One-shot de Pokémon - Nova chronicles: el legado de sombra

Tema en 'Fanfics Terminados Pokémon' iniciado por MrJake, 4 Julio 2014.

  1.  
    MrJake

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    Escritor
    Título:
    Nova chronicles: el legado de sombra
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Aventura
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    4987
    Fic para la actividad "El Poder del frío".

    Por supuesto, he utilizado la temática de la actividad como perfecta excusa para introducir un one-shot que igualmente pensaba hacer en un futuro.
    Este fic es un spin-off de mi macro-fic "Nova, aventuras en la nueva tierra pokémon", que sucede en una ficticia región, Nova, resultado de la unión de los restos de las cinco regiones principales (Kanto, Johto, Hoen, Sinnoh y Teselia), las cuales sufrieron algún tipo de "colapso" no especificado aún en el que quedaron devastadas y, para evitar que el mundo acabase destruido, Arceus usó su últimas fuerzas para unir los restos en una sola y única región en lo que se conoció como "El Choque".
    El fic original transcurre en una desarrollada Nova a unos mil años después de su creación (después del Choque). No obstante, este fic transcurre en el año 15 d. Ch., aproximadamente, en un escenario muy distinto al que encontramos en el original fic.
    El protagonista de este relato no es ni más ni menos que el principal antagonista de dicho fic. Así, este one-shot sirve como conexión entre el final (aún no escrito) de Nova, aventuras en la nueva tierra pokémon, y al mismo tiempo funciona de precuela del mismo fic. Es una parte fundamental para entender la verdad detrás de Sombra.

    NOTA: Sin embargo, pese a que el fic se aprovecha al máximo si se ha leído el original, como es obvio, no es para nada necesario haberlo hecho. Pueden resultar algo complicados de entender todos los conceptos que utilizo, pero trato de explicarlos desde cero en este One-Shot, y no hace falta tener conocimiento alguno sobre el fic original para entender y disfrutar este fic.

    Dicho esto...


    NOVA CHRONICLES: EL LEGADO DE SOMBRA

    Desperté y abrí mis ojos con dificultad. La cabeza me dolía a horrores, la vista borrosa… yo ya había experimentado antes esta sensación: es lo que se siente cuando uno viaja en el tiempo. Al menos, ahora ya soy más adulto, y parece que no tengo heridas ni he perdido la memoria; un viaje en el tiempo podría provocar desastres en gente más joven.


    Ahora bien, ¿a qué época he vuelto? Todo ha resultado ser un completo fracaso… ¿o quizá no? Mis planes de destruir Nova resultaron en fracaso, pero, ¿quizá esta solución era mejor? ¿Y si he vuelto a mi época… a mi Hoenn?


    Lo mejor era levantarse y examinar dónde me encontraba. Revisé mis bolsillos; aún tenía todas mis pokéball, y dentro de ellas, a mis pokémon.

    Al levantarme, aún aturdido, miré a mi alrededor: solo había nieve y más nieve. Nieve que caía del cielo, nieve en el suelo. Todo era un páramo nevado, ¿por qué?


    Me preguntaba a qué época habría vuelto. Si había sido el pequeño Celebi el que me había llevado a través del tiempo, podría estar en cualquier época y en cualquier lugar.


    Por un momento, miré al cielo; allí, como si fuese un rasguño en el mismo cielo, se podía vislumbrar una especie de corte dimensional. Sin duda, el portal que Celebi había abierto para traerme hasta aquí. Esos endemoniados portales nunca quedan cerrados del todo, por eso no debe el pokémon viajetiempo abusar de su capacidad para abrirlos. Aunque supongo que en mi caso era “necesario”, como bien dijo ese vejestorio, que volviese al pasado. ¿Realmente Celebi me ha traído de vuelta a mi hogar?


    Caminé un poco, aturdido y meditando en todo lo que había hecho durante todo el tiempo que estuve en Nova, arrastrado por el caos que supuso el Choque, ese momento en que el mundo colapsó y las distintas regiones comenzaron a unirse en una sola, formando la Nova que tanto odiaba. En medio de ese caos, fui engullido por uno de esos portales, y acabé en un mundo a unos mil años en el futuro; donde Nova era ya una región consolidada, la única en el mundo. Donde mi Hoenn ya no existía.


