One-shot Nochebuena Entre Píxeles ("Mashup") [Un Regalo Especial]

Tema en 'Fanfics sobre Videojuegos y Visual Novels' iniciado por Luncheon Ticket, 23 Diciembre 2020.

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    Título:
    Nochebuena Entre Píxeles ("Mashup") [Un Regalo Especial]
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Aventura
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    3464
    Es de público conocimiento que cada 24 de diciembre (durante nochebuena, la víspera de navidad) el buen Santa Claus ha de repartir sus obsequios a todos los niños (y no tan niños) bien portados del mundo. Pero hay algo que desconocíamos, y es que aquel entrañable individuo no solo se dedica a entregar los mentados obsequios a los habitantes de este planeta, sino que también es capaz de llevar alegría y felicidad a otros planos, incluyendo (y por más increíble que parezca) el de los videojuegos. Acompañemos entonces en esta aventura al gran Santa y a su fiel compañero, Elfo.



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    Fecha: 24 de diciembre
    Hora: 20:13 PM
    Ubicación: Polo Norte

    Los preparativos están a punto de finalizar. Elfo, un ser de diminuta estatura que viste un llamativo atuendo verde, carga con mucho esfuerzo una enorme bolsa de cuero en color escarlata. Una vez que ha dejado el mítico objeto sobre la parte trasera del trineo, por fin puede limpiarse el sudor de la frente y emitir un suspiro de alivio. Se dio cuenta que desde la parte de adelante provenía una melodía en tono polifónico. Fue hasta allí y se topó con un anciano de aspecto rechoncho, este peculiar personaje lucía una barba esponjosa y blanca, además de que vestía un traje rojo con botas negras.

    —Listo, jefecito —anunció el pequeño ser—. Ya todo está en orden, podemos partir ahora mismo.

    Elfo notó que Santa se hallaba muy concentrado en la partida de su Game Boy, estaba jugando al Tetris. Evidentemente ni había escuchado lo que acababa de decirle. Supuso que era en vano insistir, así que él mismo tomó las riendas, haciendo que los renos tiraran del trineo para despegar y elevarse por los aires. “Ojalá me lo pueda prestar antes de que se les acabe la energía a las pilas”, pensó.

    —Estúpido “palito”, ¿cuándo se dignará a caer? —refunfuñó el viejo, insatisfecho por el hecho de que su estrategia demorase tanto en aplicarse.

    Aquellos “palitos” son como los deudores. Cuando más los necesitas, no aparecen. Pero había algo que en verdad no podía postergarse más, el gran y ansiado evento principal de esa noche. Santa y Elfo vivirían una experiencia maravillosa, como tantas veces.




    Hora: 21:05 PM
    Ubicación: Pac-Land

    Elfo se encontraba leyendo una revista sobre el trineo ya estacionado, a la espera de que su jefe volviera de hacer una entrega. Parecía que se estaba tardando más de lo acostumbrado, pero después de unos minutos, el hombre de barba nívea apareció en escena. Elfo lo vio, sorprendido de encontrarlo ileso.

    —¡Muy bien, jefecito! —lo felicitó él, mientras pasaba una página—. Parece que esta vez Pac-Man recibió sus cerezas sin ocasionarle mayores inconvenientes.

    Santa no respondió nada, tan solo levantó su brazo derecho para demostrar que su mano, y buena parte de su antebrazo, había desaparecido. La criatura amarilla se lo había engullido todo de un solo bocado. El anciano estaba muy enconado. A esto, Elfo decidió animarlo.

    —No se angustie, jefazo —empezó a decir, como queriendo minimizar la importancia del “accidente”—. Ya sabe que su extremidad se regenerará en unos minutos. Y si algo como esto lo altera, no me quiero imaginar lo que sucederá cuando visitemos a Kirby. Esa bola rosa es bastante peligrosa, a pesar de su aspecto amigable.

    —Tienes razón —afirmó Santa, abordando el trineo—. Aún con la diferencia del color, siempre pensé que aquellos dos seres esféricos y voraces eran como parientes lejanos, ni que sea.

    Y sin tardar más de lo necesario, se dirigieron al próximo destino que marcaba su itinerario. Tal vez en el siguiente punto los recibiría alguien más gentil, y menos hambriento.




