[One-shot] Donde debería estar [Sesshoumaru&Kagome]

Jeile puedes odiarme ;-; me retrasé demasiado pero igual aquí estoy con todo mi amor hacia ti <3 para darte este presente de... de... de cariño (?)
Espero que te guste, es un Sessho&Kag, no se me dio muy bien pero bueno .-.

Donde debería estar​

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Todo había pasado tan rápido que aún no era capaz de entrelazar sus pensamientos.
Se hacía tarde e Inuyasha aún no regresaba por lo que el grupo decidió seguir creyendo en el buen sentido del olfato que su amigo poseía para así localizarlos. Se avecinaba tormenta y preferían pasarla a cubierto en alguna casa que en pleno bosque. Pusieron rumbo al norte, siguiendo un camino de carros ya marcado. A medio camino observaron como un riachuelo a su derecha cultivaba una serie de plantas que, tratándolas adecuadamente, podrían convertirse en un gran antídoto contra fuertes venenos. ¿Porque no? Antes de darse cuenta ya se habían parado a recogerlas pues en su largo viaje siempre necesitaban estar preparados para todo; esto lo habían aprendido un par de semanas atrás, cuando se habían encontrado de casualidad con los acompañantes del hermano de Inuyasha. La pequeña Rin estaba sola, teóricamente vigilada por ese pequeño hombrecillo verde fiel sirviente de su amo, quien dormía plácidamente despreocupado de lo que sucedía a su alrededor, recolectando unas hierbas que ayudaban a digerir mejor la comida pesada pues su frágil cuerpo de tan solo ocho años de edad aún no se acostumbraba a todas las cosas que Jaken preparaba. A todos les resultó algo extraño que Sesshoumaru no se encontrara con ellos, sin embargo, los pensamientos de la joven del futuro iban por otro lado. No podía creer cuanto había cambiado ese hombre, la primera vez que lo conoció no le hubiese importado que Inuyasha lo matara pues era frío y cortante como el hielo, personalidad que era bien reflejada por su mirada de desprecio hacia todo ser que se encontrara a su alrededor. Poco a poco sintió como ese carácter fue moldeándose llegando a preocuparse por una niña humana porque si, aunque él no lo aceptase, era preocupación lo que sentía por esa chiquilla que ahora llevaba consigo a todas partes. Solo alguien que lo conociera como ella podría darse cuenta de esos cambios en los pensamientos y también en el corazón de ese youkai a pesar de que su apariencia siguiera siendo igual de hermosa que la del primer día. Definitivamente había veces en las que ese hombre colapsaba sus pensamientos, ocupando todos sus sentidos.
Ya estaban por seguir su camino cuando una extraña luz envolvente se hizo presente al otro lado de esa agua que fluía apaciblemente. Temiendo que algún peligro se avecinase, el grupo optó por camuflarse con el entorno y observar cautelosos la situación. Para su sorpresa, unas serpientes voladoras comenzaron a reunirse en el lugar; para cuando consiguieron enfocar su mirada, dos tórridos amantes se encontraban abrazados, como si sus vidas dependieran en todo momento del calor que el otro profesaba, aun sabiendo que uno de los cuerpos no podía irradiarlo. El monje y la exterminadora abrieron sus ojos como si estos quisieran salir de sus respectivos rostros y sin dejar pasar un segundo voltearon a ver a su compañera; esta simplemente se levantó de su escondite y retomó el camino que una vez emprendieron.
Todo había pasado tan rápido que aún no era capaz de entrelazar sus pensamientos, las imágenes de lo que había visto aún estaban en su mente pero, cómo explicarlo, sus sentimientos no eran los que deberían ser, ¿o sí? No se sentía mal, no tenía ganas de llorar, y si aún recordaba con tanto detalle el hecho es porque se está forzando a recordarlo todo, segundo a segundo.
― Kagome―.