    Comprendí todo cuando me di cuenta, al ver algunos árboles sin ni siquiera una mísera hoja. Estaba en el bosque Petalia, o en lo que quedaba de él. En mi bosque. En mi hogar. ¿Qué le habían hecho a mi hogar? Logré llegar al lugar donde solía estar mi poblado, mi pequeño poblado: nada quedaba de él, salvo algunos restos de lo que fueron las casas de mis compañeros.


    Pero entonces, conforme me adentré al lugar, noté que pisé algo blando. Decidí escarbar entre la nieve, y fue entonces cuando vislumbré algo terrible: el cuerpo magullado y mutilado, congelado, de uno de mis compañeros Lumíneos. Como el de él, varios más se encontraban entre la nieve.


    Al fin lo entendí. Era cierto. Mi destino… estaba escrito. Me convertí en un hombre sin escrúpulos y sin compasión, todo por deseo de venganza de un mundo que despreciaba a la naturaleza, un mundo al que odiaba. Deseaba destruirlo todo, sin consecuencias y sin excepciones; nada allí merecía para mí la vida. Pero no me he dado cuenta… de que ese mundo al que fui arrastrado y que casi logro destruir ha sido el mundo que me ha salvado la vida. De haberme quedado aquí, en mi tiempo, habría muerto. El Choque me habría matado, si no lo hacía este frío invernal. Hubiese muerto, como todos ellos.


    ¿Cuántas personas y pokémon quedarían vivos después del Choque, de ese colapso de las cinco regiones que formó Nova? En todo el tiempo que llevo aquí, aún mis facultades para percibir pensamientos no han recibido ninguno, ni humano ni pokémon.


    Me sentí muy solo. Por un momento, abrazado a mí mismo como gesto para contrarrestar el frío que calaba hondo en mis huesos, me arrepentí. Me arrepentí de todo. Maté a personas, torturé y secuestré a pokémon, destrocé bosques y ciudades, manipulé y herí a los que consideré mis hijos… todo por las ansias de destrucción que tenía. Todo porque fui un maldito imbécil. Quién iba a decirme que fui yo mismo el que logró frenarme…


    De repente, una de mis balls tembló, y mi más fiel compañero se dejó ver: Genesect. El verde pokémon, con aspecto de mantis, de cuerpo viscoso y peludo, era el último de su especie, una especie muy longeva.


    —Genesect… —murmuré, al ver cómo me miraba. Yo solo atiné a acariciarle suavemente la cabeza—. Tú y todos los demás… llegué a trataros como herramientas, y aun así, ni siquiera cuestionasteis si estaba haciendo lo correcto, simplemente me apoyasteis sin más.


    El pokémon tipo bicho simplemente giró su cabeza a la derecha. Pude leer sus pensamientos, gracias al entrenamiento al que fui sometido como Lumíneo para crear un Viridian Mind “artificial”, talento que yo mismo desarrollé con el tiempo.

    “Hemos vuelto, ¿eh?”


    Asentí lentamente. Al ver a Genesect, no pude evitar recordar las palabras de ese hombre… “al final, acabarás regresando a Nova. Volverás una vez más a la tierra que tanto odias, volverás al mismo tiempo… porque será eso, o dejar que tu compañero más fiel muera”. ¿Debía creerle? ¿Debía siquiera creer algo de todas las barbaridades que dijo?


    —Caminemos un poco, Genesect. Al menos, busquemos algún lugar para resguardarnos del frío.


    Las cosas que me sucedieron a mi llegada a Nova y los actos que cometí me convirtieron en un monstruo. En alguien oscuro, frío, y sin sentimientos. Alguien frío, sí, tan frío como este nuevo mundo al que yo tanto anhelaba regresar. Un mundo que irremediablemente iba a acabar. Ni yo ni nadie iba a cambiar el curso de la historia: Kanto, Johto, Hoenn, Sinnoh y Teselia iban a unirse en una sola, acabando en el proceso con gran parte de la vida que había en ellas. Todo para dar lugar a una región que las uniría todas para volver a nacer con identidad propia: Nova.


