Esta es la trágica historia de como un caracol desafió al mismo sol en a una carrera. Hesíodo canta sobre como Doris, la hija de Océano, le dio cincuenta hijas, conocidas como las nereidas, a Nereo, un dios que habita en el mar. Homero también las menciona en sus poemas. Pero ninguno habla sobre que un hijo nació después de toda esa cantidad de hijas, uno solo famoso en los cuentos de los marineros. El chico, hermano menor de las nereidas, se llamaba Nerites y era el más hermoso de los hombres y dioses. Nerites era el auriga personal de Poseidon, y el amante de este. Cuando lo escoltaba sobre las olas, todos juntos los grandes peces, así como delfines y Tritones, surgían de sus profundos refugios y paseaban y bailaban alrededor del carro, solo para dejarse completamente atrás por la velocidad de sus hipocampos. Helios el sol veía con frustración al bello joven viajando por el mar, deseando que viajara entre las constelaciones en lugar de formar parte de los monstruos marinos. Un día se presentó una oportunidad para que esto cambiara: El joven amante de Poseidon, por primera vez borracho y habiendo impresionado a sus hermanas que lo vieron realizar impresionantes acrobacias sobre un hipocampo, se proclamó a si mismo en un exceso de vanidad como el mejor jinete, mortal o inmortal. El titán solar aprovechó esta ofensa. —En orgullo te has excedido, joven hermano de las nereidas, si crees estar por encima de los dioses en lo que habilidad con la carroza se refiere. En especial sobre mi, Helios, el que recorre diariamente el cielo dando luz a los mortales —sermoneaba a Nerites luego de bajar al mar fingiendo enojo. El inexperto hijo de Nereo no sabía como reaccionar ante tan repentina e impactante aparición, pero inconscientemente comprendió su error. La situación no tardó en llamar la atención de muchos. Poseidon dejó lo que estaba haciendo y subió a la superficie desde las profundidades para ver qué hacia el sol tan cerca de su reino a tan tempranas horas. —Helios ¿a que se debe tu presencia en mi reino tan temprano? ¿y por qué Nerites y sus hermanas lucen tan aterrados? — preguntó el gobernante de los mares. —Ah, Poseidon, lamento el inconveniente. Al joven se le a subido el ego y ha dicho tener habilidades de jinete superiores a las mías. —¿Es eso cierto, mi amado auriga? —preguntó a Nerites. —Es verdad, me lamento mucho por eso —respondió claramente asustado— ¿qué ocurrirá conmigo? —preguntó preocupado. —No eres un simple mortal, así que no sufrirás un gran castigo, pero sigues siendo una deidad menor que se creyó por encima de un gran dios, por lo que requieres de un dura lección de humildad —dijo el sol al hermano de las nereidas— Para eso te iba a buscar, rey de los mares, quería pedirte permiso para usar la pista de carreras de la Atlántida, ya que un sitio más glorioso para una competencia entre entes divinos no se me ocurre. —habló a Poseidon. —Por supuesto —respondió ocultando su pesar— pero ¿contra que ente divino lo enfrentarás? —Contra mi mismo, en la pista de carreras terrestre de la Atlántida ni yo, acostumbrado recorrer los cielos, ni el joven, acostumbrado a recorrer por los mares, tendremos ventaja sobre el otro. Le dejaré en claro lo muy por debajo que está de los grandes dioses. Asegúrate de tener a la población atlante y la familia del chico en la audiencia. Estos últimos podrán observarnos muy de cerca desde el anillo de agua al lado de la pista. Mientras más gente presencie su aplastante fracaso, mejor. El sol volvió a su posición natural y continuó su ruta diaria. Las nereidas junto a Poseidon trataban de consolar a su querido hermano tras el desafío del Sol. Los atlantes celebraron que su ciudad fuera elegida para un competición entre seres divinos, y se tomaron todo un día en organizarse para ello y una fiesta posterior en celebración. El Olimpo también fue informado del evento, Zeus decidió ir a ver el espectáculo, Hera fue para vigilar que su marido no hiciera de las suyas con ninguna atlante o nereida, Artemisa fue a pedido de su hermano Apolo, quien no podía ir debido a que tuvo que tomar el puesto del sol mientras su compañero hijo de Hiperion estaba ocupado en la carrera, Dioniso y Hermes fueron con la esperanza de participar también en la carrera o en su defecto en una posterior