Contenido oculto: Nota Hello~ Me gusta desarrollar mis personajes y sobre Ichirou tengo bastantes cosas claras que podría escribir y de aquí este tema. Siento que su bakchistory dentro de la historia de Nagi en Gakkou puede tener ligeras diferencias relevantes para el Ichirou de Pokézombies, así que... Nada, aquí vamos uwu. Recién se me ocurrió, de momento, asignar un elemento pokémon a cada capitulo. Ejem, a Yáahl , porque la quiero muchito y sí le dan ganas de husmear. A Slam , porque es mi GM y le puedo presumir que es el primer fic del rol uwu Contenido oculto: Heart Heavy Evento: Azafrán, soleado, 15 años. Advertencia: Violencia verbal y física. Dureza Roca Mis pies se turnaron mi peso mientras preparaba los puños delante de mi guardia, mis ojos duros y serios enfrentaban los duros y atemorizantes del matón delante mío. Era mucho más grande, musculoso y, por ende, fuerte; su calva y eso anteojos oscuros, la chaqueta de cuero, todo pegaba bastante bien y era envidiable, no como yo, que por más pendientes y oscuro que usara seguiría pareciendo un palo dentro de un traje que no terminaba de rellenar, más metafórica que literalmente. Sé tronó los dedos y mostró los dientes como un Houndoom rabioso, para luego tirarme el primer puñetazo sin demora, lo esquivé al igual que el segundo y mi rodilla se incrustó entonces en su entrepierna, sin piedad alguna. Perdió el aire de inmediato y el dolor le tensó todo el gesto, cuando se torció sobre sí mismo no perdí el tiempo y le acerté un puñetazo en la cara, con fuerza, el tipo se tocó solo un segundo el rostro afectado y esta vez fue más rápido que yo quien terminó en el suelo con un puñetazo atravesado en la toda la cara. Antes de poder levantarme su voz tosca soltó un "Así que juegas sucio" con clara frustración y rabia, pero no alcanzó a elevar su volumen para soltar ese tono amenazante. Lo dicho, apenas y pude moverme cuando un puntapié me llegó en toda la boca del estomago y ahora era yo quién botó el aire de golpe, cortado, y mis manos se fueron a la zona afectada, pero él no demoró en acertarme otra patada más abajo. Sonrió con algo de sadismo por verme ahí tirado, retorciéndome. —Qué humillante— Y sus patadas me llegaron más y más fuerte mientras escuchaba a otros animar el ambiente con sus gritos casi ferales. Estomago, pecho, vientre, estomago, vientre, estomago—. ¡No necesito jugadas rastreras para dejarte en tu lugar— Su ceño seguía fruncido, pero su sonrisa era amplia y desquiciada, lo que me hizo apretar los dientes con más rabia, razón no le faltaba en lo que decía. Me agarró del cuello de mi camiseta cuando se sentó a horcajadas sobre mi para brindarme un buen par de puñetazos en el rostro—, ¡Eres solo una pequeña mierda que ladra mucho y muerde flojo! ¿No? ¡¿Quién te creías para meterte con nosotros?!— fue entonces que una voz aguda se abrió paso entre la multitud y los feroces ojos cayeron sobre una chiquilla de azabaches cabellos, algunos incluso soltaron sonidos cuanto menos desagradables, por lo que mis ojos no demoraron en abrirse con la mezcla de sorpresa y rechazo. El grandulón también la miró, su pequeño cuerpo no demoró en echarse encima de esos enormes músculos intentando frenar con sus delicadas manos el accionar de ese tipejo. —¡Por favor, detente!— Su voz se escuchaba en extremo preocupada y no pude hacer más que desviar la mirada, furioso, resignado, ese era el peor resultado que me pudo haber tocado. La voz de la chica sonaba angustiada, pero no estaba cerca del llanto. Era muy fuerte a su manera, porque ni siquiera temió en sostener la mirada tras los lentes de sol que tenía el matón—. ¡Lo vas a matar! El chico la miró con rabia, me dio un último puñetazo y se levantó, me propinó una patada y la tomó del cuello de su blusa para acercarse a su rostro con enfado. —¿Tengo cara de querer ir a la cárcel por una mierda como esa? —me apuntó con su mano libre y en respuesta le agarré la pierna apenas pune sentarme clavándole los dedos como pude, mi mirada enfurecida y retadora enfrentó la suya desde abajo, por más magullado que estuviera y por más ridículo que me hiciera