Kuroshitsuji [One-shot] Juramento de Año Nuevo

Resumen: Ésta era la primera vez que Ciel Phantomhive pasaba un año nuevo solo, con sus apenas once años, aunque en realidad no se encontraba solo del todo. Un mayordomo vestido de negro lo acompañaba.
Personajes: Ciel Phantomhive y Sebastian Michaelis.
Advertencia: Angst.
Tipo: One-Shot.
Nota de la autora: El universo, los hechos y los personajes de Kuroshitsuji no me pertenecen, son propiedad de Yana Toboso.

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"La navidad y el año nuevo son épocas donde uno se reencuentra con la familia,​

donde el amor da la bienvenida a un nuevo comienzo,​

donde la transfiguración se hace presente.​

Si no tienes familia, ¿Cómo crees que te sentirás en ésta época del año?​

Más aun cuando también es época de tu cumpleaños"​

Sumiso en recuerdos que se esparcen como suspiros del viento comencé a contemplar el esplendor producido por el fuego. La chimenea en todo su apogeo iluminaba mi habitación, pero para mí todo allí dentro seguía frío y lúgubre como mi fuero interno.

Sólo una bata blanca cubría mi frágil cuerpo y mis pies descalzos descansaban sobre la fina alfombra granate dónde, hace menos de un mes, yo jugaba con una sonrisa y sin preocupación alguna.

El sillón parecía más grande que de costumbre, tal vez porque ese sillón en realidad no me pertenecía, ese sillón no debía ser el contenedor de mi cuerpo en aquel momento. Mis labios se encorvaron al recordar el rostro del hombre al que perteneció ese sillón.

Cansado de observar el fuego, demasiado brillante ante mis ojos, me levante con pesadumbre en el cuerpo y me dirigí a la única ventana situada al lado izquierdo de mi actual cama. Las largas cortinas de seda blanca estaban cerradas, a pesar de que la noche había caído hace bastante horas atrás, por lo que me dispuse a abrirlas, aunque sea un poco, para observar el jardín de la recién reconstruida mansión que me servía de hogar desde hace once años.

Con el ojo izquierdo, el único que se encontraba disponible debido a que el derecho estaba cubierto por una venda, observé que la nieve había cubierto con su manto blanquecino toda la superficie que alguna vez fue verde, pero estaba mejor de esa manera. Los rastros del incendio aún permanecían con sus cenicientos y negros colores en el pasto, la nieve trataba, al igual que todos los que volvieron a encontrarse conmigo luego de mi llegada, de hacerme olvidar algo que no podía arrancarme de la cabeza por mucho que lo quisiera.

—Me pregunto qué día es… —mencione mientras posaba una mano en el cristal de la ventana, sabiendo que nadie podría contestar a mi pregunta, nadie se encontraba allí en ese instante.
—Estamos a minutos del año nuevo, mi joven señor.

Aquella voz me sobresalto e inmediatamente me dí la vuelta con un respingo de miedo subiéndome por la espalda y mil imágenes cruzaron ante mis ojos de nuevo, imágenes cargadas de llamas, sangre, cuerpos y… un demonio que me ofreció la mano con una sonrisa hipnotizante.

—Ah —traté de disimular la impresión y mi respiración volvió a su ritmo normal, mi expresión ser tornó indiferente—. Sólo eres tú.
—En efecto. ¿Espera a alguien más? Porque según tengo entendido pidió que nadie se acercará a la mansión hasta después de las fiestas.
—Es sólo que no me acostumbro a que andes merodeando por aquí.
—Pasaremos bastante tiempo juntos, tarde o temprano se acostumbrará, mi joven señor.

Y ahí estaba él, con una sonrisa ensanchada en su apuesto rostro que parecía tallado a mano en la porcelana más fina de china. Su traje negro como la noche, impecable a simple vista, sus zapatos bien lustrados, su corbata acomodada adecuadamente, su mano izquierda sobre el pecho mostrando el fingido orgullo y lealtad que hacia mí sentía.

