One-shot de Pokémon - One-shot "El lado oscuro de la pokedex"

Mi primer One-Shot para el concurso pokémon titulado "El lado oscuro de la pokédex" esta es la versión definitiva para bien o para mal, siento si no está a la altura de mis competidores ya que no manejo esta extensión de texto, sin embargo espero que lo disfruten.

Sepelio​

La lluvia se mezclaba con las lágrimas saladas que emanaban de aquella chica cuando miraba fijamente la aberración, cuadro del sinsentido, el rítmico sonido de sus tacones había desaparecido y las risas de sus hermanos se le antojaban lejanas cual leve martilleo en su cabeza, mientras, tras la tapa, sus cuerpos se desvanecían bajo tierra, entre gravilla y dolor siendo testigo del destino.

Todo comenzaría unos días atrás. La brisa recorría una aislada granja victoriana en la cual vivía Roxana con sus tres retoños, acababan de cenar un magnífico puré de calabacín, todos, excepto la hija mayor, que por aquellos días asistía a un concurso de literatura, el orgullo de su madre.

Roxana arropó a David y Alejandro, sus dos benjamines, dándoles un caluroso beso en la frente y para cuando dejó el cuarto estaban sumidos en un gran sueño, entre esas sabanas David ganaba la liga pokémon y su hermano se enfrentaba a villanos cual héroe de acción. Entre platos y ollas pasó los siguientes minutos hasta que algo inesperado ocurrió rompiendo su hasta ahora inalterable monotonía, una luz se proyectó en el cielo provocando una gran explosión, Roxana, se quitó el sudor de la frente y curiosa, calzó sus botas para dirigirse hacia el suceso.

—¿Hay alguien ahí?—preguntó mientras un grupo de murkrows graznaba salvajemente. —¿Hola? —volvió a insistir, sin embargo, no obtuvo respuesta alguna y su nerviosismo le hizo pensar que solo fue un episodio de cansancio.

El viento azotaba curioso, y tres luces se marcarían dentro de su cabeza, asaltándola aquella misma noche, sin dejarle pegar ojo.

—Otra vez ese sueño—Pensaba mientras un largo zumbido interrumpía sus banalidades.

Su mundo se derrumbó en aquel instante, fue al salón buscando un vaso de agua que acallara su seca garganta pero lo que encontró fue grotesco, sus dos hijos blandían sendos cuchillos en mano y con malicia observaban sus movimientos.

—¿qué hacéis? ¡Os haréis daño, dejad eso e iros a dormir!—exclamó la madre nerviosa.

—No, mama…—dijo uno de ellos, taciturno, con la mirada perdida.

El más pequeño, Alejandro, clavó un cuchillo en su madre, ella calló al suelo, recibió dos, tres golpes, los miró con pánico, iba a morir.

—No, no, ¡no! — gritó la madre en su último aliento, su sudor era palpable, con los nervios dio una patada a uno de sus agresores, cogió el cuchillo y se lo clavó en el pecho al siguiente, acto seguido se miró las manos llenas de sangre, las tres luces volvieron a retumbar en su mente—no, no puede ser, no, yo…—Balbuceaba sin sentido, Alejandro yacía desnucado con el canto de una de las mesas y David fallecía unos minutos más tarde agonizando con el filo hundido en su carne, sus músculos se tensaron, su cara languideció de inmediato, comenzó a mecerse en el suelo de la cocina y no saldría ninguna lágrima de ella, sin saber muy bien lo que hacía, todavía aturdida, cogió los cadáveres de sus dos varones y los arrastró hasta el cobertizo, dándose cuenta de que ella no había sufrido ninguna herida aun habiendo sentido el corte en sus entrañas.

—Que he hecho… pero ellos…—En medio de su confusión pudo verlos a los dos sin ningún tipo de arma, asustados esa misma noche, pidiéndole si podían ir a dormir con ella por algún tipo de pesadilla y más tarde suplicando piedad—. Debo morir, dijo sollozando…

Cuando dijo esa última frase aquellas tres luces se acentuaron, malditas e intempestivas… fugazmente comenzaron a repetirse cada vez más rápido, la agudeza de su dolor iba aumentando por segundos, finalmente la sangre decoró las paredes una vez más, sus vasos capilares cedieron, aquel líquido carmesí emanaba de su nariz, de sus ojos y antes de caer muerta en el suelo de paja, una gran fuerza le estampó la cabeza contra una viga de madera, con saña, con ganas, disfrutando la matanza mientras huesos y dientes cedían su corpórea forma; un aparato rojo rebotó desde su bolsillo señalando al techo de la construcción y tras un leve parpadeo, rezó: “Beheeyem, Controla el cerebro del rival con su poder psíquico y manipula los recuerdos. Dicen que se comunica con sus compañeros cuando sus dedos tricolores parpadean.”