Miró a los ojos de su señora, algo raro había en ellos. Frunció el ceño. No era quisquillosa, pero ciertamente el olor a sal no era de sus favoritos, esto pensaba cuando unos cálidos brazos la rodearon por completo, levantándola del suelo. Finalmente nada importaba, pensó. —Borraré esas manchas saladas. —se dijo a sus adentros cuando comenzó a frotar suavemente su rostro con el de su ama. Al cabo de un rato logró hacer desaparecer todas y cada una de ellas, y se entregó al sueño, cerrando los ojos mientras veía aparecer una pequeña sonrisa en el rostro de una de las mujeres más temperamentales de Konoha.