de Dragon Ball - [One shot] No es fácil ser Son Goku

Tema en 'Dragon Ball' iniciado por Gus Rojinegro, 21 Junio 2014.

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    Gus Rojinegro

    Gus Rojinegro Iniciado

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    Título:
    [One shot] No es fácil ser Son Goku
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    Género:
    Acción/Épica
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    La expresión de orgullo y confianza que había estado iluminando el rostro de Son Goku durante toda la jornada, ahora mismo se desvanecía para dar lugar a una mueca incierta, amalgama entre desencanto y resignación. Un gesto de estoicismo ante lo que ya sabía era inevitable. Delante suyo, veía a su hijo, Son Gohan, cayendo abatido al piso, de rodillas, impotente y derrotado, enseñando los dientes mientras su quijada los apretaba, golpeando el piso como si estuviera haciendo una rabieta infantil. Su plan había fallado. Gohan aún no estaba listo, y era probable que jamás lo estuviera. Pero no era con su vástago con quien se sentía decepcionado, sino consigo mismo. Ó mejor dicho, con las circunstancias que siempre parecían irrumpir en su vida. Era una de las tantas ocasiones en las que, aunque él no pudiera darse cuenta cabalmente, le costaba mucho trabajo ser él. Resultaba muy difícil para los demás, incluso para él mismo, poder saber que no era fácil ser Son Goku. Un hombre que siempre debía buscar la mejor parte de sí mismo.

    Pese a que era casi mediodía, repentinamente el firmamento había oscurecido, al igual que lo hubiera hecho durante la más densa noche sin estrellas. El viento helado soplaba fuerte, haciendo sentir al contacto como si la piel estuviera siendo cortada. Destellos de una atípica manifestación de energía hacían resplandecer los alrededores, desterrando momentáneamente el oscuro velo que los envolvía. Sin embargo, la tensión entre todos los presentes no podría ser espantada tan fácilmente. Su atención estaba fija en lo que estaba delante de ellos, en el causante de todas las angustias y sinsabores que habían estado experimentando durante los últimos días.

    El monstruo Cell. La última creación del enloquecido Doctor Gero, quien había concebido la existencia de aquella horrible criatura utilizando y mezclando las células de los mejores peleadores del universo conocido. La quimera había ido evolucionando conforme al paso del tiempo y mientras su ciclo de vida se iba completando, hasta alcanzar su estado de perfección cuando asimiló dentro de su organismo a los Humanos Artificiales Número 17 y 18. En ese momento Cell consiguió su pleno desarrollo, sobrepasando incluso su propósito original, la muerte del mismo Son Goku, para de esa forma convertirse en la criatura viva más poderosa de esa región del universo. Eso, claro, antes de que Son Gohan manifestara a plenitud todos sus poderes.

    El engendro de pesadilla que había puesto en jaque a los más poderosos guerreros, había visto su suerte, de forma por demás humillante, a manos de un chiquillo, un jovencito que había logrado superar incluso los poderes de un super saiyajin, pudiendo con ello alcanzar un nuevo nivel de poderes hasta ahora desconocidos. Algo que aquél monstruo no estaba dispuesto a tolerar, herido en su gigantesco orgullo.

    La misma clase de orgullo, de negligente soberbia, que habia cegado a Gohan, haciéndolo confiar en demasía en sus poderes recién descubiertos y lo habían vuelto incluso arrogante, permitiéndose el descaro de solamente jugar con su oponente, prolongando su agonía, en lugar de acabar con él de una vez por todas, como era el deseo de su padre, a lo que el chiquillo se opuso abiertamente. Aquella penosa situación fue quizás, en parte, producto de su propia inexperiencia y juventud, propias de alguien de su edad. Y es que por ley natural, todos los hijos deberían oponerse a sus padres en algún punto de su vida. Pero el momento para que Gohan se rebelara había llegado de manera por demás inoportuna.