La voz de su compañera y amiga la hizo regresar al mundo real de nuevo.
― Kagome, ¿estás bien? ―.
Ni siquiera sabía cómo responder a esa pregunta, ¿acaso debería estar mal?, si, así es, la teoría es esa, pero la realidad ya es otra.
―Estoy bien Sango―. Dijo mientras sonreía con total normalidad.
―Señorita Kagome, ¿está segura de eso?―. Inquirió por segunda vez el monje, para así cerciorarse del bienestar de su amiga.
―Sí Miroku, Sango, no se preocupen, estoy bien―. Su voz sonaba tan extraña como lo que sentía. ― Quisiera estar sola un momento―.
Siguió caminando adentrándose en el espeso bosque que se encontraba ante ella. Se detuvo un momento sentándose en unas piedras que había en el camino más sus pensamientos no paraban. Inuyasha… Inuyasha y Kikyo… Inuyasha… Kikyo… Un ruido la sacó de sus pensamientos, estaba tan desconcentrada que no había llevado con ella ninguna clase de arma para poder defenderse por lo que estaba a merced de cualquier demonio que se encontrase por el lugar. Decidió retroceder en sus pasos pero tampoco sabía muy bien por donde había venido así que siguió por donde más familiar se le hacía.
Pudo ver una blanca sombra entre los árboles y sin saber cómo su corazón se aceleró.
―Sesshoumaru―.
Sus labios se habían movido solos, la voz salió de sus labios en un susurro que no había pedido permiso a salir y el sonido de esta en sus oídos provocaba el revuelo más grande de su corazón ¿Porque lo había nombrado? Ni ella lo sabía. Cuando quiso darse cuenta ya no había nada en todo el lugar que su vista alcanzaba. De pronto, una bestia la atacó desde la altura, era una especie de tejón gigante de un color blanquecino, esa debía de ser la sombra que vió con anterioridad. La joven comenzó a correr con todas su fuerzas.
―No… No…―. Pensaba mientras de reojo podía ver como el demonio le estaba ganando terreno.
Un terrible traspiés en la fatídica carrera la había puesto a merced del enemigo, cerró fuertemente los ojos como si haciendo eso algún escudo invisible fuera a protegerla.
―Es el fín… Mama, papa, Shouta… Inuyasha…― A pesar de haberlo nombrado fue otra la imagen que vino a su mente, alguien parecido.
El sonido de un peso muerto cayendo la hizo reaccionar. A sus pies yacía el demonio y, justo detrás de ella, a menos de diez centímetros, unos zapatos negros con unas ropas blancas inundaban su visión. Las lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos y su corazón bombeó mucho más rápido por lo que una leve tonalidad rosada cubrió parte de sus mejillas. Levantó la vista despacio y se encontró con unos hermosos ojos que la miraban fríamente.
― ¿Estabas sola? ―. Preguntó con autoridad. ― ¿Dónde está Inuyasha?­―.
― Él no está aquí―. Respondió lo más firme que pudo, enfrentando su mirada. ― Tampoco sé dónde está―.
― Bien―.
El youkai dio media vuelta y regresó por donde había aparecido, cuando estaba por desaparecer, su voz inundó el lugar.
― ¿Piensas quedarte ahí? ―. Kagome no sabía cómo reaccionar ante eso por lo que simplemente se levantó. ―No vendré a salvarte una segunda vez―.
― ¿Salvarme? ―. Los ojos de la muchacha se abrían más y más conforme su corazón aceleraba si cabía su ritmo. ― Vino a… salvarme…―.
Sesshoumaru siguió su camino y un impulso hizo que Kagome lo siguiera.
― No te confundas ―. La fuerte voz volvió a cautivar los oídos de la joven humana. ―Rin me lo pidió ―.
― Sí―. Una enorme sonrisa inundó su cara mientras apresuraba su paso para estar más cerca de él. No sabía que era lo que la impulsaba a hacer eso, no sabía si estaba haciendo lo correcto pero sentía que ahora si estaba donde quería estar.

Fin​

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.-. fue lo mejor que me salió, espero haya sido de tu agrado aunque ni comparación con los hermosos que haces tu (L)
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