    La maldita Nova… en realidad, seguía estando en ella, pues ya el Choque sucedió, pero probablemente, este era uno de los primeros años después del Choque… y no el año mil.


    Lo que seguía sin comprender era por qué hacía tanto frío en esta zona. ¿También el Choque generó esto?


    Cuando avanzábamos en un páramo en el que nada más que había nieve, me di cuenta de que era incapaz de reconocer nada. Si antes estuve en el Bosque Petalia, debía estar en lo que una vez fue Hoenn, pero tras la destrucción del Choque y la nieve… todo parecía igual. Una tierra yerma, fría, sin vida.


    Pero entonces, lo oí.


    —Ayuda…


    —¿Has oído eso, Genesect?


    El pokémon asintió. ¡Alguien había gemido pidiendo ayuda! Comencé pues a rebuscar entre la nieve, mirando alrededor. Trataba de oír sus pensamientos, pero apenas lo lograba: señal de que su vida se estaba apagando.


    Por un momento me detuve y me dije a mí mismo: “mírate. Has matado a centenares de personas, varias de ellas con tus propias manos. Has destrozado medio mundo por simple odio. Y ahora intentas ayudar a alguien a quien no conoces, ¿realmente te importa su vida lo más mínimo?”.

    Quería intentar creer que la respuesta era un sí, pero lo cierto es que no podía negarlo: me daba igual que quién fuese acabase congelado de por vida. No me interesaba salvarle, pero necesitaba información, necesitaba a alguien que me explicase y confirmase todo lo que ha pasado.


    En el fondo, fue egoísmo.

    ------------------------------------------------

    Logré llegar arrastrando al muchacho, con la ayuda de los poderes psíquicos de Reuniclus, hasta una pequeña cabaña completamente destrozada, pero cuyas tablas de madera aún permitían resguardarse algo del frío. Allí, un pequeño lanzallamas de Genesect bastó para prender un muy agradable fuego con los restos de la cabaña.


    El chico era joven, tendría unos quince años. Su pelo era oscuro, muy oscuro, y su tez era pálida. Se había desmayado y había sufrido una fuerte hipotermia; su salud estaba delicada, además de que llevaba aguantando sin quedarse dormido por varias horas, mostrando una entereza fortísima.


    Lo miré; en sus pensamientos se debatía en una especie de lucha interna, mas poco más podía discernir: las paradojas en las que entra la mente en el estado del sueño son incomprensibles.


    Suspiré, mirando por un momento al horizonte. Era terrible: podía ver el mar… pero un mar congelado completamente. Fue entonces cuando me di cuenta de que el fenómeno del frío no era algo natural: de otra manera, jamás se habría llegado al extremo de quedar el océano congelado.


    Entonces, oí cómo el joven se despertaba.


    —Qué bien que despiertas —le dije, sin dejar de contemplar el mar de hielo que era ahora el océano—. ¿Te encuentras bien?


    El chico miró a un lado y a otro, sin casi prestar atención a mis palabras. Al momento, se levantó, haciendo amago de querer marcharse.


    —¡Eh! ¿Dónde vas? No creo que sea bueno que te vayas a caminar otra vez, estás demasiado débil.


    El otro dijo de forma muy arrogante:


    —Yo soy quien conoce mis propios límites.


    —No diría eso —le comenté—, antes los sobrepasaste, o no habrías quedado desmayado en mitad de la nieve.


    —Permíteme que sea yo el que se preocupe por mí mismo.


    Ese aura que desprendía el muchacho… yo la había sentido antes. Esa forma de hablar, y esa mirada. ¿Acaso era posible…?

    —Es la luz del héroe.


    —¿Eh? —se volteó el chico al oírme, habiéndose alejado algunos pasos ya—. ¿Qué has dicho?


    Yo sonreí.


    —Nada. ¿Me puedes decir tu nombre, por favor?


    —No es de tu incumbencia —el chico era francamente descarado y maleducado.


    —Al menos —dije, levantándome y acercándome a él—, dime qué es lo que ha pasado aquí.


    El chico me miró de reojo, apartando la cara para evitar contacto visual directo.