    Hora: 22:19 PM
    Ubicación: Castillo Suzaku

    De nuevo le tocaba a Elfo esperar a que su superior llevara a cabo la entrega del regalo pertinente. Para matar el tiempo, se puso a jugar con el Game Boy (se lo quitó sin que se diera cuenta). Ya estaba dedicándole toda una catarata de injurias y diatribas al dichoso “palito”, que jamás se dignaba a aparecer. De la misma manera que antes, el viejo se apersonó delante de él, aparentando estar con la integridad intacta. El pequeño duende lo vio llegar.

    —Ahora sí, ¿verdad? —atinó a decir, al mismo tiempo que hacía un gesto con el pulgar levantado—. En esta ocasión de verdad me dirá que no ha tenido ningún contratiempo.

    El señor abrió su abrigo y dejó ver una enorme cicatriz, el cual se extendía desde la base del abdomen hasta la parte superior del pecho.

    —¿Es eso la marca de un Shoryuken? Bueno, usted ya sabe que Ryu puede ser muy “pendenciero” y competitivo la mayor parte del tiempo —alegó Elfo.

    —Eso lo entiendo, pero lo que no termino de comprender, es el hecho de que yo no tengo apariencia de luchador —dijo Santa, ocultando su cicatriz.

    —Es que usted siempre anda por ahí vestido de rojo y con actitud “sospechosa”, quizás de lo confundió con M. Bison —señaló el ayudante—. Y ya que estamos con esa cicatriz, un parche en un ojo le haría juego, creo yo. ¿No ha pensado en ser un artista marcial? ¿Le interesaría el Muay Thai?

    —No me parece una buena idea —comentó Santa con acrimonia, teniendo que soportar tales burlas.

    —Si esto le parece una tragedia, no quisiera tener que saber qué pasará cuando… —pero tales palabras se vieron interrumpidas por el anciano.

    —Ya sé lo que dirás ahora, por favor —espetó el señor—. Algo como “no quisiera tener que saber qué pasará con los personajes de Mortal Kombat, una fatality es mil veces peor”. Qué poca gracia. Y qué predecible. Por eso mismo, tú serás quien haga la próxima entrega, pequeño insolente.

    Elfo, percatándose de que su líder hablaba muy en serio, obedeció a regañadientes aquella orden. Tomó la lista, la cual era un papel de varios metros de longitud, y leyó en voz alta los nombres que estaban a continuación.

    —A ver, los que siguen son: Morrigan Aensland, Tifa Lockhart, Mai Shiranui y… ¡Lara Croft! —Elfo reaccionó como si hubiera ganado la lotería. No todos los días se podía obtener el honor de conocer a unas muchachas tan atractivas.

    —¡Dame eso! —Santa le arrebató la lista de sus manos—. Acabo de recordar que soy el encargado absoluto de la repartición de presentes y es mi responsabilidad el cumplir con mi deber, sin excepciones —entonces acomodó bien su traje, se atusó la barba, revisó su aliento y se miró a un espejo para corroborar que estaba presentable.

    —¡Viejo verde! —le acusó Elfo, viéndose timado—. Usted se pone así incluso cuando tenemos que visitar el Gals Panic.

    Luego de eso, continuaron con su labor. Santa iba muy contento, al contrario que el pobre gnomo. Éste se dispuso a hacer un par de modificaciones a la lista para el año que viene, con la finalidad de que el orden y los turnos de los personajes femeninos coincidieran solo con él.




    Hora: 23:35 PM
    Ubicación: Japón

    Santa abordó el trineo con un ritmo pesado, su panza había crecido más de la cuenta. Hasta tuvo ganas de reajustar su cinturón, para dejarlo bien holgado y así estar más cómodo. Elfo exhibía una cualidad similar, apenas si podía caminar ligeramente. La cena de nochebuena había estado exquisita: el pavo, las bebidas, la guarnición y también los postres. Ambos habían deleitado sus paladares con diversos tipos de manjares, al punto de estar soberbiamente satisfechos.

    —Ah, ¡ya no puedo más! —dijo el gnomo, echándose sobre el asiento—. Le juro que, si comía otro bocado, me moría. Me encanta visitar Cooking Mama, pero esto es exagerado.

    —Nunca hemos faltado a una invitación de Mama, y jamás lo haremos —alegó el anciano, entre satisfecho y agradecido.

    —Esa mujer le hace honor a su nombre con eso de “no te levantarás de la mesa hasta que dejes el plato completamente vacío” —comentó Elfo—. Pero cuando ve que estás terminando, te pregunta “¿quieres más?”, y te sirve otra porción. ¿Cómo negarse a alguien tan amable? Por otra parte, creo que nos vendría bien un poco de ejercicio para bajar este peso extra, jefe.

