No me siento yo

Tema en 'Relatos' iniciado por Muddy Waters, 15 Enero 2009.

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    Muddy Waters

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    No me siento yo

    No me siento yo.

    Blanca.

    Demasiado blanca.

    Enfrente de mí esta sentado Federico Luciano Antonelli, ese me dijo que era su nombre. A ciencia cierta estoy seguro de que me miente, no tiene cara de italiano para portar ese apellido, no daría ni una mierda porque ese sujeto moreno, alto y de ojos azabaches en frente de mí desciende de un italiano. Ni en drogas.

    Además mi mierda vale. Vale que jode.

    Va de un verde ligero con unos pantalones de tirantes, en el bolsillo de su camiseta guinda su placa. En muchas películas hacen un enfoque en la placa, y uno nota que dice, de donde es y otras nimiedades varias. Siempre imagine que yo también lo haría, pero de verdad no tengo ni puta idea de que dice ahí.

    Por lo que narre antes deben ya de saber que es un policía, pues en efecto es uno.

    Y esto es un interrogatorio, no es la primera vez que visito uno de estos, así que me siento bastante cómodo.

    Las paredes de concreto sin cuadros, la mesita, la lámpara de techo colgando iluminándome solo a mí. Me hace sentir bien, ni idea de que mierda quieren de mí, pero esta situación me encanta. Repito, estoy cómodo, muy cómodo.

    —Dime todo lo que sabes —decía en un intento de ser consolador.

    No consigue una respuesta de mi parte, lo que le frustra de sobremanera, no es que sepa algo, pero no le voy a dar ni una pizca de información.

    —Ahora, o me dices todo o te mando a la mierda ahora mismo —gritaba de manera tosca y golpeada esta vez el guardia.

    El jueguito del policía bueno y el policía malo. ¿Me cree novato?, y lo fuese o no, la verdad me divierte todo esto. De verlo en películas a vivirlo es largo el trecho, y es divertido comparar ambas experiencias.

    No lo niego, si hiciera un crimen seria motivado por vivir una película. Ser un asesino parisino y tener a mi propio ‘Wens’ pisándome los talones en mi casa; estar cinco años planeando atracar un hipódromo como Johnny Clay; hasta seria capaz de disfrazarme de anciana para suicidarme a lo ‘8 femmes’.

    Tristemente esas vainas no suceden en la vida real y a mí solo me interroga un retrasado con un falso nombre italiano que cree sabérselas todas.

    —¡Quita esa mirada de pendejo! —vociferaba enojado, Federico.

    Que día de mierda…

    —¿Qué pruebas tienes de que esta mirada es en efecto de pendejo? —le contesto ingenioso.
    —No me vengas con esa basura. Tú sabes porqué estas aquí, yo estoy aquí para que me digas todo lo que sabes y eso voy a hacer.

    No tengo nada que contarle. Paco Carlos —sí, es la misma persona, si no me crees te jodes, es así— es lo mas cercano a un dealer que conozco, es uno en todo la extensión de la palabra, pero de la noche del 3 de Enero que comentan lo único que recuerdo es estar navegando en un mar amarillo sobre un barco de papel crepe.

    Él quería saber, así que le contare.

    —Tres de enero, Federico Luciano Antonelli esta sentado sobre un sillón de tela barata con manchas de vino, vomito y para andar sin ademanes, mierda. Tirado en la alfombra estaba Cesar Muñoz jugando con sus dedos entrelazados y gritando a todo pulmón la letra de «Light My Fire» de The Doors. ‘Fede’ mira con rabia a Cesar desde su atalaya, para decirle vociferante:

    —Sabes que tienen mejores canciones que esa ¿no?— le comenta Federico aturdido por los gritos de Cesar.
    —Tu puta madre —le contesta con cierta indignación.

    Con un fuerte azote a la puerta, entra en escena Tomas Verdoso. No preguntes quien es, no tengo ni puta idea, recuerdo su nombre y no me pidas más.

    Llega con una camisa negra que pone en letras grandes y blancas ‘Il Duce’. Abraza con fuerza a Cesar y se tira a su lado en la alfombra.

    —¿Qué han hecho par de pendejos?
    —Nada —le dijo rápidamente Federico.
    —Nada —dijo Cesar casi al mismo tiempo que el anterior.
    —Que día tan mierda…

    Paso el tiempo en desvaríos varios, peleas inocentes, tres cervezas y un disco experimental de Frank Zappa.

