Otro Mr.Fabrice Marco

Tema en 'Relatos' iniciado por Darren Frost, 1 Mayo 2020.

  1.  
    Darren Frost

    Darren Frost Dream Demon

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    Escritor
    Título:
    Mr.Fabrice Marco
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Aventura
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    4316
    —Sé que estás ahí escuchándome, no puedes mentirme. Me dejaste aquí solo sin saber de mi familia, en lo que sea este lugar, y quién sabe qué le sucedió a mi cuerpo. Estoy cansado de hacer eco... Ésto me es demasiado familiar y eso está molestándome más todos los días... Cómo me gustaría tener diez otra vez, y hacer mis viajes y salir de aquí, correr a mi familia...

    "Odio esta sensación... odio este silencio... ¿No hay nadie más aquí que yo?"

    Mis viajes... comenzaron cuando yo era niño. En algún cumpleaños, creo, sólo sé que había personas y que tal vez hablaban mucho. ¿Me sentí abrumado, quizás? La situación ya no importa, pero recuerdo que parecía un sueño la primera vez. Estaba sentado charlando con mis amigos, en medio del caos de otros niños de mi edad gritando y riendo, y estaba muy a gusto al parecer, pero estaba distante, como si alguien me hubiera quitado el cable que conecta mi cabeza con mi cuerpo. Sé que estuve sentado allí riendo sin saber lo que sucedía unos minutos, miraba para ver dónde estaba mi hermanito y mi mamá, y luego otra vez a mis amigos. Me aburría como nunca y comenzaba a sentir sueño. Mala señal, al parecer, pero ¿Qué más da? Es un cumpleaños, hay comida, hay otros niños y música, juegos, ¿Por qué me iría a dormir? En fin, estaba cansado y mucho. Cansado de escuchar sin pensar, de generar ruido blanco en las esquinas de mi mente sin más que hacer que intentar alejar los sentimientos que suelen acompañarme en estos momentos en que mi mente es débil, antes de permitirle molestarme más decidí levantarme. Consta decir que nunca fui muy amigo de tener que salir para despejar mi mente; las preguntas me molestan y por muy mal que pueda sonar, no quiero hablar de estas cosas con nadie. Puede que parezca que me llevo mal con las personas pero en realidad los quiero mucho, adoro charlar y reírme de todo lo que se mueve o me sucede, me considero una persona simpática y amigable, aunque por dentro quizás no lo sea tanto. Ese día, sin embargo, me sentía... como si por un instante me hubiera desprendido de mi cuerpo; la gente a mi alrededor hablaba y yo no entendía lo que decían, como si me hubiera despertado hablando un idioma radicalmente diferente; ellos reían y sus rostros se veían apagados, borrosos, distantes, los miraba con una sensación de no estar viendo a través de mis propios ojos. Mi boca se sentía como si estuviera rellena de algodón, pero mi cuerpo estaba pesado, y entonces sucedió: Dejé de escuchar las voces de mis amigos y sólo sentía mi respiración, el correr de mi sangre llevando oxígeno por todo mi cuerpo para mantenerme vivo, el roce de mi propia piel cuando me movía. Me asusté pero no fue suficiente para sacarme de allí, me había ido a alguna parte y no sabía hacia donde correr, no podía moverme de donde estaba sentado y mi cuerpo se me hacía más una molestia que una necesidad, así que me lo quité. Me costó salir, ¿Cuándo había ganado tanto peso? Mi madre tenía razón, estaba comiendo demasiado. Cuando finalmente me vi, y noté que nadie vio que me había levantado, me dejé sentado allí y me sonreí; "Quédate aquí un momento, prometo volver pronto.".