    El hombre se puso a pensar un rato. Luego, los dos se observaron a la vez, como si invariablemente llegaran a la misma conclusión.

    “¡La Wii Fit Trainer!”, anunciaron al unísono.

    —No es mi personaje más apreciado en el Super Smash Bros. Ultimate, pero sí que nos será de gran ayuda dadas las circunstancias, jefecito —opinó el asistente, quien no era tan dado a hacer rutinas de gimnasia, pero debía resignarse.

    El viejo estuvo de acuerdo, verdaderamente no les quedaba otra opción. Bueno, era eso o el Dance Dance Revolution, pero lo descartó de lleno porque no era muy bueno en los juegos de baile. Entonces continuaron viajando. Debían apresurarse, todavía faltaban muchas entregas por hacer.




    Hora: 00:45 PM
    Ubicación: Desconocida

    —Esta niebla es demasiado espesa, qué mal clima tiene este lugar —el viejo se quejaba por el inconveniente de no poder ver nada más allá de unos pocos metros.

    —Si seguimos así, nos perderemos la velada con los chicos del Bufete Wright & Co. —se lamentó Elfo, al observar la hora en su reloj de pulsera—. Ya quisiera yo tomarme unas diecisiete tazas de café junto a Godot para mantenerme despierto.

    —Espera, ¿a quién dijiste que debíamos entregar este paquete? —interpeló el anciano, sospechando algo.

    —Era para un tal Angela Orosco, jefazo —contestó Elfo, y de repente, se dio cuenta del error que habían cometido—. Ay, no… ¡estamos en Silent Hill!

    Inesperadamente, los dos incautos sintieron una presencia siniestra a sus espaldas. A pesar de que no querían hacerlo, empezaron a voltear sus miradas muy lentamente. Sus ojos se toparon con un ser de porte oscuro y deleznable, demasiado alto, además. Todo en él rezumaba hostilidad, y su rasgo más distintivo era lo que llevaba puesto en su cabeza, la cual estaba oculta tras algo que tenía la forma de una pirámide rojiza. Tanto Santa como Elfo quisieron gritar, pero no pudieron. En vez de eso, solo se abrazaron el uno al otro. Pyramid Head solía ocasionar reacciones como esas a menudo.

    —Quiero decirle que me arrepiento de haberme quejado por visitar Freddy Fazbear’s Pizza, esto es un millón de veces peor —comentó el duende, con la voz alterada por el miedo.

    —Y de lo que yo me arrepiento, es de haber rechazado el Dispositivo de Portales que quiso prestarme Chell, ahora nos sería bastante útil —añadió el anciano.

    Algunos sitios poseen ciertas particularidades que Santa y Elfo no pueden evitar tener que superar, y los pueblos malditos son de los peores. Por fortuna, se libraron del peligro utilizando una táctica que les había enseñado Guybrush Threepwood, el de señalar a un mono de tres cabezas, para luego largarse de allí a toda carrera.




    Hora: 01:53 AM
    Ubicación: Espacio Exterior

    Elfo tenía un muy mal genio. Se sentía traicionado, menospreciado, humillado, disgustado. Santa también estaba un tanto malhumorado. Se hallaban flotando en medio del espacio, con sus cuerpos girando hacia un rumbo desconocido e infinito. A su alrededor solo se podía observar una multitud de estrellas, planetas y asteroides. La visión era sobrecogedora, pero distante a la vez.

    —¿Cómo puede ser que usted votase para que se me señale como el impostor? ¡Sabía perfectamente que los dos éramos tripulantes! ¡Miserable! —increpó el ayudante, con los brazos cruzados.

    —Elfo, era una partida de Among Us, no se puede confiar en nadie ahí —el viejo se excusó, haciéndose el inocente—. Además, no tardaron en echarme en la siguiente ronda, así que no te quejes.

    —Y bien que se lo tiene merecido, ¡traidor! —el gnomo trató de calmarse, nada cambiaría por demostrar una y otra vez su descontento—. Por cierto, ¿a qué hora le dijo el comandante Shepard que pasaría a buscarnos?

    —Dentro de quince minutos debería estar arribando, pero ya sabes, el tiempo en el espacio es relativo —contestó Santa.

    —Está bien, y para que vea que no le guardo rencor, hagamos las paces —Elfo le ofreció su mano gentilmente, el cual fue estrechado sin demora por parte de su superior.