    En algún momento sin que nos diésemos cuenta entro el Gringo. Él es un sujeto que vino de Gringolandia para conseguir oportunidades. Quería comérsela y termino viviendo con nosotros, típico ‘american dream’ ¿no?

    Pasaron las mismas vainas de siempre, se tiro en la alfombra nos dio un ronda de cervezas y volvió a poner el disco desde el primer track.

    A la tercera cerveza todo comenzó a dar unas vueltas repetidas, mientras oía por enésima vez el primer track de aquel disco, con la cual salgo corriendo en dirección al baño pero me tropecé con un mueble y acabe vomitando sobre la radio.

    Me voltee ante unos gritos y pude discernir unas luces intermitentes, el Gringo grito una especie de mierda que no entendí en el momento y tampoco logro entender ahora:

    —It’s a big red thing! OH SHIT!

    Yo intente correr pero me resbale con la alfombra y caí de boca al suelo. Una especie de dragón entro volando en la habitación y rodeo mi brazo con su cola. Con una voz sensual me dijo que le siguiera.

    Y eso hice.

    Volé. No me creerás pero estoy seguro que surque los cielos de esta ciudad, por encima de la polución, ese lugar que solo conocen las puntas de las montañas y los dragones.

    Hice formas con las nubes, hable con las ermitaños de las montañas y conocí a un tal Prapacocosivernal, me advirtió que no confiara en el dragón rojo, grito que solo era una puta tentación y que no debía creerle.

    Debí hacerle caso, aquella dragona —creo que era una dragona— olvido el firmamento y me bajo de nuevo a la ciudad. Transfiguro su forma a una joven pelirroja de una piel blanca y unos ojos canela irresistibles, me llevo no ahora de su cola —aunque que buena cola de la que hacia gala, j-o-d-e-r— sino de su mano a un hotel ‘Four Seasons’, el encargado le tiro unas llaves y ella comenzó a besarme mientras estábamos en el ascensor. No habíamos ni terminado de abrir la puerta cuando me empujaba sobre la cama y se abalanzaba sobre mí.

    Lo siguiente que supe es que no era ni una dragona, ni una persona, ni nada. El Gringo había puesto droga por toda mi casa y me había sedado para que me atraparan a mí.

    Putos inmigrantes.

    —¿Te burlas de mí? —Grito el policía al finalizar mi historia.
    —Quizás, pero eso tú nunca lo sabrás. ¿No es divertido?
    —Hijo de puta —refunfuña cabizbajo Antonelli jugueteando con su placa antes de retirarse de la sala.
    »Hijo de puta —volvía repetir en una especie de ‘fade out’ mientras daba un portazo para huir de la escena.

    Repito, blanca.

    Demasiado blanca mi camisa, no me siento yo.
     
  2.  
    berlinQueer

    berlinQueer Usuario común

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    Re: No me siento yo

    Genial, mentir es mi deporte favorito. me gustan todas esas referencias a peliculas y a musica, creo que le dan siempre un estilo terrible, de dandy.
    El abre y cierra con la camisa blanca tambien queda perfecto y ayuda a entrar en ambiente, lo primero que pensas es en merca, y para el final te termina de confirmar la personalidad del personaje este.

    Ahora, hay algunas cositas que no me quedaron claras del todo.
    un gringo es un americano? aca se le dice gringo al inmigrante italiano, por eso pregunto.
    segundo, el protagonista se llama igual que el detective o solo usa su nombre en su historia para molestalo?. que apareciera su nombre ahi me desconcertó un poco.
     
  3.  
    Muddy Waters

    Muddy Waters Entusiasta

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    Re: No me siento yo

    En Venezuela (Y para ser sincero hasta he usado la expresión con amigos argentinos) se refiere a un americano obviamente, Gringolandia es Estados Unidos.

    Lo del nombre es para molestarlo obviamente, para que quede completamente claro que él nunca daría su nombre quitando toda posibilidad de que fuese verdad la historia que le contaba.

    Sobre las referencias, siempre que tengan sentido me encanta poner esas referencias, sobretodo a dos de mis amores ademas de la literatura como lo son el cine y la música.

    Es genial que te haya agradado mi historia, jeje.
     
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