Es extraño como nos vemos en el espejo todos los días. Nos sonreímos, analizamos, a veces amamos y odiamos, pero nunca realmente vemos lo que hay detrás de nuestra imagen. Pasamos el día viendo nuestros reflejos en charcos, ventanas, gafas y otras diversas cosas, y las dejamos ir desapercibidas como si ni siquiera estuviesen allí. Es algo común para todos de vez en cuando detenerse a observarnos en alguna superficie que nos refleje, sea alguna de las anteriores o en otra que portemos con nosotros. Nuevamente, vemos como nos ven los demás, nos arreglamos y seguimos de largo, y olvidamos el reflejo al que tantos han hecho apreciar. Pero, ¿Nunca les sucedió que algunas veces se ven a los ojos y no parecen ustedes? ¿Nunca notaron alguna diferencia entre reflejos anteriores y la persona que se encuentra allí? Ojos color café se vuelven negros, ojos verdes como el césped toman tonos azulados, rostros serios parecen mostrar sonrisas cuando te miras en ese portal. Y yo, que muchas veces me he preguntado cuántas personas viven en mi mente, tenía que analizar. Un buen día, recién levantado y con mis pijamas aún puestos, me acerqué al espejo y comencé a observar. Por un momento, vi mi pelo más parejo y peinado, mi nariz se veía algo distinta, pero lo demás se veía igual. Traté de mirarme directamente a los ojos, pero no podía, siempre parecía que estaba mirando directamente a la nada, como si realmente no hubiera reflejo que ver allí. Comencé a frustrarme, hice caras extrañas, me hablé y me grité, pero las expresiones se veían vacías, sin alma a la cual imitar. Llegó un momento en el que tenía ganas de golpear ese espejo, de hacer salir a quien sea que se encontrase dentro y decirle que se comprara un alma por ahí, y en el momento que la furia comenzó a apoderarse de mí, al fin noté brillo en los ojos de mi reflejo. Podía verlo, brillaban con esa ira que sólo la gente con rencores porta en sus pupilas. Fue entonces que preferí alejarme, tomar de una buena vez mi desayuno y dejar atrás todo recuerdo de ese instante. Me dirigí hacia la cocina y por un momento creí que mi reflejo seguía allí. Observando, esperando, vigilando. Comencé a hacer eso todas las mañanas, me paraba frente al espejo a hablar e intentar reconocer mis gestos en la cristalina superficie. Todos los días parecía ser el mismo ente que el del otro día. Y toda esa frustración de la primera vez regresaba, se iba juntando, aguardaba para estallar. Y mí querido reflejo parecía notarlo, y cada vez que me sonreía podía ver esa pícara chispa de maldad en mí ser detrás del espejo. Cansado de aguardar por un cambio, uno de esos días en los que había regresado harto de la escuela y tenía ganas de hacer algo que me distrajera, se me dio por acercar la mano al espejo. Cuando las yemas de mis dedos tocaron la superficie, que esperaba que estuviese fría, estaba tibia. “Eso es nuevo” me dije, y apoyé toda la mano, pudiendo sentir el calor ubicado debajo de ella, casi como si alguien más estuviera haciendo lo mismo del otro lado. No me voy a hacer el valiente, sí me asusté, pero lo ignoré y presioné mi otra mano al lado contrario de mi cabeza sobre la superficie del espejo. Otra vez lo mismo, esa cálida sensación no se iba, mas cuando apoyé la frente, me sentí caer. Mi corazón dio un salto al darme cuenta de que sí estaba cayendo, podía ver el espejo como una puerta luminosa en medio de la obscuridad. Cuando creí que caería directo hacia mi muerte, caí sobre mi cama, con el corazón latiendo como si se me fuera a salir del pecho. Salí corriendo de mi habitación hacia el espejo de mi sala de estar, y allí estaba otra vez, mi estúpido reflejo. — ¡Tú no eres más que una maldita copia sin vida! — Le grité, y entonces lo vi sonreír, con una sonrisa inhumana, casi demoníaca. Me hice hacia atrás, asustado por la repentina acción y escuché, sin que mi reflejo se moviera, mi propia voz recorriendo toda la casa… — ¿Cómo sabes que no eres tú quien se encuentra detrás del espejo sin alma? — Y cuando volví a mirar, vi mi rostro asustado, mis mejillas rojas y el sudor de mi frente, me veía igual, sólo que esta vez, cuando acerqué las manos hacia mi reflejo, el espejo estaba frío y la persona que veía allí, me tenía miedo a mi.
¡Excelente One-shot! Si mal no recuerdo, Borges decía que los espejos tenían algo que los hacía monstruosos, y con ese tono los trataba en su obra. Tu escrito me remitió un par de veces al recuerdo de esa lectura; la cuestión la planteaste de distinta manera, con más contacto del personaje con su propio reflejo, pero no por eso deja de ser genial. Antes de remitirme al contenido general, quería decir también que el título me encantó, tiene ese detalle particular de que, si bien alude a un reflejo, se lee también como "My Reflexion", ¡y justamente el protagonista realiza una reflexión sobre los espejos en el primer párrado! Ha sido un gran detalle. A mí también me suele pasar eso de que, por más que mire a mi reflejo a los ojos, siento que estoy ante una nada, algo en lo que mi mirada no se detiene, sino que parece seguir de largo. La cuestión que se plantea allí, es francamente interesante. También me gustó bastante la manera en que fuiste desarrollando la relación del protagonista con su propio reflejo, esa forma en que, de un día al otro, va sintiendo rechazo por su imagen duplicada, hasta el punto de generarle sentimientos negativos. También la consecuente sensación de persecución que sufre, lo que en un principio podía ser leído como el nacimiento de una neurosis (más que nada, por el hecho de que comienza a sentirse vigilado). Me agrada pensar esta parte también en términos, podríamos decir, psicoanalíticos: la relación del "sujeto" con el "yo" xD. ¡Oh, y par tornar la cosa más interesante, llegó esa escena donde el espejo desprende calor! A mí por lo menos me resultó algo bastante original: cuando los relatos remiten a la monstruosidad de un espejo, suelen reducirse a la cuestión de la imagen y del portal (espejo como puerta hacia otro mundo). Vos agregaste el tema del contacto físico y de la temperatura, una relación corporal con el reflejo, eso me pareció genial... Pero lo que merece llevarse gran parte de los aplausos es, sin duda, el final. La inversión de los roles entre protagonista y antagonista ¿Quién es quién? ¿Desde qué lado estuvo relatando el narrador? ¿Dónde está, verdaderamente, el reflejo? ¡Una maravilla de cierre! ¡Saludos, espero seguir leyéndote :D !
Casi no leo originales, me gusta trabajo agarrarles la inmersión o de plano abordan temas que pocas veces son de mi interés, pero aquí hay una historia sobre un revés de algo tan cotidiano como vernos en el espejo y la maldita sensación de preguntarnos si esa imagen que vemos somos nosotros mismos o si por el contrario somos nosotros el reflejo de algo que no conocemos... y llegar a tener esa duda es... aterrador.