    Así pues, esos instantes de gracia que Gohan concedió a Cell fue todo lo que la quimera necesitó para activar su sistema de autodestrucción, en una acción por demás desesperada, ruin y perversa, que traería la ruina a todo el planeta Tierra. Cell prefería morir y llevarse a todos consigo al otro mundo antes que admitir que él, el organismo más perfecto jamás creado, había sido derrotado por un simple chiquillo. Ahora su cuerpo era una bomba de tiempo, tan solo una masa deforme, expandiéndose como un globo mal inflado, que pronto alcanzaría su estado crítico para desvanecerse en un estallido que haría polvo espacial a todo el planeta. Golpearlo o tratar de moverlo de cualquier forma sólo adelantaría el proceso. En síntesis, al final de todo era Cell quien se estaba saliendo con la suya, a pesar de haber sido abrumadoramente derrotado en el campo de batalla, “Los Juegos de Cell” como él mismo había llamado a todo el montaje melodramático que ideó para su batalla contra los Guerreros Z.

    —¡Es una lástima!— se reía el monstruo plácidamente, burlándose —¡Parece ser que este pobre mundo tuvo que ser sacrificado en esta batalla, después de todo!

    Por su parte, Son Goku observaba al desconsolado Gohan, abatido por no poder enmendar el grave error cometido. Hubiera deseado poder hacer lo mismo que él, poder llorar y caer de rodillas. Pero no podía hacerlo. Y tampoco podía permitirse seguir siendo un simple testigo de aquél acontecimiento y de la postración de su hijo. Resuelto, dio un paso al frente, justo hacia la dirección donde se encontraba Cell. Antes de actuar miró hacia atrás, observando detenidamente los rostros desconcertados de todos sus aliados. Todos ellos habían sido rivales suyos en algún momento, y posteriormente en todos ellos había encontrado un valioso compañero de armas. Ahí estaban todos ellos: Yamcha, Krillin, Ten Shin Han, Piccoro, Vegeta y Trunks. Todos ellos poderosos guerreros que ahora compartían el mismo gesto desahuciado en sus rostros. Ninguno de ellos sabía con certeza lo que pretendía hacer, si bien cuando su mirada se encontró con la de Piccoro encontró en él alguna clase de comprensión, lo que pudo corroborar cuando éste pareció asentir con un movimiento de cabeza. Como el dios protector del planeta Tierra que alguna vez fue, Kami-sama, el alienígena de piel verde entendía a la perfección el sentido del deber que lo conminaba a cuidar de todos los demás. Al paso de los años ambos habían logrado comprender el verdadero significado de la fuerza. “Un hombre fuerte cuida de sí mismo” le había dicho cuando aún era Kami-sama y él se encontraba entrenando bajo su tutela. “Pero los hombres más fuertes son los que cuidan de los demás.” Al ser durante mucho tiempo el hombre más fuerte que había, en consecuencia era entonces enorme la cantidad de personas a las que Son Goku debía cuidar. Muchas las personas que podían dormir tranquilamente esta noche y todas las demás gracias a él.

    De ahí venía su afán por siempre superar sus límites y buscar ser fuerte, si bien la mayoría de las personas lo achacaban a su corto entendimiento y al instinto guerrero inherente a todos los de su raza, los temibles saiya-jin. Pensaban que era por esa condición genética lo que lo motivaba a enfocarse sólo en entrenar y ser el más fuerte sólo por orgullo, al igual que el príncipe Vegeta, último vestigio de la monarquía que regía los destinos de aquellos seres ya casi extintos. Se equivocaban. Los demás podían tildarlo de estúpido, simplón, de un descerebrado simio que no era capaz de otra cosa más que pensar en pelear. Y si bien su sencillez le impedía refutárselos, Son Goku no era nada de eso, ni mucho menos ingenuo, o un loco, o cualquier otro peyorativo que pudieran endilgarle. Era, ante todo, un simple hombre en una chistosa pijama roja. Un hombre en búsqueda de un sueño que pudiera considerar como propio. Al igual que tenían el derecho a sangrar, igualmente incluso los héroes tenían el derecho a soñar, ¿ó no?