    —¿Has sobrevivido al Choque, y no sabes qué es lo que ha pasado? ¿Es que no has vivido en tu propia carne todos esos terremotos que produjeron los continentes al moverse?


    —No hablo de eso. Hablo de este frío.


    Agachó la cabeza.


    —Este frío… lo provocan los pokémon legendarios.


    Los pokémon legendarios. Podía imaginarme algo así.


    —¿Podría saber un poco más?


    El joven refunfuñó, realmente tenía ganas de partir de una vez.


    —Los legendarios se descontrolaron cuando sucedió todo lo del Choque. Fue como un corral de gallinas sin el gallo dominante: al perder al que los mantenía en equilibrio, Arceus, que se sumió en un sueño profundo, entraron en un estado de locura: al oeste, los ríos se secaron y los bosques ardían por efecto de Groudon, Moltres, Entei, Reshiram y demás; al norte, Raikou, Zapdos, Rayquaza, Thundurus, Zekrom y otros han sumido la zona en un mar de truenos y vendavales que arrastran hasta grandes escombros; en el centro del nuevo continente, todo está casi inundado, gracias a la ira de Kyogre, Keldeo, o Suicune; al sur, Regirock, Registeel, Regigigas, Terrakion, Landorus, y otros siguen atormentando con terremotos toda la zona, así como torturan las tierras con enormes tormentas de arena. Y por último… —al decir esas últimas palabras, sacó una ball vacía, y me la mostró—, aquí al Este, en lo que hasta hace un tiempo era Hoenn, el frío se ha adueñado de las tierras, y todo por efecto de Regice, Kyurem y… Articuno. Ya he logrado apaciguar a la mayoría, pero el pájaro de hielo es demasiado escurridizo. Ahora, si me permites…


    Sus últimas palabras me hicieron sobresaltarme.


    —¿Tú has calmado a todos los legendarios excepto a Articuno?


    Él sonrió.


    —Más o menos. Cuento con un poco de ayuda, claro. Y a ese Articuno pienso darle caza… y pienso atraparlo —contempló una vez más su pokéball vacía, antes de ponerse a andar.


    Me quedé inmóvil por un momento, analizando a ese chico. Francamente, me costaba leerle la mente; su mente era excepcional, no era como las demás. Sin duda, estaba claro que él era alguien especial. Además de que ese aura que emanaba… estaba claro, era descendiente del héroe. ¿Puede que su hijo directo…?


    Eso me hizo pensar algo. ¡Seré idiota…! ¿¡Cómo era posible!? Yo mismo, nuevamente, he sido el que ha condenado mis planes al fracaso.

    Cuando el mundo entró en colapso, Arceus usó sus últimas fuerzas para salvarlo uniendo sus continentes en uno solo, lo que sería conocido como Nova. El Creador quedó entonces sumido en un profundo sueño, y así, solo un joven que había sido elegido anteriormente por el mismo Arceus sería quien salvaría el mundo de un futuro posible desastre, pues ya Arceus estaba dormido y no podría volver a salvarlo. A ese chico se le conocería como “el Héroe”, poseedor de la “Luz” del Héroe. Dicha luz se fue heredando generación tras generación, haciéndose más débil en el proceso. Así, cuando mis planes de destruir Nova llegaron a su cumbre, las cinco luces menguadas de los descendientes del héroe de la época, unos mil años después de esta época en la que me encuentro, unieron sus fragmentos de luz en una sola, y así lograron que todos mis planes se estropeasen.

    Pero ahora que de nuevo estoy en mi tiempo… me doy cuenta de que yo mismo he salvado a uno de los primeros descendientes del Héroe, probablemente el primero de ellos. ¡Yo le he visto a punto de morir congelado y lo he salvado! Si no hubiese hecho eso, él nunca habría podido tener hijos, pues seguramente moriría, y quizás la luz se hubiese extinguido ahí; y sin la Luz, no habría nadie que me hubiese impedido destrozar Nova.


    ¿Realmente… el flujo del tiempo puede cambiarse, o todo está predeterminado de alguna manera? Lo desconozco.