Era él en efecto el mayordomo que me acompañaría de ahí en adelante, aquel que cualquier orden mía cumpliría sin rezongar o sin ni siquiera criticar si está bien o está mal. La sombra que permanecería constantemente tras mi pequeño cuerpo, el perro leal que atacaría ante el sonido de mis dedos.

Sebastian Michaelis era y sería mi único fiel aliado. Desde ese mismo instante en que me rescató de la secta donde me habían marcado con el símbolo de una bestia infernal, desde aquel instante en que la negrura de su figura se postró ante mí y me ofreció su lealtad, el hecho de ser la espada que cortaría sin compasión en los ojos a los que humillaron el apellido de los Phantomhive… Desde ese instante él se convirtió en la única persona en que confiaría plenamente para toda la vida. O mejor dicho, para toda la vida que me toque, porque el precio que pagaría era lo único que de verdad valía en mí, lo único que en verdad duraría para siempre: mi alma.

—Ya son las doce —me dijo él, mientras acercaba un carrito con un champagne frío en hielo, ya abierto y espumeante, y una copa de cristal servida con el líquido del mismo.
—No puedo beber eso, aún soy un ni… —me mordí el labio antes de terminar aquella palabra, fue un reflejo de mi inconsciente que me dejo un mal sabor de boca.
—¿Un niño? —Dijo él con un tono de voz petulante, haciendo que mi mal genio aumente—. ¿De verdad es usted un niño? Yo pensé que aquel que había contratado mis servicios era más bien un hombre. Pensé que él tenía tanta determinación que se sentiría todo un hombre en este instante, incluso aunque este pasando solo las fiestas de año nuevo.
—No puedo decir con certeza que soy un hombre —le contesté yo, mientras me acercaba al carrito para agarrar la copa servida—. Pero había olvidado que un niño, ya no soy.

Sin pensar y sin duda alguna bebí todo el contenido de aquella copa de cristal. Era amargo e hizo que mi nariz se llenara de una picazón horrible, el líquido bajo por mi garganta mientras extendía una quemazón que sentía por primera vez en mi vida. Me aclare la garganta mientras hacía gestos de desagrado, con la manga de la bata del brazo izquierdo me limpié los labios y con la otra coloqué la copa en su lugar.

—Feliz año nuevo, mi joven señor.
—En este año nuevo comienza nuestro camino, juntos —le dije mientras lo miraba con determinación y llevaba las dos manos detrás de la nuca para desatar el nudo de la venda—. De ahora en más tú serás mi arma, serás mi poder y mi sombra, acataras cualquier orden mía y cumplirás mi venganza con puño de hierro.
—En efecto, joven señor, le he dejado claro eso desde el comienzo. Y así también cuando nuestro contrato sea finalmente consumado, su alma será el premio otorgado por la lealtad y la fuerza que le estoy ofreciendo.
—Así será.

La venda que cubría mi ojo derecho cayó al suelo sin hacer ruido alguno, debido a su liviana constitución, y mi ojo derecho dejó relucir la bien merecida marca con la que debía cargar, símbolo del contrato entre aquel demonio vestido de mayordomo y yo.

—Esta es una orden Sebastian, este año nuevo marcará el comienzo de mi búsqueda de venganza. Este año nuevo representará el poder que me haz brindado con todo tu ser. Este año nuevo es el que nos une, a ti y a mí, y de hoy en adelante tu lealtad deberá ser totalmente mía.
—Yes, my lord —contestó él, mientras se inclinaba sobre su pierna izquierda y con la cabeza gacha se ponía la mano derecha sobre el cuerpo—. Este servidor suyo sólo existirá de ahora en adelante con un solo propósito, saciar la sed de venganza de Ciel Phantomhive.

Al escuchar esas palabras sonreí. Era la primera sonrisa que concebía después de un largo mes de invierno, en el que perdí a mis padres en un incendio y en el cual fui vendido como esclavo. Era la primera sonrisa del año, y desde el fondo de mi ser pedí que el destino me concediera volver a tener una sonrisa de satisfacción como ésta antes de que culminé el nuevo año, y que el fruto de mi venganza florezca gracias al mayordomo a mi lado.

Después de todo él es sólo un demonio, que también es mayordomo.

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