    El mundo entero me estaba esperando en esos breves instantes que logré salir de mi prisión de piel y huesos; podía volar y atravesar paredes, podía ver a las personas en sus hogares y hasta mover ciertos objetos y aquello me produjo una sensación inmensa de poder que no llegaba a ser abrumadora, pero sí gratificante. Nadie me veía, pasaba volando y riendo bajo sus narices y les hacía cosquillas hasta que estornudaban, hasta que los escalofríos los sacudían; Los perros me ladraban agitando sus colas amigablemente, y yo me dejaba querer en ese momento de libertad total que yo mismo me había obsequiado. Sentía el aire acariciándome, atravesándome, refrescando mis sentidos mientras saltaba los techos de mis vecinos y alborotaba a los pájaros en vuelo, me sentía feliz... hasta que me vi otra vez. No, no se me cayó el mundo ni me dolió ver mi cuerpo tendido en mi cama mientras mi mamá revisaba nerviosa el termómetro, pero me sorprendió que ninguno de mis amigos estaba en casa cuando regresé. ¿Es que acaso los asusté? Quizás creyeron que había muerto, pero mi corazón latía, aún podía sentirlo aunque sonaba un poco más leve, algo más distante. Me encogí de hombros y me senté junto a mi mamá, besé su mejilla, me reí y me recosté sobre mi cuerpo sintiéndome como nuevo. Poco a poco, mis dedos se movieron, así también mis piernas, mis brazos y hasta mis orejas; me costó mucho abrir los ojos pero, al final, también pude abrirlos y decirle a mi mamá lo que me había pasado, lo bello de aquél "sueño" que había tenido sentado en la silla del comedor. Mi mamá se rió queriendo ocultarme cuán asustada estaba y yo lo sabía, pero no iba a molestarla, todo esto era mucho que asimilar y no podía permitirme darle otro susto por hoy. La vida simplemente siguió para mi.

    Poco después, mis viajes ya no eran de día porque causaban demasiado escándalo y como ya dije no me gusta que me pregunten lo que me pasa, ni tener que levantarme a caminar para despejarme, así que esperaba al anochecer y cuando mis padres dormían yo salía volando por la ventana, dejaba mi cuerpo descansando hasta el otro día mientras yo recorría mi ciudad todas las noches, saludando a mis amigos en sus sueños y asustando a mis profesores en sus casas. Me divertía como nunca brincando sobre las nubes y hablando con las estrellas, y me iba cada vez más lejos; pronto no fue sólo mi ciudad por las noches. Salía a la ciudad vecina, y a la otra, y luego a la siguiente, me estaba costando regresar pero era tan bello ver los amaneceres en la playa a la que jamás habría podido ir despierto. Las gaviotas me acompañaban hasta donde terminaban las arenas blancas y empezaba el concreto, y allí me guiaban los perros y gatos, hasta llegar nuevamente a mi hogar. Mi mamá nunca sospechó de lo que sucedía por las noches, sabía que me vigilaba despierta durante la madrugada desde ese último cumpleaños pero jamás pareció notar lo que sucedía dentro de mi cabeza mientras ella se preocupaba por mi desde fuera, y creo que no lo sospechó hasta el día de su muerte. Ella me tomó la mano en aquella ocasión y sentí cada pliegue de su piel en ella, me causó algo de gracia que ahora parecía más una pasa que la mujer tan hermosa que yo recordaba de mi niñez. Ella me reprendió, creyendo que sollozaba, y me dijo que no llorara, que ella estaría bien. Me contó que, como yo, había podido viajar a otros lugares cuando dormía y que ella aprovechaba para ver la Luna desde distintos paisajes de nuestro país. Me parecía extraño, yo jamás le había contado nada pero no la cuestioné, supuse que tal vez era
    hereditaria nuestra capacidad de desprendernos de nuestros cuerpos como ropa por las mañanas, mi abuela también podría haberlo hecho y mi madre me lo pasaría a mi, en ese caso. Pero, ¿Dónde podría haberme visto? quizás me habría encontrado aquella vez que viajé a París a ver la ciudad brillando y vibrando con amor como siempre. Me sonreía recostada en su camilla, y presionaba más su arrugada mano en la mía cuando sentía que me iba pensando, quiso que estuviera con ella cada segundo que le quedara y yo lo intenté lo mejor que pude. No podemos mantenernos fríos cuando una persona en la que depositamos nuestras vidas desde el primer momento está desvaneciéndose lentamente hacia otro lado, donde ya no podremos encontrarnos.
    Me costó mucho regresar esa noche, mi cuerpo no quería recibirme de nuevo porque yo no quería dejarla ir allá, sola y sin saber dónde estaría yendo en realidad. Me senté con ella a mirar la Luna esa noche también, pero esta vez la dejé en paz. No le pregunté nada, no le dije adiós, ella solo se fue y yo me quedé un momento más allí... quizás yo también tendría que ir con ella. Después de todo, con mis treinta y seis años y mi cabello comenzando a canecer, sin pareja ni hijos, mi madre se iba y yo me sentiría tan solo... ¿Podría ser? Quizás no hacía falta que yo siguiera, tal vez... No, no, no podía dejar a papá atrás ni a mis alumnos. Olvidé mencionarlo, profesor de matemáticas por muy lunático que suene de mi parte; cosas que no considero importantes. No quería dejar a mi padre atrás, ni dejar a mis alumnos creyendo que me ganaban la batalla, esperaría un poco más por ahora. Mi vida se estaba tornando muy aburrida otra vez, y yo no sabía si quería hacer algo para detenerlo; la única chispa de algo interesante que hubo en mi vida, por mucho que odie decirlo, era una de las madres que pasaba por su niña al colegio donde trabajaba. Una bonita mujer, promedio, pero con un brillo que no la dejaba pasar desapercibida. Me llamó la atención esa aura desde el primer momento, no lo voy a negar, me hizo sentirme un niño otra vez. Pero no podría arriesgarme a verla si no es en sueños, jamás me atreví a acercarme a saludarla cuando dormía, pero me gustaba que todo lo que sueña es pacífico y harmonioso, con flores, con campiñas verdes o bosques frondosos llenos de frutos para acercarse y comer. Amaba sus sueños, y lo feliz que se ve en ellos, sus hijos eran una dulzura y ella siempre pensaba en ellos. Aún recuerdo la primera vez que se acercó a hablar conmigo, estaba perdido y loco por ella, pero no se había dado la oportunidad de hablar hasta el día que se cumplían dos años del fallecimiento de mi madre. Estaba más distante que de costumbre y al borde de otro de mis viajes cuando la niña Jones se acercó.