    Lo que el anciano no sabía, era que su amigo estaba cruzando los dedos de la otra mano detrás de su espalda. El pequeño ser tuvo un pensamiento taimado, ya se vengaría de él al llegar al mundo del Crash Team Racing. Ahí sí que se daría el gusto. Todos los misiles teledirigidos se los dispararía solamente a él.




    Hora: 02:27 AM
    Ubicación: Laberinto

    Adentrarse en el siguiente mundo era muy riesgoso, tanto Elfo como Santa no quisieron animarse a hacer la entrega del presente de turno. Confiaron tal decisión en su buena suerte, por medio de un juego de “Piedra, Papel o Tijeras”. El anciano de barba blanca se coronó como el vencedor, al mismo tiempo que el duende se echaba al suelo por su impotencia. Después de aquella catarsis tan temperamental, se resignó. Tomó el paquete, juntó un poco de valor y se fue a cumplir con el recado. No pasaron ni quince minutos, cuando el viejo lo vio de regreso.

    —¡Ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja! —estalló el individuo de rojo, sin poder contenerse.

    Es que el cuerpo del pobre asistente estaba completamente negro, cubierto de pólvora y cenizas. Tanta era su cólera, que no quiso decir nada en absoluto. Santa se sentía aliviado de haber podido eludir ese contratiempo. Fingió el mismo tono de voz que Elfo, en pasadas ocasiones.

    —“¿Y cómo le ha ido con nuestro compadre Bomberman, jefecito? Tal parece que no tan bien. Descuide, ya verá que cuando vayamos para el Buscaminas, será incluso peor” —el anciano tuvo que hacer un esfuerzo para resistir las tentadas, que amenazaban con causarle otras carcajadas en la pronunciación de cada palabra.

    Elfo subió al trineo e hizo un gesto irreverente. El buen momento que pasó Santa fue tan gracioso, que lo dejó pasar. Él pensó que había sido una idea genial usar el collar que le diera Alex Kidd, con el que podía adivinar qué elemento elegiría el contrincante en el “Piedra, Papel o Tijeras”. Debían seguir con el oficio, apenas si faltaban unas pocas horas para que terminase la noche.




    Hora: 03:32 AM
    Ubicación: Kaiju Megadome

    El público había estallado en una ovación. Sobre el escenario aterrizaban peluches, flores e incluso prendas de ropa interior. Elfo hasta se guardó dos o tres prendas femeninas de manera furtiva. El viejo estaba dando una entrevista a unos reporteros, acompañado de una señorita que era dueña de una anatomía exuberante. Él lucía unos lentes de sol y parecía bastante confiado. De vez en cuando pasaba alguien a pedirle (o mejor dicho rogarle), por un autógrafo, que él daba encantado. Los flashes de las cámaras no cesaban de alumbrar su persona a una frecuencia intermitente. Cuando la entrevista hubo finalizado, su asistente se le acercó para hacer un comentario.

    —Solo basta con tocar una canción en este lugar para ganar tanta fama y popularidad, qué fácil es jugar al Guitar Hero —dijo, mirando a su alrededor.

    —No cualquiera hace una perfecta interpretación del tema Through the Fire and Flames de DragonForce, mi pequeño amigo —de nuevo el anciano pareció demostrar un ribete de fanfarronería en sus palabras.

    —Sí, pero usted lo logró en la dificultad más baja, jefazo —Elfo le dedicó una mirada desconfiada.

    —Bueno, bueno… —el viejo miró hacia un lado y luego al otro, como esperando que esa conversación no fuera oída por nadie más que ellos dos—. Tampoco es que sea necesario que todos se enteren de eso aquí, ¿verdad?

    —No lo sé, tal vez a todos esos reporteros de antes sí que les interese saberlo —Elfo adoptó una actitud maliciosa.

    —¿¡Es esto un chantaje!? ¡Atrevido! Ah, está bien, lo comprendo —entonces, Santa se acercó para susurrarle —. Si te quedas callado, cuando vayamos a Hyrule te dejaré usar la Master Sword por unos cuantos minutos, y también podrás montar a Epona.

    —¡Es un trato! —acordó Elfo, estrechando su manita con la de su jefe.

    Después de todo, es bien sabido que el éxito tiene su precio, tanto alcanzarlo como mantenerlo. Luego de aquel evento, siguieron su curso.