    —Lo siento mucho— les dijo a todos ellos en su característico tono bonachón —Pero por más que lo pensé, no se me ocurrió ninguna otra solución...

    —¿Q-Qué piensas hacer?— preguntó Krillin al instante, pues las palabras de su amigo le sonaban más a una despedida que a una disculpa.

    Krillin había estudiado las artes marciales junto con él, cuando ambos eran jóvenes, bajo el cuidado del Maestro Roshi. Prueba de ello era que ambos vestían la misma clase de pijama roja, o karategi, mejor dicho. Aquél hombre de tan baja estatura, con la cabeza completamente rapada, era lo más cercano que tenía Son Goku a un hermano, por lo que era comprensible su preocupación.

    —G-Goku...— musitó Trunks, el joven que había venido desde el futuro para tratar de prevenir todo lo que estaba ocurriendo en esos precisos momentos.

    Al verlo a los ojos, Son Goku encontró en ellos los de su madre, Bulma, a quien había conocido hace ya tantos años en su hogar en la Montaña Paoz, durante su búsqueda de las Esferas del Dragón. Ninguno de ellos hubiera podido saber entonces toda la aventura épica que desencadenaría aquél impulso juvenil de aquella pícara muchachita. Tanto había pasado desde entonces, y parecía que todo lo había estado preparando para aquél momento en específico.

    —Adiós— se despidió, sonriendo satisfecho con aquél pensamiento, en tanto invocaba su técnica especial de teletransporte colocando los dedos índice y medio de su mano derecha sobre su frente.

    Al instante Son Goku se desvaneció frente a sus ojos, convirtiéndose tan sólo en un borrón que aparecería enseguida justo enfrente de Cell, que para entonces ya solo era un amasijo deforme que parecía a punto de reventar. No obstante, al momento de su repentina aparición, al astuto monstruo no le costó mucho trabajo adivinar lo que Goku planeaba hacer.

    —¿Qué crees que estás haciendo?— preguntó retóricamente —¡No! ¡Aléjate de mí!

    El saiya-jin vestido de rojo no hizo caso alguno de sus súplicas. Sin dejar de señalarse la frente con sus dedos, colocó su mano izquierda sobre su descomunal barriga, en cuyo interior se gestaban las energías que terminarían por devastarlo todo si es que se le daba la oportunidad. Antes de seguir con sus intenciones, Son Goku dio un último vistazo hacia atrás, mirando detenidamente a su desconcertado hijo, aún de rodillas frente a la criatura que pretendía aniquilar a todos.

    Por algún tiempo albergó la esperanza de que él pudiera tomar su lugar, llegado el momento en que el chiquillo lograra superar sus fuerzas. Ello le había permitido ponerse a soñar, sino que a desvariar un poco. Pensaba que libre de la responsabilidad de cuidar a todos los demás, podría entonces enfocarse en los otros aspectos de su vida que por tanto tiempo había negado, como recuperar el pacífico estilo de vida que poseía antes de conocer a Bulma. Al crecer tan cerca de la Naturaleza, que todo lo proveía, el noble corazón de Son Goku jamás había albergado anhelo o deseo alguno. Al cabo de los años, aquél humilde modo de vivir lo había hecho parecer un demente a los ojos de las otras personas, más afanadas en obtener cosas que para él carecían de importancia. Dinero, poder, fama... nada de eso jamás le había interesado. Pero, de cualquier forma, siempre le había intrigado lo que sería llevar una vida como la de cualquiera de ellos. Sin sentir el peso del mundo entero sobre sus anchos hombros. Encontrar la forma de mentir y poder estar en un hogar que nunca veía, o por lo menos muy rara vez lo hacía. Fue por ello que le había prometido a su esposa que una vez que Cell fuera derrotado, dejaría las luchas de lado y se dedicaría a ser el padre y esposo abnegado que hasta entonces no se le había permitido ser. Incluso había aprendido a manejar para tal efecto, si bien resultaba algo inútil para un hombre que podía volar por los cielos incluso más rápido que cualquier aeronave. Si ese era el caso, hubiera preferido utilizar de nuevo su Nube Voladora para tareas de transporte. Pero su esposa había sido tajante al respecto: “Los hombres no fueron hechos para volar con una nube entre sus rodillas, Goku.” Lo único que lamentaba era tener que romper la promesa que había hecho a aquella dedicada mujer, que pese a todo lo amaba tanto y ya antes lo había visto morir. Mucho más a sabiendas de la nueva vida que llevaba en su vientre, producto de aquella última mágica noche que compartieron juntos, y el saber que no podría conocer a aquél pequeño que aún no llegaba a este mundo le desgarraba su gran corazón como ninguna otra cosa lo había hecho antes.