    — Profesor Marco, mi mamá me vino a buscar... — Melanie, Melodie... ¡Meredith! Casi no recordaba su nombre aunque su apellido era peculiar para la zona, de padre extranjero y madre local, un encanto de niña. — ¿Puedo ir con ella? Creo que no puede entrar.

    — Oh. Oh, no, no, espera un momento, yo te acercaré hasta la puerta, la señorita conserje debe estar ocupada con otra mamá. Ven conmigo. — Siempre odié sentirme nervioso, me hace parecer más inseguro de lo que estuve consciente de ser y eso me molestaba un poco. Qué más da, la niña me adoraba y eso lo sé, sé que confiaba en mi y no podría romper esa imagen de plena confianza con mi nerviosismo; si le permitía verme así, quizás sospeche de lo que me sucedía con su madre. Las niñas tienen ese don, lo sé casi desde que comenzaron mis viajes, y no querría meterme con la intuición de esa niña de siete años. — ¿La ves por allí?

    — Sí, ahí está... ¡Mami! ¡Mami, mirame! ¡Estoy con el profesor Marco! — ¿Cómo puede una niña ser tan adorable? Era casi una copia idéntica de su madre, el mismo cabello castaño, la misma sonrisa, el mismo tono de piel de su mamá, pero los ojos son de su padre, al que nunca tuve el gusto de conocer.

    — Buenas tardes, profesor Marco, lamento mucho haberme tardado tanto, estoy en medio de un problema con mis papeles de divorcio y mi abogada me molestó toda la mañana. ¿Cómo estás, Mer? ¿Te portaste bien, cariño? — "Oh vaya, qué bien" pensé entonces porque, ¿Para qué más esperanzas para mi? aunque todavía no le dirigí una sola palabra, no quería arriesgar la sutil estabilidad que había entre nosotros. "Suficiente", me dije, quizás debería sólo darle a la niña y permitir que siga con su vida; se estaba divorciando y lo que menos necesitaba era un tipo inseguro hasta de lo que quería como yo. — ¿Profesor Marco? Lo siento, lo vi algo lejos, ¿Se encuentra bien?

