incomprensibles para ella, saltaban mensajes y banners extraños. Era sin duda asombroso como Dan lucía un experto en lo que hacía con apenas una mala explicación que le dieron de cómo hacerlo. ¿Era acaso un niño prodigio? ¿Superdotado? Sin duda, especial era. Eso estaba claro.

    —RedSnake me da algo de miedo —dijo sin venir muy a cuento Salud—. Parece que solo se fija en determinadas personas… y me preocupa mucho que sepa siempre a dónde voy y como voy vestida. ¿Cómo lo hará?

    —Si te ve por la mañana, no es lógico que te vayas a cambiar de ropa por la tarde —explicó Dan, que metía otro disco en ese instante.

    —Ya, pero, ¿cómo sabe dónde estoy? ¡Porque él supo una vez que iba por el paseo! Y además, ¡también supo que tú ibas a las casas de los “afectados” por sus primeras revelaciones! Dime, ¿cómo explicas eso? ¡Y sabía que yo te ayudaba!

    Dan sacó el segundo disco y procedió a continuar con el proceso.

    —¿Cómo lo hizo, dices? Pudo verte a ti en el paseo, estar cerca ese día. Y yo no andaba muy lejos de ti, podría saber que ibas conmigo cuando…—recordó que aquel día huyó de ella al verla acercarse, y decidió eludir el tema—. En fin, que RedSnake no hace magia, todo tiene una explicación lógica.

    —Pero parece que esté obsesionado con nosotros dos, Dan. Si te fijas, somos los únicos a los que ha dirigido mensajes diciendo cómo íbamos vestidos o dónde estábamos. Sin embargo, no ha contado ningún secreto nuestro. ¿No es raro?

    La observación de su “Wattson” era al menos curiosa. Porque tenía razón: sólo ellos dos fueron nombrados en esos mensajes, y fue a terceras personas a las que atormentó revelando secretos. La pregunta es, y siempre fue, ¿por qué? ¿Por qué esas personas, por qué esos mensajes a ellos? ¿Había algún motivo?

    —Y bueno, ya que estamos hablando de esto, ¿por qué hackeas los ordenadores de los profesores?

    Dan miró seriamente a Salud.

    —Tú sólo prepárate para llorar un poquito ahora —dijo indiferente, mientras salía de la sala al sonido de la sirena que marcaba el fin del recreo, dejando a Salud confusa e inmóvil en la silla donde se encontraba.

    Comenzó la clase de literatura, y todos esperaban ansiosos saber las notas del penúltimo examen del curso, así como la nota final de la asignatura.
    Salud estaba algo asustada por la extraña advertencia de Dan. El profesor repartió los exámenes. Por un momento, Salud cerró los ojos y le pidió a Mery que fuese ella quien mirase su nota. Temía algo malo.

    —Tía, tienes… tienes un seis —dijo con voz entrecortada Mery, quien no daba crédito.

    Pensando que debía ser una broma pesada de su amiga, Salud abrió los ojos y miró su nota. Efectivamente, un gran seis de color rojo adornaba la página. Comenzó a remover el examen poco a poco, pasando sus páginas y leyendo todo el examen. Bruscamente, se incorporó y dijo con voz potente:

    —¡Eduardo, esto es intolerable! —el profesor volteó severamente a mirarla—. ¡Esta nota no es correcta, exijo una segunda corrección!

    Dan, mientras, solo sonreía vagamente mientras apartaba de su vista el examen perfecto que había recibido corregido, con dos dígitos como puntuación.

    —A ver, Salud, ¿en qué no estás de acuerdo? —se preguntó el profesor acudiendo a la mesa de la aludida y oyendo las quejas de ésta—. Ya, está correcta esta pregunta, pero tu expresión en estos párrafos deja mucho que desear.

    —¡Pero —se quejó ella— siempre he escrito igual y nunca se ha quejado de mi expresión!
    Él la miró con rostro apenado.

    —Lo lamento, chica, pero es la realidad. Este examen ha sido de los peores que has hecho en mi asignatura. Al menos, aprobaste.

    Salud no daba crédito, no creía lo que oía, debía ser un mal sueño.

    —Bien, procederé ahora a decir las notas finales de cada uno en literatura —comenzó a decir notas, las que realmente importaban para el futuro académico—. Salud Jiménez —llegó a decir, tras pasar por todos los alumnos anteriores de la lista—. Tienes una buena trayectoria, pero este examen ha sido una caída muy grande. Tienes un sobresaliente en la primera evaluación y un notable alto en la segunda, pero esta bajada en esta evaluación, y teniendo en cuenta que es la más importante, repercutirá en tu nota… un siete, notable bajo. Esa será tu nota final.