    La cuestión es que me sentía mal. Me sentía muy mal. Era como algo que me oprimía el pecho. ¿Remordimientos? ¿Tal vez me arrepentía de todo lo que había hecho, o me arrepentía de no haber dejado morir a aquel chico? Con el tiempo había llegado a un punto en el que era incapaz de distinguir mis sentimientos. Me había convertido en alguien… casi sin alma. ¿Quería yo eso? ¿O quería volver a ser como antes, a dejar atrás todo, e intentar vivir en paz en este mundo, mi Hoenn, pese a que nunca vuelva a ser la que una vez fue? La segunda opción se me hacía tan tentadora…


    Si quería vivir en paz acá en este mundo, debía asegurarme de que este frío acababa. Debía ayudar al descendiente del héroe. Quizá era eso por lo que el caprichoso destino me trajo aquí. De otra forma, ¿qué hacer en un mundo inhóspito como este? Luchar o rendirse…


    Mi Hoenn, mi hermosa Hoenn. Ahora está congelada, y la culpa la tiene ese pájaro escurridizo. Así que lo decidí: puede, solo puede, que esta fuese una forma de redimir mis pecados.

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    Cuando me di cuenta, me encontraba siguiendo de cerca al joven de cabellos negros al que creía descendiente del héroe. No quería que fuese consciente de mi presencia, puesto que con total seguridad él me evitaría, y así nunca llegaría a averiguar la ubicación de Articuno.


    Si él pudo con Kyurem y con otros, ¿por qué no iba a poder con Articuno? ¿Necesitaba realmente mi ayuda? En el fondo creo que decidí ir para sentirme mejor conmigo mismo.


    Pasó un tiempo de caminata, hasta que llegamos a lo que parecía una ciudad de edificios ruinosos y consumidos por la nieve. ¿Sería esta la Ciudad Petalia… o al menos, lo que quedaba de ella tras el Choque? Nunca la visité, solo la vi desde el cielo con Skarmory. Ahora que la atravesaba, destrozada, comprendía al fin que esa ciudad, cargada de objetos “antinaturales”, como edificios y demás, aquellas cosas que mi tribu despreciaba, no merecen en ningún caso la destrucción, pues no dejan de ser hogares de personas inocentes. Destrucción que yo anhelaba para toda una región.


    Seguimos caminando, él algo más avanzado que yo, mientras le seguía en las sombras. Sombras, como yo mismo: pues ese es el nombre que yo mismo me había otorgado, esa era la identidad que yo mismo había adoptado: Sombra.


    De repente, en un pequeño lago congelado, el chico se paró, y miró al cielo. Yo le emulé algo alejado, y pude ver cómo el legendario pájaro revoloteaba el lugar enfurecido. Se dejó entonces caer en picado, y el chico logró evitarlo por muy poco.

    Se notaba que aquel pokémon estaba enfadado, fuera de control. ¿Por cuánto tiempo había estado así, me pregunto? ¿Cuánto tiempo hace en esta época en que me encuentro que sucedió el Choque? El pobre Articuno… lleva mucho tiempo sufriendo; podía leerlo en sus pensamientos.


    Entonces, el joven y avezado héroe liberó un Blaziken. Yo, acompañado de Genesect, que estaba dispuesto a aparecer en escena en cuanto fuese necesario, mirábamos cómo sucedía todo ocultos tras un árbol seco.

    El pokémon… estaba tan descontrolado, que pareciese desear destrozarlo todo. Él, sin ayuda, mantenía todo el invernal estado en que estaba sometida la que era mi Hoenn. Su ira se descargaba contra todo aquello que podía; su ira por haber visto destrozarse los mundos, su ira por haber sido testigo de cómo el Creador sacrificaba sus últimas fuerzas. Ahora, solo pensaba en congelarlo todo.


    Un fuerte rayo hielo del pájaro logró congelar la pierna derecha de Blaziken. El entrenador sonrió malévolamente ante aquel gesto.


    —Patada ígnea —dijo con calma cuando Articuno estuvo a punto de arremeter en picado contra el inicial de fuego. Blaziken, así, utilizando su pierna cristalizada e inmóvil como soporte, dio un giro sobre sí mismo y pateó con fuerza al pokémon con su otra pierna envuelta en llamas.