    — Oh, claro, lo lamento mucho, he estado algo distante con todo este asunto de la promoción de los niños. Creo que conoce el estrés de estas cosas tanto como yo, ¿Verdad? Señorita... ehmm...

    — Ay, claro, disculpe, mi nombre es Adelaide Jones, algo extraño de oír aquí, lo sé, pero pronto seré sólo Adelaide Beauchene. — Finalmente, un nombre bonito para una mujer encantadora. Qué bueno que Meredith se fuera a jugar con sus amigos en el patio, podría dolerle escuchar a su madre dar una declaración como esa sobre lo que era también su apellido y un recordatorio de su padre. Y además, sin duda podría verme sonrojarme. Cielos, ¿Quién diría que tendría que ocultarme de una niña? Me reí por dentro y Adelaide pareció notarlo, me sonrió con una de esas sonrisas pícaras de quien sabe exactamente lo que piensas, y me atrapó como nunca antes. Un ciervo frente a las luces de un auto, no era comparación con mi cara en aquel momento, quizás la mía fuese un poco más caricaturesca. — ¿Qué pasa, profesor Marco? No me dirá que piensa que mi hija lo odiaría por hablar con su madre, ¿Verdad? Le propongo algo, vamos a tomar un café y la traeré conmigo, yo sé que ella lo aprecia mucho y quisiera oír de ella todo lo que piensa de usted, nos ahorramos el trabajo de ponernos excusas y nos conoceremos bien. Sé que puede sonar impulsivo, pero quiero vivir, soy demasiado joven para echarme al abandono por un triste y tonto divorcio.

    En mi vida, la única mujer que me afrontara de aquella manera sólo había sido mi madre, con sus sermones y sus charlas sobre lo que un hombrecito debía saber de una mujer. Casi pude verla en sus ojos, aprobando de toda esta situación con el entusiasmo de una suegra muy, muy feliz con su nuera. Le sonreí, y acepté con algunas palabras entrecortadas, mi nerviosismo florecía pero ya no tenía miedo, y me relajé dejando que la tarde fuera lo que acabó siendo: esplendida. Meredith me hizo sentir que de verdad me adoraba y, para mi sorpresa y gratificación, su madre hizo igual; a su manera, pero así lo hizo. Todas las tardes, después del colegio, yo dejaba mi coche estacionado frente a la escuela y nos íbamos caminando hacia el café que dirigía uno de nuestros amigos en común. ¡Teníamos amigos en común! Jamás lo hubiera creído. Las cosas marchaban de maravilla y mis viajes fueron disminuyendo a medida pasaban los años. Algunas veces, pasaba a saludar en los sueños de Adeilaide, veía el rostro sombrío de un hombre murmurando para sí por los recovecos de su mente, pero jamás interrumpía y yo no hablaba de ello a la mañana siguiente. Pronto, perdí la capacidad de viajar a mi antojo y ya no podía salir de mi casa, luego simplemente me dormía profundamente y ya mi espíritu no se desprendía de mi cuerpo. Aprendí a aceptar que tal vez ya jamás pudiera hacerlo, que pudiera ya no ser necesario, mi vida estaba yendo en la dirección correcta y no necesitaba escapar, ya no necesitaba huir. Las cosas entre Adelaide y yo fueron haciéndose más formales y sin saberlo nos fuimos acomodando en mi casa; me sucedió de repente, darme cuenta de que estaba comenzando a construir más habitaciones en mi casa y no sólo para los niños de mi ahora esposa, sino que inconscientemente pensaba además en los nuestros, que aún no llegaban pero seguramente tendríamos. Sus niños crecieron conmigo y jamás me mostraron rechazo, me adoraron y me quisieron, me agradecieron a su modo haber quitado el manto melancólico de su padre de encima de sus vidas y yo me dejé querer, dándoles a cambio el afecto que siempre recibí. Incluso cuando su mamá y yo tuvimos hijos propios, jamás dejaron de mostrarme su apoyo incondicional ni a mi, ni a su madre y nos unimos más cuando llegaron Camille y Bastian para acompañar a Meredith y Aiden. Nuestra familia se hizo mucho más de lo que yo hubiera soñado, dándome mucho más de lo que pudiera pedir, mi mundo entero giraba en torno a mi hogar y a mi familia. Aún mi padre, el viejo cascarrabias de siempre, se había vuelto por completo en un sentimental cuando conoció a mis hijos, y pasó a consentir a mis niños como si mi madre aún estuviera viva. Yo tendría cosa de cincuenta años cuando Meredith se marchó a vivir sola a los Estados Unidos, en busca de una hermosa facultad de medicina a la que había echado el ojo en la secundaria. La despedí con lágrimas como si jamás fuese a volverla a ver, y mi padre hizo igual que yo, por primera vez sentí lo que él cuando yo me mudé aquí a París, y nuestra charla de esa noche casi me costó otro mar de lágrimas más. Tuve cincuenta y cuatro cuando Aiden se casó con una buena chica y se mudó a Cherbourg, bastante lejos a donde vivía la familia de ella y ésta vez me pude contener. Le tocó a mi bella esposa llorar y sinceramente creo que por mucho que me doliera a mi, no me costó tanto dejarlo ir. Eso fue lo que yo hice a su edad, buscando el éxito en las calles parisinas; otra vez me calcé los zapatos del viejo Marco y lo vi partir con una sonrisa. Adelaide, los niños, mi padre y yo lo visitábamos todos los años hasta que a él también le tocó partir; me destrozó el alma ver a mi Camille sollozar en brazos de su mamá sin que yo pudiera hacer nada, siempre fui un hombre de pocas palabras y en esta ocasión me jugó muy en contra.