    Hora: 04:51 AM
    Ubicación: Desconocida

    El living de aquella casa era bastante pulcra y acogedora. Todo estaba ordenado, y tanto los detalles de la decoración, así como el mobiliario, tenían un aspecto tierno; pero sin perder la sobriedad ni la funcionalidad. Primaban los tonos claros, como el rosa o el blanco. Santa estaba encantado, no solo por el lugar, sino también por la joven que los había recibido tan cálidamente. Elfo, por el contrario, se mostraba inquieto. De a ratos se mordía las uñas, demostrando que se encontraba muy preocupado.

    —Jefazo, ¿qué le parece si nos largamos de aquí? —preguntó al fin, queriendo exponer su angustia junto a una posible solución que lo ayudara a calmarse.

    —Pero, ¡qué es lo que te ocurre! —exclamó el anciano, totalmente sorprendido—. ¿Acaso no te sientes agradecido por ser blanco de las atenciones de la señorita que nos invitó a quedarnos, quien además es una muchacha primorosa y una anfitriona de lo más encantadora? Es solo tomar una taza de té junto a una agradable compañía. No estés tan apresurado, no tardará en volver —Santa siguió esperando con entusiasmo.

    Mas su ayudante no cejó en que su inseguridad quedara patente. El duende entonces resolvió explicar el motivo concreto de su actual comportamiento a su líder, que ya temía que era excesivamente ingenuo al no darse cuenta de lo que estaba sucediendo a su alrededor.

    —Oiga jefe, sucede que este es el mundo de Doki Doki Literature Club, ¿acaso no le suena? —interpeló el pequeño ser.

    Santa se quedó cavilando. Elfo prosiguió con sus revelaciones.

    —Y en cuanto a su “primorosa anfitriona”, es nada más y nada menos que… la mismísima Monika —finalizó aquella frase con un tono sumamente dramático.

    Santa abrió los ojos de par en par, reconociendo ya la identidad de aquella jovencita. Negó con la cabeza, pero Elfo asintió; era ella en verdad. El anciano volvió a negar con la cabeza, y el gnomo asintió otra vez. El viejo negó por tercera ocasión, y de nuevo la respuesta de su amigo fue el asentir, pero agitadamente. En ese instante, a los dos les pareció escuchar unos pasos que se aproximaban. No quisieron esperar más y salieron disparados de allí. Se tropezaron dos o tres veces antes de alcanzar la puerta cancel.
    Algunas visitas no han de ser tan halagüeñas como aparentan en un principio.



    Hora: 06:17 AM
    Ubicación: Green Hill Zone

    Elfo se dio cuenta que la bolsa de los regalos estaba prácticamente vacía. Bueno, a excepción de dos objetos que reconoció al instante. En el horizonte, bien en lontananza, pudo percibir que el sol estaba a muy poco de emerger. De seguro no faltaba mucho para que los niños corrieran hasta el arbolito de navidad con el fin de confirmar que sus presentes estuviesen aguardando por ellos. Santa revisaba la lista para comprobar que cada nombre que allí figurase permaneciera tachado, una señal evidente de que su correspondiente regalo había llegado a sus manos. Su ayudante se acercó a él.

    —Aún no hemos terminado, jefe —ante esa afirmación, le mostró los dos últimos objetos—. Nos queda por entregar un gran anillo dorado y un simpático hongo de color verde.

    Santa ni siquiera levantó la vista, consciente de que su compañero de andanzas le diría eso tarde o temprano.

    —Y ya te harás una idea de a quiénes hemos de ceder esos elementos, ¿no? —dijo, llegando al fin de la extensa lista, donde únicamente dos nombres estaban sin tachar.

    —Pues claro, uno es para el plomero saltarín con overol y mostacho, y el otro es para el erizo azulado amante de la velocidad, que no ha de vivir muy lejos de aquí —atinó Elfo, sin posibilidad de equivocarse.

    Santa subió al trineo, e invitó a su leal acompañante a que hiciera lo mismo. Éste obedeció.

    —Bueno, ya me conoces bien —dijo, arreando para dirigirse al último destino de la jornada—. Siempre dejo lo mejor para el final.

    Y de esa manera, estas dos eminencias se perdieron a lo lejos, a punto de cumplir satisfactoriamente con su propósito por un año más. Esta ha sido la estampa de una tradición que por fortuna nunca acabará, tanto para los habitantes de este mundo, así como de otros planos fantásticos, conformados por píxeles y códigos de programación. Solo queda decir una última cosa: feliz navidad a todos.
     

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