Microrrelato Observado

Observado​

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Esa maldita sensación de ser observado, me corroe lentamente. Al parecer, ni siquiera entre las sábanas protectoras de mi cama puedo estar seguro de miradas furtivas que persiguen a mi ser. Esto me resulta por no decir lo menos, inconcebible. Hago lo inhumanamente imposible para poder hacer un espacio en mi apretada agenda para poder estar solo y dormir, pero alguien tiene la imperdonable osadía de mirarme estando dormido.

Sin embargo, ahora que lo recuerdo, anoche previamente a quedarme dormido me cercioré a cabalidad de que en mi apartamento no se quedara ningún ente viviente. Ni siquiera mi novia tuvo el privilegio de pasar la noche a mi lado. Por lo tanto, si todas las habitaciones de mi hogar estaban vacías ¿Cómo era posible tener tal sensación? Bueno, quizás estoy siendo exagerado y paranoico como es usual en mi persona y todo esto no sea más que una jugarreta mental.

¿Pero si no lo es?

Cabe la posibilidad, para nada imposible de que Josefina haya sido sabido evadir mis precauciones pro soledad y esté ejerciendo su mala costumbre de vigilarme. Siendo sincero, con mi noviecita mi privacidad tiene la cualidad de ser altamente violable. No… Si lo medito, no puede ser que ella esté a mi lado centrando sus ojos azules en mí. Me dijo que no nos veríamos por un tiempo ya que su trabajo se lo impedía.

¿Quién es? ¿Una fantasía?

No quiero abrir mis párpados, en serio que temo hacerlo. Por una parte me asusta que de haber alguien sea un ser desconocido y por otro extremo detesto la idea de saberme miedoso.

Ya, no puedo prolongar más esta agonía. Sea como sea, tarde o temprano me encontraré con una de las dos opciones del pánico. Así que me dispuse a abrir mi mirada al mundo conformado por una cama en la que estoy encima, muebles variados y desorden indeseado.

Ante mí ser atónito y sin aliento se encontraba ella. Sentada a un costado de mi cama con una sonrisa de oreja a oreja me apreciaba. No, eso no era cierto ¿Cómo podía serlo? Su figura, su posición, su todo me hacían no negarla. El pánico me comía por dentro.

— Qué mala educación la suya… ¿Así le enseñaron a tratar a sus personajes de historias? Yo que vengo a recordarle que debe tomar su medicina para que cosas como estas no le perturben… — Con voz suave y tranquila me reprochó.

Sara, un personaje de uno de mis tantos cuentos estaba observándome y recordándome que mis delirios no se habían marchado.