    Esa noche, después de cenar, me decidí a olvidarlo. Intenté recluirme a mi trabajo y dejarlo irse del mismo modo que a mi mamá, pero simplemente no pude. Me sentaba a escribir y corregir a mis alumnos y sentía una brisa del perfume que usaba en su ropa, o el humo de los cigarros que nunca pudo dejar, escuchaba el arrastrar de sus pies en mi casa como si estuviera dando vueltas viendo a mi familia dormir mientras yo me forzaba a olvidarlo. Me dormí en el sofá y me desperté en Cherbourg, con Aiden y su mujer apenas llegando a su casa y vi a mi papá como si hubiese regresado en el tiempo, con unos buenos cincuenta años menos. Me sonreía y casi me abalancé sobre él a abrazarlo, en el hospital no me lo permitieron y no quería quedarme con ese deseo. No sabía cómo había llegado a Cherbourg pero si mi padre estaba allí, entonces me quedaría con él hasta el amanecer si fuera necesario; me mostró la casa y al bebé de Aiden, una copia del padre como nunca la hubiera visto pero con una chispa de algo que no podía reconocer. Mi papá, después de mucho charlar sentados en el techo de la casa, me explicó lo que sucedía en las últimas horas antes del alba; él había amado a Aiden de tal manera que no podía permitirse irse, dejarlo atrás sin la persona que había su apoyo desde el momento en que nuestras familias se juntaron. Aiden nunca había podido explicarme cómo se sentía por temor a molestar a su madre y a mi, pero los años sin su padre lo habían hecho creer que ninguno de nosotros realmente lo apreciaba del mismo modo que él a nosotros. Cuando mi padre llegó a la casa para que pudiéramos cuidar de él, Aiden se sintió querido y contenido como no había podido sentirse conmigo; me hubiera gustado decir que lo noté, pero mentiría, la llegada de Bastian había hecho complicado que nos repartiéramos entre las cinco personas a nuestro cuidado y nunca pudimos manejarlo del todo bien. Jamás pudimos sentarnos a charlar como ambos hubiéramos querido, no pudimos darnos mucho tiempo mutuamente, y creo que ese habrá sido el motivo por el cual al final se apegó más a su abuelo. El viejo Marco no podía resistirse a la tentación de quedarse a merodear por nuestra tierra, acariciando tiernamente a mi niño y mi nieto, al que lamentablemente no había podido conocer. Me dijo que, sólo si yo se lo permitía, quería quedarse unos años más acompañando a Aiden, guiándonos a ambos para que no nos alejáramos más de lo que ya habíamos logrado; lo que me sorprendió fue que no me pidió sólo quedarse como espíritu rondando, sino que quería que le permitiera vivir en el pequeño Basile, brindándonos el cariño que necesitábamos de su parte. Casi me infarté dormido, pero pude comprender de cierta manera lo que quería intentar, por muy increíblemente descabellado que pudiera parecer. Tuve que acceder, sin comprender del todo pero no atreviéndome a negarle su deseo a un muerto tan cercano a mi, y me desperté sintiéndome tan perdido como me sentía todos mis cumpleaños; mi cabeza estaba en otro lado y mis ojos veían más allá, mi cuerpo se sentía vacío y sabía que estaba llorando no porque lo sintiera sino porque después de un largo tiempo lo veía desde fuera. Como un huésped, como nada, veía mi cuerpo quieto en la cama pero con los ojos abiertos como platos, sin que yo pudiera siquiera sentir las lágrimas que veía caer por mis mejillas. Me aterré, esta vez no había nada que me mantuviera en contacto con mi cuerpo y podía presentirlo; ni siquiera podía asomarme a intentar despertarme, Adelaide tuvo que hacerlo por mi y aún así no consiguió que reaccionara. Tenía que hacer algo, lo que fuera, ¡No podía morir! ¡No ahora! Tenía un nieto que conocer en persona, dos niños que criar y una esposa a la que aún debía darle apoyo y contención, no podía irme... No podía morir...