    Salud quedó helada, muda, sin palabras. No podía apenas pensar, ¿de qué iba todo eso? ¿Estaban locos o qué? Esa nota era completamente injusta, y pensaba quejarse. Vaya si lo haría.


    El fuerte golpe que Salud dio en la mesa de la directora hizo que ella, que estaba con la cabeza gacha, ocupada en sus cosas, se sobresaltara.

    —¡Eduardo me ha puntuado de una manera que creo que es completa y absolutamente injusta! —dijo con semblante severo e irritado—. Exijo una doble corrección, o algo, ¡pero quiero mi nota justa!

    Ana miró con resignación a la quejica alumna.

    —Yo no puedo hacer mucho por ti —explicó—. Si quieres, puedo pedirle a otros profesores de esta materia que revisen tu examen.

    Al fin alguien entraba en razón. Seguro otro profesor aclararía aquello.

    —Gracias —dijo, ya más relajada Salud, y salió del despacho de la directora.

    Afuera, para su sorpresa, le esperaba alguien.

    —Dan, creo que es la primera vez que me sigues tú a mí y no al revés.

    Dan sonrió pícaramente.

    —No creas que te van a subir la nota por mucho que lo revisen otros profesores. Y acuérdate de mí cuando te den mañana la nota del examen de filosofía. Otra “injusticia”.

    Salud miró con irritación a Dan. ¿Por qué le decía aquello? ¿Era una advertencia, quería mofarse de ella? ¿Una amenaza? Por un momento sospechó de él, pues en el fondo, y nunca lo había pensado antes, Dan se correspondía psicológicamente con RedSnake. ¿Y si el cazador fue todo el tiempo la presa?

    —¿Cómo puedes estar tan seguro de que esto volverá a pasar? —dijo ella.

    —Ya te ha pasado dos veces, y habrá una tercera —comentó Dan, mientras volteaba y comenzaba a andar.

    —Pero —dijo Salud, que correteaba para alcanzar su ritmo— ¡tú ya hablaste con Ana y solucionaste el asunto de mi siete! ¡La chantajeaste! Si encontrabas a RedSnake, me pondría un diez, ese era el trato.

    —Sí, claro. Y así será. Porque Ana, y los demás profesores, te pondrán la nota que mereces en cuanto ese RedSnake deje de escribir para siempre, se borre de la faz del foro. Porque mientras él esté ahí, ellos deben acatar sus órdenes.

    —¿Órdenes? —se extrañó.

    Dan levantó la mitad de sus sonrisa, parando en seco.

    —Yo no he sido el primero en chantajear a Ana.

    —¿¡Estás insinuando que RedSnake está chantajeando a los profesores para que me pongan una nota más baja!? —exclamó ella zarandeándolo levemente.

    —Eso es —dijo él, indiferente—. Por eso mandé los troyanos. Quiero comprobar si lo que digo es verdad, y gracias a los virus podré saber si RedSnake contactó por privado con los profesores. Y te preguntarás, “¿por qué a mí?” —Dan sonrió—. Si te lo dijese, quizá llegases a deducir quién es él. Y aún no está aclarado todo. Así que no tendría gracia revelar nada hasta que todo, absolutamente todo esté claro —volvió a sonreír con malicia—. RedSnake sí que tiene motivos para hacer lo que hace. Y creo que tengo el motivo principal.

    Sin decir más nada, siguió caminando, mientras era atormentado por una Salud que no dejaba de hacer preguntas y exclamar, siendo completamente ignorada por Dan, quien simplemente agarraba su móvil, entraba en la red social y escribía un mensaje privado dirigido a RedSnake:

    Eres una tía lista, pero te tengo casi cazada, guapa. Sólo dame un par de días.




    A Dan le queda analizar “motivos secundarios” para desenmascarar a la serpiente. Para descubrir esos motivos, la clave estaría en:

    A) Los tres primeros mensajes que escribió RedSnake, revelando los secretos de Juanito, el padre de Fran y Ana y el profesor de informática.

    B) Los mensajes en los que parece “espiar” a Salud y a Dan y el porqué de solo referirse a ellos dos en éstos.
     
    Última edición: 13 Agosto 2013
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