    Articuno salió disparado con el ataque, cayendo al suelo magullado. Pude ver cómo el héroe, sonriente, se acercaba al pájaro, pokéball en mano. Pero entonces… tuve esa sensación.


    —¡…! ¡C-Cuidado! —exclamé, pero ya era tarde. El magullado Articuno se evaporó y dos Articunos más aparecieron de improviso cayendo desde el nublado cielo, golpeando uno fatalmente al joven e hiriendo el otro a Blaziken de gravedad.


    Corrí en auxilio del chico, que se había desmayado por el golpe propinado. Su estado de salud delicado hizo que no soportase semejante ataque. Además, Blaziken parecía no poder ni levantarse…


    Todo parecía predestinado. Ese estilo de combate de Articuno lo había visto yo en la Nova del futuro: utilizar doble equipo antes de atacar y hacer creer a tu rival que una de tus copias es la original.

    Y ahora… con el héroe noqueado y fuera de combate, y su pokémon debilitado, solo yo podía salvar la región. Solo yo podía frenar a Articuno.


    Je. Cruel y caprichoso destino.


    —…Está bien —dije, alzando en mis manos la ball de Skarmory y de Claydol, quienes salieron y se ubicaron, junto a Genesect, frente a mí—. Cuando acabe esta batalla, si logramos vencer a Articuno… repoblaremos y reconstruiremos los pueblos y ciudades destrozados, los bosques arrasados, las tierras yermas. Chicos —musité, mientras agarraba otras tres balls, de las que salían Cofagrigus, Reuniclus y Bisharp—, tras eso, viviremos en paz. En la paz que tanto anhelábamos. Así que lucíos… puede que esta sea nuestra última batalla —miré a mi primer pokémon, mi querido Skarmory—. ¡Skarmory! Pon a salvo al chico, llévalo lejos. Ayúdalo, Reuniclus, llévate a un lugar seguro a Blaziken con ayuda de tu telequinesis.


    Dicho eso, ellos dos se marcharon, cargando con los malheridos luchadores, y yo miré a Articuno.


    —Articuno… es hora de que entres en razón.


    Como si el pájaro me entendiese, él y su copia generada por el doble equipo aletearon majestuosamente, creando tras eso otras dos copias más. Era un cuatro contra cuatro.


    Las tres copias se lanzaron a atacar a Cofagrigus, Claydol y Bisharp. El primero resistía los ataques escondido en su ataúd; el segundo contraatacaba con su doble rayo el rayo hielo de su oponente; y el tercero esquivaba grácilmente mientras trataba de asestarle cortes a su rival.


    Mientras, Genesect miraba al Articuno real, que seguía sin moverse.


    Apoyé mi mano en el hombro de mi compañero insecto. Su piel peluda y áspera se notaba tensa. Estaba nervioso, quería dar lo mejor de sí en esta batalla. Sus ojos rojos miraron con frialdad al rival.


    —Vamos, Genesect —murmuré en voz baja—. A por él.


    Y, repentinamente, él saltó muy alto, y con un lanzallamas que arrojó por su boca trató de golpear a Articuno en el aire. No obstante, el pájaro se cubrió con las alas para evitar sufrir el ataque. Cuando el lanzallamas cesó, el Pokémon arremetió contra Genesect con un golpe aéreo. Mi pokémon logró agarrar el pico de Articuno, siendo así arrastrado por él, hasta que chocaron contra el suelo.


    —No te rindas —susurré.


    Genesect se levantó del suelo, encontrándose con que Articuno cargaba una fuerte ventisca sobre él. Utilizando un ataque Rayo, logró golpear fuertemente al pájaro, que perdió la concentración y tuvo que retroceder.


    Giré para ver qué tal le iba al resto de mis compañeros… y entonces, no pude evitar sorprenderme: ¡los tres estaban tirados en el suelo, debilitados!


    —¿Cómo es posible? —me dije, mientras los regresaba a sus balls. Luego, miré al cielo; las tres copias de Articuno giraban a su alrededor, bombardeando los cuatro con rayos hielo a Genesect—. ¡Genesect! ¡Esquívalos!