    No hubo momento mágico de campanas, ni confeti, ni luz brillante cuando llegué; casi me reí pensando que caí en el infierno cuando en realidad no estaba en ninguna parte. Estaba en una especie de vacío, en silencio, un cuarto que por momentos era gris y luego blanco, otras veces aparecía como un lugar cuyas paredes eran completamente negras pero yo estaba igual. Como dije, ni luz, ni sombras, era un sólido en alguna parte que aún no tenía idea de lo que estaba haciendo allí. No me esperaba mi madre, ni mi padre, no me esperaban Dios ni Satanás y yo no entendía por qué, quería saber a qué diantres me habían traído aquí a solas con mi esencia sin que pudiera siquiera pensar porque el sonido retumbaba ensordecedor sobre las paredes cambiantes, quería saber lo que sucedía, si realmente había muerto. Durante mucho tiempo lo único que escuché fue el crujir de las paredes y el subsiguiente silencio, luego a veces una voz que se filtraba en mi pensamiento y luego se iba, me estaba volviendo loco. Un buen día eché a caminar y me encontré algo interesante a pocos pasos, cuando creí que jamás encontraría nada en aquél inmenso vacío; encontré un libro, como los que yo leía a los niños en clases y los que tenía que repasar para mis hijos. Seguí el camino y encontré fotos, algunos retazos de tela, pequeñas piezas musicales que nunca me daban el gusto de oír la melodía una segunda vez, todo eso recordándome de a poco lo que hice en ésta vida; al poco tiempo me di cuenta de que a mi alrededor había dibujado un paisaje, un sombrío y obscuro hospital. Adelaide estaba allí, y me tomaba la mano dormida sobre mi camilla, vi mi cuerpo otra vez tal como lo había dejado cuando me fui a donde sea que estuve todo ese tiempo; jamás supe cuánto tiempo había pasado y aún no lo sé. Aún estoy aquí, ahora sé que desde que regresé aquí llevo dos meses sin poder meterme otra vez en mi cuerpo y tengo que dedicarme a observar nada más. Hace poco un médico le dijo a mis niños que yo estaba muy, pero muy
    dormido y que quizás no podría oírlos, pero cuando él se fue me aproveché para hacerles saber que aún estoy aquí. Hoy es... Creo que es Domingo, seis de abril, de no sé qué año, hace mucho dejé de ver eso en los calendarios que reviso. Seis de abril, y quién sabe desde cuándo que estoy allí echado como un saco de papas sobre una camilla en el hospital.

    El único modo de que regreses es que me digas si es eso realmente lo que quieres.