ver los golpes. —Ni se te ocurra tocarla— Era una amenaza nacida del más gutural enojo. No tenía las fuerzas, me sería imposible ganarle. Pero mis entrañas no lo entendían y estaban más que listas para destrozarle. Me miró con rabia aún, pero cerró su bocota, un ligero toque de reflexión observé en esos ojos oscuros tras sus lentes. Soltó con brusquedad a Fuyuko, quien no dejó de mirarle con el ceño fruncido, atemorizada, seguro, pero con su fuerza por delante. —Y a ti no se te ocurra jodernos otra vez— Miró a Fuyuko y me volvió a mirar, me levantó del suelo de un solo movimiento al agarrar el cuello de mi camisa y me plantó un puñetazo en la boca del estomago que me hizo toser otra vez, la voz ahogada de la azabache se escuchó aun con sus manitas tapando su boca—, porque sí no la próxima apaleada será la pequeñaja. Un miedo me recorrió todo el cuerpo, me abrió los ojos con impacto y apreté los dientes con fuerza... Esta sería una de mis peores derrotas, cabizbajo asumí sus palabras. —Tenlo por hecho —dije grave y firme. Él me miró con firmeza y luego bramó. —¡Ahora márchate, antes que cambie de opinión! Me soltó con brusquedad y mis piernas temblaron cuando toqué el suelo. —¡Ichirou!— Fuyuko no demoró en socorrerme, mirándome con preocupación. Miré con ojos desafiantes al calvo, manteniendo aun mi ira y dejándole claro que mi orgullo seguía en pie. Que moralmente no me había derrotado, pero tampoco quería seguir ahí por más tiempo, no con Fuyuko. Agarré su muñeca con fuerza, pero de inmediato recordé quién era y aflojé su agarre, nos saqué lo más deprisa que pude de ahí incluso si se me resintiera el torso por cada golpe. Fuyuko miró atrás con preocupación, luego hacia adelante, su otra mano se posó encima de la que tocaba su muñeca, se posó con suavidad y firmeza sobre esa mano que era mía y sentí mi corazón latir con otra adrenalina mientras me encaminaba a un lugar más tranquilo de la ciudad, con mi cara de perro hastiado común. —¿Por qué, Ichirou? —cuestionó con la preocupación por delante, su voz no dejaba de reflejar amor y cariño aun con toda su preocupación encima. Le importaban los otros, los cuidaba y aconsejaba, por más tímida o introvertida que llegara a ser. Seguía las normas, era una buena chica... Era lo que yo rechazaba por mero capricho, por mero rencor. —No te incumbe, Fuyuko —solté sin más y cuando nos sentí fuera de peligro solté su muñeca para llevarme las manos a mis bolsillos, adelantando un poco el paso mientras mi cabeza abrumada decidía a dónde ir. Ella empuñó sus manos sobre su pecho, aun preocupada, pero lo siguiente que hizo fue tomarme del brazo, se aferró a él y se interpuso en mi camino para esconder su rostro en mi hombro. La miré con sorpresa, con el ceño aun fruncido, pero el calor me subió a las mejillas y no supe hacer otra cosa más que desviar la mirada y chasquear la lengua mirando a otro lado. —... Tuve tanto miedo— Su voz tembló—, no quería que nada te pasar, Ichirou— Estaba a punto de romperse—, ¿Por qué? —musitó aun con fuerzas, cuánto odiaba verla así, me hacia enojar, pero nunca con ella. Me enojaba conmigo y mi terca personalidad. Es que... es que... me enojaba tanto. >>¿Por qué te haces esto? No lo aguanté, con el ceño fruncido y serio chasquee otra vez la lengua, saqué mis manos de mis bolsillos y la apreté contra mí en un fuerte abrazo. Me emocioné por dentro, una emoción que hizo latir mi corazón y ella inhaló hondo, pero no demoró en corresponderme el abrazo con la misma fuerza. —Tienes que estar tranquila —dije con calma, la voz en un volumen bajo, grave. Empecé a acariciar su suave cabello mientras mi otro brazo seguía estrechándola contra mi con fuerza. Ella se hundió más en mi cuerpo, mantuve los ojos cerrados desde que la abracé y seguro ella también—. No me pasará nada... nada que no pueda controlar. ¿Estabas seguro, Ichirou? Mis ojos se calmaron, mi agarre solo un poco, miré su cabello y cómo mi mano lo acariciaba. Sentía que tenía un tesoro entre mis brazos, uno que no merecía. Di un suspiro. >>Es una promesa... Silencio... >>Te juro que es una promesa. Y volví a estrecharla de nuevo.