Danganronpa Orígenes

Tema en 'Fanfics de Anime y Manga' iniciado por Hygge, 9 Febrero 2018.

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    Hygge

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    Orígenes
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    Para todas las edades
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    Amistad
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1047
    Orígenes
    Era una fría mañana de invierno, y el cielo se encontraba recubierto de un manto grisáceo que distaba de traer buenas noticias. En el hogar de aquel criador y su familia, aquella era la señal que indicaba que una tormenta arribaría muy pronto. Debían ponerse en marcha.

    La familia convivía en una casa de campo hermosa, donde criaban a todos los animales que pudieses llegar a imaginar. Todos los animales formaban parte del modesto hogar, y por ello, vivían sanos y felices, recibiendo el mayor de los cuidados y el amor que jamás podrían imaginar. En días de tormenta como aquel, Gundham Tanaka era el encargado de resguardar del frío y de la lluvia a los animales que estuviesen pastando en el exterior, mientras el resto de la familia se encargaba de hacer espacio para meter en la casa a los que no contasen con un resguardo seguro.

    La familia era consciente del talento innato de su hijo, de cómo los animales le amaban y se amansaban con él, dejándose hacer. Por ello, sabían que no tendría ningún problema en llevar a cabo la tarea, y así fue. En breve Gundham logró recoger a las ovejas, las vacas y a los caballos, llevándolos todos a sus respectivos corrales y establos. Luego hizo lo propio con el resto, con el mayor de los cuidados posibles, y pronto se encontraba cerrando la última cancela, con todo el terreno en el que anteriormente se encontraban esparcidos los animales ahora desierto. Sintió una gota de agua rozar su mejilla, y alzó la mirada al techo, satisfecho por haber hecho su trabajo a tiempo.

    Sin embargo, al entrar en el interior de su hogar, reparó en que la puerta donde se encontraban las casitas de los animales más pequeños se encontraba abierta. Extrañado, se acercó a comprobar que todo fuese en orden, y a simple vista lo parecía. Hasta que se fijó en que en una de ellas, en la que residía un hámster en particular, tenía la rejilla abierta. No se asustó, pues ellos permitían que los animales rondasen a su gusto, sin ser encerrados en ninguna jaula, pero le extrañaba que fuese el único que desease salir con el tiempo que hacía.

    Solo por comprobar que se encontraba bien, comenzó a buscarlo por la casa. Y para su sorpresa, unas pequeñas huellas que a cualquiera le hubiesen pasado desapercibidas en la entrada por lo minúsculas que eran, fueron descubiertas por el criador. Huellas remarcadas en el barro de la entrada, siguiendo cierto camino que pronto la lluvia borraría. Debía darse prisa, comenzaba a preocuparse por el estado de aquel pequeño animal y lo que pudiese ocurrirle.

    Las huellas acababan al pie del tronco de un árbol. Curioso, pensó, pues allí no veía nada. Comenzó a dar vueltas alrededor de aquel árbol, inspeccionándolo minuciosamente, hasta que un leve rastro rojizo en la parte superior del tronco le asustó. Justo allí, cerca de la marca roja, había una hendidura lo suficientemente grande como para que el hámster cupiese. Y en efecto, allí se encontraba. Y estaba herido. Gundham no se lo pensó dos veces, y subió como pudo aquel árbol hasta alcanzar la rama más cercana al agujero. Se asomó, temiendo lo peor en su interior, pero pudo relajar el gesto al ver al diminuto hámster... ya no tan diminuto, pues poseía una tripa bastante llamativa. ¡Oh, claro, aquella era la hámster que estaba preñada! Pero... ¿por qué estaba allí?

    Quizás... ¿quería tener a sus crías en ese lugar? Si no recordaba mal, a algunos de los hámsters los recogió de aquel árbol, cuando su familia y él los encontraron refugiándose del frío, y desde entonces los cuidaron en su hogar. Quizás, por alguna razón, aquel lugar era importante para el animal, pero le preocupaba mucho su estado. Esa sangre... ¿estaría enferma?

    Pero el hámster no le permitía introducir su mano para sacarlo de allí y comprobar su estado, pues tan pronto como lo hacía comenzaba a chillar, adolorida. Y aquello le partió el alma a Gundham. Desde aquel día, se concienció en vigilarla y cuidarla todo el tiempo hasta que sus crías naciesen, y así lo hizo. Permaneció días enteros montando guardia en aquella rama solo con una manta encima, incluso noches, ignorando el frío del exterior, pues aquello, para el extravagante chico, eran debilidades mundanas. No bajó en ningún momento, no podía permitírselo, y fue su familia la que le suministraba alimentos para que no desfalleciera. Se había tomado aquel caso muy personal, y nadie podría sacarle la idea de la cabeza.

    Finalmente, el día llegó, y para cuando abrió sus ojos, tras haberse quedado dormido por un rato, pudo comprobar como cuatro diminutas crías se encontraban arropadas en el calor de su madre, ahora débil por el reciente parto. No pudo evitar sonreír para sus adentros, admirando en silencio a las pequeñas crías con ternura. La madre le miró por unos segundos, entonces. Y el corazón se le encogió en el pecho. Había perdido mucha sangre. Por el brillo en sus profundos ojos negros, sabía que iba a morir.

    Pero sin necesidad de comunicarse en un mismo idioma, lo entendió. El animal lo sabía, sabía que estaba enferma, pero se sentía feliz de saber que Gundham cuidaría mejor que nadie de sus pequeños ahora. Buscó su mirada, tratando de encontrar una afirmación como toda respuesta, y Gundham lo comprendió. Asintió. Ni siquiera se pensó su respuesta.

    El hámster agachó su cabecita, ahora tranquila, y no volvió a levantarla nunca más. El criador observó la escena, admiró a las pequeñas crías, y sintió como el lazo que le unía a ellas era el más grande que había sentido nunca. Con el mayor de los cuidados introdujo su mano, sacando en la palma de su mano sin cerrarla a las diminutas criaturas, y las refugió colocando su otra palma como techo. Las llevaría junto a las otras hámsters hembras que habían tenido crías recientemente, para que pudiesen alimentarse y crecer, porque aquellos pequeños vivirían.

    Vivirían por su madre, y por la promesa que le había hecho. Y desde aquel día, los destinos de los Cuatro Reyes de la Destrucción y Gundham se entrelazaron, y no se llegarían a romper jamás.
     
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    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado

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    Dios, aun a día de hoy sigo llorando con este escrito, te lo prometo por lo que más quiero.

    Es que, chica, lo has hecho super dulce. Osea, yo amo a Gundham, no solo por su shippeo y tal, sino porque es una ternura de hombre. Se quiere hacer el malo y oscuro pero en realidad es un niño muy lindo que demuestra el amor a su manera, tanto con humanos como con animales, sobre todo con animales. La verdad, a lo largo del juego se nota que quiere mucho a sus hámsteres, incluso les confiaría su vida y ver como has imaginado sus orígenes, es realmente precioso.

    Es un relato simple pero lleno de ternura. Logras expresar de una forma muy bonita como el chico es: se da cuenta al instante de la falta de un animal, se sacrifica al máximo por saber que está bien e incluso la madre se da cuenta de que puede confiar en él, porque no es el Ultimate Breeder por nada, él de verdad logra comunicarse con los animales y hacerles saber que están seguros. Por eso los Devas confían en él y lo quieren.

    Ay, niña, que me hiciste muy feliz con este escrito. Fue muy tierno, muy bien narrado, una trama encantadora y sin fallos. ¡No me esperaba nada menos! Me encantó, en serio.

    ¡Sigue así!
     
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