    Pero, ¿Cómo me preguntas una cosa así? No sé ni quién eres, me dejaste allí a solas sin que tuviera que estarlo, pudiste hablarme todo este tiempo ¿Y sólo lo hiciste ahora?

    — No puedes enojarte conmigo, acaban de enviarme a que te lo dijera porque llevas demasiado tiempo dudando. No son sólo dos meses, señor Marco... han sido tres años.

    — No soy "Señor Marco", ese siempre va a ser mi papá. Yo soy sólo-

    — Eso ya no importará si no quieres regresar. No te queda más tiempo, dímelo, ¿Quieres regresar?

    — ¿Qué clase de pregunta es esa?

    — Sólo responde, o jamás podrás regresar. Deja que te lo repita, ¿Quieres volver?

    — Yo... no lo sé... estoy algo cansado...

    — Señor Marco... Señor Marco... ¡Señor Marco! — "¿Qué sucede allá? Mi cabeza me está matando, esa maldita luz... ¿Quién es, qué quiere?"

    — Señor, sé que acaba de despertar pero necesito que me responda, ¿Sabe usted quién es?

    — Yo soy Fabrice Edmond Marco.
     
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    Hygge

    Hygge Game Master

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    Escritora
    ¡Hola, hola! Liza por aquí. He llegado casualmente a la zona de relatos para leer un rato y si bien admito que el título y el prefijo no me llamaron mucho la atención, me quedé con la curiosidad de saber de qué iba exactamente ese género "otro". Y debo decir que me enganchaste con los primeros párrafos, creo que no he leído nada parecido hasta ahora acerca de experiencias extrasensoriales y viajes astrales, y eso mola. Al principio creía que se trataba de un episodio de crisis de ausencia típico de la epilepsia, por el tema de que Marco notaba la mirada perdida y dejaba de prestar atención a su alrededor. Y la teoría se me estaba confirmando hasta que... ¡whoops! ¡Llega esta frase! La cito porque me gustó mucho la metáfora:

    Así que nuestro protagonista es capaz de sacar el alma de su cuerpo y sobrepasar todos los límites que su cuerpo físico le limita, la cosa se pone interesante. Me angustió imaginarme a la madre notando a su hijo inconsciente en mitad del cumpleaños y que todos se fuesen asustados y preocupados a casa, y sobre todo me llama la atención lo despreocupado que es este chico xD Por suerte luego recapacita y ve mejor hacerlo de noche, cuando no puede asustar a nadie. Me sorprendí cuando se supo que la madre también podía hacer esos viajes y que parecía que lo sabía, y la escena final de su vida donde la deja marchar se sintió algo... rápida, quizás. Le hubiese dado más sentimiento hacerle un pequeño hincapié, narrar las sensaciones, las palabras, los últimos gestos. Pero bueno, nimiedades.

    La vida del protagonista fue adorable, awns. La escena con Adelaide y su pequeña, y cómo se van tomando cariño, quizás un poco acelerado todo para mi gusto. Plasmar una vida entera en un solo escrito es difícil, lo sé. A veces me perdí con los hijos y los nietos y las relaciones, quizá también influye el hecho de que usas párrafos demasiado grandes y cansa un poco a la vista. Te aconsejo que tengas cuidado con eso, porque tu narración es muy buena y no permite que sea disfrutada al 100%. ¡Pero nada que no se pueda arreglar! De hecho me quedé con la intriga hasta el final porque usaste muy bien el in extrema res, empezando desde el final para dejar al lector queriendo averiguar cómo llegó hasta ahí. Qué angustia debe ser ver que eres incapaz de regresar a tu cuerpo, y ver a tu familia preocupada y uf, se me hace un nudo en la garganta de solo imaginarlo.

    Confieso que el final no lo entendí demasiado ay. Le dieron una oportunidad después de vagar por el limbo durante años pero... ¿quién? ¿Y cómo lo encontraron? ¿Y por qué era necesario saber el nombre? Entiendo que solía abstraerse de la realidad porque se sentía desapegado de la misma, pero pensé que al hacerle la pregunta no se lo pensaría dos veces y querría regresar con su familia, dunno. ¡Pero bueno, estuvo bien! Como digo, tienes una buena forma de narrar, pude imaginarme bien las cosas y tan solo encontré una falta por ahí, que te remarco a continuación:

    Sería sin h, de armonía.