    El pobre pokémon bicho esquivaba con dificultad los incesantes ataques, no pudiendo evitar que algún rayo hielo le golpease.


    —Es… demasiado fuerte —murmuré.


    Entonces, las cuatro copias se introdujeron de nuevo en el cuerpo de Articuno, que ganó aún más poder. Temía que Genesect no fuese capaz de derrotarle, así que alcé su ball y dije:


    —¡Genesect, vue…!


    De repente, volteó a mirarme con ojos llenos de emoción. Pude leer sus pensamientos.


    Déjame demostrarte mi poder. Déjame ser útil para el futuro del mundo.


    —Pero… —resignado, agaché mi ball y asentí—. Confío en ti.


    Articuno alzó sus alas en el aire, y se rodeó de un brillo celeste indescriptible. Un fortísimo rayo emanó de esa esfera e impactó en Genesect; era un ataque letal, frío polar. La piel verdosa de Genesect se fue tornando más y más apagada y azulada por el frío que calaba en sus huesos.


    —Genesect, por favor, ten cuidado… —dije, temiendo lo peor. Pero él solo se limitó a incorporarse con dificultad mientras seguía soportando el ataque de Articuno. Con gran valía, saltó, directo a atacar a Articuno —. Es… demasiado fuerte, Genesect.


    Genesect ascendía en su salto, mientras sus extremidades se congelaban. Primero su pierna izquierda comenzó a helarse; luego, su brazo izquierdo fue también pasto del hielo.


    A mitad de su salto, Genesect se rodeó de llamas en lo que era una nitrocarga, con la cual adquirió aún más impulso, pero incluso esas llamas que rodeaban su cuerpo eran insuficientes para derretir el hielo que cubría su cuerpo, que crecía más y más, alcanzando su otra pierna y brazo y comenzando con su cuerpo.


    Finalmente, Genesect logró alcanzar a Articuno, quebrando la esfera helada que le rodeaba y golpeándolo con todas sus fuerzas y con la ayuda de las llamas que le rodeaban. Al final, el pájaro terminó cayendo al suelo, debilitado… y, a los pocos segundos, cayó también Genesect.


    El impacto de mi pokémon contra el suelo hizo que el hielo que cubría sus extremidades se quebrase, rompiéndose así éste y con él, las piernas y brazos del pokémon bicho.


    —Oh, dios mío, Genesect —dije, no pudiendo contener algunas lágrimas en mis ojos. Esto era… ¿tristeza y compasión? ¿Realmente yo… aún conservo buenos sentimientos en el fondo de mi corazón? —. ¡T-Tus brazos! ¡Tus piernas! ¿Por qué lo has hecho?


    Genesect sonrió mientras sus ojos se cerraban poco a poco.


    Yo… quería hacer algo bueno por el mundo. No quería seguir haciendo más daño.


    Seguir haciendo daño. Yo le había obligado a hacer daño, a él y a todos, a tantos otros pokémon y personas. Pero eso se acabó. Ya no más dolor, ya no más destrucción.


    —No te mueras, por favor —le dije, acariciando suavemente su cabeza. Él ya había cerrado sus ojos.


    A mis pies, la pokéball vacía que trajo el chico se encontraba entre la nieve, que poco a poco, se iba derritiendo al haber caído Articuno. Agarré dicha pokéball, y en ella encerré al legendario pokémon de hielo.

    ---------------------------------------------------------

    Cargando con la ayuda de Skarmory y de Reuniclus el cuerpo mutilado y casi inerte de Genesect, mis dos pokémon me indicaron dónde habían dejado al débil entrenador que yo creía descendiente del héroe: en la misma cabaña destrozada donde lo dejé la primera vez, junto al fuego que aún no se extinguía.


    El mar… el hielo que cubría al mar ya estaba resquebrajado, y las primeras olas rompían sobre la arena aún algo cubierta de nieve.

    Miré sonriendo al héroe, que aún dormía, débil y cansado, junto a su Blaziken. Suavemente, coloqué la ball de Articuno en sus bolsillos.


    Tras una última mirada al mar, continué mi marcha, de vuelta al arrasado bosque Petalia.


