Maid Sama! No te despidas [One Shot]

​

​

​

Nick: Minako Yatsura​

Numero de palabras: 1455 (sin titulo)​

Pareja: [Usu-Misa]​

Actividad: Amor perfecto​

No te despidas​

​

Una sola palabra bastaba para que bajara de la limosina y la vida misma cambiara.

Ella no era de las personas que admitieran sus sentimientos y estaba dispuesta a abandonar sus emociones por no admitirlo. Aunque por dentro su mundo se destruyera. Además, no se sentía consiente de en verdad amarlo, siempre la molestaba, la acosaba, la insultaba, la retaba sin razones, no entendía si su vida sería mejor sin él o con él. Pero aun así no estaba dispuesta hacer más de lo que ya había hecho antes, nada.

¿Para qué se molestaba en ir a decirle que no se fuera sabiendo que era para beneficio del chico?

Usui estará mejor sin mí, se repetía a sí misma, los ricos no se mezclan con los pobres… Meditaba en su mente. ¡Sí! Tendrá hijos iguales a él, serán ricos y vivirán en una mansión muy grande…
Su mente corrompía su cordura, sabía que tenía que hacer, pero su ego no se lo permitía. O más bien su ignorancia, no sabía distinguir entre el amor o la costumbre. Todo nuevo para ella.

—Los vuelos a Inglaterra comienzan desde las 3:00 en punto — dijo al aire Suzuna mirando una revista de viajes.

Su corazón se desató, solo faltaban veinte minutos. Su menté se aceleró junto con sus pulsaciones, además, su histeria arrebozaba sus límites.

— ¿Qué tal está el clima en Inglaterra? — Preguntó la señora Minako.

— ¡No! ¡No se! ¡¿Por qué debería saberlo?! — Contestó de forma grosera y siniestra, parecía que esas preguntas la enloquecían.

— Parece que está templado, no hay mucho problema — Comentó Suzuna continuando la plática con su madre.

Su familia la ignoraba como si no estuviese ahí.

En sus manos sostenía una caja de chocolates caseros que ella misma había preparado con la intención de entregárselos a Usui, pero al escuchar la noticia de que ese mismo día se marcharía a Inglaterra sus deseos de entregárselos se esfumaron, más aun cuando, siendo su novia, le negó el derecho de enterarse bajo su propia voz.

— ¡Estúpido Usui! — vociferó en un mormullo apretando la caja de chocolates.

Su flequillo cubrió la mitad de su rostro, dejó un plato en el lavavajillas, dio media vuelta y salió de la cocina sin decir nada. Cruzó el pasillo en dirección a la puerta sin soltar sus puños. Sus dientes chirriaban remarcando sus pisadas tan pesadas que denotaban su sobrenombre “Kaichou demonio”.

Mascullaba maldiciones hacía ese chico de ojos verdes, las cuales, parecían enfurecerla cada vez más, como consecuencia, sus pasos fueron más apresurados hasta el grado en el que comenzó a correr como una bestia endemoniada cortando al viento por la mitad. Atravesaba avenidas, calles transitadas por jóvenes enamorados, de los cuales, los que tenían la desgracia de interponerse en su camino terminaban en el suelo con la clavícula rota.

Solo el odio, el rencor, el recelo y en especial, el miedo, la mantenían en ese estado. Su meta; evitar que su Usui se marchara y la dejara sola, en ese mundo donde no era más que la presidenta estricta y temida por todos y, si no fuera poco, una Maid de un café. Una simple mesera con ropa y actitud de sirvienta. Una chica débil sin sentimientos.

Su larga travesía la tenía agotada, así que disminuyó su velocidad considerablemente, nada podía detenerla, continuó a paso rápido sin llegar a correr. Cuando tuvo visualización con el apartamento de Usui, se dio cuenta de que la limusina ya no estaba, así que entró para verificar sus sospechas. Al llegar a la puerta de donde vivía él, descubrió un pequeño cartel que decía:

“En renta”

De inmediato su corazón volvió a latir a mil por hora, además sintió un estremecimiento irritante en el estomago. Bufó y caminó en la misma dirección en la que había llegado. Su recorrido fue en extremo silencio.

Ya afuera, examinó la calle desolada, cruzó algunas calles sin darse cuenta a donde iba. Estaba en total trance mental.

— ¡Presidenta Ayuzawa! — Gritó un chico eufórico.

De inmediato reconoció al aclaman te de atención, y solo se resignó a musitar su nombre “Yukimura”. Que en esta ocasión iba solo con unas bolsas de papel repletas de comida.
Él chico esbozó una sonrisa al “escuchar” a su Kaichou llamarlo.

— ¿Qué estás haciendo aquí, Yukimura? — Preguntó con un hilo de voz.

— Es lo mismo que le iba a preguntar, ya que es un hermoso día— Contestó con su habitual ingenuidad.

