Nueve Epílogo Todo estaba oscuro. ¿Dónde estaba? El suelo estaba frío, podía sentirlo a través de sus pies descalzos. Meció su larga cabellera roja cuando se asomó a la puerta, girando la cabeza para ver a su alrededor. Un raro líquido transparente caía sobre el suelo en diminutas gotas. Si no fuera por las ondas en los charcos o las luces de los coches que las iluminaban, habría jurado que ese líquido era invisible. Asustada y con frío empezó a caminar, tambaleándose, hacia la oscura calle, rodeada de personas cubiertas por paraguas de distintos colores. Un chico de pelo marrón corto oscuro y con gafas, caminaba por uno de los barrios de Tokio, llevando diversas bolsas de la compra. Era un alivio; por fin había acabado de llover. Recordaba con desagrado como se había tenido que esperar en la puerta automática del súper hasta que amainara la tormenta, sólo porque se olvido el paraguas. De repente, al lado de una farola, donde habían varias bolsas de la basura y unas cajas de cartón, algo le llamó la atención: había una chica de unos 10 u 11 años sentada en el suelo, durmiendo tranquilamente, aunque se notaba que titiritaba del frío. El chico, compadeciéndose de la pobre chica, se acercó a ella, se agachó y le agitó los hombros suavemente. –Ey, despierta –dijo. Eso lo repitió varias veces más, pero sin resultado. Lo único que consiguió el chico fue ver un peculiar tatuaje el hombro izquierdo de la chica: 7/9, y debajo de la fracción Sǎn Corporation. Él simplemente pensó que la gente era demasiado rara para hacerse un tatuaje normal o demasiado idiota como para no dejar en paz su propia piel. Pero aun así, esa chica seguía estando allí sola, así que optó por llevársela a casa.