a esta, y Afrodita fue por la relación pasada que tuvo con Nerites, llevando a Eros y Anteros consigo. Había llegado el momento, el titan solar estaba impaciente esperando a su contrincante en la pista. El ebrio Dioniso, desde el templo de Poseidon de la ciudad donde estaban los dioses del Olimpo y los diez reyes de la isla con sus parejas, decía entre mareos e hipos: —Las vistas aquí no son de envidiar. ¡Esas tres molestas murallas metálicas entre nosotros y la pista nos impedirán disfrutar de la carrera! ¿para que construyeron tantas en un lugar tan pacífico y que no sufre invasiones? —Murallas de metales preciosos como oro y oricalco nada menos, parece que el linaje divino de los reyes atlantes se ha diluido con el de los mortales lo suficiente como para no resistirse a las tentaciones de una vida lujosa. —añadió Hermes. Los comentarios del par de jóvenes olímpicos enfadaron al crónida marino, quien no tardó en responder a ellos. —¡Ustedes dos deberían ser más cuidadosos con las palabras que se escapan del cerco de sus dientes! Recuerden que ahora mismo están en mi templo y son invitados. Poseidon levantó su brazo derecho al cielo, haciendo temblar el suelo e irguiendo un enorme pilar de piedra de debajo de la tierra que elevó el templo por encima de las altas murallas de la ciudad. —¿Contento, Dioniso? Tan solo estaba esperando a que llegaran todos los invitados importantes para hacer esto. Y Hermes, te puedo asegurar que los reyes de esta isla aún son virtuosos. Para calmar el enfado de su hermano, la reina del Olimpo le comentó: —Disculpa su comportamiento hermano, por desgracia esperar más de ellos es algo ingenuo. —comentó Hera con su habitual desprecio a los frutos de las infidelidades de su esposo— Por cierto, no puedo evitar preguntarme ¿quién es exactamente su contrincante? El tal Nerites no me suena. —Oh, es el más joven hijo de Nereo y Doris. Cuando yo todavía vivía en las aguas tuvimos una linda relación, pero al ofrecerle un par de alas para que me acompañara al Olimpo las rechazó por no querer alejarse de su familia. Como castigo por su insolencia lo convertí en un caracol, y le di esas alas a mi hijo Eros —contestó la hermosa Afrodita— Parece ser que sus hermanas lo encontraron y lo llevaron con Poseidon a que lo sacara de tan lamentable estado. —Ah, recuerdo ese día, fue así como lo conocí a mi amado auriga —añadió Poseidon con un tono nostálgico— Creo que Nerites se había quedado con algo de tu esencia, porque de nuestro mutuo amor se originó el erote Anteros que ahora te sirve. La leve alegría del dios de los mares provocada por recordar su primer encuentro con Nerites se desvaneció cuando la espera por este último se extendió demasiado. El rey de los mares mandó un grupo de nereidas en su búsqueda. Al traerlo estaba en exceso nervioso, casi incapaz de sostener las cuerdas de sus caballos de lo mucho que le temblaban las manos. Trataba de no mirar a la enorme multitud que lo observaba al llegar a la pista. Helios estaba contento con esto, esperaba que el joven se avergonzara tanto que no pudiera volver al mar ni a la tierra, quedándole como única opción el cielo. La carrera finalmente comenzó. Nerites tardó en reaccionar, y cuando lo hizo manejó terriblemente mal su carroza. Sus padres, sus hermanas, los tritones y Poseidon lo veían con pena mientras que los atlantes y los olímpicos no sabían bien que pensar. Todo esto no hacía más que dañar aún más el estado de animo del joven hijo de Nereo quien notaba la decepción en los rostros de muchos, llegando a un punto en que no pudo soportarlo más y huyó de la ciudad en medio de la competición. Fue más allá de la muralla de latón y saltó de su carroza al anillo de agua que rodeaba la ciudad, desde el cuál nadó hasta el océano. Nadie volvió a verlo desde entonces. Los dioses olímpicos se decepcionaron de no ver un espectáculo digno, Helios se frustró de que su plan no funcionara, los atlantes hicieron su fiesta para honrar al perdido Nerites en lugar de a la carrera, las nereidas lloraron la pérdida de su hermanito y nunca dejaron de buscarlo entre los demás caracoles del mar, decorando todos los caparazones que revisaran y no fueran él. Poseidon se casó con la mayor de las nereidas, buscando llenar el vacío dejado por su amado auriga.