— ¿Y Kanou? — Inquirió nuevamente.

— Dijo que tenía cosas que hacer y, también dijo que mi hermanita le daba miedo — intentó indagar en sus recuerdos para ver si encontraba algún fundador de ese miedo.

** Flash Back**
En la habitación de la hermana de Yukimura.
— Ahora tienes que ponerte este vestido— Sentenció la chiquilla.
— ¡¿Qué?! ¡¿Por qué tendría que hacerlo?! — exclamó el chico muerto de miedo por la cara de la niña.
— Serás la dama de honor de esta princesa— a su alrededor emanó un aura demoniaca.
— ¡NOOOO! — Gritó Kanou horrorizado.
**Fin del Flash Back**

— Emmm, no encuentro el problema— Reafirmó Yukimura.

Misaki suspiró y comenzó a caminar sin rumbo, no quería mostrar sus ganas de llorar, y menos frente a su vicepresidente, quien le guardaba un infinito aprecio por su forma valiente y tenaz de ser. No quería decepcionarlo. No de esa forma.

— ¡Nos vemos, Presidenta! — se despidió con la mano libre que le quedaba mientras sonreía amenamente.

No prestó atención a lo que el chico le dijo, siguió caminado sin cuidado, su mirada baja y su infinito descuido fuero los culpables por chocar con una pareja de enamorados, ella, sin presionar a su chico por el descuido prefirió preguntarle a este la hora.

— Son cinco para las tres— respondió.

¿Qué? ¿Solo han pasado quince minutos? Se preguntó a si misma Misaki ¡Aun lo puedo alcanzar! Se mencionó con tenacidad.

Siguió a la pareja con la vista perpleja.

El viento refrescó su cabeza. Posó si vista en cada lugar que la rodeaba, y al ver hacía el horizonte, notó que el trío de idiotas daban un paseo en unas bicicletas algo coloridas. De inmediato el ratón de su cabeza comenzó a correr como loco dándole una idea de que hacer. Corrió hacía ellos, paró enfrente de Ikkun, deslizó sus manos en el manubrio mientras los chicos embelesados, y con un solo movimiento despojó al chico de su vehículo y, de un momento a otro desapareció de la vista del trío.

De nueva cuenta se encontraba en juego, ahora tenía la meta de bajar a su chico del avión y no precisamente con cariños y palabras bonitas, si no todo lo contrario.

En exactamente diez minutos ya se encontraba en el aeropuerto muerta de cansancio, pero sin detener su paso. En todo momento mantuvo consigo los chocolates perfectamente agarrados en su mano izquierda, jamás soltó la caja.

A lo lejos una maleta era jalada por un chico de cabellera rubia con porte varonil, sin duda era Usui, así que la chica de ojos cafés no lo pensó dos veces y se de inmediato caminó para alcanzarlo. Aunque sus fuerzas eran notoriamente bajas, se notaban en su voz, la cual, apenas podía musitar “¡US…ui!”.

En cuanto el chico estuvo a punto de pasar por el detector de metales escuchó a lo lejos que alguien lo llamaba.

— ¡TAKUMI! — Para su sorpresa, o más bien, para la sorpresa de los dos, Misaki lo había llamado por primera vez por su nombre. Ella no quería perderlo, no así.

— Ayuzawa — Repuso él.

Ambos caminaron para su encuentro, y sin más que decir ella extendió su mano izquierda para que Usui tomara la caja de chocolates.

— Ayuzawa… — Los tomó. — Yo no lo…

— ¿En verdad querías dejarme? — Interrumpió — ¡ERES UN ESTÚPIDO! — Sacó el coraje en un solo grito.

— En verdad no, si Ayuzawa así lo quiere pues así será. Estaré por siempre al lado de Misaki — Mostro una sonrisa seductora, tomó la barbilla de su chica y besó sus labios con ternura.

Ella lo apartó suavemente, lo miró a los ojos y le propinó una tremenda cachetada.

— Te odio — Bajó la mirada mientras que el rubio sobaba su mejilla — Pero eres mío y no te perderé tan fácilmente— Finalizó.

Ya estaban de regreso al apartamento de Usui, aunque no había dicho nada más, quiso terminar con eso y hablar de una buena vez.

— Oye, sabes, confundiste la caja de chocolates con una bola de cartón — habló con indiscreción.

— Eso es la caja de los chocolates… — Intentó convencerlo — Además, si no hubieras hecho todo esto la caja segaría intacta.

El oji-verde la tomó por la cintura y la abrazó pegándola a su pecho.

— Dilo de nuevo— anunció

— ¿Qué cosa? — preguntó incrédula.

— Mi nombre— ella se ruborizó tanto que lo apartó bruscamente.

— I-DI-O-TA — culminó sonriéndole amablemente y rostro tierno, completamente cautivadora


FIN