    —No voy a dejarte morir. Nunca, amigo, nunca —decía mientras caminaba junto a Skarmory y Reuniclus, llevando a Genesect con nosotros. La llama de su vida estaba a punto de apagarse. Y no iba a permitir que eso sucediese.


    Solo había una manera de salvarle, y pensaba hacerlo costase lo que costase. La única forma de hacer que siguiese con vida era reconstruir sus extremidades y sanar su cuerpo herido, aunque eso implicase robotizarle por completo cubriéndolo con una coraza de metal.

    Pero semejante tecnología no iba a poder encontrarla en un lugar desolado como este, donde ya no queda casi nada. Debía volver a la Nova de mil años, donde sabía de buena mano que existía esa tecnología.

    Una vez más, allá encontraría la salvación. Una vez más, el lugar que tanto odié será el lugar que me dará lo que necesito.


    Ese hombre tenía razón… acabaría regresando, por Genesect.


    Maldito destino.

    -------------------------------------------------------------------------------

    Llegando al punto del bosque donde desperté, aún veía el portal del tiempo que me devolvió a esta época, casi cerrado, pero aún visible. Le pedí a Reuniclus que lo abriese con sus poderes psíquicos y a Skarmory que me elevase hasta que pudiese alcanzarlo. Antes de saltar en él yo y mis pokémon, volteé a mirar a mi Hoenn, o lo que quedaba de ella.


    Esto sería una despedida. Puede que para siempre. Pero al menos, estoy tranquilo. Porque ahora sé algo. Ahora sé que, aunque haya intentado destruir Nova mil años en el futuro, dicho mundo puede que nunca haya llegado a vivir tanto tiempo sin mi ayuda. Y ese joven, el descendiente del héroe, habría muerto sin mi ayuda.


    Gracias a mí, el mundo y la Luz del Héroe que tanto deseé erradicar… podrán seguir brillando en un futuro.


    El tiemp. Tan irónico e inamovible, cambiar su curso parece imposible.


    —Con que este es el papel que tenías pensado para mí, ¿eh? Estás jugando conmigo, maldito destino —murmuré, antes de que el portal me engullese a mí y a mis pokémon, rumbo, una vez más, a la Nova de mil años.


    Hasta siempre, Hoenn. Ya no más dolor, ni más destrucción. Genesect podrá vivir gracias a ti, Nova… y eso es algo por lo cual te estaré eternamente agradecido.

    A partir de ahora, seré un ciudadano más de Nova. Cuidaré de Nova. Nova será mi nuevo hogar.


    Ha llegado la hora de empezar desde cero. ¿Quién sabe? Quizá lograse formar una vida normal allá. Quizá encuentre la felicidad.


    Lo que está claro es que el nombre de Sombra ya no será necesario. A partir de ahora, retomaré mi viejo nombre. Y velaré por tratar de frenarme a mí mismo.


    Es irónico saber qué es lo que me espera, qué es lo que debo hacer, saber qué va a suceder. Regresaré a la Nova de mil años, algo antes de mi primera visita a dicha época. Comenzaré una nueva vida… y entonces, mi “yo” de diecinueve años llegará a Nova y comenzará con su plan de destrucción.


    Y yo estaré allí para intentar frenarme. Al fin y al cabo, ese hombre, el tipo que me mandó al pasado otra vez, ya lo hizo. Porque al fin y al cabo, ese hombre… era yo.
     
    Última edición: 4 Julio 2014
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    Salem

    Salem Vieja sabrosa

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    Escritora
    Holis, disculpa la tardanza. xD

    En fin, muchísimas gracias por la responsabilidad y por tu escrito. :3

    Sinceramente me ha encantado. No he leído tu serie de Nova, pero luego de esto seguro la leeré. Me encantó cómo usaste el desafío que se te dio, apartir del apocalipsis en la tierra originado por estos pokémon. Muy realista el fanfic, la narración en primera persona quedó genial. Buena elección del personaje, el villano... Creo que captaste bastante bien la idea de la actividad, pero también le agregaste tu toque, lo que lo hizo aún más especial.

    Hubieron algunos errores técnicos, pero fueron mínimos.

    Calificación: 4/5
     
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