    Eso sería todo de mi parte. Un gusto leerte y espero seguir viendo cositas tuyas por ahí. ¡Hasta la próxima!
     
  3.  
    Sonia de Arnau

    Sonia de Arnau Let's go home Comentarista empedernido

    Leo
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    Escritor
    Mientras comenzaba a leer me recordó mucho al inicio de un relato que estoy escribiendo ahora mismo. Pero nada que ver.
    En fin, entremos en lleno a tu relato. Debo decir que me gustó mucho y que al ver la exención del mismo, si pensé más de dos veces en leerlo, pero al final, cuando comencé a leer eso fue lo de menos pues me envolví en la historia que sin darme cuanta lo finalicé rápido. Y es algo muy positivo que se debe recalcar, la forma tan bien de narrar que tienes. En momentos me parecía una narración estilo literatura fantástica (sobre todo cuando se hablaba sobre lo de experiencias extracorporar y viajes astrales) y el realismo, como si lo que estuviera leyendo en sí era algún diario; otro punto que a mi parecer fue muy bueno. Manejaste la personalidad del protagonista muy bien, lo sentí tan humano, tanto al preocuparse por sus parientes en aquel cumpleaños. Empatice con él que realmente llegué a sentir lo mismo que él vivía y eso es muy raro.

    La escritura ésta muy bien estructurada e hilada, aún cuando en principio pareció algo confuso. Llegó un punto en que pensé la historia tomaría otro rumbo, como que él en verdad había perdido la vida y su alma estaría en algún purgatorio, por eso me tomó por sorpresa sobre esa habilidad, que además es hereditaria.

    Al final me alegré que viviera feliz, conociera a quien sería su futura esposa y con la que formaría una familia, y que además de tener sus propios hijos, adoptó a los de hijos de Adelaine. Por lo que entendí, el hecho de que no pudiera viajar (hasta casi sus últimos días) fue porque comenzó a sentirse bien consigo mismo, después de todo, los viajes comenzaron cuando él dudaba o no se sentía conforme con su cuerpo. Eso fue lo que entendí.

    Y respecto al final, creo que Marco terminó quedando en como, quizá por usar tanto esa habilidad. Entonces un día que volvió a hacerlo, no pudo volver. Por eso esto:
    Y me sentí muy angustiada junto con el protagonista porque no me imaginó yo estando en sus zapatos, el ver como su familia se preocupa al ver que no despierta y él deseoso de hacerse notar, de decirle que él todavía estaba allí. Ese sentimiento de impotencia.
    Y al final, lo mostrado en letra negrita, es el subconsciente en el que Marco se encontraba, aunque sí concuerdo conque no sé quien pueda ser la persona que le hacía esa pregunta. Probablemente era él mismo¿? Qué bueno que volvió a recuperar la conciencia. Y pienso yo que que la insistencia de su nombre (por eso el título) es porque él necesitaba sentir bien consigo mismo. Y sobre que dudaba en volver, quizá de deba a esa razón. Claro, es lo que entendí.

    La historia es muy buena, llamativa y habla sobre un tema que por lo menos yo, nunca había tenido la oportunidad de leer, razón que me pareció muy fresca. Lo único negativo que veo (y que ya te han recalcado) es el texto muy amontonado, o como lo mencionó Liza, es un párrafo muy grande y eso puede cansar mucho la vista y también suele dar algo de pereza, por eso te recomendaría que hicieras más párrafos más cortos, de esa forma la lectura se sentirá más liviana.
    También, cuando se vayan a hacer preguntas y no haya un punto, o exclamación, y la oración continuas, la primera letra debe estar en minúscula, por ejemplo:
    Aquí noté otros detallitos.
    Fuera de esos detalles, la lectura estuvo muy bien.

    Sin más que agregar me despido. Un saludo.
     
    Última edición: 8 Mayo 2020

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