    Al mirar a Gohan en aquellos últimos, fatídicos instantes, comprendía que, pese a todas sus ilusiones, él nunca sería como él. Eran personas bastante distintas, y por lo tanto resultaba estéril pretender que sus caminos fueran iguales. A Gohan le esperaban otras cosas, cosas grandes quizás, pero jamás podría con la responsabilidad que él llevaba a cuestas, ahora lo sabía. Y también sabía que la muerte no era el final, sino una trancisión hacia algo más. Su camino no terminaría allí. Seguiría entrenando, en su empeño por ser fuerte, y cuidaría a una mayor cantidad de personas que hasta entonces. Por que en aquellos momentos de claridez también pudo comprender que la batalla no terminaría con Cell. No. Habría más como él, criaturas cegadas por sus propios anhelos que buscarían imponerse sobre los demás y jugar con sus vidas a su capricho. Pero él estaría allí para cuando llegaran, listo para enfrentárseles, como siempre lo había hecho, fueran déspotas como el tirano Freezer o monstruos sin corazón como el propio Cell. Y él tendría que ser más fuerte aún. Por todos aquellos que estaban a su cuidado.

    —Por favor, discúlpame con tu madre— dijo entonces a su postrado hijo —Siempre hice las cosas a mi manera y es por eso que ella tuvo que sufrir tantas cosas...

    En su estado, Gohan no alcanzó a comprender el significado de las palabras de su padre, hasta segundos antes de su despedida final.

    —Cuídate mucho, Gohan...

    Fue así que Son Goku y el monstruo Cell se desvanecieron en el aire, con rumbo a la eternidad. Utilizando su técnica de teletransportación, Son Goku podría llevar al monstruo a un remoto lugar donde su muerte no produjera tanto daño. Más que el grito desconsolado que profirió su hijo al darse cuenta de lo sucedido, junto con la pena de todos sus compañeros y amigos. Era algo triste y trágico, pero necesario para salvar a su querido mundo. Nunca como entonces, aquellos que lo conocían supieron que no era fácil ser Son Goku.
     
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  2.  
    K i m c h i

    K i m c h i Gatita mágica Comentarista empedernido

    Acuario
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    Escritor
    La canción fue hermosa, sirvió muy bien de ambientación en tu fic. Sin duda Goku es el Superman del anime, ja. Fue un bonito detalle ponerla acústica, ya que el ritmo es lento, no muy fuerte y evoca el sentimiento de tristeza que Goku, por ser él, quiere ocultar.

    Tu fic, fue hermoso y perfecto para mi. Nunca había leído algo así, por lo general los Song-fic son de una extensión corta, pero tú has roto la regla y que bueno que lo has hecho, porque he disfrutado la lectura como no tienes una idea.

    Tu forma de narrar es tan rica que se saborea demasiado, has descrito tan bien que cualquiera puede leerlo, aún sin conocer Dragon Ball, narras y describes todo muy bien. Me gusta en especial el lenguaje tan basto que usas, no te cierras a escribir con lo más común y le da ese toque.

    La había escuchado en algún lado... ¿La Granja? xD Pero amé este frase.

    Además, como incorporas la letra de la canción al fic, haciéndolo parte de él y no solamente poniendo una parte de la letra.

    De tu ortografía no tengo que decir nada.

    Amé este fic y si vuelves a escribir no dudes en invitarme.
     
    Última edición: 22 Junio 2014
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